jueves, 30 de abril de 2020

EL ECONOMISTA....NOTICIAS,

LA PÁGINA DE JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ,


LEÍDO POR JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ
Los periodistas que mostraron el horror: cómo el mundo descubrió los campos de exterminio nazis Dos corresponsales de guerra ingresan al campo de concentración de Ohrdruf, el primero de los liberados por los Aliados. Uno de los hombres de prensa no solo es fotógrafo, también busca a su madre. El horror se les impone. La difusión de las fotos en todo el mundo muestra por primera vez el infierno
Matías Bauso | Planeta de Libros
Por Matías Bauso

Mujeres prisioneras en las barras de Auschwitz 
El corresponsal de guerra y el fotógrafo detuvieron su vehículo en medio del camino desolado. Un espectro se acercaba a ellos. Por un momento dudaron: no sabían si se trataba de una alucinación o si la escena estaba ocurriendo de verdad. Se convencieron de que no era un espejismo. El hombre más flaco del mundo les hacía gestos para que se detuvieran. Unos harapos apenas cubrían su cuerpo. Cuando se acercaron intentaron entender qué les decía. Pero tenía demasiado para contar y casi nada de energía. Las frases se chocaban entre sí. La potencia de las primeras sílabas se perdía antes de terminar la palabra y su mensaje se convertía en un mazacote ininteligible. Lo ayudaron a subir al jeep. Le dieron agua y algún alimento. Más calmo y reconfortado por la comida, les señaló el camino a tomar. Y les prometió que si seguían sus indicaciones presenciarían algo que nunca olvidarían en su vida.
Marshall Levin, periodista norteamericano, y Eric Schwab, fotógrafo francés, fueron los primeros en ingresar al campo de concentración de Ohrdruf. Fue hace 75 años. Ese 4 de abril de 1945 Ohrdruf era el lugar más muerto del mundo. No había vida en ningún rincón del predio. Una postal para perder la esperanza en el género humano.
Ese paisaje tenebroso era la peor confirmación de algo que se conocía imprecisamente, algo de lo que nadie quería convencerse que era realidad. “Lo sabíamos. El mundo había oído hablar de ello. Pero hasta ahora ninguno de nosotros lo había visto. Fue como si al fin penetráramos en el lado oscuro del corazón, en el más despreciable interior del corazón maléfico”, escribió Meyer Levin.
El trabajo en los campos de concentración nazi 
Ohrdruf, ese primer campo encontrado y luego olvidado en la historiografía, era uno de los más nuevos. había empezado a funcionar a mediados de 1944. Primero llegaron 1.000 evacuados de Auschwitz. Llegaron a pasar por ahí, en ese escaso tiempo, 25 mil prisioneros. Las condiciones de vida eran terribles. Alguien dijo que si una persona llegaba a Ohrdruf en buen estado físico y de salud en menos de un mes estaba al borde de la muerte. Sin higiene, sin comida, con jornadas laborales de 15 horas y maltratos físicos constantes. El agotamiento los consumía.
La evacuación tuvo lugar un par de días antes. El 2 de abril fueron lanzados al frío y a una larga ruta 12 mil prisioneros. Muchos murieron a los pocos kilómetros.
Dos días después llegaron los periodistas y las tropas aliadas.
Una aclaración necesaria: la liberación de los campos de concentración no era un objetivo prioritario de los Aliados. Los iban hallando en medio de su avance en territorio alemán y en ninguno encontraban oposición. Los nazis los habían abandonado y habían trasladado a los prisioneros en caminatas infernales.
Los tremendos retratos de los prisioneros que sacó el fotógrafo Eric Schwab en Dachau en abril de 1945 
Los alemanes habían evacuado el lager unas horas antes ante la inminencia de la llegada de las tropas norteamericanas. Las bombas, los camiones corriendo por las rutas y las tanques avanzando hicieron que arrearan a los detenidos que todavía sobrevivían hacia otro lado. En el camino varios murieron, otros fueron asesinados y unos pocos lograron escaparse. Los oficiales nazis buscaron refugio donde pudieron.
