Tatuarse a los 80: cuando las ganas superan a los prejuicios
Concretar un deseo reprimido e ignorar la mirada ajena: con ese objetivo, los adultos mayores se animan a dar el paso y aseguran que los cuidados son los mismos que a cualquier edad
Laura Reina
Norma se tatuó para cumplir una promesa mundialista
“Tatuarse por primera vez a los 80 años es más común de lo que se cree. Con internet y las redes sociales explotaron los tatuajes, y esta explosión también llegó a las personas mayores”, dice Diego Staropoli, reconocido tatuador que hace 31 años abrió el primer local de Mandinga Tattoo en Villa Lugano, pegado a la estación de tren, y más tarde otro muy frecuentado por futbolistas, actores y rockeros en el barrio de San Telmo.Por su estudio siempre pasaba Susana Aspiunza, una mujer que ahora cruzó las barrera de los 90, y que cada vez que entraba en el estudio de arte hacía la misma pregunta a los que atendían: “¿Ustedes podrían tatuarme aunque mi piel esté un poco arrugada?” La respuesta siempre era un rotundo sí, pero Susana, que es la madrina del local, tardó un tiempo en decidirse. “Su papá era marinero y tenía un tatuaje que a ella le encantaba y siempre quiso hacerse uno. Pero el marido era militar y no la dejaba. Hasta que enviudó y ese mismo año se hizo su primer tatuaje, a los 86. Hoy tiene el 95% de su cuerpo tatuado, ya casi no le queda lugar –cuenta Staropoli–. Hace 20 días vino a hacerse el último diseño en la palma de la mano, que es de las zonas más dolorosas que hay para hacerse un tatuaje, y dice que no siente dolor. Se tatuó la palabra Fe”, cuenta el creador de Mandinga Tattoo, que además lleva adelante un programa de televisión por el Canal de la Ciudad.
Susana, que por estos días está instalada en Mar del Plata, es una especie de estrella a la que le dedicaron varios programas y notas en medios. “Ella es la mujer más tatuada de la Argentina y me animo a decir que quizá del mundo a su edad. Es una celebridad, espera el verano para ponerse minifalda y sacarse fotos con la gente en la rambla, se pasa todo el verano allá”, cuenta el tatuador. En otros casos, los tatuajes que se estampan en la piel después de los 80 tienen un costado emotivo. “Hace poco vino una señora de 86 años con su nieta de 30 y pico y se tatuaron el nombre de la otra. La señora decía que ese tatuaje la ayudaba a recordar cómo se llamaba su nieta los días que le costaba conectarse con la realidad”, cuenta Staropoli.
Promesas mundialistas
La Argentina está dentro de los países más tatuados del mundo, según una encuesta online que involucró a 19 países realizada por una agencia alemana Dalia Research. El 43% de los argentinos tiene al menos un tatuaje, lo que convierte en el cuarto país con mayor cantidad de personas tatuadas en el mundo, detrás de Italia, Suecia y Estados Unidos. Sin duda, la copa que la selección ganó en Qatar 2022 disparó un verdadero furor por los tatuajes en personas de todas las edades. El año pasado se viralizó la historia de Norma León (79), una abuela fanática de River que se tatuó su antebrazo para cumplir una promesa mundialista. “Estábamos con mi nieto viendo la tanda de penales contra Países Bajos y me dice: ‘Si pasamos, me tatúo algún jugador de River’. Era un sacrificio para él, porque es muy fanático de Boca, como casi todos en mi familia –aclara Norma–. Y resulta que pasamos, así que se tatuó la araña de Julián Álvarez porque al otro partido, contra Croacia, él hizo dos goles”, cuenta Norma a la nacion.
El nieto de Norma estaba feliz por el triunfo, pero contrariado por la promesa que estaba obligado a cumplir, así que la abuela le dijo: “Lucas, te acompaño y nos tatuamos los dos. Yo lo amo a Julián, para mí no es ningún sacrificio, al contrario, es una emoción”.
Después de ese primer tatuaje, Norma siguió estampando con tinta sus pasiones en su piel: hace un año se hizo el escudo de River y también el nombre de sus nietos. “Los últimos tatuajes fueron para darme el gusto, porque cuando te hacés uno, enseguida te pica el bichito de hacerte otro. Si River ganaba la Copa Libertadores también me la tatuaba, pero me quedé con las ganas. El año que viene vamos por la revancha”, dice esperanzada.
