Es ingeniera y toma clases de piano por Zoom
María José Garino vive en Recoleta, tiene 4 hijos, 5 nietos y 7 bisnietos; es la “amiga del alma” de Lilita Carrió
Mariano Chaluleu
María José Pantoja Leite nació el 17 de marzo de 1914, hace 109 años, en Río de Janeiro. Emigró a la Argentina mucho tiempo después, a sus 24 años, por amor. Llegó a Buenos Aires con un diploma de ingeniera química bajo el brazo, aunque prácticamente no ejerció. Fue, justamente, después de graduarse cuando conoció al argentino que le robó el corazón: Enrique Garino. Se enamoraron al instante. Ahora, en su piso de Recoleta, frente a un piano de cola negro que predomina en el living, revive su historia de amor.
–¿Cómo conoció a su marido, María José?
–Fue en la playa, en 1933. Estábamos enamoradísimos, una pasión loca. Su papá era general del Ejército Argentino. Había ido a Río por una conferencia de la Cruz Roja y lo llevó a Enrique como secretario. Cuando vio lo que ocurría entre nosotros, me dijo con ironía: “Vos vas a venir a vivir con nosotros a Buenos Aires, mi hijo está solo y aburrido”. Y yo le respondí: “Bueno, si es por aburrimiento, tranquilo, yo aburrida no soy”. Y me vine a vivir con ellos.
–Antes se casó, imagino.
–Nos casamos, pero luego de unas charlas entre nuestras familias. Los papás de Enrique viajaron a Brasil a conocer a mis papás. Mi papá notó que Enrique todavía no se había graduado en la universidad y eso le generaba dudas. “Mi hija ya está recibida. Que tu hijo se reciba y después hablamos”, le dijo. Pero mi suegro lo convenció: “Mi hijo se muere si no se casan, yo le prometo que él se va a recibir, pero antes deje que estos dos chicos se casen”, le respondió. Nos casamos en Río. Después mi marido se hizo diplomático y viajamos mucho.
María José y Enrique tuvieron 4 hijos: Celia María, María Inés, María José y Enrique. Al día de hoy, todos ellos viven. Enrique falleció muy joven, a los 60 años, mientras cumplía funciones diplomáticas en Cali, Colombia. María José nunca volvió a estar en pareja.
–¿A qué edad aprendió a tocar el piano?
–Empecé a tomar clases cuando tenía 4 años. Hoy lo que más me gusta tocar es la música clásica y el tango. Hace unos años toqué en el Museo Fernández Blanco, con público. Hoy ya no hago eso, pero sigo tomando clases. A veces mi profesora viene a casa, otras veces lo hacemos por Zoom. La longevidad de María José no tiene grandes secretos. Desde hace años, más de veinte, se trata con un médico homeópata. Respecto de la dieta y la salud de su madre, Celia María asegura: “Nunca fue vegetariana, siempre comió de todo. Casi nunca tomó antibióticos. Tiene un registro de salud excelente. Tampoco tuvo diabetes, artrosis, o cualquiera de las enfermedades que se agarran muchas personas una vez que alcanzan cierta edad. Una vez, hace 25 años, tuvo que tratarse una pancreatitis con un médico convencional. Se operó, la cirugía fue un éxito y se recuperó”.
–Cada vez que se refiere a usted, Lilita Carrió la llama “amiga del alma”. ¿Cómo es su relación?
–Con Lilita nos conocimos en misa, hace 15 años. Es una persona extraordinaria. Es una mujer que no tiene miedo, que nació para luchar. Es valiente, noble y formidable. Yo la he apoyado siempre, y la seguiré apoyando
–Cuando se juntan, ¿de qué hablan?
–De todo. De política, siempre. Pero también hablamos de nuestras familias y de nosotras mismas. Como tengo 109 años, le he contado cómo vi al país atravesar la historia.
Celia María agrega: “A mi mamá siempre le interesó la política, pero Lilita hizo que se interesara más aún. Mamá siempre leyó muchos diarios, se actualiza todo el tiempo con las noticias. Cuando se juntaba para jugar al bridge, llevaba las boletas del partido que apoyaba y las distribuía entre sus amigos... Nunca fue peronista. Hasta hace unos años, iba a votar. Le tocaba siempre en una escuela de Recoleta donde le bajaban la urna al primer piso. Después de la pandemia, su cuerpo se debilitó un poco y ya no sale tanto”.
–María José, ¿se le ocurre algún consejo o reflexión para transmitirles a los jóvenes?
–Pasó el tiempo, mucho tiempo, ahora tengo 109 años. Pero creo que no puedo dar consejos, porque las épocas cambian. Los jóvenes tienen que vivir de acuerdo con su época. Luego, por mi parte, puedo decir que soy una persona “vieja”, pero no “vieja de alma”. Tuve muy buena educación, viajé por todo el mundo y estuve en un lugar privilegiado. He hecho una vida buena, con altos y bajos, pero muy buena. Tuve mucha suerte.
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