domingo, 4 de agosto de 2024

ANIVERSARIO DE JOSEPH CONRAD


“El vértigo de la aventura inminente”: Joseph Conrad, en el podio del canon literario de Borges
A cien años de la muerte del autor de “El corazón de las tinieblas”, entre otras grandes novelas, el escritor, periodista y académico Jorge Fernández Díaz repasa la relevancia de la obra de Conrad a través de la mirada borgeana
Jorge Fernández Díaz
A cien años de la muerte de Joseph Conrad, autor de "El corazón de las tinieblas", entre otras novelasBettmann - Bettmann
Contra la sacrosanta cartografía de los críticos de su tiempo, Jorge Luis Borges prefirió siempre reivindicar a excelsos escritores populares, y es notorio el modo en que, sin desdeñar por supuesto a Shakespeare ni a Cervantes, prefirió muchas veces a Wells, Stevenson y Chesterton por sobre Proust, Joyce y Faulkner. 
El jueves 7 de abril de 1960, mientras Borges comía en la casa de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, comentó los primeros párrafos de La línea de sombra. Su lectura constituye hoy mismo una pequeña clase magistral acerca de la narración y una sutil ironía sobre un cierto prejuicio académico: “Es un comienzo natural –dijo entonces-. Las frases de Conrad son directas, establecen inmediatamente una intimidad con el lector. Esta manera de entrar en materia parece menos rara que las de Henry James o de Faulkner. Tal vez esta naturalidad perjudicará a Conrad –al fin y al cabo, su manera no es personal, no es inventada por él, es la perfección de lo que todos hacen-; el amaneramiento de James o de Faulkner es personal, es inconfundible, es un invento de ellos y permite el trabajo de los críticos”.

