
(EE.UU./2016) guión y dirección: Matt Ross / Fotografía: Stephane Fontaine / Música: Alex Somers / Edición: Joseph Krings / Elenco: Viggo Mortensen, Frank Langella, George MacKay / Duración: 118 minutos / Calificación: Apta para mayores de 16 años,Capitán Fantástico
Revelación de la última edición de Sundance, este segundo largometraje como guionista y director deMatt Ross tiene algunos lugares comunes del cine independiente estadounidense que suele pasar por ese festival y varias referencias ineludibles (del cine de Wes Anderson a Pequeña Miss Sunshine), pero también una narración tragicómica pletórica de ingenio y sensibilidad.
Viggo Mortensen (¡que toma mate en varias escenas!) ratifica sus múltiples matices actorales -intenso y vulnerable a la vez- como el patriarca de una familia con seis hijos que vive en medio de la selva, con mínimo contacto con el mundo y practica un riguroso entrenamiento físico e intelectual. La muerte de la madre genera la inmediata reacción de los parientes y, tras un segmento típico de road movie, la llegada de los "salvajes" (que en realidad son brillantes en cuanto a formación autodidacta) a la ciudad complicará más las cosas ¿Es posible sostener hoy una educación alternativa, una vida en comunidad y en armonía con la naturaleza alejada casi por completo de la civilización? Estos neohippies de izquierda lo intentan y la película los acompaña, los respeta y los quiere, aunque también muestra sus flaquezas, errores y contradicciones.
Si no fuese por una musicalización ampulosa y subrayada, y por algunos golpes de efecto innecesarios, estaríamos ante una película brillante. De todas maneras, aun con sus desniveles y momentos algo demagógicos, se trata de una propuesta llena de audacia y provocación, que hace gala de un espíritu libre como el de sus queribles personajes.

(EE.UU/2016) Dirección: Clint Eastwood / guión: Todd Komarnicki, basado en el libro de Chesley Sullenberger y Jeffrey Zaslow / Fotografía: Tom Stern / Edición: Blu Murray / Elenco: Tom Hanks, Aaron Eckhart, Laura Linney, Valerie Mahaffey / Duración: 96 minutos / Calificación: mayores de 13 años.
Sully: hazaña en el hudson
Clint Eastwood tiene el secreto. En realidad es plural: Eastwood tiene los secretos. Sabe cómo ser clásico y no antiguo, cómo contar con fluidez una historia en un relato que desordena el tiempo, cómo desordenar ese tiempo del relato y que esa decisión tenga sentido, y cómo contarnos y mostrarnos lo que ya sabemos y generar tensión con esos hechos. Y, claro, sabe cómo poner a andar la máquina grande del cine, la fascinante, la atrapante, la que se convierte en una experiencia inolvidable, la que se queda con nosotros después de salir de la sala. Pero no porque discutamos cuestiones ideológicas o porque debatamos "el mensaje". Eastwood hace cine y expone su visión del mundo, pero no entrega cartas y no pontifica.
En Sully: Hazaña en el Hudson el gran director nos cuenta un hecho real ocurrido el 15 de enero de 2009: el aterrizaje forzoso del vuelo 1549 de US Airways en el río Hudson de Nueva York, que había despegado de LaGuardia y cuyos motores se averiaron a los pocos minutos de vuelo. El piloto Chesley «Sully» Sullenberger hizo un amerizaje de emergencia y los 155 pasajeros se salvaron. Esto es información previa, y además lo recuerda Eastwood al principio de la película.
Lo asombroso es el efectivo suspenso que logra generar el director con lo que ya sabemos, tal es su maestría narrativa. Esa que sabe no excederse: la película dura poco más de una hora y media, una rareza en un cine hollywoodense que propone relatos cada vez más largos. Su maestría se demuestra también en su forma de musicalizar de forma tenue, amable, nada obvia, que sabe hacer reverberar dos o tres notas con las que nos conectamos con los personajes, con sus emociones y las nuestras, y hasta con el contexto mayor. Y hasta sabe describir con precisión a un personaje que sólo aparece por teléfono, como el de Lorraine, la esposa de Sully (Laura Linney): entendemos sus temores y sus ansiedades con pocos trazos, pero son los trazos dispuestos por alguien para quien la narrativa es como su respiración. Por otra parte, en ese desarmado temporal, desde un tiempo posterior al del accidente, Eastwood cuenta la investigación, y nos atrapa ahí también, y vuelve a enamorarnos del cine.
Tom Hanks como Sully y Aaron Eckhart como su copiloto forman una dupla de actuación sobria, económica y contundente. Hanks, con el pelo blanco y ciertos modos y gestos entrañables, se parece a un poco a James Stewart. Y su rol en el relato refleja parcialmente al del personaje de Stewart en ¡Qué bello es vivir!, clásico de clásicos. Eastwood puede mirar de frente a la historia grande del cine americano y hacer una película en consecuencia. No hay que perderse Sully, no hay que perder el arte del cine, y hay que quedarse en los créditos.

(Argentina/2016). Guion y dirección: José Celestino Campusano / Elenco: Damián Ávila, Emanuel Gallardo, Daniel Quaranta / Fotografía: Eric Elizondo / Edición: Horacio Florentín / Duración: 87 minutos / Calificación: Apta para mayores de 16 años con reservas.
El sacrificio de Nehuén Puyelli
En menos de diez años, José Celestino Campusano ha construido una obra sólida y desafiante, a contrapelo de tendencias, modas y mandatos. Su cine, singular, estimulante, producido con bajos presupuestos y mucha imaginación, ha ido evolucionando hasta llegar a esta película filmada en la Patagonia, una de las más estilizadas de su carrera.
Siempre fiel a sus convicciones, Campusano descartó la tentación del subyugante paisaje del sur argentino y ambientó casi toda la historia en una cárcel y un modesto barrio periférico. Mantuvo, eso sí, su formidable apuesta a la fluidez narrativa. Si hay algo que caracteriza al cine de Campusano es la ausencia de escenas de transición o, dicho más brutalmente, de relleno. Es un director que notoriamente sabe cómo edificar una dramaturgia dinámica y absorbente. Pero El sacrificio de Nehuén Puyelli también denota un claro progreso en la dirección de actores y en el tratamiento de la imagen. Nehuén Puyelli (Chino Aravena, actor reclutado en la zona de rodaje, igual que buena parte del elenco) es un curandero mapuche encarcelado por presión de una mujer poderosa. Su estadía en la prisión, mientras espera la siempre lenta intervención de la Justicia, lo obliga a establecer un pacto con un sector de los reclusos que al menos le garantiza una endeble seguridad. Y a partir de ahí empieza a funcionar la perversa lógica de ese lugar más pensado para el castigo que para la reinserción. La violencia simbólica y explícita que cruza todo el relato tiene, en el fondo, un origen evidente en la desigualdad, un asunto de indiscutible orden político
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