domingo, 4 de agosto de 2024

LA HISTORIA DETRÁS DE LA HISTORIA Y EL MEDIO ES EL MENSAJE


La vuelta de Macri al barrio de la política
Desde La Boca, el expresidente retomó la centralidad con un acto que estuvo cuidadosamente preparado

Matías Moreno
Mauricio Macri, rodeado de dirigentes de PRO en el acto del jueves

Mauricio Macri está de buen humor. Se reclina en su silla e intercambia chanzas con Cristian Ritondo en un ángulo oscuro del “Arenas Estudios” en el corazón de La Boca, cerca del Puerto de Buenos Aires. Eligió volver al barrio que había usado como trampolín en su primer salto hacia la alta política para relanzar a Pro. Quiere recobrar el espíritu disruptivo del origen.
A veinte años de su fundación, la obra del ingeniero lidia con una crisis existencial, derivada de las últimas grandes frustraciones en las urnas pero, sobre todo, de la amenaza palpable de que Javier Milei le arrebate la base de adhesión en el universo de votantes antikirchneristas.
Es jueves a la tarde y el recinto aledaño al puerto de Buenos Aires está prácticamente colmado por unos mil invitados. Ya desfilaron sobre el escenario Clara Muzzio, Martín Yeza y Soledad Martínez, miembros de la nueva generación de referentes políticos que intenta promover Macri. Entre los asistentes hay diputados, senadores, intendentes, concejales y figuras taquilleras de las provincias más pobladas del país, que bosquejan, en charlas informales, narrativas de autocrítica, mientras rememoran viejas hazañas y discuten el destino de Pro. En sus semblantes se cristalizan sentimientos de pertenencia y de fidelidad hacia Macri. Pero ocultan los dilemas y la incertidumbre que experimentan frente a la nueva centralidad de Milei y sólo admiten en privado. “Basta de internas”, imploran mientras se animan unos a otros en un clima de camaradería.
De pie, las segundas y terceras líneas de la fuerza están expectantes por el tono que empleará Macri como nuevo conductor de Pro y las chances de que prospere una negociación con Milei para avanzar con el plan de co-gobierno o armar un frente electoral en 2025.
Pese a que los organizadores le habían asignado un camerino en una de las alas laterales del salón, Macri prefiere escuchar las exposiciones frente a los hablantes. Se muestra enérgico, como si intentara recobrar el pulso de un acto político. “Vayan redondeando”, susurra el expresidente cuando habla el anteúltimo orador, con la mirada clavada en su primo, Jorge, Ignacio Torres y Rogelio Frigerio, protagonistas del último panel. El tiempo apremia: tras la presentación de la hoja de ruta que trazó para los partidarios de Pro, deberá correr para llegar a las entrevistas periodísticas que pactó previamente con Todo Noticias y La Nación +.
El acto parece una postal de otra época. La estética y la ambientación llevan a los primeros tiempos del macrismo en la Ciudad, su cuna política. Las pantallas proyectan el logo amarillo y negro de Pro, y los feligreses, sin banderas ni bombos, ven pasar por los pasillos al “Mago sin dientes”.
Jaime Durán Barba y Marcos Peña ya no están a cargo de digitar el mensaje y mover los hilos de la estrategia de Macri. Esta vez, la puesta en escena del acto quedó en manos de Gabriela Ricardes, ministra de Cultura porteña y una de las diseñadoras, junto con Hernán Lombardi, de las marchas del “Sí, se puede” de Macri en 2019. Recién 78 horas antes del evento decidieron abrir el salón a militantes que arribaron, sobre todo, desde Vicente López, histórica base de Jorge Macri, y la Capital. No hay cánticos ni pancartas. Apenas se ven dos pasacalles que le dan la bienvenida a Macri. Afuera del recinto se respira un aire de descontento. Y el secretario de Seguridad de la Ciudad, Diego Kravetz, debe salir del salón para monitorear que no escale una protesta de vecinos para rechazar los desalojos en la zona y reclamar viviendas.
Después de la disputa entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta (los grandes ausentes en el relanzamiento de Pro), “halcones” y “palomas” se funden mientras caminan en las calles adoquinadas del patio aledaño al predio. Tan leal a Macri como a Bullrich, el intendente de San Isidro, Ramón Lanús, apenas se asoma al sector destinado a la dirigencia. Concurren decenas de exlarretistas, como Eduardo Macchiavelli o Silvia Lospennato, a pesar de que el exjefe porteño optó por no asistir porque no comparte la decisión de Macri de acompañar a Milei.
Atento a la inquietud del Gobierno o de emisarios del “círculo rojo” por su relanzamiento, el expresidente buscará calibrar cada palabra del discurso que preparó junto con sus colaboradores más íntimos. Julieta Herrero estuvo a cargo de escribir el mensaje, con ayuda de Mora Jozami, Fernando De Andreis, Fátima Micheo, Darío Nieto o Iván Petrella. El lunes, durante una reunión de cuatro horas en la quinta de Olivos, el ex presidente le había adelantado a Milei el contenido de las críticas que lanzaría el jueves, a la falta de método en la gestión, a la apuesta por Ariel Lijo y a los destratos de Santiago Caputo.
Cuando retumba la melodía de Queen -We Will Rock You se convirtió en un clásico del cancionero de Pro-, Macri se prepara para su número. Unos segundos después, los primeros acordes de Back in black, de AC DC, hacen tronar los parlantes y el expresidente camina hasta el atril para brindar su discurso. “Llegamos a la política con la obsesiva idea del cambio y el hacer, no somos un experimento”, enfatiza Macri, parado detrás del atril.

