miércoles, 3 de noviembre de 2021

CRÍTICAS DE TEATRO


Relatos de amor y locura: monólogos tragicómicos en el delirante modo Patricio Abadi
Entre la sensibilidad, el humor y el derrape como un juglar que emociona, entretiene y provoca
L. G.
Relatos de amor y locura

 Dramaturgia y dirección: Patricio Abadi. Elenco: Natalia Santiago, Salomé Boustani, Patricio Abadi, Hernán Melazzi, Ailin Moro y Mr Grrr. Selección musical: P. Abadi. Escenografía: Demián Ledesma Becerra. Luces: Ricardo Sica. Vestuario: Ariel Gigena. Coordinación: Agustina Dalmasso. Sala: No Avestruz, Humboldt 1857. Funciones: sábados, a las 20.15. Duración: 60 minutos.
Si suena Virus, el amor está en el aire. No “el” amor sino todos, muchos, cualquiera, el de los salones, los sótanos y los supermercados. Y si el autor, director y actor Patricio Abadi elige “Superficies de placer” para abrir las puertas de su kermés de corazones en llamas es porque vibra entre el desgarro y la ridiculez, un umbral donde hay poesía en el sufrimiento pero también un patetismo hilarante hasta lo obsceno, en fin, hasta lo profundamente humano. Por eso combina sin pudor al irrepetible Federico Moura con la “Experiencia religiosa” de Enrique Iglesias y “Vendrá la muerte y tendrá tus ojos”, basado en el poema de Cesare Pavese, por la banda Los animalitos.
En un cuadrado marcado en el piso, los seis intérpretes ingresan de a uno a contarle al mundo la historia sexoafectiva que los perturba. Es el “Container club”, un híbrido terapéutico entre el psicodrama y los estertores pentecostales liderado por un psicoanalista atrevido (guiño homenaje a Tato Pavlovsky y a Mauricio Abadi), donde los personajes detonan las neurosis actuales: ghosting (borrarse de una relación sin aviso), romanticismo gótico (o la loca pasión por un cadáver), swingers de la tercera edad, bucólicos suicidios, amigos diversos con derechos o el mediático poliamor, monstruosidades, delirios o airosos hallazgos germinados del estallido de un modelo heredado que ya nadie sabe cómo usar.
Un grupo de actores y actrices talentosos y potentes es capaz de sostener esta cuerda tensa en cada monólogo, género en el que Abadi encuentra el punto de intersección entre la sensibilidad, el humor y el derrape como un juglar que emociona, entretiene y provoca, un punto zigzagueante donde la escena posdramática se abraza con palpitaciones vintage. En esa frontera tragicómica, en ese pozo con fondo del que es posible salir, se ubica esta delantera que sale a golear a pesar de todo.
Vale aclarar que hasta el sábado 23 se presentó la poderosa Laura López Moyano como invitada, una costumbre que el dueño de casa practica con generosidad cuando las agendas lo permiten.

El elenco de Relatos de amor y locura

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Echeverría como eje de una pieza para un actor

dramaturgia y dirección: Claudio Martínez Bel. intérprete: Pablo Finamore. sala: Teatro delPueblo,Lavalle3636.funciones:Viernes,22.30. duración:65 minutos.
G. I.
La premisa es muy buena: un empleado de Esteban Echeverría, apenas alfabetizado, ha tomado el vicio de la lectura. Sin jerarquía, lee cualquier papel con letras que caiga en sus manos. Entre ellos, el texto oculto de Echeverría: El matadero. El empleado parece presentir la importancia de ese texto que marca uno de los míticos comienzos de nuestras letras. Su empleador lo manda a olvidar lo leído, él, sometido, empieza a armar un plan de recuerdo de experiencia confiando que, con eso, olvidará la lectura. Hay varios puntos interesantes  antes en la pieza donde se destaca la actuación de Pablo Finamore. Da vida a Misky, arquetípico opa. Conecta pronto con el público, muestra una gran cantidad de recursos desde lo vocal y lo físico, crea un ser orgánico con el que es fácil empatizar. Misky está en un gallinero. Se cortó un dedo intentando degollar a una gallina y la sangre no cesa. Ese dedo que se resiste a sanar comprime el hilo del relato. Se ve, también, la influencia kartuniana que el texto tiene a partir del mundo propuesto y ciertos giros lingüísticos muy propios del dramaturgo que viene trabajando hace años con Martínez Bel. Se aprecian las frases pulidas, el cruce entre lo “alto” y lo popular, pero hay algo del conflicto por la negativa (la necesidad de olvidar) que tarda en traccionar. En eso, la intensidad crece cuando el relato de Misky y el de Echeverría se juntan, cuando nos cuentan, de nuevo, la pieza vibrante que sigue siendo El matadero. Allí se suceden algunas de sus imágenes, plagadas de sensorialidad y fuerza. Parecen dejarse pasar algunas oportunidades que están apenas sugeridas: la lucha política en la que civilización y barbarie se dan en simultáneo queda relegada y Echeverría se convierte en un villano un poco de manual. Nada de esto atenta contra la emoción que sigue teniendo ese breve cuento póstumo que nos legó el poeta, con una problemática que resuena en presente.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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