EL ENCARGADO
Polémica en torno a la ficción que protagoniza Francella
Pablo Planovsky
Puede resultar interesante pensar por qué los sindicatos de camioneros de todo el mundo no se ofendieron, ni sacaron ningún comunicado, por cómo fueron representados en El irlandés, el relato épico de Martin Scorsese que sigue de cerca los lazos entre ese gremio, liderados por el carismático Jimmy Hoffa, con la mafia italiana. Lo mismo se podría pensar sobre la percepción de los taxistas sobre Taxi Driver, también de Scorsese. Una lectura posible podría sugerir que, desde el siglo XX, todos entendieron que se trata de relatos de ficción. Pero parece que este contrato implícito de los espectadores con una representación artística se rompió con el estreno de El encargado.
Para ser más precisos: la agrupación de encargados emitió un comunicado expresando su repudio contra la ficción. “No nos representa en lo más mínimo su violenta corrupción”, aclaran en referencia a las acciones que perpetra el personaje de Guillermo Francella. “Nuestro oficio no tiene nada que ver con lo que se cuenta”, especificaba la publicación, antes de exigir disculpas públicas de parte del actor y de la producción que se estrenó en la plataforma de streaming. El Suterh, de la que la agrupación no forma parte, se despegó de las declaraciones afirmando que “no tiene posición oficial” sobre la serie.
La respuesta del actor de El secreto de sus ojos hizo una lectura sobre la “mediocridad intelectual” y la falta absoluta de “criterio para razonar una propuesta de ficción” que parece gobernar a ciertos espectadores en 2022. Quizá la época en la que era necesario aclarar que “los hechos y personajes representados son ficticios, y cualquier parecido con personas o hechos reales es pura coincidencia” (como advertencia ante los espectadores más inocentes antes de comenzar una película o serie) no haya quedado atrás.
Diego Trejo, el titular de la Agrupación de encargados, respondió que “Francella nos está cargando (…). No sé cómo puede prestarse a hacer esto sabiendo que puede venirle un ataque del sindicato o nuestro grupo”. Alguien podría argumentar que el comunicado inicial de la Agrupación sirvió para darle más publicidad a la serie, que encabeza el ranking de lo más visto en Star+. Si la intención era otra, con la carta original y las expresiones posteriores, la imagen análoga podría ser la del Coyote cuando las bombas marca ACME le explotan en la cara cada vez que intenta detener al Correcaminos.
Es cierto que, como decía el ensayista George Santayana, “no se cree en la verdad más que cuando alguien la ha inventado con talento”. Eliseo, el protagonista al que remite el título de la serie, es un hombre servicial, que habla en tono suave y conciliador con cada uno de los vecinos que habitan el lujoso edificio donde él vive y trabaja hace varias décadas. Pero, en secreto, se aprovecha de la confianza que los vecinos depositan en él usar las distintas unidades funcionales cuando los dueños no están presentes. Como si fuera una versión argentina de Parasite, el drama coreano que ganó el Oscar en 2020, presenta un conflicto de clases en donde no queda muy en claro quién se aprovecha de quién.
Quizá la época en la que era necesario aclarar que “cualquier parecido con personas o hechos reales es pura coincidencia” no haya quedado atrás
El drama surge cuando a un abogado (Gabriel Goity) se le ocurre construir una pileta en la terraza del edificio. Para ello hay que demoler la vivienda de Eliseo y despedirlo. El abogado no siente remordimiento por la suerte del encargado, ni siquiera muestra gestos de solidaridad cuando le piden colaborar para una colecta (no: ningún colegio de abogados emitió un comunicado aclarando que el antagonista en esta ficción no es representativo de la profesión). Eliseo urde un plan para torcer la suerte a su favor, valiéndose de su ingenio y de la posición de privilegio que tiene en el inmueble de propiedad horizontal. Conoce a todos los que habitan el edificio, como a sus movimientos y sus personalidades. Como si fuera un panóptico mezclado con la idea del vouyerista que interpretaba James Stewart en La ventana indiscreta, usará todos en su favor.
El encargado no es el primer éxito del año para Guillermo Francella. El comediante encabezó el reparto de Granizo, la película que llegó a ser lo más visto cuando se estrenó en Netflix. Aunque encabezó los rankings de lo más visto de esa plataforma de streaming, y no solo en la Argentina, las críticas de los espectadores no fueron tan favorables como sucede con El encargado. El director, Marcos Carnevale, especuló sobre las razones que motivaron las críticas en contra: el “efecto Twitter” (en referencia a la “impunidad de los comentarios” en redes sociales) disparado por los números de audiencia que logró la película.
Twitter no fue el único espacio donde se viralizaron los comentarios contra Granizo. Los usuarios de Tiktok criticaron y se burlaron del acento cordobés que la actriz romina Fernandes le daba a un personaje oriundo de esa provincia. Los meteorólogos tampoco se quejaron de Granizo.
Una de las posibles lecturas sobre El encargado, que también se puede trasladar a Granizo, es que ambas (además del éxito en sus respectivas plataformas) tienen como eje cuestiones que van más allá de la profesión que ejercen sus protagonistas. La historia de El encargado, con un personaje que usa su inteligencia para sobrevivir ante las adversidades, no quedaría tan fuera de lugar si se la compara con otras de estafadores del cine y la TV, como Nueve reinas o Los simuladores.
Por supuesto, uno de los triunfos de la serie es contar el relato desde el punto de vista de un personaje enemistado con la moral. Tal vez esta serie dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, que ya han hecho otras sátiras en cine (como El ciudadano ilustre y Competencia oficial) vaya más allá de los encargados de edificios y revele, en pantalla, algo más profundo y generalizado de la sociedad argentina.
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