lunes, 19 de agosto de 2024

EL PERFIL Y EL ESCENARIO


El silencioso hermano que reapareció en la tormenta
Hugo Alconada MonPablo Galíndez, el medio hermano de Alberto Fernández
El sábado 3, el círculo íntimo temió que Alberto Fernández se suicidara. Sintiéndose acorralado por las novedades provenientes de los tribunales sobre los negocios con el Estado de un puñado de brokers de seguros y la inminente acusación de Fabiola Yañez contra él por violencia de género, el expresidente envió mensajes inquietantes a sus íntimos, que reaccionaron de inmediato. Le urgieron a la custodia que extremara recaudos, mientras corrían hacia el departamento de Puerto Madero. Entre ellos, el primero, su hermano Pablo Galíndez.
Esa no fue, sin embargo, la primera alarma que alguna vez tronó en el celular de Galíndez. En el escrito judicial que presentó ante el consulado argentino en Madrid, Fabiola Yañez declaró que a fines de mayo o principios de junio de este mismo año la llamaron a España para decirle que Fernández había muerto. “Desesperada”, según sus propias palabras, llamó a su cuñado para que fuera a Puerto Madero o contactara a su hermano.
Ahora, Galíndez acompaña a Fernández mientras los sabuesos judiciales investigan su propio rol en la operatoria de los brokers, en la que apareció en tres dimensiones. Primero, como una suerte de asesor externo y confidente de Alberto Pagliano, a quien su hermano había designado al frente de Nación Seguros. Segundo, como un lobista o facilitador de negocios de uno de esos productores de seguros. Y tercero, como crítico de otro broker, según surge de los chats que la Justicia logró extraer de los teléfonos celulares de algunos de los acusados.
“Hola Alberto”, le escribió Galíndez a Pagliano, en un mensaje del 20 de agosto de 2020. “Hoy me llamó G Torres. Está preocupado x su situación en Prov Seguros. Te parece que le podrás hacer un contrato en Nación? Cualquier cosa hablamos más tarde. Abrazo”, le propuso.
¿La respuesta del titular de Nación Seguros? “Después te llamo, dame 10”.
La sospecha de los sabuesos es que Galíndez, hoy de 58 años, abogó por favorecer con un contrato del sector público a Pablo Torres García, uno de los empresarios imputados en la investigación criminal, en la que ya fue allanado.
De notable vínculo con Pro, Torres García buscaba diversificar su cartera de negocios tras la llegada de Alberto Fernández a la Casa Rosada. Y Galíndez fue una opción para intentarlo.
Sin cargo formal en el sector público, Galíndez mantuvo un vínculo fluido con su hermano y con Pagliano, pero también con otros integrantes del círculo íntimo presidencial, como Julio Vitobello o Santiago Cafiero, durante toda la gestión. Así surge del contenido de los chats que recuperó la Justicia.
Constan desde mensajes en que Galíndez le anticipó decisiones presidenciales a Pagliano o le pidió que “no dé bola” a pedidos para designar funcionarios en Nación Seguros de, por ejemplo, Nicolás Scioli, hasta comunicarle que estuvo “hablando por varios temas con el jefe de asesores de Alberto”, en alusión a Juan Manuel Olmos.
Ese vínculo fluido también surgió de los registros de entradas, por ejemplo, a la quinta de Olivos. Su primer ingreso a la residencia ocurrió el 15 de diciembre de 2019, apenas cinco días después de que Alberto Fernández asumió la presidencia. Desde entonces, lo visitó en seis ocasiones mientras regía el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO).
Esos ingresos a Olivos se concretaron aunque Galíndez no trabajaba para Fernández, ni tampoco se desempeñaba en el sector público, ni cuadraba dentro de las categorías de “trabajador esencial”, según reveló en agosto de 2021. Dedicado al mundo de las finanzas y los negocios, entre 2007 y 2015 había gerenciado fondos comunes de inversión, y trabajado luego para la sociedad bursátil Tavelli, hasta 2019.