En la entrada del campo de concentración 29 cadáveres formaban un círculo irregular. Eran los últimos que habían sido acribillados antes de la fuga. Pero esa imagen sólo era un anticipo de lo que iban a encontrar los visitantes. En una barraca los cuerpos sin vida se apilaban desordenadamente. Un depósito caótico de cadáveres. El hedor era insoportable. Cada uno de los sentidos se veía repugnado por el cuadro.
Alguien había amontonado a las víctimas en ese sitio. Detrás de la barraca una montaña de tierra auguraba que el desastre continuaría. Meyer y Schwab seguían el recorrido insensibilizados. Tal había sido el impacto que ya no podían pensar, ni distinguir. Schwab hasta perdió su reflejo natural. No pudo en ningún momento alzar la cámara que colgaba de su pecho. A Meyer ni siquiera se le ocurrió sacar de su bolsillo la libreta de notas.
Cuerpos tirados en cualquier lado y tres enormes trincheras al fondo. 4 metros de profundidad, 4 metros de ancho y 15 metros de largo. Ahí los nazis descartaban a los muertos. Pero en un momento se percataron que ese espacio era insuficiente dado el flujo incesante de asesinatos y alguien dio la orden de remover los cuerpos lanzados a esas zanjas y quemarlos. No llegaron a completar la operación porque debieron fugar antes.
Las atrocidades en Auschwitz en esta imagen de los prisioneros frente a un alambre electrificado en el campo de exterminio 
Pocas horas después que los dos hombres de prensa, las tropas norteamericanas llegaron a Ohrdruf. Los soldados se movían con lentitud, incrédulos. Esto superaba todo lo visto, lo imaginable. Hacía más de un año que algunos recorrían el continente, desde el desembarco en Normandía. Habían superado batallas terribles y sobrevivido a noches imposibles. Pero nada los podía preparar para eso.
A la mañana siguiente, Hayden Sears, el general norteamericano de la división, ordenó a sus soldados ir hacia la ciudad y traer en los camiones del Ejército a la mayor cantidad de pobladores. Les daría una visita guiada. Lo que había sucedido en Ohrdruf no podía ser contado ni recreado. Debía presenciarlo la mayor cantidad de gente para que tomaran real dimensión del horror.
No se ha podido determinar si fue una iniciativa de Hayden Sears o la orden llegó de sus superiores. Lo cierto es que esa manera de proceder se repitió luego en cada campo de concentración descubierto por los norteamericanos. Las autoridades de las ciudades más próximas y los ciudadanos comunes eran obligados a recorrer las instalaciones de los campos. Los muertos no eran removidos hasta que todos pasaban por allí. Luego eran enterrados. En ese momento, las tropas norteamericanas dividían las tareas en dos. La mitad de esos alemanes vecinos a los lagers cavaban las fosas comunes; la otra mitad cargaba y trasladaba los cuerpos hacia ellas.
Los ciudadanos alemanes subían a los vehículos con temor. Los americanos les informaban dónde los llevaban. Los alemanes sabían que en los lagers pasaban cosas malas (aunque posiblemente nadie se imaginaba la dimensión inhumana del horror). Creían que los esperaban largas detenciones o algo peor todavía. Pero los Aliados los hacían desfilar por ese paisaje macabro.
La foto del horror de Eric Scwab en el campo de concentración de Thekla, donde los nazis encerraron y quemaron a cientos de prisioneros cuando llegaban los Aliados
Hay imágenes de esos momentos. Se ve a los alemanes saltando de los camiones al barro del campo. Están con sobretodos y elegantes trajes. Parecen jugadores de póker: no hay gestos en sus caras. No se sabe qué piensan ni qué sienten. Luego les muestran los cadáveres dispersos por el suelo y los hacen ingresar a una barraca repleto de cuerpos. Algunos se niegan y se ve que los soldados aliados los conminan con dureza. Las caras al salir de ese lugar no son las mismas. Están transfiguradas.
Al día siguiente, el General Hayden Sears ordenó traer al alcalde, a las otras autoridades comunales y los líderes del Partido Nazi de Ohrdruf. Todos debían asistir con su esposas. El alcalde y su mujer, luego de ser obligados a recorrer el lager, se suicidaron en su hogar. Los motivos de un suicidio siempre son insondables. En este caso los que los pudo haber llevado a tomar la determinación puede haber sido la vergüenza de haber sido parte de ese horror, lo insoportable de soportar ese peso o, algo más probable, el temor por lo que podía pasar con ellos y los castigos y venganzas que podrían sufrir.
