"Mis hijos me agreden". La violencia hacia los padres, una tendencia que alarma
Es una forma de maltrato familiar que suele desencadenarse en la adolescencia de los hijos e hijas y va escalando; por la falta de límites, los chicos controlan el hogar y no respetan la autoridad de los adultos
Era 2013 cuando Ignacio, un abogado de 58 años, buscó en Internet "chicos que le pegan a sus padres"; entonces, leyó por primera vez "violencia filio-parental". "No conocía el término -recuerda-, pero nos vi reflejados absolutamente en todo lo que decía". Para ese entonces, la relación con sus dos hijas, Juana y Sofía -que tenían 16 y 14 años-, se había "desbordado por completo".
Un año antes, Ana, la mamá de las chicas, había fallecido de cáncer y a partir de ese momento las agresiones de ellas hacia su padre empezaron a escalar. A los insultos y la desacreditación constante de su autoridad, se sumaron los empujones, los portazos, los destrozos de objetos en el hogar y personales de Ignacio, hasta llegar a los golpes. Las adolescentes pasaron a controlar toda la dinámica del hogar.
Según psicólogos y psiquiatras, la filio-parental es un tipo de violencia familiar que, con características particulares, creció en los últimos años. Es el conjunto de conductas reiteradas de agresiones físicas (como golpes, empujones, escupir), verbales (insultos, amenazas) o no verbales (gestos amenazadores, ruptura de objetos preciados) de hijos e hijas dirigida a padres, madres o adultos que ocupan su lugar.
En general, las más afectadas son las madres y es un proceso que puede durar años. Si bien las causas son múltiples, lo que subyace es la ausencia de límites y la poca tolerancia a la frustración de los hijos.
Los profesionales consultados coinciden en que, aunque cada vez les llegan más casos, en la Argentina aún se habla poco sobre esta problemática, que crece a la sombra del desconocimiento. En países como España, no sucede lo mismo: ante el aumento alarmante de denuncias en las fiscalías y solicitudes de atención en los consultorios, desde hace más de una década comenzaron a desarrollarse centros de atención e investigación específicos.
La filio-parental es un tipo de violencia familiar que creció en los últimos años. Es el conjunto de conductas reiteradas de agresiones físicas (como golpes, empujones, escupir), verbales (insultos, amenazas) o no verbales (gestos amenazadores, ruptura de objetos preciados) de hijos e hijas dirigida a padres, madres o adultos que ocupan su lugar
Lorena Bertino es psicóloga y psicoterapeuta de Euskarri, el Centro de Intervención en Violencia Filio Parental en el País Vasco. Para ella, es clave subrayar que "este no es un problema de los chicos o las chicas: es familiar".
"Los primeros casos que se empezaron a atender hace algunos años, eran de familias de clase media-alta, con padres profesionales. Se veía que era un perfil novedoso porque rompía un poco el esquema de que este tipo de agresiones se podían dar en familias multiproblemáticas donde había multiviolencias", destaca la psicóloga; y agrega que, en estos casos, eso no se daba.
En España, ante el aumento alarmante de denuncias en las fiscalías y solicitudes de atención en los consultorios, desde hace más de una década comenzaron a desarrollarse centros de atención e investigación específicos
Si bien intervienen un abanico de causas (sociales, culturales, familiares), para Bertino "la más notoria" es que la jerarquía familiar y los roles están distorsionados. "Siempre tiene que haber unas figuras que están por encima, que son las que crían, educan, toman las decisiones y ponen las normas. En estos casos, quien detenta el poder es el hijo o la hija", describe la psicóloga. Y agrega: "Cuando exploras sobre las normas y cómo se ponen dentro de la familia, te das cuenta de que son muy arbitrarias, que no hay claridad".
Es importante destacar que la violencia filio-parental no es un problema de los chicos o las chicas: es familiar Lorena Bertino
La violencia comienza cuando las confrontaciones se vuelven cotidianas y es una bola de nieve. Por eso, toda la familia tiene que repensar sus vínculos y encarar un tratamiento.
Para Abigail Rapaport, psicóloga especialista en crianza y familia, la violencia es aprendida en el sistema familiar y todos los que forman parte del mismo, necesitan desaprenderla. " No hay que buscar víctimas ni victimarios, sino mirar cómo la violencia es una inercia, y para salir se necesita un plan de recuperación que implica un nivel de conciencia, decir: 'No elijo esto de nuevo'", asegura Rapaport.
Si bien intervienen un abanico de causas, la más notoria es que la jerarquía familiar y los roles están distorsionados. Quien detenta el poder es el hijo o la hija
Ignacio cuenta que con Ana disentían mucho en la forma de educar a sus hijas, en la aplicación de normas y en su cumplimiento. "Juana y Sofía eran muy consentidas por su mamá, tenían como una fuerte alianza entre ellas, y mi figura como padre era descalificada todo el tiempo", sostiene.
