sábado, 10 de junio de 2017

CINE RECOMENDADO



Dashua / Dramaturgia. iluminación y dirección: Omar Pacheco / Intérpretes: Hernán Alegre, María Centurión, Kaio de Almeida, Valentín Mederos / Vestuario: Ivana Noel Clará, Lucía Pablo / Operadores de luces y sonido: Agustina Miguel, Samanta Iozzo / Teatro: La Otra Orilla, Gral. Urquiza 124 / Funciones: sábados, a las 21. duración: 55 minutos
Quien desconozca la obra de Omar Pacheco quizá necesite un momento para asumir si lo que está sucediendo es real. ¿Puede un actor, tras un apagón de un segundo, desaparecer e inmediatamente aparecer en un lugar remoto? ¿Es realmente el mismo o es un truco? ¿Un juego de espejos, de luces, de proyecciones? El prodigio invita al escepticismo. Sin embargo, con el correr de los minutos, no queda otra que asumir que todo lo que se ve es cierto, que se está presenciando algo único, mágico.
Hablar de la trama de Dashua es desvirtuarla; la propuesta del lenguaje que Pacheco desarrolla hace 35 años es esquiva a ser explicada en palabras. Difícil de explicar pero fácil de comprender, es una vivencia que desarrolla, mediante una serie de cuadros breves extremadamente precisos y conmovedores, una relación signada por la violencia. Es la violencia del hombre sobre la mujer, pero también la de las instituciones civiles y religiosas que atraviesan a los sujetos en su ser social y se pasan al ámbito privado. No es una obra de coyuntura, trata un tema atemporal a partir de personajes simbólicos que se comunican más con sus cuerpos que con sus palabras. De hecho, cuando salen las palabras, son fonemas que rompen la lógica entre significante y significado, llevando al espectador a completar lo dicho y lo no dicho. Dashua obliga todo el tiempo a dejarse llevar, su lógica es onírica y desafía las coordenadas tradicionales de espacio y tiempo mediante un extremo dominio técnico por parte de María Centurión y Valentín Mederos, principales protagonistas de esta pieza, que cuentan con una entrega corporal y un rango emotivo extraordinario. Hernán Alegre y Kaio de Almeida son los compañeros ideales para trabajar en la oscuridad en absoluto silencio, lo que permite que la conmoción se produzca a partir de una violencia escénica marcada por una dimensión trascendente de todo lo que se realiza. A su vez, la puesta lumínica de Pacheco se reafirma como una marca distintiva en la que lo cinematográfico permite editar en escena, repetir, intensificar y generar efectos por fuera de la tradicional parrilla de luces. Todo el espacio puede hacer surgir la luz, es un personaje más, cualquier objeto o hendija habilita un recorte sorprendente. Sobre la oscuridad, Pacheco talla un poema, de dolor y belleza.
Decía Sartre que toda técnica conduce a una metafísica. Eso es lo que ocurre en Dashua , el dominio de estos actores sobre sus cuerpos, sobre los objetos, su relación con lo lumínico y lo espacial los convierten en seres excepcionales que conectan con algo infinito, algo que el espectador tiene olvidado y que esta obra recuerda con intensidad. Tras once años de vigencia de La cuna vacía, que sigue en cartel los viernes, ésta es la primera obra que dirige Pacheco desde el inicio con estos miembros jóvenes de su grupo de teatro y es el resultado de más de un año y medio de ensayos.
Dashua es un gran alegato, también, acerca de otra forma posible de hacer teatro: en grupo, desarrollando diariamente una técnica, profundizando en un trabajo silencioso, transformador para quien lo practica y para quien lo observa. Hay otra forma de generar, una que exige una dedicación extraordinaria, pero que obtiene resultados acordes. La intensidad, la honestidad y la precisión de su trabajo nos plantean un desafío para todos los días. Dejarse conmover es lo único que hace falta para participar de este ritual inolvidable.
G. I. 


Una pequeña joya del cine japonés de animación
La película de Naoko Yamada se puede ver sólo en horarios especiales en los complejos Cinemark y Hoyts



En una modalidad de estreno no tradicional -cada vez más películas valiosas usan estos métodos-, se presenta en decenas de salas de las cadenas de cines Cinemark y Hoyts de buena parte del país, en diferentes días y horarios de esta semana (no todos los días en todas estas salas), Una voz silenciosa. En japonés: Koe no Katachi, que en su versión original fue un manga (historieta, pero fuera de Japón el uso y la costumbre han hecho que se utilice para designar la historieta japonesa) de Yoshitoki Oima. Esta película anime (animación, pero fuera de Japón el uso y la costumbre han hecho que se utilice para designar a la animación japonesa) fue una de las producciones animadas niponas estrellas de 2016, junto con Your Name, de Makoto Shinkai, que también promete estrenarse en la Argentina.
El anime tiene, en el mundo y también en la Argentina, importantes grupos de seguidores especializados, lo que se suele denominar, a veces con cierta levedad en el uso del término, fanáticos. Los seguidores del anime tienen diversas redes y puntos de encuentro para informarse sobre estos lanzamientos, y hasta los piden con fervor: saben que, más allá de que muchos títulos se consigan tarde o temprano, es importante tener la oportunidad de ver en cine estas películas (y esta animación, hecha con tradición y dedicación, impacta mucho en la pantalla grande). Pero Una voz silenciosa no es solamente una película "de nicho", para grupos de enterados. O no debería serlo: es cine para público adolescente y adulto mucho más general, no exclusivamente para los "iniciados" en anime.
Una voz silenciosa es una gran historia adolescente y sobre la primera juventud, de esas que se meten con las turbulentas pasiones en las que están -porque en esa edad todo se hace más extremo, hiperbólico, agonístico, en perpetuo combate emocional- los protagonistas. Nishimiya es la alumna nueva en la escuela y es sorda. Y el "chico popular", Ishida, se encarga de hacerle la vida imposible con agresiones y molestias diversas (bullying). Puede verse, y la película lo pone en escena con sutileza, que Ishida hace daño casi automáticamente, por algo así como desidia, por cumplir con creces con su rol de idiota agresivo. Pero hay, a pesar de la maldad extemporánea de Ishida, una conexión entre este chico y esta chica, y hay indicios de ese contacto en mínimas pausas en las miradas, en los gestos de estos personajes bien construidos y bien mostrados. La película explorará esa relación complicada y conflictiva. Y abrirá un panorama familiar, escolar y sobre la amistad más amplio. Con inventiva visual y sensibilidad, y con temas que también pueden encontrarse en la literatura de Murakami, como por ejemplo el fantasma del suicidio y la obsesión con una chica del pasado, la directora Naoko Yamada se planta como uno de los grandes nombres actuales -y de gran futuro- del amplio mundo de la animación japonesa.
J. P. F. 

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