Fernández, entre un exorcista y herramientas oxidadas
Francisco Jueguen
Si uno tomara seriamente el discurso oficial sobre las causas de la inflación, las soluciones solo podrían venir de un experimentado exorcista, un epidemiólogo o un general. Nunca de un economista.
El viernes pasado, en el anuncio de medidas que deberían haber llenado el significante vacío de la “guerra contra la inflación”, pero en el que no hubo medidas concretas, el Presidente calificó la suba persistente de los precios durante un tiempo determinado como una “maldición”. Anteayer, su portavoz, Gabriela Cerruti, no solo buscó fortalecer ese oscurantismo –raro en un gobierno de científicos– hablando de un “maleficio” para referirse a un problema económico muy estudiado globalmente, sino que lo asoció en la narrativa a un virus: es un “fenómeno endémico”.
Las palabras en el discurso oficial nunca son inocentes. Para el sociolingüista Pierre Bourdieu, crean mundos y detrás vienen las acciones. Una “maldición” o un “maleficio” es siempre lanzado por alguien malo, un otro; un fenómeno “endémico” es difícil de controlar y se repite en el tiempo; la “guerra” es siempre contra alguien. Cuando el Presidente habla de los “especuladores” busca culpar al sector privado como el único responsable.
Todo esto lo conoce bien el antropólogo y asesor presidencial en comunicación Alejandro Grimson, que también sabe de maleficios y maldiciones: es bisnieto de un pastor protestante y de un rabino, y tataranieto de un cura. Así, el Gobierno les dice a los argentinos que la inflación no es un problema generado por el Ejecutivo sino por “otro”; que, como un virus, es persistente por naturaleza, y que, en “guerra”, requiere soluciones extraordinarias pero supuestamente “transitorias”.
El gran problema, más allá del diagnóstico público, es que el cuarto kirchnerismo tiene una caja de herramientas llena de óxido. Es una partitura que ya tocó durante mucho tiempo, con pocos resultados positivos. Este fin de semana, por caso, varios medios oficialistas cuestionaron que las retenciones que aplica Alberto Fernández para“cuidar la mesa de los argentinos” se quedaban a mitad de camino con el alza dispuesta en 2007 por Néstor Kirchner. Lo criticaron por tibio.
Pero de diciembre de 2006 a febrero de 2022 (con alzas y bajas en ese impuesto durante ese tiempo), la inflación acumula tuvo un avance del 5925%, según la consultora privada LCG. En enero de 2007, Guillermo Moreno y Kirchner decidieron empezar a manipular el dato oficial de inflación. La beneficiada por los derechos de exportación fue siempre la caja del Estado. La producción del campo se vino abajo. En 2013, la Argentina estuvo muy cerca de importar trigo.
En 2013, el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, lanzó Precios Cuidados como la gran novedad en la “guerra”. Desde entonces hasta la fecha, la inflación aumentó 1740%. Precios Cuidados se mantuvo también en el gobierno de Mauricio Macri y sigue vigente en la actualidad. Para el especialista en consumo Guillermo Oliveto no se trata ya de una herramienta en la lucha contra la inflación, sino de “un paliativo adquirido”. Sacarlo tiene costos, mantenerlo no, por lo menos, no para el Estado. Con los elevados precios de algunos productos en la Argentina, Precios Cuidados es más una ayuda para mejorar el acceso que una espada contra los precios.
El Gobierno presentó el fondo del pan como primera solución, pese a que Roberto Feletti había lanzado días atrás un acuerdo con los panaderos bonaerenses para mantener fijo el precio. No alcanzó. Ese producto se suma a la harina y los fideos en un fideicomiso para otorgar subsidios cruzados al mercado interno, que terminarán distorsionándolo (lo que alcanza a las once grandes exportadoras de cereales termina en la factura de los productores, los chicos de la cadena). Otro fideicomiso ya había nacido en diciembre de 2020: el del aceite. Desde entonces hasta enero pasado, según la Fundación FADA, el aceite de girasol subió un 60,7%, mientras que el girasol, solo un 36%.
Si bien la ley de abastecimiento se usa como herramienta coercitiva –lo saben los exportadores de carne desde la semana pasada–, las 22 multas de 2006 y las 56 de 2007 aplicadas a Shell por Moreno fueron rechazadas en primera instancia y luego, en 2009, en segunda instancia en la Justicia. Raro que el actual gobierno no aplique la norma a YPF, manejada por La Cámpora, por los últimos aumentos de estos meses.
Los precios máximos, la última advertencia oficial a las empresas en estas horas, son el caso más reciente de estudio. Para hacer frente a la pandemia, se retrotrajeron al 6 de marzo de 2020 todos los precios de la economía y se exigió el 100% de abastecimiento. En febrero de 2021, el Gobierno celebró que, pese a las alzas autorizadas oficialmente de 4,5% y 3%, los precios “congelados” solo hubieran aumentado 36,1% porque los “frescos” habían trepado 57,1%. El Gobierno vuelve a amenazar con precios máximos, pese a que los últimos tres meses las mayores subas se dieron en los frescos.
“¿Quiénes son los culpables de las subas de precios en la última semana?”, preguntaron ayer en una reunión con empresarios. Como dijo Cristina, “miren al norte”, o para arriba. Alberto Fernández anunció una “guerra” con la inflación el martes y dijo que presentaría las medidas el viernes. Cualquier comerciante, industrial o empresario racional compra cobertura (aumenta precios) ante la posibilidad de nuevos congelamientos oficiales.
Más allá de las metáforas funcionales del oficialismo para justificar medidas y de las cajas de herramientas oxidadas para evitar costos políticos, el gabinete económico sabe cómo luchar contra la inflación. Lo acordó con el Fondo Monetario internacional (FMi): bajar el déficit, la emisión y acumular reservas. Son los tres criterios claves para trabajar sobre el futuro, o sea, las expectativas, siempre que se cumplan las metas. El problema es el tiempo; son medidas que tardan en hacer efecto. La alusión misticista del Presidente y de Cerruti promete otra cosa: chamanes que bajan precios hoy.
Hay otra circunstancia que atenta contra el objetivo del kirchnerismo, que es ganar elecciones. Para bajar la inflación primero deberá subir. Es la consecuencia de la actualización de las tarifas de los servicios públicos y de la indexación del tipo de cambio en el marco del acuerdo con el Fondo. La normalización de los precios relativos es sinónimo de orden macroeconómico; clave para generar confianza. De nuevo, las palabras importan. Valga esta asociación libre de significados: las cuentas en orden generan confianza en el peso; se crea estabilidad, lo que deriva en menos deuda e inflación. Eso es soberanía real.
Desde 2007, cuando Kirchner aumentó retenciones, la inflación trepó 5925%
Pese al fideicomiso para el aceite, los precios subieron 60,7% en casi un año
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