De fingir demencia a pregonar coherencia
Guillermo Oliveto
Antiguos y conocidos cultores de los extremos, los argentinos están visitando esas fronteras una vez más. Sus patrones de compra dieron un giro de 180 grados en cuestión de semanas. Hemos pasado de fingir demencia a pregonar coherencia. De aquel “la plata no se puede invertir en nada, hay que gastarla toda”, en noviembre de 2023, al mantra de época planteado por el Gobierno y que signará 2024: “No hay plata”.
Y digo pregonar porque hoy la coherencia, que en definitiva es la correlación entre los dichos y los hechos, se ha transformado en un valor que se incorpora, se piensa, se comenta, se postea y se ejecuta.
La coherencia se vincula con lo que tiene sentido, con lo que logra ser comprendido porque es razonable, con aquellas estructuras narrativas cuyos elementos tienen conexiones lógicas entre sí y que, justamente por ello, adquieren solidez.
Esa coherencia, que emerge de una repentina y, en la gran mayoría de los casos, forzada toma de conciencia, se ha transformado en el nuevo deber ser. Un valor que se predica y se socializa, que se vocea y del que hay que seguir el ejemplo. Para ponerlo en palabras textuales de los consumidores que entrevistamos en nuestra última investigación cualitativa: “Hay que aprender a comprar de nuevo”.
En el que fue su último ensayo, el reconocido sociólogo Manuel Mora y Araujo publicó en 2011 La Argentina bipolar. Luego de haber estudiado, medido y analizado la opinión pública durante décadas, llegaba a la conclusión de que nuestro colectivo social tenía un carácter ciclotímico, oscilante, inestable, que basculaba entre los límites con serias dificultades para encontrar aquel virtuoso punto medio que proponían los filósofos clásicos hace 2500 años, tanto en Occidente como en Oriente.
Comportamiento pendular
Decía Mora: “La sociedad argentina muestra una pauta de comportamiento pendular, cuyas raíces no son obvias. Para referirme a eso encuentro útil la metáfora de la sintomatología bipolar: una dificultad esencial para encontrar estados de equilibrio y permanecer en ellos mucho tiempo”.
Puesto en estos términos, es imprescindible asumir que el proceso actual no sigue los patrones de una evolución, sino de una disrupción. Es un antes y un después. ¿En qué? En mucho. Y además, va muy rápido. Tomando la impronta de la tecnología, viga estructural de este siglo, busca la velocidad exponencial.
Siendo así, es natural que los mercados se estén reconfigurando de manera acelerada y con profundidad. No se trata de cambios cosméticos, sino de alteraciones que tienen magnitud y densidad.
Si antes ganaba el que tenía stock, hoy el éxito se acerca al que mejor interpreta el juego de la seducción. Pasamos de un mercado de oferta a uno de demanda. Antes había que abastecer porque te venían a comprar, ahora hay que conquistar porque hay que vender.
El consumidor ha vuelto a ubicarse en el centro del escenario iluminado por una luz cenital. Allí se concentra hoy todo el foco de atención de las empresas y sus marcas.
En tiempos tumultuosos como el actual, los negocios dependen, en buena medida, de la capacidad que cada uno tenga para dilucidar los deseos y anticipar los movimientos de esas personas que están “revisando”, “repensando”, “midiendo” y “recortando” por doquier.
Brota como si surgiera de la nada una repentina toma de conciencia. Pero en realidad, esa latencia ya estaba ahí. Sucede que fingíamos no saberlo, mirábamos para otro lado, nos hacíamos trampa al solitario. Nos hacíamos “los dementes”, pero no lo estábamos. Era una impostura circunstancial. Ahora llegó la hora de una verdad que para muchos resulta difícil, incómoda, fastidiosa, dolorosa y, en algunos casos, hasta insoportable. Hoy los consumidores nos dicen: “Ahora se compra lo justo y necesario” y “ahora hay que mirar todo”.
Mientras los mercados financieros festejan, los sectores productivos y comerciales sufren. La macroeconomía está corrigiendo velozmente sus marcados desequilibrios, especialmente aquel que el Gobierno ha planteado como su objetivo central: no gastar más de lo que se tiene.