Esos mismos registros de ingresos a Olivos reflejan que Fernández rompió la cuarentena “reforzada” que él mismo había impuesto nueve días antes de que Fabiola Yañez celebrara su cumpleaños con Fernández y nueve invitados en la residencia. Fue por otro cumpleaños, el domingo 5 de julio de 2020. Esa noche, Fernández cenó con Galíndez, quien entró a las 21.20 y se retiró pasados 18 minutos de la medianoche.
¿Qué hablaron los hermanos aquella noche? Se desconoce, aunque cinco días antes había sido el cumpleaños de Galíndez, que proseguía su ida y vuelta continuo con Pagliano. “Cuando quieras hablamos por inv de nacion seguros”, le había escrito al titular de Nación Seguros, por ejemplo, el 16 de mayo de 2020. Cuatro días después, le mandó un PDF, que tituló “inv nacion seguros”, y volvió a la carga el 27: “Estoy en la búsqueda de alguien q te pueda dar una mano con tema de inversiones”.
contactó a Galíndez la nacion para consultarlo sobre su interacción con Pagliano y su eventual papel en el mundo de los seguros durante la presidencia de su hermano. “Lo cierto es que no tengo nada que ver en esto ni nada para decir”, replicó de inmediato. “En mi familia estamos muy tristes por todo lo que está pasando”.
Si Galíndez mantenía reuniones directas con su hermano presidente, asesoraba al titular de Nación Seguros y buscaba abrirle puertas al broker Pablo Torres García, en simultáneo tenía entre ceja y ceja a otro productor de seguros, Héctor Martínez Sosa, según reflejan los chats que recuperó la Justicia. Lo calificó como un “chanta”, un “pirata” y un “hdp”, sin importarle –o, quizá, a sabiendas de– que Martínez era acreedor de Alberto Fernández y su esposa, María Cantero, la secretaria privada histórica de su hermano.
Las interacciones de Galíndez con Pagliano y otros funcionarios continuaron, incluso, mientras trabajó como asesor del directorio del Banco Ciudad, durante tres meses, y después de ingresar a Corporación América, el holding de Eduardo Eurnekian. Entró en octubre de 2020, en plena cuarentena.
En el holding figuró en relación de dependencia, dentro de la firma Proden SA, con rol teórico en Bodegas del Fin del Mundo. Luego ingresó al Banco de Desarrollo de América Latina, el organismo multilateral que antes se llamó Corporación Andina de Fomento (CAF), donde pesa fuerte el Estado argentino y los salarios se pagan en dólares.
Galíndez fue nombrado “ejecutivo senior” en el Departamento de la Dirección de Comunicaciones de la CAF, en su oficina en Buenos Aires. ¿Le pidió Alberto Fernández un cargo para su hermano a Sergio Díaz Granados a cambio de bajar la candidatura de Christian Asinelli a la presidencia del organismo multilateral a partir de septiembre de 2021? Así lo cree la prensa colombiana.
Vínculo férreo
El vínculo sanguíneo entre Fernández y Galíndez es a través de su madre, Celia Pérez, quien murió en 2019, muchos después del fallecimiento Carlos Pelagio Galíndez. Defensor oficial durante años y nombrado juez sobre el final de su carrera, Fernández siempre lo consideró su padre y lo caracterizó como una figura clave en su formación.
Siete años menor, Galíndez comparte intereses y amigos con su medio hermano, además de haberlo acompañado en algunos de los momentos más cruciales de su vida. Entre ellos, su triunfo electoral, en 2019, cuando se abrazaron y celebraron juntos en el búnker del Frente de Todos. Pero también cuando Yañez lo llamó desde Madrid, hace unos meses, temerosa de que Alberto hubiera fallecido.