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El corazón de las tinieblas

Joseph Conrad escribió esta novela basada en su experiencia en el Congo. Este clásico habla de la lucha del hombre contra los elementos naturales, si bien ha servido y sirve para criticar la amarga historia de un pueblo sometido a los excesos y privilegios de la colonización.
El corazón de las tinieblas, publicado en 1902, trasciende la circunstancia histórica y social para convertirse en una exploración de las raíces de lo humano, esas catacumbas del ser donde anida una vocación de irracionalidad destructiva que el progreso y la civilización consiguen atenuar pero nunca erradicar del todo.
Quizá la mejor introducción a El corazón de las tinieblas sea el escueto comentario que el propio Conrad hizo tras su viaje al Congo en 1890: «Antes del Congo yo era un solo un simple animal». Aquel viaje que sin duda representó para él un descenso a los infiernos, es el que nos cuenta por boca de Marlow, su alter ego, con un relato estremecedor en el que las fueras elementales de la Naturaleza hallan su contrapartida en las fuerzas oscuras y primitivas que actúan en el interior del hombre.
En este relato, de una rara y subyugadora perfección estilística, Conrad parece que alcanza su objetivo como escritor: nos hace oír, sentir y ver por medio del poder de la palabra escrita.
El corazón de las tinieblas es una de las historias más conocidas de Conrad, y en ella se basaría Francis Ford Coppola para filmar Apocalypse Now
El argentino prefería esa novela de Conrad por sobre The End of the Tether, puesto que en la primera el polaco intentaba transmitir una emoción y en la segunda, un mero argumento exótico. El objetivo de La línea de sombra era, en efecto, narrar “la emoción del primer comando; sólo Conrad podía hacerlo”.
Alguna vez Borges pensó en preparar con Bioy Casares una antología de cuentos esenciales sobre distintas naciones. Para narrar Francia, no encontraba ninguno que fuera más útil, sugestivo y paradigmático que El duelo: “¿Te acordás? Para desacreditar a un rival, un general de la Grande Armée dice de otro: ‘Nunca quiso al Emperador’. ¿Te das cuenta? ¡Nunca quiso al Emperador! Les parecía horrendo a los que lo oían’. Recuerdo que Wells y Shaw parecían no creer en el humour de Conrad. ¿Cómo no iba a tener humour?”
Cierta vez, su cuñado, el poeta Guillermo de Torre, logró sacar de las casillas al autor de “El Aleph” y a su inefable madre, Leonor Acevedo; fue cuando trató de explicarles que “Conrad era un autor de relatos de aventuras, una especie de Salgari. Todo eso, naturalmente, sin haberlo leído. Después de que se enteró de que Gide había traducido a Conrad y de que hablaba de él en La Nouvelle Revue Français, cambió de opinión: ahora lo admira”.
Incluso cuando Borges comparaba al padre de Lord Jim con el autor de La isla del tesoro, ganaba igualmente el primero: “Conrad es un escritor más responsable. Stevenson aparece siempre a merced de cualquier capricho de la fantasía”. Sospechaba, a su vez, que Conrad sería más recordado que Henry James, y que era de hecho el gran precursor de Kafka: colocaba a El duelo en ese rango junto al Bartleby, de Melville. Y con Bioy se deleitaba puntualizando los grandes temas de su obra: “El honor, la oposición estúpida, como de una fuerza ciega de la naturaleza, que los protagonistas encuentran en otros hombres (hostilidad de Schomberg, en Victoria, porque el protagonista no aprecia su restaurant; encono de uno de los dos adversarios en el repetido duelo de los dos militares de Napoleón, en El duelo; oposición de hombres y cosas al que llega al Congo, en El corazón de las tinieblas)”. Advertía que a Conrad, como a Kipling, le gustaba describir ambientes muy alejados de las letras y sobre “el vértigo de la aventura inminente”, como añadía Bioy Casares. En algún momento, Borges confesaba incluso que él preferiría haber escrito un buen cuento de Conrad que “los mejores de Henry James: a James le interesaba la invención de los cuentos, pero después los redactaba”.
En la última parte de sus Obras completas, Borges apunta que el viaje del capitán Marlow por la selva en busca de Kurtz es acaso “el más intenso de los relatos que la imaginación humana ha labrado”. Y en diálogo con Fernando Sorrentino, abomina de las obras largas y asevera que Conrad ha demostrado que “un cuento corto –no demasiado corto-, lo que podríamos llamar long short story, puede contener todo lo que contiene una novela, con menos fatiga para el lector”.
El escritor y erudito Alberto Manguel tuvo el raro privilegio de leerle a diario en voz alta a Borges distintos libros a lo largo de dos años. Fue a mediados de la década del sesenta en la ciudad de Buenos Aires, y el autor de “Ficciones” quería dictar historias y entonces buscaba deliberadamente algunos autores para recordar y estudiar sus trucos. Eran historias –cuenta Manguel- que “analizaba minuciosamente, línea a línea y párrafo a párrafo, como un relojero que desarma un reloj, para ver qué lo hace funcionar. Curiosamente, entre las historias que eligió para que yo le leyera, no había ninguna de Conrad”. Finalmente, Borges eligió los primeros cuentos de Kipling como modelo y lo dejó por escrito en el prólogo de su extraordinaria colección de relatos breves El informe de Brodie.
Allí decía: “A veces he pensado que lo que fue concebido y llevado a cabo por un joven de genio podía ser imitado, sin presunción, por un hombre en el umbral de la vejez, que conoce su oficio”. Manguel se extraña porque Borges no haya pedido que le leyera al autor de Juventud y Tifón, conociendo la devoción infinita que le guardaba. Su conclusión es también certera: “Tal vez Borges consideraba que el genio de Conrad era inimitable”. Así de sencillo. Inimitable.
Un viaje al corazón del navegante que cambió el mar por la literatura
Daniel Gigena
Uno de los más grandes novelistas en lengua inglesa era de origen polaco. Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski) nació en 1857 en Berdichev, en el norte de Ucrania (entonces invadida por los rusos), y murió el 3 de agosto de 1924, en Canterbury, Reino Unido, a los 66 años. Hoy se conmemora el centenario de la muerte del autor de Nostromo, Lord Jim y El corazón de las tinieblas, por mencionar tres de sus obras maestras. Su literatura, que sigue vigente, influyó en creadores como Graham Greene, E. M. Forster, el Nobel John Galsworthy, Francis Ford Coppola, Ridley Scott, Álvaro Mutis y Arturo Pérez-Reverte.
Huérfano de madre y padre, fue adoptado por su tío materno cuando tenía once años. A los diecisiete, inició un largo periplo de aventuras en el mar que, tiempo después, abordaría en cuentos, nouvelles y novelas. Como miembro de la marina mercante francesa, viajó por los mares del sur. Tras un intento de suicidio, se alistó en el servicio mercante británico en 1878. Perfeccionó su dominio del inglés leyendo diarios y las obras de William Shakespeare, Walter Scott, Thomas Carlyle y Charles Dickens, cuatro de sus referentes literarios (a los que se puede sumar, en lengua francesa, Gustave Flaubert). En 1886, se convirtió en ciudadano británico y siguió navegando entre Singapur y Borneo, ya como primer oficial y capitán. En 1890, inició su travesía por el Estado Libre del Congo. Comenzó a publicar a partir de 1895; un año después se casó con Jessie Chambers (autora de la biografía Joseph Conrad y su mundo), se retiró de la vida marina (el último viaje que hizo fue el de bodas, a Francia) y se instaló en Ashford, en el condado de Kent. Con el cambio de siglo y el éxito de sus novelas, su situación económica mejoró.
Si bien transformó la sordidez, el desamparo y la violencia con un estilo literario espléndido, su visión del mundo no era optimista. “No hay moralidad, ni conocimiento, ni esperanza; solo existe la conciencia de nosotros mismos que nos impulsa por un mundo que no es más que una apariencia vana y fugaz”, le escribió a su amigo R. B. Cunninghame Graham. Tanto en Bajo la mirada de Occidente como en El agente secreto expresó su rechazo por el nacionalismo ruso.
“Fuera de su amor a Inglaterra y su odio hacia Rusia, la política le preocupaba poco –sostuvo el Nobel de Literatura y filósofo Bertrand Russell–. Lo que llamaba su atención era el alma humana individual, frente a la indiferencia de la naturaleza y, con frecuencia, frente a la hostilidad del hombre, y sujeta a la íntima lucha entre las malas y las buenas pasiones, que la conduce a la destrucción. Las tragedias de la soledad ocuparon una gran parte de sus pensamientos y sentimientos”.

