domingo, 20 de octubre de 2024

VIDA DIGITAL






Mañana, Ubuntu Linux cumple 20 años
El sobre en cartón satinado a color de la primera edición de Ubuntu, la 4.10, con las tres personas tomadas del brazo formando un círculo que constituía la base de su logo
Un empresario sudafricano que a los 26 años se había hecho multimillonario gracias al software libre decidió que lo que correspondía era retribuirle a la comunidad con capital y una mirada nueva; lo logró con crecesSuscriptores
Ariel Torres
El 20 de octubre de 2004, Canonical, una empresa que Mark Shuttleworth había fundado en marzo, lanzó la primera versión de Ubuntu, la 4.10 (4 por el año; 10 por octubre, sigue usándose esta simple y clara numeración). Por entonces, todavía se distribuía en CD, y conservo esa joyita, cortesía de un querido amigo que fue el primero en darme a conocer Ubuntu. Venían dos discos, uno para la instalación y otro para usarlo sin instalarlo en el disco duro (conocidos en la jerga como Live). Pronto ambas versiones se unirían en un solo disco. Dato: el logo de Ubuntu proviene de la imagen de tres personas fotografiadas desde arriba tomándose los brazos.
El mensaje del logo tiene sentido, en varios niveles. Mark Shuttleworth es un empresario sudafricano que se hizo multimillonario con los certificados digitales (lo que le permite a tu computadora conectarse con el sitio del banco de forma segura, por dar un ejemplo cotidiano), en los inicios de la Internet pública. Como había usado software libre para ese emprendimiento que terminó vendiéndole a Verisign por 575 millones de dólares (1000 millones de hoy), decidió invertir una parte de ese dinero en garantizar que Linux –y con eso, buena parte del ecosistema del software libre– se volviera al mismo tiempo más fácil de usar y que estuviera mejor blindado ante los avatares personales y económicos.
Ian Murdock, el creador de Debian, la distribución de Linux más usada del mundo como base para otras distribuciones; entre ellas, Ubuntu; falleció de manera trágica en 2015
Aclaro un poco esto. En general, el que no entiende nada de nada de software libre cree que se trata de rehuir del dinero. No. El mismo Richard Stallman, que inició la Fundación del Software Libre y escribió la licencia que le dio vida a Linux, OpenOffice, Firefox, Blender y sigue la lista (la GPL), aclaró en su momento que nunca había hablado del cerveza gratis. De hecho, Red Hat, hoy en manos de IBM, vende software libre y cotizó en Bolsa hasta 2019. La GPL, que en su momento le metió pánico a buena parte del Silicon Valley, no hizo sino adelantarse al capitalismo del siglo XXI. El asunto es que durante mucho tiempo al software libre se lo calificó de comunismo (el mismo Stallman refutó esto, en un mail que le mandé) y de virus, por citar solo un par de descalificaciones que vinieron desde lo más alto de la dirigencia de las corporaciones tecnológicas. Por lo tanto, buena parte del software libre empezó haciéndose a pulmón. Todavía sigue siendo así. Bueno, Shuttleworth entendió que una inyección de capital no vendría mal.
Para su distribución, eligió la palabra “ubuntu”, que se origina en la filosofía de un grupo étnico y cultural Bantú, los Nguni, y que literalmente, significa humanidad, pero en el sentido de las tribus de pastores del África subsahariana; es decir, que la humanidad se trata de los vínculos, de ser humano para con los otros. Suele decirse que significa también “soy lo que soy por lo que todos nosotros somos”. A mi juicio, en esta profusión semántica hay un hilo conductor: la solidaridad. En este articulo de Wikipedia pueden oírlo a Nelson Mandela explicando el concepto de ubuntu.
Por supuesto, detrás de la palabra “ubuntu” se percibe el eco de “ser lo que soy por lo que somos en conjunto” que debe haber sentido Shuttleworth al recibir esos 575 millones de dólares. Tenía 26 años.
Herencia
