María Fernanda Viola. “Estamos silenciados desde hace tiempo”
Tenía cinco años cuando el ERP mató a su padre y a su hermana de tres; contó su historia en el spot oficial
Texto Mariano de Vedia
Después de muchos años, nos dieron un espacio a mi familia y a las víctimas del terrorismo, que estamos silenciados desde hace mucho tiempo. En Tucumán se conoce mi historia, pero en la Argentina no”. Movilizada por el impacto de su participación en el spot oficial que difundió el gobierno de Javier Milei por el Día de la Memoria, María Fernanda Viola, de 54 años, espera que el mensaje contribuya a superar la grieta y que las víctimas de ambos lados se puedan abrazar algún día.
El video oficial relata el atentado contra su padre, el capitán Humberto Viola, asesinado a balazos junto a su hija María Cristina, de tres años, por una célula del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en Tucumán, el 1 de diciembre de 1974. El caso, producido en democracia, se encuentra ante una instancia decisiva en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La familia pidió al organismo que el hecho sea considerado un crimen de lesa humanidad y puedan ser juzgados sus autores directos y mediatos.
El presidente Alberto Fernández desestimó a fines de 2022 el reclamo ante la CIDH, pero los abogados de la familia Viola objetaron la respuesta. El trámite sigue su curso y la causa podría tomar un giro si la gestión de Javier Milei cambia la postura del gobierno argentino, con el argumento de que en el país se vivía en ese tiempo una “guerra revolucionaria”, como sostuvo en la campaña y ratificó el en spot oficial del domingo.
“Estamos frente a una oportunidad histórica”, resumió el doctor Javier Vigo Leguizamón, abogado de la familia, en una causa que bregó hasta su muerte la señora María Cristina Picón de Viola, viuda del militar y madre de la niña asesinada y de María Fernanda, la damnificada que dio su testimonio en el spot.
El planteo de los Viola apunta contra los autores mediatos del crimen, entre los que mencionan a Luis Mattini, el sucesor de Mario Santucho en la conducción del ERP. Luis Mattini era el nombre de combate que usaba Juan Arnold Kremer. El dirigente guerrillero presentó una autocrítica en el libro Los perros. Memoria de un combatiente revolucionario, al admitir que participó de la planificación del atentado y una evaluación posterior, en la que Santucho se indignó por la muerte de la criatura.
“Queremos que la historia se cuente en forma completa. Hay víctimas de los dos lados y nosotros estuvimos silenciados muchos años”, señaló María Fernanda Viola, que en el atentado de 1974 tenía cinco años y fue herida de gravedad. Con lesiones graves en el ojo, sufrió daños en el nervio óptico y desde entonces tiene baja visión. Maestra jardinera, trabaja como empleada en la Municipalidad de Yerba Buena y más de una vez fue al colegio estatal en el que cursaban sus hijos para quejarse por “la visión sesgada con que enseñaban la historia reciente”.
“La profesora de historia me dijo que su marido había sido desaparecido, y yo le dije que mi padre y mi hermana habían sido asesinados por los guerrilleros. Los militares cometieron errores, ‘pero los otros, ¿qué?”, contó.
Doble impacto
Con la difusión del video oficial, María Fernanda tuvo dos sensaciones. “La gente que me conoce, los que me rodean, me felicitaron. En varios medios, en cambio, predominó una visión crítica, decían que el spot no mostraba toda la verdad. Algunos, incluso, cuestionaban que se presentara el caso de mi padre porque el atentado había sido en 1974 y no en 1976, el año del golpe”.
Y, en lo personal, también recibió un impacto. “Me sentí muy movilizada. Si bien mi mama se fue hace tres años, ayer la extrañe más que nunca. No puedo bajar los brazos. Mi madre bregó siempre en favor de que la causa se declare de lesa humanidad. Le dije a Arturo Larrabure [hijo del coronel Argentino del Valle Larrabure, secuestrado y asesinado por la guerrilla después de un año de cautiverio] que veo una luz de esperanza”.
Para concretar su intervención en el spot oficial la contactaron de la Presidencia de la Nación. “Me llamaron de la Casa Rosada y enviaron un equipo de grabación a mi casa. No tuve contacto con [Juan Bautista] Tata Yofre, ni con autoridades oficiales, solo la gente del equipo que se ocupó de la producción. Hay mucha gente joven que desconoce lo que pasó”, relató Viola.
