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Recomendado de series: cinco razones para ver The Crown, la serie que mantiene vivo el espíritu de la reina Isabel II
Claire Foy, Olivia Colman e Imelda Staunton, las tres reinas de The Crown, cuya quinta temporada llegará el miércoles 9 a Netflix
El miércoles se estrenará su quinta temporada en Netflix, con un nuevo elenco al frente, encabezado por Imelda Staunton, y la muerte reciente de la soberana planteando un contrapunto sobre la capacidad de Carlos III de dejar su marca en el trono
Natalia Trzenko
Hacia el final de la primera temporada de The Crown, una nota publicada en el sitio especializado Vulture sobre la serie de Netflix se preguntaba cómo haría el relato para seguir adelante sin tener, como muchas otras ficciones, la libertad de crear su propia narrativa. Encorsetada por la historia “real” –en ambos sentidos del término– y al mismo tiempo obligada a aclarar una y otra vez que se trata de una versión libre y ficcionalizada de la familia al mando de la monarquía británica, el pequeño milagro de The Crown es que logró sostener ese precario equilibrio durante cuatro temporadas y que se acerca a sus últimas dos sin haber perdido pie. Claro que eso no supone que haya conformado a todos. De hecho, muchos pedían, y desde la muerte de Isabel II incluso con más fuerza, que la producción aclare expresamente que el contenido no pretende ser un documental, lo que llevó en las últimas semanas a que se agregara la siguiente leyenda al material de promoción de su quinta temporada: “la serie está inspirada en hechos reales que fueron ficcionalizados para contar la historia de la reina Isabel II y los acontecimientos políticos y personales que moldearon su reinado”. Si el mensaje calmará algunas susceptibilidades todavía es una incógnita. Probablemente no lo haga y también la fascinación por la familia real británica permanezca intacta, más allá de toda aclaración.
Lo cierto es que sí, es una ficción, pero también es un reflejo de hechos históricos largamente documentados desde la perspectiva de la testigo más privilegiada, una que nunca pudo hablar públicamente sobre ellos. Ese laberinto sin salida, aquel bozal de oro que era condición para la reina, convirtió a The Crown en un fenómeno popular en gran medida porque le ofrecía al público la posibilidad de espiar el día a día de las intrigas palaciegas que exploran lo íntimo y lo público con el mismo afán dramático. Las razones para descubrirla –o volver a verla cuantas veces sean necesarias– aparecen en todas sus temporadas, cada una un emotivo viaje al lado oscuro de los cuentos de hadas.
La realidad de la fantasía: Aunque ahora su atractivo parezca obvio, lo cierto es que en un principio, allá por 2016, The Crown fue una apuesta temeraria para Netflix. El ecosistema de las series en aquellos años estaba dominado por Game of Thrones y sin embargo la plataforma se decidió por la contraprogramación. En lugar de explorar el género fantástico, como lo haría unos años después con suerte dispar, Netflix decidió seguir por la misma senda que tan bien le había resultado con House of Cards y dio un paso más allá: convocó al reconocido dramaturgo y guionista Peter Morgan para que hiciera la adaptación de su obra The Audience (La audiencia), en la que expandía las ideas sobre el vínculo entre la reina y los primeros ministros que ya había rozado en el guion de La reina. En aquel film de 2006. Helen Mirren encarnaba a la monarca, papel que repitió en las puestas de The Audience en Londres y Broadway; ganó un premio Tony por su interpretación. En la obra, como en la serie de Netflix, las presentaciones de los diferentes mandatarios de gobierno funcionan como el hilo conductor del reinado de Isabel II y retratan los cambios sociales y culturales que ocurrieron durante sus cinco décadas en el trono. Un inteligente recurso narrativo que Morgan maneja con maestría. La alquimia entre el guion, el diseño de producción y el casting, con las destacadas elecciones de Claire Foy como la joven Lilibeth y Matt Smith en el papel de Felipe, duque de Edimburgo, pusieron en marcha el proyecto dorado.