Entre prejuicios y cuidado
Una de las principales trabas al momento de tatuarse en la vejez son los prejuicios. “¿A tu edad te vas a tatuar?”, es el comentario reprobatorio que muchos reciben de su entorno más cercano. Norma, que lleva casada 54 años, tuvo la aceptación de todos menos de su marido. “A él no le gustan los tatuajes, no quería saber nada pero no le quedó otra que aceptarlo –sostiene–. Yo lo hice porque lo sentía, no podía ser que a esta edad no tuviera nada de River ni el nombre de mis nietos, que son la luz de mis ojos”.
A sus casi 80 años, Estela González no comentó con nadie que iba a hacerse un tatuaje. Lo venía pensando hacía un tiempo y ni bien lo decidió, lo mantuvo en silencio hasta que en una cena familiar con su hijo, su nuera y sus nietos se arremangó el suéter y lo mostró, todavía cubierto con el film protector.
Amante de la astrología, Estela eligió hacerse un arcano mayor. “No lo comenté antes porque no quería que nada ni nadie influyera en mi decisión ni me juzgara por lo que iba a hacer –reconoce–. Nadie en mi familia tiene tatuajes, soy la primera y la única, así que estaba segura de que no iban a apoyarme. Cuando lo mostré, primero se sorprendieron y después mis nietos me felicitaron y dijeron que querían uno. Pensamos en hacernos el mismo tatuaje los tres, tenemos que decidir qué vamos a dibujarnos.”
De hecho, en muchos casos, los nietos juegan un papel fundamental para los abuelos que debutan con los tatuajes. Son ellos los que los acompañan hasta el local o les recomiendan hacerlo con su tatuador de confianza. Los hijos, en cambio, son más reacios y los que menos de acuerdo están con la decisión. “Aunque no me dijeron nada, sé que a mi nuera y a mi hijo no les gustó mucho que me tatuara”, confiesa Estela.
“Tatuarse por primera vez a los 80 años es más común de lo que se cree. Con internet y las redes sociales explotaron los tatuajes, y esta explosión también llegó a las personas mayores”, dice Diego Staropoli, reconocido tatuador que hace 31 años abrió el primer local de Mandinga Tattoo en Villa Lugano, pegado a la estación de tren, y más tarde otro muy frecuentado por futbolistas, actores y rockeros en el barrio de San Telmo.Por su estudio siempre pasaba Susana Aspiunza, una mujer que ahora cruzó las barrera de los 90, y que cada vez que entraba en el estudio de arte hacía la misma pregunta a los que atendían: “¿Ustedes podrían tatuarme aunque mi piel esté un poco arrugada?” La respuesta siempre era un rotundo sí, pero Susana, que es la madrina del local, tardó un tiempo en decidirse. “Su papá era marinero y tenía un tatuaje que a ella le encantaba y siempre quiso hacerse uno. Pero el marido era militar y no la dejaba. Hasta que enviudó y ese mismo año se hizo su primer tatuaje, a los 86. Hoy tiene el 95% de su cuerpo tatuado, ya casi no le queda lugar –cuenta Staropoli–. Hace 20 días vino a hacerse el último diseño en la palma de la mano, que es de las zonas más dolorosas que hay para hacerse un tatuaje, y dice que no siente dolor. Se tatuó la palabra Fe”, cuenta el creador de Mandinga Tattoo, que además lleva adelante un programa de televisión por el Canal de la Ciudad.
Susana, que por estos días está instalada en Mar del Plata, es una especie de estrella a la que le dedicaron varios programas y notas en medios. “Ella es la mujer más tatuada de la Argentina y me animo a decir que quizá del mundo a su edad. Es una celebridad, espera el verano para ponerse minifalda y sacarse fotos con la gente en la rambla, se pasa todo el verano allá”, cuenta el tatuador. En otros casos, los tatuajes que se estampan en la piel después de los 80 tienen un costado emotivo. “Hace poco vino una señora de 86 años con su nieta de 30 y pico y se tatuaron el nombre de la otra. La señora decía que ese tatuaje la ayudaba a recordar cómo se llamaba su nieta los días que le costaba conectarse con la realidad”, cuenta Staropoli.