Uno semana después del hallazgo, los que ingresaron a realizar la recorrida fueron los líderes de las fuerzas norteamericanas, Dwight Einsenhower, George Patton y Omar Bradley.
El campo estaba igual, nadie había tocado nada. En realidad estaba peor, los cadáveres se seguían descomponiendo y el olor era insoportable, era una presencia física que ocupaba todo el aire. Un olor que tardaba días en irse del cuerpo, en dejar de ser percibido. Quienes ahí estuvieron sostienen que es hedor es indescriptible y no dudan, están convencidos que así debe oler el infierno.
Un prisionero muriendo en el campo de Buchenwald mientras este era liberado en abril de 1945
Patton con su imagen mítica de guerrero inconmovible debió separarse de la delegación por unos minutos e ir a vomitar detrás de una barraca, tal como lo afirma en sus memorias. Eisenhower sintió que se iba a desvanecer, sus ojos se nublaron y su paso se volvió débil. Un dato más: un ex prisionero los guió durante la recorrida. Se lo veía locuaz, enérgico y en una forma física bastante digna. Al día siguiente fue acusado de ser uno de los victimarios que camuflado trató de conseguir impunidad. Otros sobrevivientes lo lincharon.
Es a partir de abril de 1945, a partir de que los aliados entran en los campos de concentración de la parte occidental que el mundo tomó conciencia del nivel atroz de lo ocurrido. En enero los rusos habían liberado Auschwitz pero las noticias no tuvieron el mismo eco. Todavía faltaban unos años para que se entendiera la diferencia entre campos de concentración, de trabajo esclavo y de exterminio. Pero esas imágenes tomadas por los periodistas de los países aliados recorrieron el mundo con velocidad y mostraron el horror. La infinidad de muertes, los sobrevivientes esqueléticos, las condiciones de vida infrahumanas.
Eisenhower ordenó que cualquiera de sus tropas que no estuviera en combate se dirigiera hacia cada uno de los campos que se iban liberando. Pasados unos años de la contienda algunos soldados se preguntaban para qué peleaban. Eisenhower dijo que con esas visitas les quería mostrar contra qué luchaban.
Los Aliados filmaron y fotografiaron todo lo que pudieron. Esas eran las órdenes de los superiores. No se manejaban con el pudor como norma. No querían morigerar nada de lo ocurrido. Deseaban que todo el mundo viera, tomara dimensión de los sucesos. Y eso era algo que si se veía, por más impactantes que resultaran las imágenes, más inolvidable se convertía. De esa manera, nadie iba a poder negar lo que había ocurrido.
En Estados Unidos algunos cines sólo pasaban noticieros cinematográficos, los Newsreels. Los que documentaban el descubrimiento de los lager agotaron sus funciones durante semanas.
Buchenwald, Abril 1945. Cuando miré esas fotografías, algo cedió. Se había alcanzado algún límite, y no sólo el del horror", dijo Susan Sontag sobre las fotos de Schwab 
“Cuando miré esas fotografías, algo cedió. Se había alcanzado algún límite, y no sólo el del horror; me sentí irrevocablemente desconsolada, herida, pero una parte de mis sentimientos empezó a endurecerse; algo murió; algo gime todavía”, escribió Susan Sontag en Sobre la Fotografía.
Algunas de las fotos que Eric Schwab sacó en ese periplo infernal se convirtieron en icónicas. Las imágenes de sobrevivientes amuchados en las barracas, los cuerpos de las víctimas y, en especial, unos retratos estremecedores en los que en un gran primer plano fijaba las caras de estos hombres que habían escapado del infierno. Schwab les devolvía la humanidad, esa que les habían negado por años, esa que se había perdido de sus ojos con miradas muertas. La piel traslúcida, adherida a los huesos que salían filosos de cada ángulo de la cara, esqueletos con un hilo de vida que tendrían una segunda oportunidad.