Esta definición de política económica se vincula de manera directa con la inflación. Las mediciones semanales de alta frecuencia de muchas consultoras, entre ellas Ecolatina, Econviews, Econométrica, IPC Online y LCG, están indicando que la suba de precios de marzo sería inferior a la de febrero y se acercaría al 11%.
En simultáneo, la microeconomía confirmará el tercer mes de una contracción significativa. Cuando lleguen los datos, veremos caídas para el primer trimestre acumulado del orden del 40% en las ventas de electrodomésticos, 30% en las de autos e indumentaria, 27% en motos, 25% en shoppings e insumos para la construcción, 20% en despachos de cemento, 15% en combustibles, 8% en supermercados y 5% en el total del sector de consumo masivo.
Los datos fácticos de la economía cotidiana obviamente están vinculados con las conductas de los consumidores. La pregunta que muchos hacen es ¿qué se recorta? Pero en realidad la pregunta debiera ser ¿qué no se recorta? Ese pregonar coherencia conceptual, en la praxis, se traduce como la búsqueda de un nuevo Santo Grial. O, mejor dicho, dos.
En la clase alta y la clase media alta, se trata de la eficiencia. Hay que “discriminar, elegir, precisar, para sostener”. En la clase media baja y la clase baja, los recursos son mucho más escasos. Allí toda la energía está puesta en el rendimiento. Hay que “estirar para poder zafar” porque “si antes ya no se llegaba a fin de mes, ahora directamente se volvió una lucha”.
¿Cómo se concilian estas dos dimensiones que lucen tan antagónicas en ese magma tan volátil e impredecible que es el humor social?
Los números y la verdad
En su libro, Elogio de las matemáticas, el filósofo francés Alain Badiou enfatiza la necesidad que tiene el humanismo contemporáneo de recuperar su vinculación con las ciencias exactas. Para él, la conexión entre las matemáticas y la filosofía resulta obvia y natural: ambas siguen intrincados caminos para concluir con el hallazgo de una verdad. Es esa facultad para alcanzar el descubrimiento la que produce un goce similar en ambas disciplinas.
Recuerda que las matemáticas precedieron a la filosofía y que operaron como un modelo a escala para demostrar que, siguiendo ciertos pasos y procedimientos lógicos, la verdad podía ser algo unívoco ajeno a la subjetividad o la opinión. También que, no en vano, grandes filósofos, como Descartes o Leibniz, fueron genios matemáticos. Y que otros padres del racionalismo, como Spinoza o Kant, consideraban que si no hubiera habido matemáticas no habría existido la filosofía simplemente porque no se hubiera sabido cómo buscar la verdad. De hecho, recuerda que fue el propio Platón quien en el frontispicio de su academia escribió: “Que nadie entre aquí sin ser geómetra”.
El pensamiento y la reflexión sobre el ser humano no podían ni pueden disociarse de la rigurosidad y la racionalidad que proponen la aritmética o la geometría.
Badiou se explaya con pasión en un texto que publicó a los 78 años: “Las matemáticas combinan de una forma singular la intuición y la prueba, lo que también debe hacer el texto filosófico”. Implican “seguir un camino extremadamente retorcido y complejo en una selva de nociones y conceptos y, a pesar de todo, en un momento dado ese camino conduce a un claro magnífico (…) está esa idea de un verdadero descubrimiento, de un resultado sorprendente, al precio de un recorrido a veces difícil de seguir, pero del que se obtiene una recompensa (…) Descartes, que era un gran matemático, lo que retiene de las matemáticas en su proyecto filosófico es claro: el ideal de demostración. Para él, el texto filosófico debe tomar la forma de una larga cadena de razones que constituyen lo propio de las matemáticas (…) Desde su origen las matemáticas eran ejemplo de un proceso de conocimiento que se valía por sí mismo. Cuando se tiene una prueba, bueno, se tiene una prueba (…) las matemáticas hacen tambalear todos los relatos tradicionales: la prueba se presenta como dependiente solo de la demos tración racional, expuesta a todos y refutable en su principio mismo (…). En este sentido, las matemáticas forman parte del pensamiento democrático, que por cierto aparece en Grecia al mismo tiempo que esta disciplina”.
El último concepto del filósofo francés viene a recordar que, por definición, la democracia no es un formato de organización social y política sujeto al juicio ni la voluntad de un monarca o un rey, sino al juicio colectivo que realizan los ciudadanos de lo que se les presenta como la verdad de ese momento bajo argumentación y evaluación racional.