Aquel abrazo victorioso, en la noche más gloriosa de Alberto Fernández, fue de a tres, porque a ellos se sumó la hermana mayor de ambos, Valentina, más conocida como “Piky”, quien sin embargo no figura en los registros de ingresos a la residencia de Olivos durante lo más duro de la pandemia. Pero sí se acercó hasta el departamento de Puerto Madero, donde vive Fernández, para acompañarlo y sostenerlo durante los últimos días.
Los encuentros en Olivos, en tanto, se sucedieron mientras Galíndez cruzaba mensajes con Pagliano por WhatsApp sobre el borrador del decreto que impondría que todos los organismos públicos deberían contratar pólizas con Nación Seguros. La normativa demoró un año en salir, con la firma de Alberto Fernández, y salió sin el proyectado artículo 3, que abordaba cuál debería ser el rol de los productores de seguros.
Según la gestión anterior, eliminaron ese artículo del texto definitivo del decreto para no promover la participación de intermediarios. En la práctica, el resultado parece haber sido el opuesto.
El decreto 823 se publicó, finalmente, el 2 de diciembre de 2021. Ese mismo día, Pagliano le envió un audio por WhatsApp a Galíndez, que ya era funcionario de la CAF. “Hola Pablo. Recién acaba de salir un decreto que veníamos dando vueltas. Yo no sé si te había comentado. Obviamente que lo empujó o lo aceptó Alberto. De que todo el Estado se asegure en Nación Seguros. Con lo cual, comienza una nueva etapa de mucho laburo. Me tengo que ir a Mar del Plata a buscar a mi hija. Si te parece sábado, domingo, de la semana que viene, estoy disponible y hago el asado y nos juntamos, y si no, avisame que trato de venirme. Si el domingo llego, pero no sé a qué hora. Nada, eso. Lo que había quedado en avisarte. Te lo comento ahora”, le decía Pagliano a Galíndez.
Se desconoce si el asado se concretó.
A Galíndez lo llamó Fabiola Yañez cuando le dijeron que había fallecido Alberto Fernández
Dedicado a las finanzas y los negocios, entre 2007 y 2015 gerenció fondos comunes de inversión
Tenía un vínculo sólido con el expresidente de Nación Seguros Alberto Pagliano

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Sexo, mentiras y videos
Los detalles del derrumbe personal de Alberto Fernández coinciden con el declive de su gobierno; la negociación fallida con Fabiola y el agravamiento de los dilemas peronistas
Jorge LiottiAlberto Fernández, en el ojo del huracán
¿ Cuándo se incubó la debacle del último gobierno peronista? ¿Cuando Cristina Kirchner eligió a Alberto Fernández como candidato presidencial, o entre agosto y septiembre de 2021, en la intersección entre el escándalo de Olivos y la derrota electoral en las PASO?
¿Cuándo la relación con Fabiola Yañez se transformó en un calvario para ella y en un incordio sin solución para él? ¿En qué momento el expresidente se extravió definitivamente para ofrecer las imágenes más decadentes que puede brindar un mandatario?
Los relatos de ese pasado no tan lejano son extravagantes. Una mezcla de retratos que parecen extraídos de viejas películas, partes de la Dolce Vitta, fragmentos de La decadencia de Roma y varios tramos de Sexo, mentiras y videos. El presidente que arrancó como un estadista en la pandemia y terminó como una caricatura cobijó detrás de una gestión defectuosa una trastienda indescriptible. Su entorno más cercano admite que había una parte de esa persona llamada Alberto Fernández a la que no lograron acceder nunca. ¿Autoindulgencia? Aseguran que no llegaron a explicarse las salidas siesteras a Puerto Madero, a las que iba solo en su auto y a las no se dejaba acompañar ni por su custodia. Horas en las que el presidente quedaba completamente fuera del radar. Juran que nunca le preguntaron quiénes eran esas dos “asesoras” voluptuosas a las que veían frecuentemente en la antesala de su despacho. Tampoco él les mostró los videos íntimos que grababa con su celular, pero sí recuerdan que entre ellos se decían cuando Fabiola viajaba a Misiones: “Hay que buscarle agenda a Alberto para que no haga macanas”. Nunca imaginaron un affaire con Sofía Pacchi, amiga de Fabiola, como sugieren los últimos chats que cruzó con la exsecretaria presidencial Ana Hernández, con quien también habría tenido una relación. Ni las razones por las que contrató a la azafata Grisel Tamborro. “No te imaginás lo que sabe de arte”, les dijo a los suyos cuando le dedicó dos horas a la pintora mendocina Florencia Aise. “Este es un tema grave”, disimuló cuando la modelo Liz Solari le fue a plantear la inconveniencia del acuerdo porcino con China. Simulación y negación, en dosis por momento patológicas.