La historia de Levin y de Schwab está narrada por Annette Wiervorka en su notable libro 1945. Cómo el mundo descubrió el horror.
La puerta del campo de Buchenwald donde se leía 'Jedem das seine' (A cada uno lo que merece), en la imagen que inmortalizó el fotógrafo francés que le mostró al mundo el horror
Mientras a Meyer Levin lo movía el registro de lo que había pasado con los judíos, Schwab no sólo trataba de captar imágenes con su cámara, él buscaba otra cosa, algo más importante. Eric Schwab buscaba a su madre. Una postal enviada a una amiga, un indicio débil, algún testimonio de una sobreviviente mantenían vivas las esperanzas del fotógrafo.
Luego de Ohrdruf, el dúo ingresó una semana después a Buchenwald, luego llegaron a Dachau. Avanzaban por el terreno entrando a los campos de concentración que los alemanes iban abandonando en su huída final. Por último arribaron a Terezin.
Mientras Levin interrogaba a los sobrevivientes, Schwab ingresaba a cada edificio, abría cada puerta. Hasta que entró a una sala en la que una mujer muy delgada, algo encorvada y cubierta de canas entretenía a un grupo de chicos muy pequeños. Al escuchar la puerta la señora giró y miró al visitante. Se reconocieron al instante. Eric Schwab había, por fin, encontrado a su madre.

JAVIER CERCAS POR HUGO ALCONADA MON


Javier Cercas: "Las mentiras no solo fabrican esclavos; también matan"
Javier Cercas 
Para el escritor español, la pandemia cambiará al mundo y hará más consciente a la humanidad sobre su fragilidad
Resultado de imagen para hugo alconada mon
Hugo Alconada Mon

Javier Cercas quedó atrapado -si cabe en su caso la expresión- en Vergés, un pueblito catalán de poco más de 1100 habitantes, 130 kilómetros al nordeste de Barcelona. 
Todos los libros del autor Javier Cercas
Allí pasa la mitad del año junto a su familia y allí estaba cuando el gobierno español declaró el estado de alarma en su intento de detener el azote del coronavirus . Un azote que le aportó una oportunidad, en el plano profesional, pero que lo preocupa -y mucho- cuando piensa en el día después de esta crisis planetaria.
Soldados de Salamina (MAXI): Amazon.es: Cercas, Javier: Libros
"Para un escritor, este período de encierro es más llevadero que para otras personas", dice a la nacion. "Al fin y al cabo, nuestra vida habitual es una vida de confinamiento, dedicada básica y felizmente a leer, a escribir y a pensar en las musarañas", lanza, en la primera de sus varias ironías. 
Terra Alta - Javier Cercas | Planeta de Libros
(¿Qué es una musaraña? Un mamífero pequeño, parecido a las ratas y ratones). "Y sí, a eso me dedico en estos días -añade-, sobre todo a escribir la segunda parte de Terra alta , mi última novela. Dejar de viajar no me importa mucho, pero dejar de correr sí: correr es mi droga favorita".
Todos los libros del autor Javier Cercas
Muy distinto es su tono, sin embargo, cuando centra su mirada en la pandemia actual, que cada día arroja números de tres y cuatro cifras sobre muertos y contagiados en España e Italia. Expone sus temores sobre un florecer de las tendencias aislacionistas, un posible retroceso de las democracias y la expansión del nacionalismo. "Me parece prudente prepararse para lo peor, mientras se trabaja para lo mejor", sugiere.
Javier Cercas - Autores
¿Qué sería lo peor o lo mejor, según con cuanta ironía se lea a Cercas? Según ha dicho a la prensa española, teme las consecuencias políticas y económicas del avance del virus por el mundo, pero que en lo esencial, completa, en lo que nos define como humanos, "el Covid-19 no nos cambiará, seguiremos siendo la misma banda de descerebrados de siempre", lo que ahora refuerza y completa al dialogar
La velocidad de la luz - Javier Cercas | Planeta de Libros
Otrora profesor de filología inglesa y literatura española, Cercas acumula algunas de las obras más impactantes y laureadas de las últimas dos décadas. De Soldados de Salamina a La velocidad de la luz , y de Anatomía de un instante a Terra alta , cuya segunda parte escribe mientras sigue en Vergés y mira con preocupación los próximos pasos de la Unión Europea.