Buscando despejar el ruido propio en un momento de transición vertiginosa, cabe seguir las enseñanzas de Badiou y ampararnos en esa tercera dimensión que, con la frialdad de sus propios números, tiende un puente entre las auspiciosas cifras de la macroeconomía y los angustiantes registros de la microeconomía. Estoy hablando de las encuestas de opinión pública que, con la rigurosidad matemática de la estadística, nos ayudan a dilucidar los estados de ánimo de la sociedad.
La última medición nacional de Aresco, realizada en un mes de marzo fuertemente recesivo, indica que el 56% de la población aprueba la gestión del Gobierno y que el 57,5% lo volvería a votar en un balotaje. El relevamiento de Poliarquía arroja cifras muy parecidas: 58% de aprobación.
La fría racionalidad matemática nos está diciendo cuál es la verdad de esta hora. Como se señaló, el primer trimestre de este año quedó definido por una paradoja extraña e inédita: recesión con ilusión.
El primer trimestre llegó ayer a su fin. Para seguir analizando los acontecimientos con buen juicio, y sin prejuicios, valdría la pena sumar al marco analítico dos conceptos que nos pueden ser de utilidad.
El primero es de origen local, de aquel libro de Mora y Araujo. Al sintetizar el mayor riesgo de nuestra condición bipolar, advertía cuál era el problema intrínseco al ser nacional que nos llevaba hacia ninguna parte: “Vivir oscilando entre la ilusión y la decepción”. Desafío central tanto para el Gobierno como para los ciudadanos en los próximos meses.
Mientras los mercados financieros festejan, la producción y el comercio sufren
Prosa y poesía
El segundo es de carácter global. Ya en 2012 el sociólogo francés Edgar Morin, quien es considerado académicamente el padre del pensamiento complejo, fundamental para la comprensión profunda de lo humano, planteaba la escisión de la vida del hombre en prosa y poesía.
En la analogía literaria, la prosa se vincula con la tarea, el esfuerzo, el trabajo, incluso el sufrimiento. La poesía, en cambio, está relacionada con el juego, la fiesta, la celebración.
Al cumplir 100 años, publicó un nuevo ensayo titulado Lecciones de un siglo de vida. Entre muchos sabios consejos, propios de su lucidez centenaria, volvía a recordar y enfatizar que la vida es necesariamente prosa, sí, porque sin ella no sería factible. Pero que, sin la suficiente dosis de poesía, no solo se torna árida, áspera, insulsa, sino que además tiene poco sentido.
La pregunta que muchos se hacen es: ¿qué se recorta? Pero en realidad debería ser: ¿qué no se recorta?
La fría racionalidad matemática nos está diciendo cuál es la verdad de esta hora: la extraña paradoja de recesión con ilusión
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Una de las herramientas de inversión más utilizadas por los ahorristas está en baja, impactada por la tasa de interés y la imposición de inmovilizar el dinero por 180 días
Javier Blanco
Volvió a crecer la cantidad de plazos fijos tradicionales
El boom de los plazos fijos ajustables por inflación (plazos fijos UVA), que se había desatado con fuerza luego de las últimas elecciones primarias, parece haber terminado.
En los primeros días del gobierno de Javier Milei, el ministro de Economía, Luis Caputo, cuando anunció la devaluación del peso, le dio un empujón extra al alza del índice de precios, que ya venía a velocidad elevada. En diciembre fue el pico de aumento, con una devaluación del 54%. Pero ese período de suba, que impacta directamente en el índice UVA que se aplica a los plazos fijos, parece haber terminado. Es más, comienza a insinuarse un posible ocaso de la inversión. Aunque, claro está, aún deberá pasar algún tiempo más para poder establecer cómo serán el destino y el camino de esa enorme cartera.
El stock total de esos depósitos, que –hay que decir– ya había comenzado a caer si se mide en términos reales, es decir, si se le aplica la inflación, por estos días ha empezado a reducirse incluso en términos nominales.
La caída ya se deja ver en los números. Desde un máximo cercano a $0,96 billones que esas colocaciones privadas habían alcanzado finalizada la primera semana de marzo, según datos oficiales al 22 de marzo, se llegó a los $0,88 billones.
