MINIATURAS

Lavagna, el consenso y los caprichos del lenguaje

Claudio Jacquelin
"Dime de qué te jactas y te diré de qué careces", reza un viejo refrán, que se complementa con el que afirma que "el hombre es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice". Proverbios demasiado antiguos, aunque los políticos suelen olvidarlos. Hasta los más experimentados.
No hace falta escuchar largos discursos ni caer sobre fallidos ocasionales en el fragor de batallas dialécticas. Hasta en lo que debiera ser el producto de un cuidadoso análisis, como la elección de los nombres de los espacios políticos, emergen pretensiones que exponen escaseces.
En este proceso electoral, la mayor condena lingüística debería recaer sobre Roberto Lavagna. Su notable empeño por repeler aliados, imponer exigencias y rechazar acuerdos agiganta la contradicción con su Consenso Federal.
Aunque, tal vez, podría haberse previsto y quizá no resultaría tan contradictorio. Consenso comparte raíz con consentido. Caprichos del lenguaje. También de algunos políticos. Caprichosos o consentidos. Obviamente, sin consenso.