Martincito tiene 15 años, tres asesinatos, fugas y tiroteos con la policía, pero por su edad es intocable para la Justicia
Gustavo Carabajal
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En América Latina, solamente la Argentina y Cuba tienen los 16 años como edad de imputabilidad de los menores que cometen delitos. Cualquier chico que asesine a una persona que sea menor de 16 años es considerado no punible. Esto significa que no será sometido a un juicio oral que, eventualmente, podría terminar con una condena a prisión perpetua en su contra.
En nuestro país, la máxima restricción a la libertad de un menor inimputable que se puede aplicar consiste en la denominada “medida de seguridad”, que, por derecho propio, caduca cuando el chico cumple 18 años. Esto significa que, en la Argentina, un adolescente como Martincito, que cometió tres asesinatos y dejó en estado de coma a un jubilado al que le disparó un balazo en la cabeza para robarle, al cumplir 18 años puede volver a la calle, sin antecedentes penales, una circunstancia que le permitiría ingresar, por ejemplo, en una fuerza de seguridad.
Debido a que la legislación argentina no castiga a los menores de 16 años en conflicto con la ley penal, los narcotraficantes y piratas del asfalto comenzaron a reclutarlos como sicarios, en el caso de los vendedores de drogas, o como “gatilleros”, en el caso de los asaltantes de camiones.
Por su condición de menor inimputable, cuando tenía 13 años, Martincito fue reclutado como “gatillero” para una banda de piratas del asfalto de Ingeniero Budge, de la que también formaba parte un familiar suyo.
Su caso representa el perfil de la mayoría de los menores no punibles que cometen delitos de sangre en territorio bonaerense. No está escolarizado, dejó la escuela primaria en cuarto grado, consume marihuana y pastillas. Cuando tenía 14 años fue padre de una hija, con la que no se vinculó.
Martincito forma parte del universo de menores inimputables que cometieron homicidios en territorio bonaerense. Según funcionarios del Fuero de Responsabilidad Penal Juvenil que se desempeñan en los departamentos judiciales del Gran Buenos Aires, “en los últimos dos años se duplicó la cantidad de delitos de sangre cometidos por menores no punibles”.
Sobre los factores que provocaron el crecimiento de la espiral de violencia entre los menores de 16 años, los funcionarios judiciales coincidieron en que existe una multicausalidad. De ese universo de causas se destacan: la falta de escolarización, el fácil acceso a las armas de fuego, la adicción a las drogas y la ausencia de contención familiar. “Los chicos que cometen hechos de sangre se criaron en familias en las que nunca vieron trabajar al padre, porque está preso. Conviven con el delito porque no tuvieron la cultura del trabajo y, además, abandonaron la escuela entre tercer y quinto grado y ningún familiar se ocupará de que regresen al colegio”, explicó un funcionario judicial del conurbano.
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Igual que ocurrió con Brian Joel, el chico de 15 años que asesinó al adolescente Brian Aguinaco, Martincito nunca será condenado por los homicidios de Lara Fernández, de dos vecinos de Lomas de Zamora y por el intento de asesinato de un jubilado.
Cuando Brian Aguinaco fue asesinado, el 24 de diciembre de 2016, en la esquina de Asamblea y Rivera Indarte, por un grupo de motochorros que le arrebató la mochila a una joven que caminaba con su madre, la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, había reclamado que los legisladores sancionaran una ley para bajar la edad de imputabilidad de 16 a 14 años.
Todos miran hacia otro lado
Pasaron casi seis años y ninguno de los proyectos presentados en el momento del asesinato de Brian Aguinaco fue convertido en ley.
“Nadie quiere tratar el proyecto para bajar la edad de imputabilidad de los menores en nuestro país. La ley penal juvenil vigente es una norma que carece de realidad social. Por ejemplo, no menciona el término delitos. En la ley se indica que se podrá dictar una medida de seguridad para los menores que cometan hechos graves. La verdad es que, en la actualidad, hay cada vez más chicos con menos de 15 años que ya cometieron su primer homicidio”, explicó el funcionario judicial que se desempeña en una fiscalía del conurbano.
A pesar del crecimiento de menores inimputables vinculados con homicidios o robos a mano armada, el gobierno bonaerense redujo las plazas de internación para menores no punibles.
Esto significa que un instituto de menores como el que funciona en San Martín, que tiene capacidad para 36 chicos, no puede recibir a más de 18 chicos. A raíz de esta circunstancia los magistrados deben restringir la aplicación de una medida de seguridad a un menor que fue detenido por un delito grave. Dicha situación obligó a los jueces, cuando no consiguen vacantes en algún centro de detención, a mandar con sus padres a los chicos que provocaron un hecho de sangre.
