sábado, 16 de abril de 2022

COMPARTIR Y LA MEJOR CONVIVENCIA


Celebrar y compartir la fiesta de la libertad
Claudio Epelman Director ejecutivo del Congreso Judío Latinoamericano
Abril es testimonio de convivencia en Buenos Aires. Para confirmarlo, alcanza con salir a dar un paseo por la ciudad. Caminando por el barrio de once seguramente nos topemos con más de un saludo de Pesaj, y los tradicionales locales de comida anunciando la inminente llegada de la festividad. Las largas filas en las pescaderías de la ciudad son el más claro preludio de las Pascuas. Y en las madrugadas de Ramadán, un desprevenido quizás se sorprenda con el inusual movimiento en las cercanías de las mezquitas de la ciudad.
Pesaj Sameaj, Ramadán Karim, felices Pascuas.
Tres expresiones que, aunque con distinto origen e idioma, comparten un significado y propósito similar: expresar buenos deseos. Y un mes particular que nos invita a reflexionar sobre la convivencia.
Este año, la coincidencia de las tres festividades es una oportunidad para acercarnos y dialogar; para compartir festejos y tradiciones. Sin embargo, ese no siempre fue el caso.
Para comprenderlo, tomemos el caso de Pesaj y Pascuas. Aunque en la actualidad es común escuchar referir al primero como las “pascuas judías”, en la antigüedad la práctica era exactamente la contraria. Ambas celebraciones se realizaban en la misma fecha, tomando en cuenta que la Resurrección de Jesús tuvo lugar durante la festividad judía. No fue hasta el año 325, durante el primer concilio de la Iglesia Católica en Nicea, que se determinó fijar una fecha distinta para la Pascua. El objetivo era unificar la costumbre cristiana y separar, claramente, sus prácticas de las del pueblo judío.
Hoy estamos lejos de aquellas diferencias. Desde hace varios años, el Congreso Judío Latinoamericano se propuso llevar la coincidencia de la teoría a la práctica: coincidir en el calendario, pero también en la mesa. Así comenzaron los festejos compartidos de Pesaj, Pascuas y Ramadán, que se sostienen hasta la actualidad.
Se trata de espacios comunes de diálogo y reflexión, donde se vuelve evidente que es más aquello que tenemos en común que lo que no separa.
La convivencia, aquí, es la norma. Y es, como tantos otros productos locales, de exportación. Ejemplo de ello es la celebración que realizamos entre judíos y musulmanes en 2021 junto al Congreso Judío Mundial y la Liga Islámica Mundial, un evento sin precedente para homenajear a nuestros amigos musulmanes en el sagrado mes de Ramadán. Contrario a los vaivenes de la política internacional, y haciendo a un lado el sensacionalismo, demostramos que la convivencia es posible. No es casual que el papa Francisco, el primer pontífice de origen latinoamericano de la Iglesia Católica, haya tendido tantos puentes entre las llamadas “religiones abrahámicas”. Su compromiso con el diálogo y la fraternidad comenzó mucho antes de su llegada al Vaticano, en comidas y fiestas compartidas en su Buenos Aires natal.
En la misma línea, hace pocos días cuarenta obispos y rabinos representantes de la geografía de la región nos reunimos para reflexionar sobre la última cena y el seder de Pesaj. Un encuentro de “hermanos en la fe”, tal como lo describió el cardenal Pedro Barreto, arzobispo de Huancayo, Perú.
Y más allá de estas experiencias modernas, adentrarnos en el origen y espíritu de estas celebraciones nos acerca aún más. Para ilustrarlo, me remito al terreno de lo conocido: la historia y costumbres de Pesaj. Durante esta celebración, los judíos conmemoramos el éxodo de Egipto, donde estábamos esclavizados, y la búsqueda de la libertad. Ya desde el inicio de este relato, infinitamente reproducido en la mesa familiar, aparece la convivencia. o, mejor dicho, la falta de ella. Un pueblo oprimido bajo el mandato de otro, y la determinación de que el único camino hacia la libertad estaba en tierras lejanas.
Durante el seder, la cena tradicional que se realiza en esta festividad, la totalidad de las costumbres nos ayudan a recordar: recordar que fuimos esclavos, y que fuimos liberados. En este ejercicio, los más chicos tienen un rol fundamental. Preguntan, en una de las oraciones centrales de Pesaj: ¿por qué esta noche es diferente a las demás? Y más allá de la respuesta y el relato, es en la pregunta misma donde radica la enseñanza.
Porque la perpetuidad de la pregunta, repetida a lo largo de los siglos en millones de hogares judíos, garantiza el recuerdo. Y que sean los más chicos los encargados de hacerla es a su vez una garantía para el futuro.
De niños fuimos los responsables de preguntar. Hoy, en nuestra adultez, somos los responsables de responder y educar. De transmitir los valores de esta fiesta, mucho más allá de su historia. Los sabios nos enseñan que debemos recordar la esclavitud no solamente a título personal, sino para estar siempre alertas frente a la opresión de otras minorías. Recordar es aquí una responsabilidad para con la humanidad toda.
Enseñemos, entonces, convivencia. Enseñemos a los más chicos a “liberarse” de aquellas cosas que aún hoy nos esclavizan como sociedad, entre ellas el prejuicio y el resentimiento. Prediquemos con el ejemplo, sentados a una misma mesa, donde cada uno tenga la libertad de celebrar sus costumbres, y compartir la alegría y los valores de la fiesta con el resto de la sociedad.
Somos nosotros los encargados de dar el primer paso en la construcción de fraternidad, y dibujar el mapa para que las próximas generaciones continúen avanzando rumbo a la paz. Eso también es Pesaj, mucho más allá de la historia, las tradiciones, las comidas y la reunión familiar. Esa es la esencia de la fiesta de la libertad.
De niños fuimos los responsables de preguntar; hoy, en nuestra adultez, somos los responsables de responder y educar; de transmitir los valores de esta fiesta, más allá de su historia

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.