Dice que, hasta la muerte de su exmujer, en la familia "nunca antes había habido violencia". La desesperación por encontrar respuestas frente a las actitudes agresivas por parte de sus hijas adolescentes, llevó a Ignacio a peregrinar por psicólogos y psiquiatras, y hasta por Google.
La violencia es aprendida en el sistema familiar y todos los que forman parte del mismo, necesitan desaprenderla Abigail Rapaport
Por mail se contactó con la Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar, que lo derivó a un profesional en Buenos Aires. Aunque en estos años hubo avances, hasta hoy continúa el trabajo de recomponer la relación con las jóvenes.
La escalada
Divorcios o separaciones mal gestionadas por los progenitores, diferencias en los estilos educativos entre los padres o la dificultad para conciliar la vida personal, laboral y familiar pueden ser, según los profesionales, algunos de los disparadores. Para Marcelo Rodríguez Ceberio, doctor en psicología y director de la Escuela Sistémica Argentina, "la violencia filio-parental es una especialidad que, en la Argentina, está en pañales".
Ceberio explica que, en este caso, " no estamos hablando de la violencia clásica" de hijos a padres, donde, por ejemplo, "se observan a adolescentes y adultos jóvenes que se defienden de las agresiones parentales, que son víctimas de abusos sexuales o de cualquier trato vejatorio; ni de la violencia ejercida como forma de protección de otro miembro de la familia que está siendo agredido; o la llamada 'retaliación' que son hijos que sufrieron abusos infantiles y que devuelven el maltrato cuando se invierten los papeles". Tampoco de chicos con psicosis severas.
"Este nuevo tipo de violencia aparece casi inexplicable y solo puede ser entendida a la luz del contexto. Los padres han perdido el poder hasta tal punto que perdieron la posibilidad de reprimendas o puesta de límites y terminan en violencia extrema por parte de los hijos", asegura el especialista.
Para él, un punto central de este tipo de violencia es que resulta "un atentado contra la lógica racional", tanto para las personas afectivamente cercanas como para algunos profesionales, dado que, por lo general, "se espera clásicamente que la violencia sea unidireccional de los padres hacia los hijos".
No estamos hablando de la violencia clásica. Este nuevo tipo de violencia aparece casi inexplicable y solo puede ser entendida a la luz del contexto Marcelo Rodríguez Ceberio
Los especialistas coinciden en que, en la mayoría de los casos, la violencia suele detonarse en la adolescencia, aunque nunca es de un día para el otro. "Al principio, llegaban más casos de hijos varones, pero a medida que fue desarrollándose el fenómeno, hoy nos encontramos con bastante igualdad entre chicos y chicas", señala Bertino.
Según la psicóloga, también se ven muchos casos de padres sobreprotectores, "que dedicaron su vida al cuidado de los hijos" y eso generó "una inhibición de la frustración". Los problemas de los chicos y chicas se resuelven antes de que puedan enfrentarse a los mismos y "cuando llega la adolescencia se destapan bastantes dificultades".
Al principio, llegaban más casos de hijos varones, pero a medida que fue desarrollándose el fenómeno, hoy nos encontramos con bastante igualdad entre chicos y chicas Lorena Bertino
Ignacio cuenta que como en la escuela Juana también tenía problemas con docentes y directores, desde la institución habían recomendado asistencia profesional. Recuerda que uno de los desbordes de violencia ocurrió durante una cena, cuando su hija mayor le reclamó que le pagara el viaje a Disney que le había prometido si se portaba bien. Ante la negativa paterna, la chica, según reconstruyen Ignacio y Mónica, su actual pareja, les empezó a tirar distintos objetos y ellos se refugiaron en el cuarto. Juana llegó a romper el picaporte a martillazos.
Si bien los casos de violencia filio-parental suelen salir a la luz en el momento en que los padres buscan ayuda terapéutica o se judicializan (en general, cuando se llega a las agresiones físicas), los especialistas coinciden en que la gran mayoría permanecen en las sombras. La culpa y la vergüenza que les provoca a muchos padres hablar de una problemática que es considerada tabú, reconociendo que "perdieron el control", retrasan la consulta con los profesionales. Por eso, para estos es clave pedir ayuda ante las señales de alerta.
Aunque la violencia suele ir escalando, no siempre se llega a los golpes. En Euskarri atendieron el caso de una chica que al momento de la consulta tenía 17 años. "Nunca se había dado una agresión física contra sus padre, pero había un control psicológico absoluto por parte de la hija. Por ejemplo, ella decidía que su padre no comía en la mesa con ella y su madre, sino en el lavadero", detalla Bertino. Sin embargo, agrega: "De eso pasamos a una racha en que tuvimos tres o cuatro intentos de ahorcamiento de hijos a padres con cables de PlayStation. El chico estaba jugando sin parar y el padre le iba a pedir por favor que corte, la situación desencadenaba en una escalada y se llegaba a eso".
