Las penurias que derivan del "síndrome de Babel"

Miguel Espeche
Conversar ya no es lo que era. Ahora es mucho más difícil. Ocurre que diferir en la perspectiva acerca de algún tema abre las puertas del infierno y nos sumerge en la pesadilla de la discusión eterna.
Algunos lo llaman "el síndrome de Babel", siendo un fenómeno que no sabe de fronteras y se extiende por todo el globo. No solamente es la política o la religión, sino que los ámbitos más íntimos, como la familia, la pareja o las amistades, caen contagiados por ese virus que transforma todo intercambio en batalla. Como si la torre de nuestra sociedad racionalista hubiese llegado demasiado alto y los idiomas y los sentidos de las palabras se hubieran multiplicado, sin que los traductores den abasto para generar puentes de entendimiento y concordia.

Ahora bien: ¿qué hacer cuando no se desea entrar en esta Babel agobiante? ¿Cómo evitar que los vínculos terminen siendo un campo de combate habitado por quienes no quieren ser soldados, pero se ven llevados a la batalla por los "dispositivos discursivos" que tienen incorporados?

Cuando esas batallas se dan en los mencionados ámbitos de la familia, la pareja o los amigos, el daño es particularmente profundo y doloroso, y bien vale encontrar la vuelta para no entrar en escalada.
Los años de práctica, así como algunas investigaciones sobre la naturaleza de los vínculos, nos están mostrando que la tendencia a la discusión decrece cuando se prioriza la dimensión afectiva por sobre las ideas y argumentaciones.
Identificar y comunicar un estado de ánimo no suele ser fácil, al punto de que en ocasiones parece ser más sencillo discutir acerca de la importancia (o no) del rol del Estado, la idea de lo que la pareja debiera hacer o no hacer, o de las ventajas o desatinos del lenguaje inclusivo, que identificar y blanquear un sentimiento propio o priorizar el vínculo por sobre el discurso argumental.
Los años de práctica, así como algunas investigaciones sobre la naturaleza de los vínculos, nos están mostrando que la tendencia a la discusión decrece cuando se prioriza la dimensión afectiva por sobre las ideas y argumentaciones.
Identificar y comunicar un estado de ánimo no suele ser fácil, al punto de que en ocasiones parece ser más sencillo discutir acerca de la importancia (o no) del rol del Estado, la idea de lo que la pareja debiera hacer o no hacer, o de las ventajas o desatinos del lenguaje inclusivo, que identificar y blanquear un sentimiento propio o priorizar el vínculo por sobre el discurso argumental.

Es un desafío a la honestidad y conciencia de cada persona discernir aquello que va por debajo del asunto acerca del cual se está polemizando.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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