Son dos hojas escritas durante un vuelo a Italia, hace décadas; en ellas la actriz encuentra todo aquello que su padre, Palito, le dio cuando era pequeña
Las relaciones entre padres e hijos están cargadas de silencios. Parece inevitable: nunca se aprende del todo a reconocer y poner en palabras los sentimientos. Sin embargo, hay silencios de todas clases, así como hay distintos modos de comunicar afecto.
Pienso en estas cosas en la mesa de un bar donde, hace minutos, Julieta Ortega desplegó una carta que su padre le había escrito mientras cruzaba el Atlántico en uno de sus muchos viajes de trabajo. Dos hojas llenas de una letra grande volcada en tinta azul, fechadas en septiembre de 1977. "A bordo de un avión de Iberia", consigna el membrete de la compañía. Todo lo demás está escrito de puño y letra. Lo escribió Palito Ortega hace 40 años, a diez mil metros de altura, en medio del arrullo de las turbinas. "Querida Negrita: Papá está volando hacia Italia y en este avión, desde muy alto, te estoy escribiendo para decirte que te quiero mucho y te recuerdo como a tus hermanos y tu linda mamá."
Hay quienes necesitan la ayuda de la distancia para decir lo que sienten. Cuando era padre de hijos pequeños (tuvo seis), Palito era parco para expresar sus sentimientos en directo. Sin embargo, las emociones que se le atoraban en la garganta se le daban con facilidad cuando tomaba el lápiz y el papel. Y así como afloraban en sus canciones, también salían en las cartas que le escribía a su familia desde España, Alemania o Estados Unidos, donde grababa sus grandes éxitos. "Crecí con la sensación de un padre que se iba lejos mucho tiempo -dice Julieta-. Pero él se las arreglaba para estar presente. Por ejemplo, con sus cartas."
Hay quienes necesitan la ayuda de la distancia para decir lo que sienten. Cuando era padre de hijos pequeños (tuvo seis), Palito era parco para expresar sus sentimientos en directo. Sin embargo, las emociones que se le atoraban en la garganta se le daban con facilidad cuando tomaba el lápiz y el papel. Y así como afloraban en sus canciones, también salían en las cartas que le escribía a su familia desde España, Alemania o Estados Unidos, donde grababa sus grandes éxitos. "Crecí con la sensación de un padre que se iba lejos mucho tiempo -dice Julieta-. Pero él se las arreglaba para estar presente. Por ejemplo, con sus cartas."
Estas páginas escritas en las nubes no contienen grandes novedades ni cuentan grandes cosas. Fueron, quizá, el único modo de llevar a la casa familiar de Belgrano un calor que reemplazara al que el padre ahora ausente les ofrecía a los hijos a diario con su sola presencia: "¿Cómo andás en el colegio? ¿Protestás todas las mañanas? ¿No te portás mal con Martín y Sebas? Todos los días pienso en estas cosas, porque te quiero y me gustaría que seas la Negrita más buena del mundo".
Mamá Evangelina no viajaba. Se quedaba en casa y guardaba lo que el padre de viaje enviaba a la familia. Después de leerla con su pequeña hija, entonces de 5 años, guardó también esta carta. Y más de 30 años después, la rescató para entregársela a su dueña, ya mujer. "Hay algo que mamá fue tejiendo a través de los años en la vida familiar. Y lo tejió muy bien."
Mamá Evangelina no viajaba. Se quedaba en casa y guardaba lo que el padre de viaje enviaba a la familia. Después de leerla con su pequeña hija, entonces de 5 años, guardó también esta carta. Y más de 30 años después, la rescató para entregársela a su dueña, ya mujer. "Hay algo que mamá fue tejiendo a través de los años en la vida familiar. Y lo tejió muy bien."
Cuando su padre regresaba de afuera, Julieta volvía del colegio y encontraba sobre su cama los regalos que le había traído. Ya en casa, Palito volvía a ser aquel que se expresaba a través de los juegos, el contacto físico, el tiempo que pasaba con sus hijos. Las palabras volvían a escasear, a veces ostensiblemente, como aquella vez en que el padre se debía una conversación seria con una Julieta adolescente. "Tu papá viaja a Uruguay y lo vas a acompañar, porque tiene algo muy importante que hablar con vos", le explicó Evangelina a su hija. Julieta dice que estuvo cerca, que lo intentó, pero que nunca, en esos días que pasaron juntos, su padre llegó a sacar el tema en cuestión. "¿Hablaron", los recibió Evangelina. "¿De qué?", respondió Julieta.
Pero Palito sabía decir lo justo en el momento justo. Una vez, en la mesa familiar del domingo quedaron Julieta, su padre, su tío y una prima también adolescente ante la que ella, peleada con el espejo, se veía fea. "Mi Negrita es la más linda de todas", le dijo Palito al oído. "Era lo que necesitaba escuchar. A esa edad, si tu papá te ve hermosa, sos hermosa. La mirada de tu padre te puede salvar o condenar", dice Julieta. Y dobla con cuidado la carta que "Papá Ramón" escribió para ella hace 40 años, lejos de casa, en algún lugar impreciso sobre el Atlántico.
Pero Palito sabía decir lo justo en el momento justo. Una vez, en la mesa familiar del domingo quedaron Julieta, su padre, su tío y una prima también adolescente ante la que ella, peleada con el espejo, se veía fea. "Mi Negrita es la más linda de todas", le dijo Palito al oído. "Era lo que necesitaba escuchar. A esa edad, si tu papá te ve hermosa, sos hermosa. La mirada de tu padre te puede salvar o condenar", dice Julieta. Y dobla con cuidado la carta que "Papá Ramón" escribió para ella hace 40 años, lejos de casa, en algún lugar impreciso sobre el Atlántico.
H. M. G.
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