Un rey sin corona. La nobleza italiana y un crimen misterioso
La periodista Beatrice Borromeo, hija del conde de Arona, cuenta por qué decidió realizar un documental, disponible en Netflix, sobre un asesinato que tuvo como protagonista al príncipe Vittorio de Saboya
María Fernanda Mugica
Los vínculos de Beatrice Borromeo con la aristocracia son múltiples; por su nacimiento, en el seno de una de las familias más antiguas de la nobleza italiana, y por su casamiento con Pierre Casiraghi, hijo de la princesa Carolina de Hannover e integrante de la dinastía Grimaldi de Mónaco. Pero el menos conocido y más peculiar es el lazo trágico que la une a Vittorio Emanuele de Saboya, el príncipe que no llegó a ser rey de Italia.
El heredero, exiliado en 1946, luego de que Italia se proclamara república, es el centro de la serie documental dirigida por Beatrice Borromeo, El príncipe que nunca reinó, que hoy estrenará Netflix. En tres episodios cargados de suspenso, la periodista cuenta la historia del crimen del joven Dirk Hamer, alcanzado por dos disparos dirigidos al barco en el que dormía, en la isla de Cavallo, en 1978. En un principio, Vittorio Emanuele admitió haber disparado sin intenciones de herir a nadie, pero luego negó su responsabilidad directa en la muerte del joven. Birgit Hamer, la hermana de Dirk, luchó durante décadas para que se hiciera justicia.
“No sé si es un recuerdo verdadero, pero tengo memoria de escuchar sobre esta historia casi todos los días de mi infancia”, dice Borromeo, sobre la cercanía que tiene desde chica con este caso, durante una entrevista
Lejos de las fotos que la muestran siempre elegante en las funciones sociales monegascas, rodeada de dos grandes bibliotecas repletas de libros y con un look casual, la periodista parece estar en su elemento al otro lado de la pantalla al hablar con pasión sobre lo personal que resultó este proyecto, las dificultades que se le presentaron al volver sobre esta historia y su compromiso con conseguir un cierre emocional.
La relación de Borromeo con el asesinato de Dirk Hamer viene por parte de su madre, Paola Marzotto, hija de la famosa condesa y diseñadora de modas Marta Marzotto. La madre de la periodista es amiga desde la juventud de Birgit Hamer y la acompañó desde el primer momento en su búsqueda de justicia, que duró más de cuatro décadas.
“Recuerdo dos capítulos distintos, hasta un momento las charlas en mi casa eran alrededor de la falta de un juicio –cuenta Borromeo, cuyo padre es Carlo Ferdinando Borromeo, conde de Arona–. Y, después, recuerdo mucho dolor por la sentencia (que absolvió a Vittorio Emanuele). El juicio sucedió en 1991 y yo nací en 1985, así que no me acuerdo exacto qué me dijeron. Pero recuerdo que se convirtió en una obsesión para mi madre. Claramente, no tanto como para Birgit, pero creo que mi mamá de alguna manera se sentía identificada con ella. Tal vez porque sucedió cuando eran todavía adolescentes, a los 19 años, y porque mi madre es el tipo de persona que se la juega por otros. Estuvo muy sola apoyando a Birgit, muchos de su grupo social las dejaron solas. Y era muy joven cuando tuvo que organizar el funeral del hermano de Birgit, porque la familia estaba hecha pedazos. Así que creo que fue traumático para ella, aunque no le haya sucedido a su familia. La afectó profundamente, a un punto tal vez excesivo”.
Esta cercanía con la historia es tan profunda para Borromeo que incluso puede trazar su impacto como parte del origen de su vocación como periodista. “Creo que toda esta historia con los Saboya tuvo algo que ver con eso, porque cuando creces escuchando que la verdad está siendo abusada, mal manejada y negada, por tanto tiempo, todo eso tiene que decantar en algo -explica la periodista-. No digo que haya sido algo consciente, pero creo que siempre iba a hacer algo para luchar contra lo que creo que es injusto. En mi casa era imposible mirar para otro lado. Era muy importante para mi madre. Tal vez podría haber sido abogada, jueza o periodista. No sé, pero siempre iba a ser algo que me permitiera luchar contra lo que viera que fuera injusto y con lo que no pudiera vivir”.