El círculo vicioso se completa con el hecho de que los chicos carecen de esa contención familiar y vuelven rápidamente a la calle, a robar y a matar.
Además, el Centro de Admisión y Referencia de Mar del Plata, donde son alojados los adolescentes a los que les dictan medidas de seguridad, trabaja con capacidad mínima y ya no recibe a los chicos acusados por delitos de sangre.
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Para cumplir una medida de seguridad, el chico acusado es alojado en algunos de los institutos que dependen del Organismo Provincial de la Niñez y Adolescencia. Esos centros de admisión no tienen régimen carcelario y las fugas son habituales. Además, la seguridad es mínima, no hay guardiacárceles. Los únicos uniformados en la zona están fuera del perímetro, se trata de policías que patrullan el área, sin estar asignados específicamente a la custodia de un instituto.
“De esos centros de detención no se escapa solo el que no quiere”, explicó un docente que trabaja en uno de esos institutos, que solicitó mantener su nombre en reserva.
Según consta en un informe reservado, Martincito reconoció que es una persona muy nerviosa, que es de reaccionar rápido, que a veces se pone como loco y que no le gusta que le digan lo que tiene que hacer. Este menor asesino es adicto a las armas y no duda en disparar. “Lo que no te mata te hace más cruel, más sanguinario y más hijo de puta”, expresa la leyenda que figura al pie de la imagen del Guasón que subió a su perfil de Facebook. En esa red social también publicaba fotos en las que se mostraba con pistolas y revólveres.
“Es importante decir que, más allá de la edad del joven, la persistencia en el devenir transgresivo que implicaría una continuidad de situaciones de riesgo, tanto para sí como para terceros, teniendo en cuenta los rasgos de personalidad del mismo, implicaría que la única posibilidad de poner un freno, un límite a dicho derrotero conductual, es la institucionalización”, concluyó el informe de la psicóloga realizado en junio de 2021.
Sin embargo, a pesar de la recomendación de la psicóloga, un funcionario del fuero de Responsabilidad Penal Juvenil del mencionado distrito dispuso que Martincito recupere la libertad.
Cinco meses, después, el asaltante, de 15 años, subió un nuevo escalón en su carrera delictiva y pasó del robo con armas al homicidio.
El homicidio de una adolescente
Eran las 6.30 del 1° de enero de este año cuando Lara y sus amigos fueron interceptados luego de festejar el Año Nuevo. Martincito y tres cómplices les cortaron el paso en la esquina de Falucho y Olmos, en el partido de Lomas de Zamora.
“Que nadie se mueva. Si alguien se mueve les damos masa”, gritó uno de los cómplices de Martincito. “Entreguen los celulares”, exigió otro de los ladrones. Lara se resistió. Cuando sus amigos giraron sus cabezas, después de escuchar el disparo, Lara estaba en el piso, inconsciente y sangraba por la nuca y la nariz.
Martincito pasó apenas seis meses detenido. El miércoles pasado huyó del instituto de menores situado en la zona de El Dique. Anteanoche fue detenido a pocas cuadras del lugar en el que asesinó a Lara, después de dispararle a una joven para robarle el auto y de enfrentarse a tiros con los policías que lo persiguieron
Como Martincito, Bodoque es otro menor inimputable que cometió tres homicidios. También disfruta al contemplar el sufrimiento de sus víctimas. Cuando tenía 14 años asesinó a un oficial inspector de la fuerza de seguridad bonaerense, durante un asalto. Entre 2018 y 2019 cometió otros dos asesinatos.
En 2018, fue acusado de asesinar al oficial inspector de la policía bonaerense Leonardo Sarmiento, durante un asalto en el asentamiento atravesado por la calle 25 de Mayo, entre Dock Sud y el centro de Avellaneda.
Con 16 años, Aaron, otro menor asesino, comandaba una banda de motochorros integrada por delincuentes de entre 18 y 21 años. Aaron era el menor, pero el más sanguinario del grupo que asolaba la zona de Ingeniero Budge y Villa Fiorito.
“A la gorra hay que matarla siempre. No se duda”, gritaba Aaron, que cometió su primer asesinato cuando tenía 13 años. El 23 de diciembre de 2013, mientras robaba en la esquina de Figueredo y Pío Baroja, en Villa Fiorito, señaló a la víctima, Ian Castillo, y le ordenó a uno de sus cómplices, conocido como Niquito: “A este reventámelo”. Entonces, Niquito le disparó cuatro balazos y mató a Castillo.
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