La locura de Almayer (Almayer's Folly - A Story an Eastern River) (1895)
Un vagabundo de las islas (An Outcast of the Islands) (1896)
El Negro del 'Narciso' (The Nigger of the 'Narcissus' - A Tale of the Sea) (1897)
El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness) (1899)
Lord Jim (1900)
La soga al cuello (The End of the Tether) (1902)
Nostromo (1904)
Tifón (Typhoon) (comenzado en 1899 y publicado en Pall Mall Magazine en 1902)
El agente secreto (The Secret Agent) (1907)
Bajo la mirada de Occidente (Under Western Eyes) (1911)
Suerte (Chance) (1913)
Victoria (Victory) (1915)
La línea de sombra (The Shadow Line) (1917)
La flecha de oro (The Arrow of Gold) (1919)
Salvamento (The Rescue) (1920)
El pirata (The Rover) (1923)
Suspense (Suspense: A Napoleonic Novel) (inacabada, publicada póstumamente, 1925)

Novelas en colaboración con Ford Madox FordRomance (1903)
La naturaleza de un crimen (The Nature of a Crime) (1923)

Otras obrasUna avanzada del progreso (An Outpost of Progress) (1896)
Cuentos de inquietud (1898)
Juventud (Youth) (1898)
Tifón y otras historias (1903)
Gaspar Ruiz en 1906
El duelo (1907)
Seis relatos (1908)
Entre la tierra y el mar (1912)
La posada de las dos brujas (Within the Tides) (1915)
Tales of Hearsay (1925)
Una sonrisa de la fortuna (A Smile of Fortune) 1910; publicado en London Magazine en 1911; incluido en el libro Entre la tierra y el mar (Twixt Land and Sea, 1912)
Freya, de las siete islas (Freya of the Seven Isles) 1910; publicado en Metropolitan Magazine y London Magazine en 1912; incluido en el libro Entre la tierra y el mar (Twixt Land and Sea, 1912)
Crónica personal (A Personal Record) (1912)
El espejo del mar
El alma del guerrero (The Warrior's Soul) (1925)

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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