10 mejores libros de Javier Cercas | Blog de Jack Moreno
 "Es la única posibilidad de preservar la paz, la prosperidad y la democracia en el continente".
-¿Se imaginó alguna vez como escritor vivir lo que estamos viviendo estos días?
-No.
Megustaleer
-¿Cree que alguna vez miraremos hacia atrás este período y nos sentiremos "supervivientes"? ¿Caeremos, como usted plantea en Soldados de Salamina , en "ese suplemento engañoso de prestigio que a menudo otorgan los protagonistas del presente, que siempre es consuetudinario, anodino y sin gloria, a los protagonistas del pasado, que, porque sólo lo conocemos a través del filtro de la memoria, es siempre excepcional, tumultuoso y heroico"? ¿O estos sí son tiempos excepcionales, tumultuosos y heroicos?
Todos los libros del autor Javier Cercas
-Con seguridad caeremos en el engaño que describía en Soldados , porque caemos en todos los engaños. En cuanto a estos tiempos, no hay duda de que son excepcionales. Y sí, supongo que habrá gente de mi generación, la primera de europeos que no ha vivido una guerra -al menos, una guerra en Europa y entre las grandes potencias-, que esté encantada de vivir un momento como este, desde cierto punto de vista apasionante; yo no lo estoy. A mí me encantan las aventuras, pero en las novelas y en las películas; en la vida social y política, no: ahí soy partidario de un aburrimiento total, suizo o como mínimo escandinavo (aunque incluso Suiza y Escandinavia están siendo estos días pasto del virus).

-Hacia adelante, ¿qué mundo tendremos cuando todo esto de la pandemia quede atrás... si queda atrás? Además de reforzar el nacionalismo, como usted planteó en una columna reciente de El País , ¿teme que crezca el aislacionismo o la xenofobia?
-Las profecías se me dan muy mal, pero la pandemia quedará atrás, eso seguro. Por delante vendrá un mundo diferente, eso también es seguro, porque esto nos cambiará, nos hará distintos: de entrada, más conscientes de nuestra propia fragilidad. ¿Sacrificaremos libertad a cambio de seguridad, como hacen los países de Asia, que por lo que parece están combatiendo con más eficacia que nosotros la epidemia (precisamente gracias a ese sacrificio)? ¿Se encogerán todavía más nuestras democracias y permitiremos que nos controlen digitalmente con la promesa de protegernos mejor contra futuras epidemias? ¿Iremos hacia un régimen policial digital como el chino, y así convertiremos el estado de excepción en la situación normal? Espero que no y que sepamos encontrar un equilibrio entre libertad y seguridad, pero me parece prudente prepararse para lo peor mientras se trabaja para lo mejor. Por lo demás, el aislacionismo, igual que el nacionalismo, es una reacción natural a una situación como esta, pero también es equivocada: los grandes problemas actuales, como demuestra de nuevo esta crisis, son transnacionales y solo pueden resolverse con instrumentos transnacionales.
-¿Cree que este sacudón expone también la falta de liderazgo, ya sea a nivel local, regional, nacional o internacional? Le aclaro: no aludo a España ni a la Argentina en particular.
-Sin la menor duda, sobre todo desde el punto de vista internacional (que, como digo, es el que cuenta). Los organismos transnacionales han reaccionado de forma lenta, dubitativa, cicatera e insolidaria, como ha ocurrido con la Unión Europea.
-¿Cuál es su parecer sobre lo que usted mismo ha definido como "la pregunta del millón"? ¿Cree que la UE podrá soportar dos crisis consecutivas del calibre de 2008 y Covid-19, "habida cuenta de que la anterior estuvo a punto de llevarse el euro por delante"?