Luego de sus estudios en la Universidad Bocconi de Milán, Borromeo hizo un máster en periodismo en la prestigiosa Universidad de Columbia, en Nueva York. Mientras tanto, trabajaba como modelo de pasarela para marcas como Chanel y Valentino, mostrando un interés por la moda que hoy se expresa en sus admirados looks y en su título de embajadora de Dior. Su labor periodística, publicada en Newsweek, El Fatto Quotidiano y The Daily Beast, entre otros medios, se enfocó en la investigación de temas álgidos como la mafia y la política italiana. Siendo muy joven, se animó a criticar públicamente a Silvio Berlusconi en la televisión de su país. Pero todo el tiempo había otra historia en su cabeza que no podía olvidar.
Con las herramientas que le dio su profesión, Borromeo ayudó a Birgit Hamer a conseguir un elemento crucial para su causa, que parecía perdida luego de que Vittorio Emanuele fuera absuelto por un tribunal francés, a principios de los 90. Se trata de un video en el que el heredero, cumpliendo una sentencia por otro delito, relacionado a sus negocios, le cuenta a dos compañeros de prisión cómo le disparó accidentalmente a Hamer.
“Para mí era tan personal que me arrepiento de cómo manejé las cosas cuando publiqué la exclusiva de la confesión -dice Borromeo-. No porque lo haya publicado, sino por la agresividad con la que lo hice. Para mí, finalmente, se hacía justicia después de más de cuarenta años y de pasar toda mi vida escuchando esta historia. Como periodista, debería haber estado más calma y hacer lo que sí hice esta vez: intentar obtener su versión de la historia, en vez de atacarlo en la primera plana. Fui muy agresiva con él y entiendo de dónde venía, pero, por ejemplo, fui muy agresiva con su hijo, Emanuele Filiberto, que no hizo nada malo y en ese momento no pude ver la diferencia. Era tan personal que los convertí a todos en un enemigo y eso estuvo mal. Cuando tuve la oportunidad de hacer este documental, sentí que era como un viaje para conseguir un cierre para Birgit, sus hijas, los Saboya y para mí y mi mamá”.
Luego de la publicación del video, Vittorio Emanuele demandó a Borromeo por millones de dólares, amparándose en una ley italiana que prohíbe filmar a alguien en la prisión, pero la Justicia consideró que estaba dentro del derecho de la familia de la víctima a la verdad (dado que Birgit Hamer realizó la investigación junto con la periodista).
Con todo este bagaje detrás, las condiciones no eran las mejores para que Borromeo convenciera a Vittorio Emanuele de darle una entrevista para su documental. “Realmente quería conseguirlo porque, primero, es su historia y necesitaba su versión; y segundo, porque necesitaba romper esta dinámica personal de que yo le dijera quién es él. No quería decirlo yo, quería escucharlo a él contarme todo y después que cada uno piense lo que quiera. Así que lo que hice fue empezar a dar vueltas a su alrededor como un tiburón -dice Borromeo, riéndose-. Llamé a cada persona que conozco que lo conoce a él también. Eventualmente, conseguí una dirección de mail y le empecé a escribir cartas. En un momento, creo que ya estaba un poco exasperado, me contestó que le escribiera a su hijo, que él iba a decidir”.
La situación con su hijo no era mucho mejor, ya que Borromeo también lo había atacado en sus notas. Finalmente, pudieron concertar la entrevista, pero Vittorio Emanuele la canceló el día anterior, al menos que le dejaran firmar los derechos de su imagen luego de ver la serie editada. Borromeo le dijo que no podía hacer eso, pero le prometió que su intención era llegar a la verdad, no reabrir el caso. Y después hizo algo que Vittorio Emanuele no esperaba de una periodista: se disculpó por la agresividad con la que los había tratado.