A raíz del ataque que le costó la vida a su padre y su hermana, María Fernanda permaneció cuatro meses en coma y debió someterse a ocho operaciones. “Me faltan huesos en la cabeza, padezco una disminución visual grande, producto del atentado. La bala toco el nervio óptico, tengo problemas en el campo visual. Me atendí en Tucumán. Dios hizo lo suyo, pero los médicos me salvaron la vida. Se la debo al neurólogo Ricardo Aguad y al cirujano plástico Juan Carlos Pacheco”, refirió. Hoy vive con sus hijos Agustín, de 18 años, y Felicitas, de 20.
Hoy recuerda y lamenta que durante el período de los Kirchner se suspendieron los actos de homenaje en el cementerio de Yerba Buena, donde descansan los restos de su padre y de su hermana. El Ejército hacía todos los 1° de diciembre un acto con, toque de silencio y una formación militar. Pero se interrumpieron. Se volvieron a hacer en las gestiones del presidente Mauricio Macri y el intendente de Yerba Buena, Mariano Campero, ahora diputado nacional. “Gracias a Dios, ahora continúan con el intendente Pablo Macchiarola”, dice Viola.
“A mi mamá le dolía el alma cuando se dejaron de hacerse los actos del Ejército. No se podía hacer nada y la causa judicial cerró por prescripción. Ella sufrió mucho, va a descansar totalmente en paz cuando vea que se haga justicia. No nos crió con odio, ni venganza, ni rencor”, completó.
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Luis Labraña. “No hubo conciencia al decir 30.000 desaparecidos”
El exintegrante de Montoneros reafirmó que inventó el número en una reunión con las Madres en el exilio
Mariano Chaluleu
Luis Labraña participó del spot del Gobierno
Es uno de los tres protagonistas del spot “Memoria completa”, que presentó el gobierno el 24 de marzo. Frente a cámara, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, Luis Labraña (77) repite una historia que contó por primera vez en 2009, durante la presentación del libro Volver a matar, de su amigo Juan Bautista “Tata” Yofre. El videograph lo presenta como “exguerrillero de las FAP, FAR y Montoneros”. Dice, sin vueltas, que él inventó la cifra de 30.000 desaparecidos.
Hay pocas precisiones en su relato. Muchas veces no consigue detallar fechas y confunde el orden cronológico de los hechos. Lo sabe, lo advierte: “Viví demasiadas cosas”, asegura. Además, omite intencionalmente muchos nombres. Dirá, más adelante, que poco le importa si le creen, que es su verdad.
–¿Cuál es su formación política?
–Mi padre era Horacio Torrado, una estrella del radioteatro, de pensamiento comunista. Se enamoró de Evita, estuvieron un tiempo juntos. Después apareció Perón y mi viejo fue perseguido. A los 12 años yo era comunista. Hasta que a los 16 años, caminando por Parque Patricios, veo una manifestación obrera. Venían con pancartas, cantando “Perón-Perón”. Y la policía montada carga. De repente me encontré tirando piedras y gritando “Perón-Perón”. Así entré al peronismo. –¿Recuerda su bautismo de fuego como guerrillero? –El primer operativo con las Fuerzas Armadas Peronistas iba a ser el asalto a un blindado en San Fernando, que falla por una pavada: fueron a buscar un auto de apoyo, lo robaron en una remisería, pero no se dieron cuenta de que no tenía combustible... Ahí mueren Diego Frondizi [sobrino de Arturo Frondizi] y Manuel Belloni [padre de Victoria Onetto]. A partir de ahí se disuelve el grupo y paso a Montoneros. Me recluta “Pingulis” [nombre de guerra de Carlos Hobert, fundador y máximo jefe de Montoneros].
–¿Cómo fue su carrera en Montoneros?
–Yo dirigía al grupo de combate en la zona de Bernal, Quilmes... Mi nombre de combate era Mariano. Rompo con Montoneros cuando pasa lo de Trelew [por la Masacre de Trelew], porque no me participan. Me rebelo, cuestiono, tengo discusiones. Un día me cita Arrostito [por Norma Arrostito, una de las líderes de la organización] en la confitería Las Artes, frente a la Facultad de Derecho, voy con mis cinco compañeros. Me dicen que quedamos detenidos, que entreguemos las armas y, si no lo hacíamos, nos iban a ejecutar. Yo dije que no, le mostré la 45 martillada y le dije “sacamela, hija de puta”. A partir de ahí me entran a buscar por cielo y tierra. Me protegen las FAR de Paco Urondo. Después, cuando Montoneros se unifica con las FAR, una de las condiciones que pedían es que me entregasen para el juicio revolucionario. Salí sin nada y depuse las armas porque yo peleé por el retorno de Perón, y Perón ya estaba en la Argentina.