Eso implica desarmes que promedian entre 8000 millones y 9000 millones de pesos por cada una de las jornadas hábiles que hubo.
La contracara de este fenómeno es que se comenzaron a estabilizar las colocaciones a plazo fijo tradicional. De hecho, el stock nominal de la herramienta más usada por el ahorrista argentino creció de $17,9 billones a $19 billones en dos semanas. Este aumento, aunque incipiente, se da en momentos en que la tasa ha ido a la baja ya que ahora se paga un interés mensual que oscila ente el 5,5% al 6,1%, de acuerdo con el monto y el banco.
La mano del Central
Esta situación de mercado sucede desde que el Banco Central (BCRA) propició esa baja, al eliminar el “piso” del 9,04% de interés mensual, que estaban obligados a respetar los bancos hasta el 11 de marzo. Entonces, la entidad monetaria bajó 30 puntos la tasa de referencia (pasó de 110% a 80% nominal anual) y de esa manera activó la “licuadora” con la que trata de limpiar el balance en el BCRA, al achicar fuerte, en términos reales, sus pasivos remunerados.
El ocaso del los plazos fijos UVA es una tendencia que se empezó a insinuar a fines de febrero, pero que se intensificó tras la primera semana de marzo, es decir, cuando comenzaron a vencer los últimos que habían sido constituidos a 90 días y resultaron, por lejos, la inversión más rentable en dicho lapso.
Fue lo que llevó a los bancos, en un contexto de baja de tasas, a pedirle al BCRA que desaliente estas colocaciones, algo que dispuso al duplicar, desde el 28 de diciembre pasado, el plazo mínimo para esas imposiciones hasta los 180 días.
La medida estuvo motivada en que, días antes, las entidades habían intentado bloquear o desalentar por otros caminos este tipo de depósitos (ya sea quitando la opción de constituirlos por home banking o restringiéndolos solo a sus clientes), sin mayores resultados.
Vale recordar que quien hubiera constituido un plazo fijo UVA en diciembre no solo mantuvo el valor adquisitivo del capital invertido en pesos, sino que realizó una ganancia de entre el 60% y el 70% trimestral en dólares, si decidió volcar esos pesos a la compra de los dólares “accesibles”, sea en el mercado financiero o, en su caso, en el paralelo.
Los analistas y operadores explican que la resistencia de los ahorristas a renovarlos está vinculada a la desaceleración de la inflación verificada, una tendencia que, según el mercado, se va a profundizar en los próximos meses, lo que puede vincularse con la confianza que existe hacia esa evolución.
Pero, además, a la desconfianza que genera tener que inmovilizar pesos por un semestre en medio de una transformación económica en marcha, pero no asegurada, y que encuentra, a la vez, problemas para promulgar leyes que la validen.
“Creo que el mayor condicionante a las renovaciones es la tasa de inflación con tendencia a la baja, lo que está mostrando que la política económica generó credibilidad en ese sentido. El problema que aparece es que no hay muchos instrumentos para cubrirse y, en medio del cepo, ir al dólar legal se le complica al ahorrista común sin manejo financiero, lo que queda a la vista por la calma que mantuvieron los dólares libres”, juzga el analista y operador de mercado Esteban Monte.
En los bancos incluso certifican este cuadro. “Tuve que explicarles a varios clientes cómo hacer para comprar dólar MEP a pedido. Son ahorristas que sienten que ya no tienen mecanismo tradicional alguno a mano para preservar el valor efectivo de sus pesos y no se dolarizan por elección, sino por opción. Una clienta incluso volvió a verme una vez hecha la operación para cerciorarse de que se le hubiera cerrado la cuenta comitente que hubo que abrirle para operar los bonos”, confió un ejecutivo de un banco privado líder consultado por especto.
El boom de los plazos fijos ajustables por inflación (plazos fijos UVA), que se había desatado con fuerza luego de las últimas elecciones primarias, parece haber terminado.
En los primeros días del gobierno de Javier Milei, el ministro de Economía, Luis Caputo, cuando anunció la devaluación del peso, le dio un empujón extra al alza del índice de precios, que ya venía a velocidad elevada. En diciembre fue el pico de aumento, con una devaluación del 54%. Pero ese período de suba, que impacta directamente en el índice UVA que se aplica a los plazos fijos, parece haber terminado. Es más, comienza a insinuarse un posible ocaso de la inversión. Aunque, claro está, aún deberá pasar algún tiempo más para poder establecer cómo serán el destino y el camino de esa enorme cartera.