Hoy, Ignacio define la relación con sus hijas -que tienen 22 y 20 años- como "de reconstrucción permanente". Juana vive en un departamento y Sofía en una residencia. "Ya casi no hay episodios de violencia. Hablamos seguido y tenemos una relación afectuosa", cuenta. Sin embargo, aclara: "Ellas nunca quisieron hacer terapia y eso nos jugó mucho en contra. Creo que sería fundamental que se creen más centros como en España. En la Argentina hay mucho desconocimiento, no solo de los profesionales, sino por parte de jueces, asistentes sociales y del Estado en general".
Las denuncias en los juzgados
Lucas Aón, a cargo del Juzgado Civil Nº 25 de CABA, cuenta que en los últimos años hubo un incremento en las denuncias de padres a hijos e hijas por violencia. "No estamos hablando de una cantidad muy importante, pero sí la suficiente como para preocuparnos. En general, son adolescentes de 14 a 18 años, que pertenecen a familias de clase media y alta, y en muchas ocasiones con problemáticas de adicciones", explica el juez de familia.
Para Aón, "es la denuncia más difícil de hacer, la más terrible: tener que denunciar a los propios hijos". Y agrega: "Lo que los padres buscan es ayuda. Quieren que desde la Justicia les demos solución a una problemática que debe ser tratada desde el ámbito de la salud. Se trata de un trabajo terapéutico muy comprometido, con recursos que nosotros lamentablemente no tenemos".
Incluir a toda la familia, la clave para un tratamiento exitoso
Más allá del enfoque que utilicen, los especialistas coinciden en que para abordar la violencia filio-parental se debe trabajar tanto con los padres y las madres, como con sus hijos e hijas. La psicóloga Abigail Rapaport subraya que la falta de comunicación y el que los padres no puedan poner límites claros y precisos, es "una falta de cuidado, una no percepción de las necesidades de ese vínculo y del lugar que debe ocupar cada uno", y por eso genera violencia, como la filio-parental: "Es permitir que los chicos escalen. Si el límite es laxo, van ganando más territorio que los propios padres en la gestión de la familia".
La psicóloga hace énfasis en que, cuando hablamos de padres e hijos, se trata de "una historia biográfica": "Hablamos de un hecho particular que por ahí se dispara en la adolescencia, pero que tiene que ver con qué fue pasando con esa relación a lo largo de la vida. Hay dinámicas que son muy previas a esa situación de colapso y profundo malestar".
No poner límites es una falta de cuidado, una no percepción de las necesidades de ese vínculo y del lugar que debe ocupar cada uno Abigail Rapaport
Para Rita Tempera, médica psiquiatra y especialista en terapia sistémica familiar, a la familia hay que verla siempre como una unidad. "La violencia tiene que ver con un juego de poder, donde ante un padre o una madre débiles en su autoridad, el chico ocupa su lugar", detalla. Tempera recibe a menudo casos de hijos e hijas a los que llama "reyes soles". "En estas familias, hay una alteración del límite generacional, que es el que diferencia la autoridad ejercida por los padres, con respecto al hijo, roles y funciones", explica.
La violencia tiene que ver con un juego de poder, donde ante un padre o una madre débiles en su autoridad, el chico ocupa su lugar Rita Tempera
Rapaport, ahonda acerca de cómo el malestar familiar o estrés vincular genera consecuencias en la relación filio-parental. " El adulto es siempre el responsable de la oferta afectiva. En esa oferta, le está entregando el mando a su hijo o hija, no intencionalmente, en ciertas circunstancias. En algún momento los chicos ganan la pulseada", dice la psicóloga.
Considera que "un adulto sustentable" es el que encuentra los recursos para relacionarse bien con sus hijos. "A mí que soy terapeuta familiar muchas veces me llaman y me dicen: 'Quiero llevar a mi hijo o hija a terapia'. Necesitamos comprender que el trabajo empieza con los adultos. Es muy doloroso admitir que hicimos daño a los hijos, pero tenemos que partir de ese nivel de conciencia para reorganizarnos y comenzar una nueva etapa", concluye.
Los distintos tipos de violencia
Financiera
Una de las señales de alerta es cuando los jóvenes roban dinero o pertenencias de la familia o amigos. También pueden contraer deudas cuyos pagos recaen en los progenitores
Psicológica
Amenazan con hacer, hacerse daño o con marcharse de casa como forma de obtener lo que quieren o para controlar a su familia. Ridiculizan o humillan a los padres delante de otros
Física y verbal
Cuando los chicos y las chicas golpean, escupen, pegan patadas, empujan, lanzan objetos o insultan. Pueden destruir objetos apreciados por los padres u otros miembros de la familia
Más información
M. A.
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