Shuttleworth había sido programador de Debian, las más difundida y respetada de las distribuciones de Linux, por lo que decidió basar Ubuntu en ella. A lo mejor, para quien no está familiarizado con la nomenclatura, vengan bien algunos datos básicos. Linux es un sistema operativo tipo Unix para PC, notebooks, servidores, routers, IoT (eso incluye tu smart TV, sin ir más lejos), consolas de videojuegos, supercomputadoras y robots, entre otras mil cosas. Como es software libre, cualquiera puede construir su propia versión de Linux. Una versión se denomina distribución, o “distro”, en la jerga. Muchas distros derivan de otras. Ubuntu deriva de Debian, así como Mint deriva de Ubuntu (y de Debian). En total, más de 120 distribuciones derivan de Debian.
Mark Shuttleworth en 2011
Como arranqué temprano con Linux (unos nueve años antes de la salida de Ubuntu), estaba curtido en las anfractuosidades de este sistema hecho por expertos para expertos. Así que la idea de Shuttleworth, que se proponía hacerlo amigable (“Ubuntu pronto será más fácil de instalar y de usar que Windows”, declaró en algún momento de 2006), me pareció fantástica. Además, y dejando de lado debates técnicos que ni vienen al caso ni son exclusivos de Linux, la única falla grave del sistema de la Free Software Foundation era ese. Para el que no era del palo, resultaba imposible. No porque sí, y aunque hoy suene un poco fuerte, el lema del primer Ubuntu era: “Linux para humanos”.
Pero permítanme aclarar esto con un pequeño ejemplo, para que no parezca que el prurito que muchos mostrábamos en contra de la filosofía hermética de Linux era pura negligencia o simple pereza. Al principio, cuando querías instalar un programa (algo que en Windows era un doble clic y listo) tenías que ir al sitio del desarrollador y descargar el código fuente. Luego había que compilarlo en tu computadora. Para eso tenías que ejecutar en una terminal (la pantalla negra que utiliza comandos escritos) esto:./configure; make; make install
A veces andaba, a veces no, y entonces tenías que interpretar los mensajes de error y llegado el caso editar un archivo que no era para almas sensibles. Si andaba, era altamente probable que te arrojara errores de dependencia; eso quería decir que antes de ese programa necesitabas instalar algunas otras cosas; típicamente, bibliotecas de vinculación dinámica. Nada de esto venía acompañado de alguna clase de ayuda, sugerencia, tip u opción predeterminada. Había que RTFM. Cosa que muchos hicimos, y me siento enormemente agradecido de esa época en la que la pila de documentación de Linux llegó a tener la altura de un nene de 4 años. Pero no era realista el esperar que millones de profesionales que se dedican a otra cosa y no tienen –para empezar– el tiempo de leer todo eso y que, en no pocos casos, carecen el background técnico, porque vienen de otras disciplinas, usaran Linux.
El primer Ubuntu venía en dos CD, uno de instalación y el otro Live
Eso es lo que se propuso cambiar Shuttleworth, y lo logró. Veinte años después, descargar, instalar y empezar a usar un Linux lleva 15 minutos, gracias a Ubuntu. Además, a 260.000 pesos un Windows 11 Pro (sin sumar el precio de los programas), el que puedas contar con un sistema operativo y las aplicaciones principales a costo cero, incluso dejando de lado el asunto fundamental de la libertad, puede cambiarle la vida a mucha gente. Originalmente, Canonical te mandaba el CD de Ubuntu gratis a tu casa, vivieras donde vivieras. Hoy te lo bajás de internet y todo eso del CD parece del Pleistoceno. Pero había un guiño ahí, un gesto, una intención. Y lo que vale es la intención.
Luego de dos décadas, Ubuntu consiguió algo impensado. Hoy Linux está en el 4,5% de las computadoras de escritorio. Es más de lo que tenía Mac en la década del ‘90, antes del iPod, el iPhone y la iPad. Es cierto que Linux es una potencia dentro del ambiente corporativo, donde motoriza mucho de lo que hacemos todos los días, incluso sin que vos te enteres. Tu Android, sin ir más lejos, usa el núcleo de Linux. (Y tu iPhone, un núcleo MACH, de la Universdidad Carnegie Mellon, de cuyo código se derivaría Hurd, el núcleo del sistema operativo que había planeado Stallman para la Free Software Foundation).
Pero a pesar del éxito corporativo de Linux, había una deuda pendiente con el resto de nosotros, y Canonical la saldó con creces. Celebramos eso.

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