El stock total de esos depósitos, que –hay que decir– ya había comenzado a caer si se mide en términos reales, es decir, si se le aplica la inflación, por estos días ha empezado a reducirse incluso en términos nominales.
La caída ya se deja ver en los números. Desde un máximo cercano a $0,96 billones que esas colocaciones privadas habían alcanzado finalizada la primera semana de marzo, según datos oficiales al 22 de marzo, se llegó a los $0,88 billones.
Eso implica desarmes que promedian entre 8000 millones y 9000 millones de pesos por cada una de las jornadas hábiles que hubo.
La contracara de este fenómeno es que se comenzaron a estabilizar las colocaciones a plazo fijo tradicional. De hecho, el stock nominal de la herramienta más usada por el ahorrista argentino creció de $17,9 billones a $19 billones en dos semanas. Este aumento, aunque incipiente, se da en momentos en que la tasa ha ido a la baja ya que ahora se paga un interés mensual que oscila ente el 5,5% al 6,1%, de acuerdo con el monto y el banco.
La mano del Central
Esta situación de mercado sucede desde que el Banco Central (BCRA) propició esa baja, al eliminar el “piso” del 9,04% de interés mensual, que estaban obligados a respetar los bancos hasta el 11 de marzo. Entonces, la entidad monetaria bajó 30 puntos la tasa de referencia (pasó de 110% a 80% nominal anual) y de esa manera activó la “licuadora” con la que trata de limpiar el balance en el BCRA, al achicar fuerte, en términos reales, sus pasivos remunerados.
El ocaso del los plazos fijos UVA es una tendencia que se empezó a insinuar a fines de febrero, pero que se intensificó tras la primera semana de marzo, es decir, cuando comenzaron a vencer los últimos que habían sido constituidos a 90 días y resultaron, por lejos, la inversión más rentable en dicho lapso.
Fue lo que llevó a los bancos, en un contexto de baja de tasas, a pedirle al BCRA que desaliente estas colocaciones, algo que dispuso al duplicar, desde el 28 de diciembre pasado, el plazo mínimo para esas imposiciones hasta los 180 días.
La medida estuvo motivada en que, días antes, las entidades habían intentado bloquear o desalentar por otros caminos este tipo de depósitos (ya sea quitando la opción de constituirlos por home banking o restringiéndolos solo a sus clientes), sin mayores resultados.
Vale recordar que quien hubiera constituido un plazo fijo UVA en diciembre no solo mantuvo el valor adquisitivo del capital invertido en pesos, sino que realizó una ganancia de entre el 60% y el 70% trimestral en dólares, si decidió volcar esos pesos a la compra de los dólares “accesibles”, sea en el mercado financiero o, en su caso, en el paralelo.
Los analistas y operadores explican que la resistencia de los ahorristas a renovarlos está vinculada a la desaceleración de la inflación verificada, una tendencia que, según el mercado, se va a profundizar en los próximos meses, lo que puede vincularse con la confianza que existe hacia esa evolución.
Pero, además, a la desconfianza que genera tener que inmovilizar pesos por un semestre en medio de una transformación económica en marcha, pero no asegurada, y que encuentra, a la vez, problemas para promulgar leyes que la validen.
“Creo que el mayor condicionante a las renovaciones es la tasa de inflación con tendencia a la baja, lo que está mostrando que la política económica generó credibilidad en ese sentido. El problema que aparece es que no hay muchos instrumentos para cubrirse y, en medio del cepo, ir al dólar legal se le complica al ahorrista común sin manejo financiero, lo que queda a la vista por la calma que mantuvieron los dólares libres”, juzga el analista y operador de mercado Esteban Monte.
En los bancos incluso certifican este cuadro. “Tuve que explicarles a varios clientes cómo hacer para comprar dólar MEP a pedido. Son ahorristas que sienten que ya no tienen mecanismo tradicional alguno a mano para preservar el valor efectivo de sus pesos y no se dolarizan por elección, sino por opción. Una clienta incluso volvió a verme una vez hecha la operación para cerciorarse de que se le hubiera cerrado la cuenta comitente que hubo que abrirle para operar los bonos”, confió un ejecutivo de un banco privado líder consultado por especto.