Los relatos dan cuenta de un progresivo autoencierro que potenció su faceta más oscura, la de una persona que esconde y finge hasta parecer totalmente divorciada de la realidad. No se jactaba de sus conquistas amorosas; las disimulaba. Por eso nadie sabe para qué grababa videos íntimos. Según un funcionario que compartió muchas horas con él, “Alberto no se mostraba como un seductor que disfrutaba de sus hazañas al estilo Menem, sino más bien como un alma solitaria que buscaba ser querida. Era una actitud más de víctima psicópata”. Algo de todo eso se infiere del video con Tamara Pettinato.
Existe un paralelismo entre el derrumbe político de su gobierno con el deslizamiento de su vida privada. Los que estaban cerca suyo coinciden en marcar que la secuencia entre la difusión de la foto de la fiesta de Olivos, la derrota electoral en septiembre y la carta posterior de Cristina Kirchner con la renuncia ficticia de los funcionarios marcaron un punto de inflexión en todos los sentidos. También corresponde al momento en el que Fabiola denuncia los peohechos de violencia. A partir de ahí el declive fue completo, no solo porque perdió el control de su gobierno, sino porque se quedó sin frenos inhibitorios. Algunos le atribuyen alguna incidencia a la salida de Juan Pablo Biondi, un experto en cuidarle las espaldas, en todos los sentidos. Había una dinámica grupal que a él lo contenía. Todos los días se juntaba a intercambiar en Olivos con Julio Vitobello, Biondi, Santiago Cafiero, Juan Manuel Olmos. Eso después se diluyó y Alberto se recluyó.
Un ministro suyo describe esta involución en términos contundentes: “Siempre exhibió un desorden de base grave. Pero Alberto fue descomponiéndose y su indisciplina se agravó cuando percibió que ya no era respetado. Los más cercanos se reunieron varias veces para decirle que tenía que cambiar, pero él parecía no tomar conciencia de la situación, fingía demencia”. La idea era tratar de reencauzar la situación, porque la alternativa podía llevar a una crisis estructural peor. ¿Acaso el Frente de Todos hubiera soportado sin hundirse la revelación de los videos y fotos que se están conociendo ahora? No era un problema de la intimidad del presidente, era un problema institucional. Y allí anida la verdadera gravedad del escándalo. La precaria solución electoral que representó Alberto Fernández para el peronismo se transformó en una pesadilla para el país.
El jarrón chino
Fabio la siempre re presentó un problema para Alberto Fernándezy para su equipo. Hubo quienes quisieron correrla de escena desde un principio. La consideraban un “jarrón chino” que no sabían dónde ubicar. En la campaña habían intentado controlarla para que no arruinara la estrategia electoral. Cambió cuatro veces de equipo de comunicación y tres veces el de ceremonial. Ya desde el inició demostró una fragilidad emocional que preocupaba. Un exfuncionario recuerda un episodio en diciembre de 2019, a diez días de haber iniciado el mandato, cuando en un viaje a San Juan de pronto se puso muy tensa y se largó a llorar desconsoladamente ala vista de varios. Otros rememoran que en el vuelo a Los Ángeles, en junio de 2022, se acercó tambaleante a Olmos para reprocharle entre lágrimas por qué también Vilma Ibarra, expareja de Fernández, era parte de la comitiva. Otro espíritu frágil y con un pasado difícil, como su pareja.