–¿Por qué se fue del país?
–Porque llegaron a casa. Una vecina me avisó. Cargué lo que pude, todas las armas que tenía, dejé a mi mujer y a mi hijo recién nacido en lo de mi suegra. Y empecé a yirar. Me fui a Holanda, con pasaporte falso, a través de Montevideo.
–¿Por qué Holanda?
–Se habían hecho contactos para que me recibieran gente de la Cruz Roja y la Acnur. Allá me dediqué a estudiar, me recibí de licenciado de Lingüística.
–¿Cómo sucede el episodio en el que usted contó que inventó la cifra de 30.000 desaparecidos?
–Un día, en 1977, 1978, no me acuerdo, llegaron las Madres de Plaza de Mayo. Necesitaban ayuda económica para poder seguir su lucha. Las recibimos los exiliados. Ellas presentaron ante las autoridades holandesas un listado con los nombres de 4000 personas desaparecidas, aproximadamente,y explica ron que en la Argentina estaba ocurriendo un genocidio. Las autoridades respondieron “esto no es un genocidio, genocidio fue lo que tuvo el pueblo judío o armenio”. Entonces, en una reunión entre varios exiliados, yo dije “Che, ¿qué decimos? ¿90.000? ¿80.000? 30.000. Y quedó ahí. No hubo conciencia a la hora de decir el número.
–¿Recuerda quiénes estaban en esa reunión?
–No, no recuerdo.
–¿Qué repercusiones tuvo cuando reveló esto por primera vez?
–Hubo gente que dijo que tenía huevos y hubo quienes me dijeron de todo.
–A sus viejos compañeros de la guerrilla no les habrá gustado.
–La mayoría de mis viejos compañeros, los verdaderos, están muertos. Los que quedaron, o quedan vivos, son de segunda línea. Y después estaban los ratas traidores que mandaron a los pibes a la muerte. Esos viven como ricos, en el exterior.
–¿Cómo se gestó su participación en el spot “Memoria completa”?
–Me llamó la gente de comunicación del equipo de Santiago Oría. Al Tata Yofre ni lo vi, los tres que filmamos fuimos en momentos separados.
–¿No le preocupa que lo traten de mentiroso?
–Está en juego la historia argentina. Yo no tengo que probar nada. Imaginemos que yo no existo. Igual: alguien dijo que fueron 30, no importa quién sea. Alguien lo dijo, y es mentira. Averígüenlo. Con el hambre que hay en la Argentina, ¿ningún familiar de esos 22.000 que hay de diferencia entre el número de la Conadep y los 30.000 se acercó alguna vez a pedir una indemnización? Qué raro. Investiguen, hablen con las Madres que quedan vivas, busquen contradicciones.
Es uno de los tres protagonistas del spot “Memoria completa”, que presentó el gobierno el 24 de marzo. Frente a cámara, en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, Luis Labraña (77) repite una historia que contó por primera vez en 2009, durante la presentación del libro Volver a matar, de su amigo Juan Bautista “Tata” Yofre. El videograph lo presenta como “exguerrillero de las FAP, FAR y Montoneros”. Dice, sin vueltas, que él inventó la cifra de 30.000 desaparecidos.
Hay pocas precisiones en su relato. Muchas veces no consigue detallar fechas y confunde el orden cronológico de los hechos. Lo sabe, lo advierte: “Viví demasiadas cosas”, asegura. Además, omite intencionalmente muchos nombres. Dirá, más adelante, que poco le importa si le creen, que es su verdad.
–¿Cuál es su formación política?