Promesas mundialistas
La Argentina está dentro de los países más tatuados del mundo, según una encuesta online que involucró a 19 países realizada por una agencia alemana Dalia Research. El 43% de los argentinos tiene al menos un tatuaje, lo que convierte en el cuarto país con mayor cantidad de personas tatuadas en el mundo, detrás de Italia, Suecia y Estados Unidos. Sin duda, la copa que la selección ganó en Qatar 2022 disparó un verdadero furor por los tatuajes en personas de todas las edades. El año pasado se viralizó la historia de Norma León (79), una abuela fanática de River que se tatuó su antebrazo para cumplir una promesa mundialista. “Estábamos con mi nieto viendo la tanda de penales contra Países Bajos y me dice: ‘Si pasamos, me tatúo algún jugador de River’. Era un sacrificio para él, porque es muy fanático de Boca, como casi todos en mi familia –aclara Norma–. Y resulta que pasamos, así que se tatuó la araña de Julián Álvarez porque al otro partido, contra Croacia, él hizo dos goles”, cuenta Norma a la nacion.
El nieto de Norma estaba feliz por el triunfo, pero contrariado por la promesa que estaba obligado a cumplir, así que la abuela le dijo: “Lucas, te acompaño y nos tatuamos los dos. Yo lo amo a Julián, para mí no es ningún sacrificio, al contrario, es una emoción”.
Después de ese primer tatuaje, Norma siguió estampando con tinta sus pasiones en su piel: hace un año se hizo el escudo de River y también el nombre de sus nietos. “Los últimos tatuajes fueron para darme el gusto, porque cuando te hacés uno, enseguida te pica el bichito de hacerte otro. Si River ganaba la Copa Libertadores también me la tatuaba, pero me quedé con las ganas. El año que viene vamos por la revancha”, dice esperanzada.
Entre prejuicios y cuidado
Una de las principales trabas al momento de tatuarse en la vejez son los prejuicios. “¿A tu edad te vas a tatuar?”, es el comentario reprobatorio que muchos reciben de su entorno más cercano. Norma, que lleva casada 54 años, tuvo la aceptación de todos menos de su marido. “A él no le gustan los tatuajes, no quería saber nada pero no le quedó otra que aceptarlo –sostiene–. Yo lo hice porque lo sentía, no podía ser que a esta edad no tuviera nada de River ni el nombre de mis nietos, que son la luz de mis ojos”.
A sus casi 80 años, Estela González no comentó con nadie que iba a hacerse un tatuaje. Lo venía pensando hacía un tiempo y ni bien lo decidió, lo mantuvo en silencio hasta que en una cena familiar con su hijo, su nuera y sus nietos se arremangó el suéter y lo mostró, todavía cubierto con el film protector.
Amante de la astrología, Estela eligió hacerse un arcano mayor. “No lo comenté antes porque no quería que nada ni nadie influyera en mi decisión ni me juzgara por lo que iba a hacer –reconoce–. Nadie en mi familia tiene tatuajes, soy la primera y la única, así que estaba segura de que no iban a apoyarme. Cuando lo mostré, primero se sorprendieron y después mis nietos me felicitaron y dijeron que querían uno. Pensamos en hacernos el mismo tatuaje los tres, tenemos que decidir qué vamos a dibujarnos.”
De hecho, en muchos casos, los nietos juegan un papel fundamental para los abuelos que debutan con los tatuajes. Son ellos los que los acompañan hasta el local o les recomiendan hacerlo con su tatuador de confianza. Los hijos, en cambio, son más reacios y los que menos de acuerdo están con la decisión. “Aunque no me dijeron nada, sé que a mi nuera y a mi hijo no les gustó mucho que me tatuara”, confiesa Estela.
A pesar de que el tatuaje ya es algo instalado en la sociedad, para Staropoli, todavía subsisten algunos mitos que hay que derribar. “Es mentira que los tatuajes se convierten en manchones de tinta cuando llegás a viejo, nada que ver. Pero lo más importante, para mí, es que después de los 80 llegás a una edad en la que ya no tenés que darle explicaciones a nadie. ¿Qué te va a importar lo que piensen o te digan los demás? Y siempre digo que quedarse con ganas de hacer algo no está bueno”, reflexiona, y niega que haya que tener un cuidado especial con alguien mayor. “Las precauciones son las mismas que con cualquiera que viene a tatuarse. Nosotros hacemos trabajos en gente que tiene un gran porcentaje de su cuerpo quemado. No hay un cuidado especial”. Sin embargo, advierten algunos especialistas, no hay que desconocer que la piel se vuelve más fina y eso puede afectar el proceso y los tiempos de cicatrización.
Aunque las estadísticas marcan que en la Argentina hay bastante paridad entre hombres y mujeres tatuados, las que más se animan una vez que traspasan los 80 son ellas. “Por supuesto vienen hombres, pero las mujeres son las que más se tatúan a esta edad. Soportaron más prejuicios y mandatos a lo largo de su vida, y ahora se liberan y se animan a hacerlo, como en el caso de Susana”, concluye Staropoli.