Alberto no la destrataba en públique co, pero sí exhibía un gran desdén hacia ella. “Nunca vi un gesto amoroso de su parte”, recuerda un viejo amigo. Pocos funcionarios la recuerdan en Olivos; era una figura invisible para la mayoría. Excepto para uno: Daniel Rodríguez, el exintendente de Olivos, que era el único que tenía acceso irrestricto al primer piso del chalet principal. Él conoció todos los movimientos porque controlaba desde mozos y personal de limpieza hasta la seguridad y la unidad médica. Es el testigo más directo de las agresiones que denunció Fabiola. Su palabra puede condenar a Alberto.
Así como Rodríguez era el dueño de Olivos, María Cantero era la anfitriona de la Casa Rosada. En la antesala presidencial construyó un poder propio que siempre sorprendió a todos. Con un temperamento intenso y total irreverencia, era capaz de dejar esperando a Axel Kicillof media hora sin razón, de decirle “gordo” a Olmos o de criticar en público a Wado de Pedro. A varios les generaba sospechas el modo en el que celaba a otras mujeres del poder, como Vilma Ibarra y Cecilia Nicolini. Cantero, junto con su hermana, había sido alumna de ese otro rostro del Zelig de Olivos: el del profesor de derecho. Después de las aulas siguieron el vínculo en la Superintendencia de Seguros, ámbito donde también se conectó con su esposo, Héctor Martínez Sosa. Cantero reapareció en la geografía del poder en el búnker electoral de la calle México, entre las PASO y las generales de 2019. Cuando llegaron a la Casa Rosada, desplegó sus artes. En los chats habla en un momento del dinero “para los muchachos de la oficina”, referencia al sistema de beneficios que distribuía entre mozos y ordenanzas para que le contaran todo lo que ella no podía presenciar. Con el mismo desparpajo que exhibía en WhatsApp operaba en público para alimentar la pyme “Gatín”.
Terminó siendo confidente de Fabiola porque la primera dama acudía a ella para hablar con su esposo, que no la atendía. También para pedirle favores. Cantero recibió el relato detallado del calvario de Yañez, pese a saber que era íntima de Alberto (aunres después Cantero y Fernández terminaron en malos términos, y por eso su declaración podría transformarse en un ancla irremontable en la Justicia para él). De hecho hay chats no revelados aún en los que el expresidente hablaría con su secretaria de un ida y vuelta de unos 2000 dólares, algo que parecía un trámite frecuente. En cambio Cantero y Fabiola nunca hacían menciones al dinero. La ex primera dama, aun en este momento de enfrentamiento, elude siempre las referencias a cuestiones económicas y a los posibles hechos de corrupción de su exesposo. Ahí prefiere no ahondar. Un misterio que solo se explicaría si hubiera un hilo comunicante aún vigente.
Como en otros aspectos, no hay consenso sobre cuál era el negocio de Fernández para permitir ese tráfico de influencia explícito al lado de su despacho. Los más benévolos dicen que le debía muchos favores a Martínez Sosa de la época en la que estuvo en el desierto, además de los 20.000 dólares que el propio broker admitió. Los más sibilinos aseguran que la apuesta de Alberto no era ese negocio menor, sino el más rentable de los reaseguros, y por eso aducen que la línea clave es la que conduce al extitular de Nación Seguros Alberto Pagliano. Otra vez, opacidades y simulaciones.
Tampoco es muy claro el proceso que desencadenó la denuncia de Fabiola, qué la hizo cambiar de opinión entre su exposición ante el juez Julián Ercolini en julio y su declaración de ahora. Incluso ya difundido el escándalo, Fernández siguió negociando con ella para llegar a un acuerdo, pero evidentemente entre el domingo de la publicación en Clarín y el miércoles que resolvió avanzar, la cuerda se terminó de romper. En el entorno de la ex primera dama aseguran que al principio el abogado Juan Pablo Fioribello la había convencido de no seguir con la denuncia, pero que después la continuación de las amenazas por parte de Fernández la hicieron girar en su postura.