–Mi padre era Horacio Torrado, una estrella del radioteatro, de pensamiento comunista. Se enamoró de Evita, estuvieron un tiempo juntos. Después apareció Perón y mi viejo fue perseguido. A los 12 años yo era comunista. Hasta que a los 16 años, caminando por Parque Patricios, veo una manifestación obrera. Venían con pancartas, cantando “Perón-Perón”. Y la policía montada carga. De repente me encontré tirando piedras y gritando “Perón-Perón”. Así entré al peronismo. –¿Recuerda su bautismo de fuego como guerrillero? –El primer operativo con las Fuerzas Armadas Peronistas iba a ser el asalto a un blindado en San Fernando, que falla por una pavada: fueron a buscar un auto de apoyo, lo robaron en una remisería, pero no se dieron cuenta de que no tenía combustible... Ahí mueren Diego Frondizi [sobrino de Arturo Frondizi] y Manuel Belloni [padre de Victoria Onetto]. A partir de ahí se disuelve el grupo y paso a Montoneros. Me recluta “Pingulis” [nombre de guerra de Carlos Hobert, fundador y máximo jefe de Montoneros].
–¿Cómo fue su carrera en Montoneros?
–Yo dirigía al grupo de combate en la zona de Bernal, Quilmes... Mi nombre de combate era Mariano. Rompo con Montoneros cuando pasa lo de Trelew [por la Masacre de Trelew], porque no me participan. Me rebelo, cuestiono, tengo discusiones. Un día me cita Arrostito [por Norma Arrostito, una de las líderes de la organización] en la confitería Las Artes, frente a la Facultad de Derecho, voy con mis cinco compañeros. Me dicen que quedamos detenidos, que entreguemos las armas y, si no lo hacíamos, nos iban a ejecutar. Yo dije que no, le mostré la 45 martillada y le dije “sacamela, hija de puta”. A partir de ahí me entran a buscar por cielo y tierra. Me protegen las FAR de Paco Urondo. Después, cuando Montoneros se unifica con las FAR, una de las condiciones que pedían es que me entregasen para el juicio revolucionario. Salí sin nada y depuse las armas porque yo peleé por el retorno de Perón, y Perón ya estaba en la Argentina.
–¿Por qué se fue del país?
–Porque llegaron a casa. Una vecina me avisó. Cargué lo que pude, todas las armas que tenía, dejé a mi mujer y a mi hijo recién nacido en lo de mi suegra. Y empecé a yirar. Me fui a Holanda, con pasaporte falso, a través de Montevideo.
–¿Por qué Holanda?
–Se habían hecho contactos para que me recibieran gente de la Cruz Roja y la Acnur. Allá me dediqué a estudiar, me recibí de licenciado de Lingüística.
–¿Cómo sucede el episodio en el que usted contó que inventó la cifra de 30.000 desaparecidos?
–Un día, en 1977, 1978, no me acuerdo, llegaron las Madres de Plaza de Mayo. Necesitaban ayuda económica para poder seguir su lucha. Las recibimos los exiliados. Ellas presentaron ante las autoridades holandesas un listado con los nombres de 4000 personas desaparecidas, aproximadamente,y explica ron que en la Argentina estaba ocurriendo un genocidio. Las autoridades respondieron “esto no es un genocidio, genocidio fue lo que tuvo el pueblo judío o armenio”. Entonces, en una reunión entre varios exiliados, yo dije “Che, ¿qué decimos? ¿90.000? ¿80.000? 30.000. Y quedó ahí. No hubo conciencia a la hora de decir el número.
–¿Recuerda quiénes estaban en esa reunión?
–No, no recuerdo.
–¿Qué repercusiones tuvo cuando reveló esto por primera vez?
–Hubo gente que dijo que tenía huevos y hubo quienes me dijeron de todo.
–A sus viejos compañeros de la guerrilla no les habrá gustado.
–La mayoría de mis viejos compañeros, los verdaderos, están muertos. Los que quedaron, o quedan vivos, son de segunda línea. Y después estaban los ratas traidores que mandaron a los pibes a la muerte. Esos viven como ricos, en el exterior.
–¿Cómo se gestó su participación en el spot “Memoria completa”?
–Me llamó la gente de comunicación del equipo de Santiago Oría. Al Tata Yofre ni lo vi, los tres que filmamos fuimos en momentos separados.
–¿No le preocupa que lo traten de mentiroso?
–Está en juego la historia argentina. Yo no tengo que probar nada. Imaginemos que yo no existo. Igual: alguien dijo que fueron 30, no importa quién sea. Alguien lo dijo, y es mentira. Averígüenlo. Con el hambre que hay en la Argentina, ¿ningún familiar de esos 22.000 que hay de diferencia entre el número de la Conadep y los 30.000 se acercó alguna vez a pedir una indemnización? Qué raro. Investiguen, hablen con las Madres que quedan vivas, busquen contradicciones.
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