-Eso espero. La primera reacción de la UE fue mala -más o menos: sálvese quien pueda-, pero luego el Banco Central Europeo ha sacado la artillería pesada, y hace unos días el Eurogrupo -la reunión de ministros de Finanzas de los 27- ha llegado a un acuerdo para financiar los gastos ingentes que está acarreando el combate contra el virus y que acarreará la recuperación económica. No es el acuerdo que muchos queríamos -un acuerdo que equivalga a una especie de nuevo Plan Marshall, y que incluya los eurobonos o coronabonos: emisión de deuda pública respaldada por todos los miembros-, pero esperemos que sea suficiente para que la UE aguante. Más nos vale: una Europa unida -un Estado federal, capaz de conciliar la unidad política y la diversidad lingüística y cultural- es la única posibilidad de preservar la paz, la prosperidad y la democracia en el continente.
50 frases de George Orwell (para RECORDAR) 🥇
-Más de una vez usted aludió a una pregunta de George Orwell ("¿Dónde está la gente buena cuando ocurren cosas malas?"). ¿Puede usted darle una respuesta? ¿En los hospitales, con bata y estetoscopio, acaso?
-La pregunta de Orwell era retórica: Orwell, que conocía la guerra, sabía que cuando ocurren cosas malas la gente buena está, salvo contadísimas excepciones, callada o escondida, o simplemente haciendo cosas malas. Pero la crisis del coronavirus no es una guerra, no al menos una guerra convencional, entre humanos, y en ella lo mejor que podemos hacer la mayoría es callarnos y escondernos, es decir, permanecer encerrados en nuestros hogares y hacer caso a las autoridades sanitarias. Y, aunque hay mucha gente haciendo cosas malas -especulando con la muerte, reteniendo material sanitario, saltándose las reglas y poniendo en peligro a otras personas-, también hay gente que hace cosas buenas.
-Al recibir el premio Francisco Cerecedo de Periodismo (¡felicitaciones!), afirmó que "ya no basta con contar la verdad, también hay que destruir mentiras". ¿Esta es una necesidad que se agudiza en tiempos de Covid-19 e incertidumbre? En ese caso, ¿cómo lidiamos con quienes parecen adictos a las fake news ?
-De la única manera que puede hacerse: contando la verdad y desmontando las mentiras, sobre todo las grandes mentiras, que son las fabricadas con pequeñas verdades y por tanto las más peligrosas, porque tienen el sabor de la verdad. Aunque algunos tengan la generosidad de darme premios de periodismo, no soy periodista, pero estoy seguro de que, ahora mismo, el buen periodismo es más necesario que nunca; no porque nunca se hayan contado más mentiras que ahora -mentiras se han contado siempre, y muchas-, sino porque la mentira tiene mayor capacidad de difusión que nunca. Y las mentiras no solo fabrican esclavos. También, como estamos comprobando estos días, matan.
Literatura y academia
Nacido en España en 1962, Javier Cercas estudió filología inglesa y se doctoró en la Universidad de Barcelona, para luego dar clases en la Universidad de Illinois y después ocupar el puesto de profesor de literatura española en la Universidad de Girona.
El éxito mundial de su novela Soldados de Salamina, de 2001, le permitió a Cercas dedicarse tiempo completo a escribir y publicar La velocidad de la luz, Anatomía de un instante y El impostor, entre otras obras.
Traducido a más de 20 idiomas, Cercas ha cosechado decenas de premios y reconocimientos internacionales.

Di Benedetto y Cervantes
-Dado que tanto en España como en la Argentina debemos pasar una temporada en nuestras casas. ¿Qué libro o serie o película nos recomienda? ¡Y no responda con Los Miserables o algo de Jorge Luis Borges, que esas son sus respuestas conocidas!
Zama, de Antonio Di Benedetto | Adriana hidalgo editora
-Recomendaría un libro largo y absorbente, porque me temo que nuestro confinamiento va para largo. En un diario español recomendé el otro día Zama, del argentino Antonio Di Benedetto: para mí, una obra maestra, una de las grandes novelas en español del siglo XX (por desgracia bastante desconocida, y no solo en España).
joanot martorell: tirant lo blanc. 2 vols. molc - Comprar Libros ...
 Así que en un diario argentino recomendaré una obra de un español, o más precisamente de un catalán, Joanot Martorell. Me refiero a Tirant lo Blanch, una novela medieval modernísima, que lo tiene absolutamente todo y que Cervantes (o un personaje de Cervantes) consideraba "el mejor libro del mundo". Y cuando habla Cervantes lo mejor que podemos hacer los demás es callar.