El mundo cambia, la monarquía no. Un año después de su estreno, y ya convertida en una de las series más esperadas, la segunda temporada de The Crown giraba en torno a la segunda década del reinado de Isabel II. Eran los alocados años 60 en Londres pero intramuros del palacio el tiempo no avanzaba con la misma velocidad. Ese contraste entre la vida más allá de Buckingham y el estricto control que la reina debía mantener mientras el mundo cambiaba a su alrededor resultó en una temporada repleta de escándalos que acechaban peligrosamente a los Windsor. La fascinante historia real del caso Profumo, que sumió en una crisis irreversible al gobierno de Harold MacMillan, habilitó una de las escenas consagratorias de Foy, quien ganaría su primer Emmy por su interpretación en esta temporada. Para muestra alcanza una escena del décimo episodio, la última audiencia de la monarca con MacMillan. Irritada por los tropiezos del ministro y su cada vez más fría relación con Felipe, Isabel II reflexiona sobre los tres primeros líderes de gobierno en sus diez años de reinado: “demasiado viejo, demasiado enfermo, demasiado débil”, enumera la reina, refiriéndose a Winston Churchill, Anthony Eden y el mismo MacMillan, en uno de los tantos diálogos inolvidables de la serie, que para esa altura era mucho más que un bello drama de época.
Un fantástico cambio de guardia. En 2019, casi dos años después del lanzamiento de la segunda temporada, la paciencia de los espectadores fue recompensada con el primer cambio de guardia en el elenco, de los tres que experimentará la serie. Olivia Colman, recién premiada con el Oscar a mejor actriz por La favorita, tomó la posta de Foy para interpretar a la Isabel II madura, enfrentada a los primeros signos de una popularidad menguante tanto con el pueblo como con su propia familia. La fantástica Helena Bonham Carter es la princesa Margarita, jugando en la cornisa entre el amor incondicional y el odio ocasional. En estos diez episodios, además del repaso de la tragedia real ocurrida en Aberfan, aparecen por primera vez como adultos el príncipe Carlos (Josh O’Connor) y la princesa Ana (Erin Doherty) y al tiempo que la reina festeja sus 25 años en el trono, una tempestad llamada Camilla Parker-Bowles (Emerald Fennell) empieza a rugir en el horizonte. A medida que se acerca a la actualidad, la ficción empieza a ocupar más espacio en la trama, que de todos modos se mantiene como el placer voyeurista por excelencia del streaming.
Un cuento de hadas devenido pesadilla. En plena pandemia, como si Morgan y los suyos hubieran anticipado lo mucho que los espectadores necesitaban de la distracción, llegaron sus episodios más esperados: la aparición de Lady Di (Emma Corrin), la construcción del cuento de hadas mediático y la pesadilla privada de los duques de Gales y la nueva primera ministra, Margaret Thatcher, interpretada por Gillian Anderson. Con una dinámica distinta al resto de las audiencias, Thatcher y la reina eran contemporáneas, dos mujeres en el poder que tenían tantas coincidencias como disidencias y con un sentido del deber que en el caso de la líder conservadora se vislumbra en la serie como una intransigencia que tuvo terribles consecuencias para su país. Entre ellas, la Guerra de Malvinas, cuyo primer chispazo es contado en detalle desde la perspectiva británica. Con más claridad que nunca, la serie propone la figura de Isabel II como la última barrera ante la ambición de la clase política. En su entorno familiar hace lo mismo, pidiendo discreción y sacrificios en nombre de la institución que lidera a un grupo que la escucha cada vez menos.
Ocaso y escándalo. Concentrada en la década del 90, la nueva temporada que estará disponible en Netflix el miércoles 9, ya con el último cambio de guardia en los papeles principales explora los últimos años de Lady Di, ahora es interpretada por la australiana Elizabeth Debicki (Tenet), y la definitiva debacle de su matrimonio con el príncipe Carlos, encarnado por Dominic West (The Affair). Pero sobre todo, resalta el complejo ocaso de una reina, interpretada por Imelda Staunton, que empieza a percibir su obsolescencia pero se aferra a su trabajo como un compromiso para toda la vida. Estos diez capítulos ya se habían terminado de grabar al momento de la muerte de Isabel II, pero a la luz de lo ocurrido resulta un ejercicio al menos curioso ser testigo de sus preocupaciones sobre la capacidad de su hijo Carlos de ser el soberano que Gran Bretaña necesita. Cada uno de los escándalos que forman parte de la temporada, como la entrevista de Lady Di con la BBC, las reveladoras conversaciones entre el príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles (ahora interpretada por Olivia Williams) y unos cuantos etcéteras le resultarán conocidos a la mayoría de los espectadores y gracias a eso, una vez más, el vuelo de la imaginación, las conjeturas y la ficción plena que incluye la fórmula de Morgan hacen de The Crown una de las series más fascinantes de los últimos años.
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