“Cuando lo conocí en persona estaba muy nerviosa, al principio -dice Borromeo-. Como siempre, creo que nos imaginamos a la gente mucho más grande de lo que es, de buena o mala manera. Así que él se volvió de tamaño humano y no me dio miedo. Creo que puedo identificarme con algunas cosas que dijo y con otras no. Pero, honestamente, pienso que logré ir sin una opinión formada y creo que él dio la mejor entrevista de su vida”.
Las intervenciones de Vittorio Emanuele en el documental son reveladoras. Más allá de lo que dice de forma explícita, su forma de hablar pinta a un hombre criado para un destino que nunca alcanzó y obstinado en negar lo que él mismo había confesado con respecto a la noche en la que, por un conflicto menor, disparó contra el barco en el que dormía un grupo de jóvenes, entre los que se contaban Birgit Hamer y su hermano Dirk, quien resultó herido y murió algunos días después.
“Mi opinión personal -esto no lo sé con seguridad, pero estoy convencidaes que contó esta gran mentira por varias razones y pagó por ella toda su vida -dice Borromeo-. Porque no fue a la cárcel, pero creo que esta mentira lo atormenta y, de alguna manera, hubiese sido más fácil decir la verdad y enfrentar las consecuencias. Nunca hubo un momento en el que pudiera dejar esto atrás, porque cuando mentís la gente está motivada a darse cuenta y recordártelo. Creo que te debe romper el corazón saber que sos responsable por la muerte de alguien y nunca lo pudo enfrentar realmente, tampoco puede hacerlo ahora. Pero no creo que haya sido frío al respecto porque no le importaba. Pienso que estaba intentando desesperadamente ocultar el dolor y, tal vez, lucir la máscara del príncipe, alguien que es diferente y que no tiene que responder a los mismos estándares que los otros. No porque sea este el caso, pero, por como fue criado, esa fue su identidad por los primeros nueve años de su vida”.
En este sentido, uno de los detalles que sorprenden de la entrevista de Vittorio Emanuele es su insistencia en compararse con Luis XVI.
“Era tan gracioso, tuvimos tantos momentos en los que decía cosas que no podíamos creer, pero realmente te da un pantallazo de su identidad fragmentada, porque el fue criado para ser rey y eso pesa –cuenta Borromeo–. Los primeros nueve años de tu vida tienen un impacto en quien sos. Por otro lado, él fue rechazado por un país que solía hacer desfiles en su honor y después lo odió por los errores imperdonables de su abuelo. Probablemente, tuviera mucha ira contra los italianos. Amor y enojo”.
Contrastando con el profundo drama de la historia, el marco en el que sucedió tiene el glamour propio de las historias de Agatha Christie y Patricia Highsmith. Borromeo consideró que era importante mostrar la belleza de ese verano en una isla francesa del Mediterráneo, entre Córcega y Cerdeña. Lo hace con muchísimo material de archivo, que permite viajar a ese tiempo y lugar, pero también con material filmado por ella y su equipo en 16mm, para mantener la misma estética y aumentar el efecto nostálgico que es quebrado por la tragedia.
“Ese incidente fue el final del verano, el final de la juventud, para tantas personas, porque eran muy privilegiados de ambos lados. Jóvenes, bellos, con toda su vida por delante. También Birgit tenía todo para sentirse muy afortunada. A todos ellos los había tocado la fortuna y, de repente, todo terminó esa noche. Para mí era muy importante dar una sensación de la belleza de todo eso y después mostrar cómo la vida de todos cambió radicalmente”, dice Borromeo, quien cuenta que ninguno de los testigos había hablado antes públicamente sobre lo sucedido. Algunos, por miedo, pero, en su mayoría, por el trauma que les generó.
“A fin de cuentas, creo que es algo importante para hacer y definitivamente le habla a la identidad de mis hijos –dice Borromeo–. Incluso trabajar en el proyecto de El príncipe que nunca reinó, me hizo pensar mucho en lo fundamental que es la identidad en la vida de la gente. Cuando estudiaba en Columbia, leímos un estudio que decía que es mucho más difícil no tener un país al que pertenecer que ser huérfano. De alguna manera, tu identidad no puede manejar no saber a dónde perteneces. Así que pienso que conocer de dónde venís y cual es tu historia es un paso importante para cualquiera para sentirse completo”.
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