El dilema peronista
El naufragio de Alberto Fernández como figura política no necesitaba de semejante escándalo. En todo caso ahora se suman una condena social irreparable y el desplome de su proyecto para dar clases por el mundo. De hecho adujo que le aportaba 7000 euros mensuales a Fabiola en Madrid de sus ingresos académicos, pero la Universidad de La Rioja se despegó al punto de que hace unos meses la ex primera dama se había quejado porque no le había llegado su mensualidad, y la universidad le dijo que era porque el expresidente no había cumplido con sus compromisos. Los más sagaces dicen que esa cuenta se alimenta con fondos que le gestiona el exembajador Carlos Bettini gracias a sus vínculos con Repsol, más algunos remanentes del grupo Eskenazi. Derivados del petróleo. Incomprobables.
El peronismo libra en estas semanas una dura batalla para que ese naufragio quede encapsulado como una desgracia personal. Sin rumbo, con doctrinas envejecidas, con liderazgos cuestionados y sin una autocrítica profunda, quedó expuesto a este duro remate después de su último gobierno. Si 2023 marcó la ruina económica y política del peronismo (los atributos materiales), 2024 lo completa ahora con la debacle moral y discursiva (los atributos inmateriales). Hay algunos especialistas que hablan de un derrumbe ineludible que derivará en una fragmentación. Por ejemplo, el último reporte de la consultora Isasi-Burdman remarca que el efecto Alberto beneficia a Milei y cambia el mapa político: “Tras el escándalo cae la imagen de la oposición y su intención de voto para 2025, y crecen los arrepentidos de haber votado a Massa”. De algún modo señala una erosión severa del peronismo como principal fuerza opositora.
Sin embargo, no es una posición unánime. Por ejemplo Shila Vilker, de la consultora TresPuntoZero, señala en su más reciente trabajo que entre los votantes peronistas prima un “nihilismo político”, de desconfianza hacia toda la dirigencia, un problema que hasta ahora era más propio de los votantes de Milei. “El peronismo ya estaba en su mínimo histórico de adhesión, entre un 26 y 28%. La crisis ya existía desde antes. Sí resquebraja la confianza y genera una necesidad de recambio de figuras. Pero los decepcionados no tienen a dónde correrse porque también rechazan la figura de Milei”, agrega Vilker. En el fondo les pasa lo mismo que a los desilusionados con el actual gobierno; todos terminan en un gran valle de desencantados, a la espera de razones para volver a su extremo preferido porque en el centro hoy no hay nada.
No existe ningún indicio realista de que haya actores del peronismo haciendo una profunda revisión y mucho menos proyectando una renovación. Esta semana quedó en evidencia. Cristina Kirchner le quiso dar relieve a su declaración en la causa por el intento de magnicidio y no hizo más que exhibir todos los problemas de su espacio. En los tribunales la convocatoria militante fue mínima, sobre todo comparada con la épica de su primera presentación judicial en 2016. Cuando se supo que Axel Kicillof iría, La Cámpora organizó una concentración bis en el Instituto Patria. Del otro lado empiezan a surgir cuestionamientos reservados a Cristina por evadir toda responsabilidad al momento de referirse al escándalo de Alberto. “La carrera de ella por despegarse no ayuda”, admiten en sectores que hasta no hace mucho estaban cerca. La redefinición del peronismo no sólo va a ser clave para determinar su perfil y su liderazgo. También es crucial para saber cómo será el tablero político de la Argentina que tras la irrupción de Milei no ha logrado reconfigurarse.
Cantero fue confidente de Fabiola porque acudía a ella para hablar con Alberto

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