La hazaña
Llamar la atención sobre las consecuencias del calentamiento global fue el objetivo de los primeros expedicionarios de nuestro país

El éxito de la primera expedición argentina que llegó al Polo Norte excede la noción de valentía, de orgullo, del vértigo de los espacios sin límites y de la voluntad de ocho compatriotas que ponen en riesgo sus vidas internándose en una de las regiones más desoladas y hostiles del planeta. Es una hazaña que ocurre en el presente, pero que convoca al futuro. El principal objetivo de la misión es dar la alarma: llamar la atención de los gobiernos, de los organismos que se ocupan del medio ambiente y de la población mundial acerca de las devastadoras consecuencias que el calentamiento global inflige a todas las formas de vida y a la naturaleza, en muchos casos, alentada por la ignorancia, la indiferencia, la avaricia y la complicidad de los propios seres humanos.
En pleno siglo XXI olvidamos algo fundamental, y es que no heredamos la tierra de nuestros antepasados, sino que la tomamos prestada de nuestros hijos.
Financiada por la Fundación Criteria, institución dedicada a la promoción de la seguridad humana y con el apoyo del Ministerio de Defensa y del Ejército, la expedición desarrolló una tarea científica que abarcó, entre otras áreas, glaciología, geología, medio ambiente y la toma de muestras de hielo ártico como parte de estudios comparativos de contaminantes orgánicos e inorgánicos entre el Polo Norte y el Polo Sur.
La hoja de ruta que siguieron hasta alcanzar el punto más boreal del globo, los 90°00' de latitud norte, donde convergen los meridianos y donde todos los caminos conducen al Sur, es digna de exploradores intrépidos, como Américo Vespucio, Cortés o Magallanes.
Salieron desde Ezeiza, con escalas en Londres y Oslo, y continuaron hasta Longyearbyen, en el archipiélago ártico de Svalbard, donde el grupo permaneció cinco días para probar botas, equipos, trineos y adaptarse a temperaturas de -30°C. Los próximos 120 kilómetros, hasta la base rusa Barneo, fueron con esquíes, cada hombre arrastrando un trineo con 50 kilos de peso. Tardaron otros 10 días en unir 111 kilómetros hasta el casquete polar, con el riesgo que implica avanzar en esas latitudes debido a que el Ártico, en verdad, no es más que una descomunal masa de hielo que flota en el mar. Lo confirmó la grieta que se abrió en la pista de la base Barneo, lo que demoró dos días la expedición.
Liderada por el general Víctor Figueroa, la expedición estuvo integrada por los coroneles Gustavo Curti e Ignacio Carro; los tenientes Emiliano Curti y Juan Pablo de la Rúa; el ingeniero Santiago Tito, oficial de reserva; Luis Cataldo, guía polar y responsable de conducir al grupo por suelo seguro; Mauricio Fernández Funes que permaneció en la base Barneo para servir de enlace en las comunicaciones y encargarse de eventuales salvatajes y Tommy Heinrich, el primer argentino que conquistó la cumbre del Everest, colaborador de National Geographic y responsable del documental sobre la misión argentina al Polo Norte.
La necesidad de explorar y comprender lo que está ocurriendo en la Antártida y el Ártico, los mayores reservorios de agua dulce del planeta, se hace más urgente a medida que se acelera el cambio climático. Lo que hasta hace unas décadas eran predicciones científicas a largo plazo se está convirtiendo en un problema que amenaza con borrar la mitad de las especies que habitan la Tierra.
Los campos de hielo que cubren el 10 por ciento del planeta contienen el 70 por ciento del agua dulce. El descongelamiento de los glaciares implica la desaparición de 500 millones de toneladas métricas por día. Tom y Jerry, dos de los satélites que monitorean los océanos, confirman que los cambios de temperatura del agua ocurren más rápido que lo que predicen los modelos, y que la placa de Groenlandia está derritiéndose a una velocidad superior. Las consecuencias del calentamiento son predecibles, pero no siempre. Científicos rusos que estudian el océano Glacial Ártico estiman que el nivel de los mares puede aumentar entre 18 y 59 centímetros al final de este siglo, un cambio que, de producirse, sería tan drástico que redefiniría miles de kilómetros de costa y obligaría a evacuar a millones de personas.
La última Cumbre de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático celebrada en París propuso como objetivo mantener la temperatura media mundial por debajo de 2 grados centígrados respecto de los niveles preindustriales, aunque los países se comprometen a llevar a cabo los esfuerzos necesarios para que no rebase 1,5 grados y evitar así impactos catastróficos. Con respecto a la reducción de emisiones, 187 países de los 195 que participaron en la cumbre entregaron sus compromisos nacionales de lucha contra el cambio climático que entrarán en vigor en 2020.
Ésta es la dimensión del desafío y el escenario que motivaron a ocho argentinos a ponerse los esquíes y marchar hasta el Polo Norte.
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