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El Fondo Estabilizador del Trigo, creado por el gobierno anterior, se nutría de parte de la recaudación de retenciones a la soja
Fernando Bertello
El Gobierno formalizará la semana entrante la eliminación del Fondo Estabilizador del Trigo Argentino (FETA), creado durante el gobierno de Alberto Fernández para subsidiar la harina que la industria molinera entrega a las panaderías. El fideicomiso, si bien era manejado por el Estado y se nutría del aporte privado de las retenciones a la soja, en los hechos ya estaba desactivado desde diciembre pasado.
Aunque no lo mencionó por su nombre, ayer el vocero presidencial, Manuel Adorni, dijo en la red X: “Habíamos anunciado el deseo de terminar con cada uno de los fondos fiduciarios que dependen del dinero del Estado nacional. La semana que viene quedará eliminado formalmente el primero de ellos: llevaba dilapidados sin sentido 69.000 millones de pesos”. Según trascendió de fuentes oficiales, ese fondo es el FETA.
En la práctica, como se mencionó, el mecanismo ya no estaba activo. “La Secretaría de Comercio les mandó una notificación el 10 de diciembre a todos los molinos para decir que se dejaba sin efecto; terminaron de liquidar lo que debían durante diciembre y enero”, contó una fuente industrial. Días antes, incluso BICE Fideicomisos, que actuaba como fiduciario del FETA, había anunciado a las empresas que recibió una nota de Comercio sobre el fin de la operatoria.
Este fondo estatal fue creado por decreto en marzo de 2022. En ese momento lo impulsó el entonces secretario de Comercio Roberto Feletti, ante la suba de los precios internacionales de los granos tras la invasión de Rusia a Ucrania, dos productores claves en commodities agrícolas.
En un primer momento, el fondo se nutrió con la suba de las retenciones a la harina y el aceite de soja del 31 al 33%. La expectativa era recaudar US$400 millones. Cuando empezó a funcionar, todos los meses publicaba un precio de referencia para la harina entregada a las panaderías.
El gobierno anterior fijó las condiciones de acceso y terminó ingresando casi una treintena de molinos. Todos los meses, la Secretaría de Comercio fijaba un valor más bajo para la harina subsidiada que llegaba a las panaderías. Desde un primer instante, el FETA no estuvo exento de polémica, como una denuncia de legisladores de la Coalición Cívica contra Feletti y, además, un pedido para investigar a Molino Cañuelas, el principal molino del país, con un 25% de la molienda.
La empresa, no obstante, nunca recibió notificación alguna de la Justicia, según han dicho en la compañía, que además defendió el mecanismo por su implementación de controles y estaba vinculado al nivel de abastecimiento.
Molino Cañuelas, vale recordar, está negociando con acreedores la salida de un concurso por unos US$1300 millones donde ofrece respetar la moneda de origen, sin quitas ni con años de gracia de por medio, según explicaron en su momento desde la firma. En diciembre pasado, Impulsar informó que el FETA destinó más de $33.000 millones para el grupo Molca (Molino Cañuelas y Florencia).
Con la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía, después de varios meses el FETA pasó a fondearse con el 1,3% de lo recaudado con las retenciones al aceite y la harina de soja. Esto fue luego de que el exfuncionario dejó sin efecto la suba de los derechos de exportación para ambos productos, medida que, en cierto modo, tomó para agradecer a los exportadores por contribuir al dólar soja.
“Establécese en uno coma tres (1,3) puntos porcentuales de la alícuota del derecho de exportación de las mercaderías alcanzadas por las posiciones arancelarias de la nomenclatura común del Mercosur (n.c.m.) 2304.00.10, 1507.10.00, 2302.50.00, 1507.90.11, 1507.90.90 y 2308.00.00, en todos los casos que contengan soja, como importe que será destinado al Fondo Estabilizador del Trigo Argentino, creado por el decreto Nº 132 de fecha 19 de marzo de 2022, en el marco de lo dispuesto en el decreto Nº 288 de fecha 31 de mayo de 2023”, decía la norma del gobierno anterior que hizo el cambio de fondeo.
En los hechos, el fideicomiso ya estaba desactivado desde diciembre pasado
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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