“Los últimos tatuajes fueron para darme el gusto, porque cuando te hacés un tatuaje enseguida te pica el bichito de hacerte otro”
Norma León
79 años
“Nadie en mi familia tiene tatuajes, soy la primera y la única, así que estaba segura de que no iban a apoyarme”
Estela González
80 años
“Hace poco vino una señora de 86 años, con la nieta de 30 y pico, y cada una se tatuó el nombre de la otra”
Diego Staropoli
tatuador al frente de mandinga
Los exámenes de fin de año son desde 2023 un desafío también para los docentes. ChatGPT y otros modelos de lenguaje teóricamente le permiten al alumno responder casi cualquier pregunta sin haber estudiado nada. La alarma generalizada que vimos en el claustro luego del 30 de noviembre de 2022 ha ido dando paso a cualquier cosa menos lo que esperábamos. Típico.
Primero, para usar ChatGPT, el alumno debe saber que hay algo llamado ChatGPT. Dada la catastrófica crisis educativa de la que estamos siendo testigos, buena parte del alumnado ignora por completo que existen OpenAI, Sam Altman y ChatGPT.
Si dejamos de lado esto, que es más generalizado de lo que se cree (fuera, claro, de las carreras informáticas), en sucesivos exámenes vine a advertir que si seguimos preguntando como antes, ChatGPT puede ser una nueva forma de hacer trampa. Pero si uno le toma el pulso al bot, empieza a darse cuenta de que hay preguntas que a la IA le cuesta responder. Por supuesto (ya lo sé, no se enojen todavía, hay tiempo), casi todo esto depende de la asignatura de la que se trate.
Pero en todos los casos siguen siendo ciertas dos cosas. Primera, que ChatGPT y sus equivalentes están entre nosotros y que cada vez van a estar más presentes y van a ser más ubicuos y omnipresentes. Segundo, que nuestros alumnos van a vivir en un mundo con bots de IA, de modo que prohibir su uso es contradictorio. Se supone que educamos para el futuro, no solo para que se saquen una nota.
Nada de esto puede hacerse rápido y casi todo lo que aprendamos va a ser resultado del ensayo y el error. Lo he dicho ya muchas veces, y la realidad prueba que es así: estamos en terreno no cartografiado. Así que aquí van dos historias reales de la intersección entre el alumnado, ChatGPT y los exámenes finales. El año pasado, por ejemplo, en una de las materias que dicto en la UP (Internet para periodistas), una alumna entregó un examen final de más o menos 10.000 caracteres. Tardó cinco minutos. De modo que tipeó a una tasa de alrededor de 33 caracteres por segundo.
Si el examen hubiera sido de mecanografía, caramba, habría descollado. Pero cada pregunta estaba formulada de tal manera que la mejor respuesta fuera la más sucinta. Una palabra. Un número. Con eso alcanzaba. Si habías estudiado, la solución era obvia. Pero a ChatGPT le gusta hablar. Y si el alumno no estudió, hay que leer todos esos 10.000 caracteres para ver si ahí se esconde la respuesta correcta, y, además, descubrirla. Y para eso, hay que estudiar.
No era el caso, y en sus 10.000 caracteres la respuesta estaba solo vagamente sugerida. Así que ni siquiera con la ayuda de la IA el resultado fue aceptable.
Este año, el fenómeno se repitió, solo que hubo más casos. Es decir, GPT empieza a instalarse como un ayudante de examen, al menos entre los que saben que existe. De nuevo, el problema son los resultados. Si el docente sabe cómo interpreta las consultas GPT, puede pensar en cada pregunta como un prompt. Si el alumno estudió, podrá responder. Si no, GPT le dará respuestas generales, vagas, fuera de foco. La única forma de responder correctamente con la sola ayuda de un modelo de lenguaje sería reformular la consulta, volver a preguntarle a GPT, a menudo varias veces, y eso sería incluso más trabajoso que estudiar. Más entretenido, claro, y no está mal, si lo hacés antes de rendir.
Pero mis exámenes tienen un límite de tiempo estricto, precisamente para desactivar a los tramposos. Frente a esta urgencia, algunos copian y pegan la respuesta de GPT, y como resultado se sacan solo una nota mediocre. Es la gran lección aquí. Si querés resultados mediocres, una carrera mediocre, un salario mediocre, un futuro mediocre, no estudies. Usá solo GPT. Pero si ya existe GPT, ¿por qué alguien querría contratarte?
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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