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Macri y Milei: yo te amo; yo tampoco
Piensan parecido. Uno es presidente; el otro ya fue. El jefe del Pro ofrece “músculo” que el Gobierno no pide. El líder de LLA dice que no se va a enojar.

Pablo Sirvén
Los presidentes departen en la soledad nocturna de la residencia de Olivos sin exigencias de reloj ni de protocolos el lunes último. ¿El temario?: escenarios presentes y futuros del país. El menú es frugal: milanesa con ensalada.
Javier Milei escucha, a manera de gentil anticipo, consideraciones que su interlocutor, Mauricio Macri, pronunciará días más tarde públicamente sobre la marcha del gobierno libertario. “Nunca me voy a enojar con usted, presi”, lo tranquiliza el actual jefe del Estado, cuando escucha las objeciones que tiene pensado hacerle.
Se hablan con franqueza. Se tratan con confianza. Piensan parecido. Esta vez, el anfitrión no le mostrará los perros, como en marzo. Cuando el verano todavía no se había retirado, el líder de Pro pisó de vuelta esa casa en la que vivió los cuatro años de su mandato por primera vez desde diciembre de 2019. Tuvo una sensación agradable y extraña al mismo tiempo, por el gran alivio de ser ahora solo visita y ya no cautivo principal de esa jaula de oro.
Milei y Macri son dos personajes singulares que se hicieron célebres antes de entrar en la política, algo que no parecía estar en los planes originales de ninguno de los dos.
El mundo del fútbol, los negocios y la vidriera frívola de las revistas fueron el hábitat habitual de Macri por años. Pero la política no fue un capricho pasajero: desde que ingresó en ella, en 2003, ya nunca más se fue e hizo carrera hasta coronar como presidente de la Nación.
Para Milei fue todo mucho más rápido e inorgánico porque se hizo conocido a partir de sus brusquedades televisivas agitando su bandera libertaria, que siempre rindieron buen rating.
Desde su ingreso en la política, a Macri le llevó trece años llegar a la presidencia de la Nación; a Milei, apenas dos. Macri ya venía con la experiencia de dos mandatos de gestión como jefe del gobierno porteño y contaba con el respaldo de tres partidos (además de Pro, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica). Milei nunca pasó antes por ningún cargo ejecutivo y solo lo sostiene un partido en formación, como LLA.
Milei reconoce en Macri al antecesor necesario, el que abrió la brecha. Macri reconoce en Milei la encarnación de aquella precognición que tuvo cuando ya se iba del poder: que el ciclo populista estaba cerca de llegar a su fin y que las ideas liberales volverían a ponerse en juego, pero de manera más acelerada y sin tantas vueltas.
Macri ve en Milei el espejo de lo que no pudo ser porque no contaba con el mandato para ir a fondo ni, tal vez, con las agallas ni el temperamento para hacerlo. La sociedad tampoco estaba convencida, a fines de 2015, de la necesidad de acompañar un ajuste descomunal. Pero el gradualismo y los errores autoinfligidos condujeron de vuelta al kirchnerismo y eso el votante macrista no lo perdonó. Para colmo, las propuestas electorales de Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich no estuvieron a la altura y potenciaron el temor de que votando por alguno de ellos la posibilidad de un quinto gobierno kirchnerista fuera aún más factible. La irrupción de Milei constituyó una instancia superadora y un mayor reaseguro para escapar de lo que más temían y obraron en consecuencia.
En ese lugar de la historia aparece atrapado ahora Mauricio Macri, algo que quedó del todo explícito en la semana que acaba de transcurrir, en la que tuvo su cuarto de hora de enorme protagonismo escénico. Fue tema continuo de conversación en las redes sociales y su discurso desde el Arenas Studios de La Boca, ante 1400 dirigentes de Pro, se convirtió en una virtual cadena nacional en las señales de noticias.
El problema es que el líder de Pro ofrece una ayuda que el Gobierno no le estaría requiriendo. Entonces ciertas lecturas invierten el sentido de la movida y aducen que Pro solo busca espacios y cargos de manera más formal. Tras ocho meses de no acceder a entrevistas largas, Macri aún sigue en pleno raid mediático de notas en medios tradicionales y de streaming capitalinos y provinciales, que proseguirá hoy y mañana.
¿El mensaje? “Queremos darle músculo al Gobierno”, sería la síntesis de la idea que apunta a brindarle más cohesión a una gestión caracterizada por la dispersión.
Macri dijo en TN que Milei “es un león en la defensa de la narrativa”. Y, por si fuera poco, cuenta en las sombras con un estratega en esas lides intrigante y eficaz como Santiago Caputo. Está claro que el gobierno de LLA no quiere ser apenas el “segundo tiempo” de Macri, que son otra cosa, aunque puedan coincidir en una cantidad de temas.
El expresidente tiene otro esfuerzo titánico entre manos: reconfigurar un nuevo Pro sobre las cenizas aún humeantes de Juntos por el Cambio. Desperdició su resonante relanzamiento para dar indicios de por qué habría que votarlos el año que viene.

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