martes, 11 de octubre de 2022

PSICOLOGÍA ADOLESCENTE


Hablemos de familia. Son adolescentes, ¿por qué apurarlos a crecer?
Etapas. Es importante preservar a los chicos de la aceleración que promueve esta época
Maritchu Seitún
No hay apuro para empezar a tomar alcohol, fumar, ver pornografía, iniciar las relaciones sexuales, incluso para definir la orientación sexual
Visualizo el crecimiento de los chicos como una serie de mesetas superpuestas de mayor a menor, ellos van subiendo escalones a medida que están preparados, cada etapa arma una base sólida sobre la que pueden apoyarse y pasar a la siguiente con confianza y seguridad.
Para que eso sea posible, los padres tenemos que seguir funcionado como faros, orientando y sosteniendo a nuestros hijos, tanto niños como adolescentes, hasta su plena independencia, es decir, hasta la adultez, hasta que puedan sostenerse a sí mismos.
Desde nuestro lugar de adultos cuidadores colaboremos para que los chicos no se apuren, no quemen etapas, sosteniendo nuestros “no” y nuestros “todavía no” y explicando nuestros “por qué no” hasta que en cada uno de los múltiples temas del crecer los vayamos viendo listos y podamos decir “sí” y “ahora sí”… Empezando por cosas chiquitas como prender el horno y cocinar, hacerse cargo de sus tareas y responsabilidades, dormir fuera de casa, manejar un celular, para llegar más adelante a volver tarde, elegir una carrera, manejar un auto, tomar alcohol, fumar, tener relaciones sexuales, etcétera.
A veces los chicos hacen algunas de estas cosas a escondidas, sin nuestra autorización, sabiendo que no nos parece bien, que no estamos de acuerdo. Y ese saber los protege. No es lo mismo pensar en tomar alcohol a los quince años con el apoyo y la aprobación de los padres (y con su dinero), que hacerlo sabiendo lo que sus padres les explicaron: que es ilegal, que daña su hígado y su cerebro hacerlo antes de los dieciocho años, que la conciencia moral se disuelve en alcohol, por lo que bajo su efecto pueden hacer cosas que no harían estando sobrios (incluso podrían no recordarlas si el nivel de alcohol ingerido fuera alto), y que por todo eso sus padres no quieren que tomen hasta que lleguen a esa edad. El mensaje de los padres les permite contrarrestar la influencia de mensajes que les llegan desde otros lugares y personas.
Muy a menudo no alcanza con explicarles las cosas, no porque sean malos sino porque son inmaduros, y no siempre tienen la fortaleza para tomar la mejor decisión. Por eso también hace falta que nos pongamos en acción y, según el caso, hagamos una ronda nocturna decomisando o apagando celulares y tablets, vayamos a buscarlos a la salida de la “juntada”, abramos la puerta cuando llegan, no los dejemos ir a dormir a casa de un amigo después de los programas nocturnos. Durante la adolescencia de nuestros hijos los adultos seguimos “metiendo el cuerpo”, aunque de otra forma (como cuando eran chiquitos y no les dejábamos pegarle al hermanito o levantarse de la mesa antes de que se terminara la comida). Nos seguimos ocupando cuando no tienen suficiente fortaleza interna para tomar la buena decisión o incluso cuando no hay fortaleza interna que valga ante estímulos tan atractivos o adictivos como muchos de los que hoy se les presentan a nuestros chicos y adolescentes. Y ese fortalecimiento podría ocurrir a edades distintas.
Lamentablemente no todas las familias lo tienen claro, y a veces eligen ser padres “piolas”, “cancheros”, y se olvidan de que el vínculo padres-hijos es indispensablemente asimétrico: los padres cuidan y los hijos son cuidados. Esto no significa decirles a todo que no ni guardarlos en una cajita para que estén seguros, sino ir soltando la soga de a poco, a medida que los vemos preparados, graduando los permisos, los derechos, la independencia. La cajita es muy tentadora pero no sirve porque no aprenderían nada ahí adentro; ellos tienen que ir conociendo el mundo de los grandes y haciendo acercamientos protegidos a ese mundo.
Esos padres piolas, ¡que los hijos adoran! favorecen el adelanto de etapas, y no siempre a pedido del hijo. Ya vimos en la columna anterior los muchos motivos que pueden tentarlos. Pero cuando apuramos a los chicos esas mesetas de las que hablo no terminan de fraguar y los nuevos temas no tienen donde apoyarse, ya sea porque a los chicos les falta información, formación humana, madurez, recursos o fortaleza interna. Entonces, la estructura de sus personas tambalea.
Claramente alguien se beneficia con estas modas que llevan a saltear etapas, ¡y no son los adolescentes! La única ganadora de todas estas aceleraciones es la sociedad de consumo, que nos lleva de las narices a grandes y chicos, promoviendo deseos como si fueran necesidades.
Durante la pandemia vimos adelantarse los cambios físicos de la pubertad y se acortó el período de latencia previo a la adolescencia, por lo que se hace más importante aún cuidar esos años. Además hoy entra en las casas mucha estimulación externa, por infinidad de medios se invita a los chicos a acelerar el ritmo en diferentes situaciones: desde los modelos que se les presentan y los temas que ven en series, películas, y también en los juegos de teléfonos y consolas, en las redes con TikTok, reels y otros, en las modas de ropa y de celebraciones…
¿Hablan de libertad y de madurez esos adelantos? ¿O de soledad y falta de información y de rumbo? No hay apuro para empezar a tomar alcohol, fumar, ver pornografía, iniciar las relaciones sexuales, incluso para definir la orientación sexual. La expectativa de vida se alarga, con lo que seguramente tengan muchos años y oportunidades para hacer todo lo que quieran.
Claramente alguien se beneficia con estas modas que llevan a saltear etapas, ¡y no son los adolescentes! La única ganadora de todas estas aceleraciones es la sociedad de consumo, que nos lleva de las narices a grandes y chicos, promoviendo deseos como si fueran necesidades. Es muy complejo el efecto subliminal de todo esto, lo que no se ve a simple vista pero nos mueve el piso: nos vamos acostumbrando y perdemos el buen criterio y, si no estamos muy atentos, caemos con facilidad en esas trampas. Acompañemos y disfrutemos cada etapa de nuestros hijos –aunque parezca que el tiempo pasa despacio, muy pronto estarán encarando las siguientes–, intentando que avancen con pisadas firmes, cuando estén realmente preparados para disfrutar cada una de ellas.

Psicóloga

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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