Emilio Pettoruti y otra manera de ver el mundo: del rechazo violento a los récords en subastas



Otro récord llegaría en 2012, cuando Concierto alcanzó el precio más alto registrado por una pintura argentina en subastas: un comprador anónimo pagó por esa naturaleza muerta 794.500 dólares en Christie's de Nueva York, que cuatro años antes había vendido El Cantor por apenas 12.000 dólares menos.
El reconocimiento no llegó rápido para este descendiente de inmigrantes italianos, devenido pionero de la renovación artística argentina. Rechazo fue lo que cosecharon las obras que mandó al Salón Nacional desde su primera estadía en Europa, donde tomó contacto con el futurismo y el cubismo antes de regresar al país en 1924. También la propuesta de Ernesto de la Cárcova de comprar ese año una de sus obras más importantes, Pensierosa, para el Museo Nacional de Bellas Artes -que hoy posee varias, al igual que Colección Amalita- y una muestra en la galería Witcomb que desató un escándalo.

"Hubo un tiempo en que sus cuadros debían presentarse bajo vidrio, por la cantidad de escupitajos que recibía por día -asegura el Ministerio de Cultura de la Nación en su sitio web-. En la Argentina, para muchos, era considerado un 'artista degenerado' y una ofensa para 'la dignidad de la patria'".
¿Por qué? Por mostrar otra manera de ver el mundo.

A través de su obra y sus escritos en el diario Crítica, y más tarde como director del Museo Provincial de Bellas Artes de La Plata que hoy lleva su nombre, defendió la imagen abstracta en una sociedad acostumbrada al naturalismo. Una sociedad que reaccionó como aquellos hombres de la caverna, representados por Platón en su célebre alegoría. "Es lo que pasa con los que están muy avanzados a su época -dice Costantini-. Junto con Xul Solar, Pettoruti trajo el modernismo a la Argentina y supo traducir su lenguaje a la cultura local".
C. CH.
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