domingo, 15 de diciembre de 2024

VIDA DIGITAL....LA COMPU....






Con la inteligencia sola no alcanza, y mucho menos si es artificial
Los videos de Sora duran hasta 20 segundos y no tiene audio. ¿Pero qué es lo realmente importante?

La IA no es un fin, sino una herramienta; deberíamos tener la honestidad intelectual de admitir que nunca hemos podido anticipar los cambios que cada herramienta dispararía, desde el fuego para acá
Ariel Torres
Como posiblemente ya saben, OpenAI, la creadora de ChatGPT, acaba de lanzar oficialmente Sora, un modelo de inteligencia artificial generativa (IAGen) que permite crear videos de hasta 20 segundos, sin audio, sobre la base de un prompt. O sea, hace falta escribir la descripción de lo que pretendemos que Sora produzca y luego elegir una serie de parámetros, como la duración y la relación de aspecto de la pantalla. Hace falta tener una suscripción activa; cuesta 20 dólares por mes la convencional y 200, la Pro.
El sitio colapsó casi inmediatamente. Según dijeron al principio, por exceso de demanda. Sonaba como un poco melodramático, si no acaso incongruente. Porque si realmente el problema era las visitas, estamos hablando de Microsoft, que tiene la tecnología para abastecer prácticamente cualquier demanda que uno pueda imaginar. Si el problema era, como quizá tenía más sentido, que cada video de Sora demanda mucho poder de cómputo, entonces, hay dos cuestiones por apuntar. Primero, que estamos consumiendo toneladas de energía para producir clips delirantes e innecesarios en medio de una crisis climática; algo que, artificial o no, parece cualquier cosa menos inteligente. Segundo, este colapso pasajero de OpenAI muestra una de las limitaciones más decepcionantes y obvias de la IA; es decir, que sin suficiente cómputo, no sirve para nada.
Aclaración indispensable: el cómputo es muy insuficiente por ahora, y seguirá siéndolo cuando consigamos computadoras muchísimo más veloces. ¿Por qué? Porque siempre podremos hacer más y mejores cosas con las computadoras, y eso se traduce en que siempre habrá necesidad de más cómputo.

Los planes de suscripción de OpenAI
Así que, al principio, el escéptico que hay en mí me hizo pensar que en realidad no había tal colapso (realmente la gente no se agolpa para pagar 20 dólares para hacer videos de jirafas en la Luna) y que todo el asunto, igual que las invitaciones de Gmail 20 años atrás, había sido un teaser grande como Alaska. Pero no. Al final resultó que OpenAI había sufrido un incidente masivo y había quedado fuera de línea el 11 de este mes. Fue en el mismo período en que se cayeron WhatsApp e Instagram.
Tecnología del siglo 13
En todo caso, la noticia del lanzamiento de Sora sirve para mirar a la inteligencia artificial bajo una luz diferente. Estamos de algún modo persuadidos de que la IA es un fin. No lo es. La IA es una herramienta. Los primeros humanos que crearon cuchillos de pedernal no se pusieron a cortar todo lo que encontraban alrededor para probar lo filosas que eran, y maravillarse con eso. Los usaban para cortar pieles y la carne de los animales que cazaban, para tallar madera y ese tipo de tareas. No es improbable que las hayan usado para causarles daño a sus rivales humanos, ya que estamos. Hoy es lo mismo. Estamos demasiado enfocados en la IA, lo que equivale a enfocarse en el hacha de pedernal.
Como ocurrió con las computadoras económicas a fines de la década del ‘70, con la imprenta, hace casi 570 años, con el teléfono de Graham Bell y con Internet desde el 1° de enero de 1983, por citar solo cuatro ejemplos, la novedad es tan sorprendente que confundimos herramienta con tarea. Con una doble vuelta de tuerca aquí, porque el cómputo es un tipo de herramienta programable. Ups.
Seguimos hablando de la imprenta, cuando en realidad Gutenberg creó los libros en serie. Con eso derribó el corralito que mantenía fiscalizada la información. Como resultado nacieron desde la democracia y los diarios hasta la medicina moderna. Gutenberg era un orfebre que se propuso reemplazar los moldes de madera de las imprentas chinas por tipos metálicos (que era lo que él sabía hacer). Nada más. El efecto multiplicador no fue advertido sino hasta que buena parte del mundo había cambiado por completo. De modo que las herramientas no solo no son un fin en sí, sino que, además, se encadenan, y se encadenan de modos imprevisibles, como se verá enseguida.
Queda claro, por otro lado, al mirar la historia de la civilización, que nunca llegamos a anticipar lo que una tecnología disruptiva va a causar, y no lo anticipamos precisamente porque esa tecnología es disruptiva. Si no, sería otra cosa.
Desde que la IA generativa hizo su aparición, el descubrimiento de nuevos materiales aumentó un 44% en el laboratorio de una compañía cuyo nombre se ha mantenido en reserva, y sus científicos registraron un 39% más de patentes, según esta nota de Nature. Un un solo ejemplo de miles, porque las tecnologías disruptivas operan sobre toda la realidad, masivamente; cualquiera de esos materiales (como ocurrió con los LED de luz brillante) podría resolver nuestra crisis energética en un santiamén. Más: un informe de la International Confederation of Societies of Authors and Composers predice que solo los músicos van a perder un 24% de sus ganancias en los próximos cuatro años, debido a la inteligencia artificial generativa. En tanto, se multiplican las demandas por bots que agreden a adolescentes o los incitan a asesinar a sus padres, porque les limitaron el tiempo de internet, como acaba de ocurrir con Character.ai, que también usa el modelo de IA de Google.
Armas ilegales de fabricación casera, conocidas como "armas fantasma" en las instalaciones del Departamento de Policía de San Francisco, el 27 de noviembre de 2019. La misma tecnología de impresión 3D se usa en medicina para salvar vidas
Un ejemplo terrible, pero real y de estos días. El CEO de UnitedHealthcare, Brian Thompson, fue asesinado en Nueva York hace hoy diez días. El sospechoso, que ya fue arrestado, usó un arma de fuego fabricada con una impresora 3D. No habría impresoras 3D domésticas económicas sin computadoras personales accesibles. Ni habría planos para construir este tipo de armas en Internet, si no tuviéramos computadoras en casa conectadas a una infraestructura de telecomunicaciones que se remonta a las líneas de telefonía fija. Las armas de fuego manuales con un alcance efectivo de 3 metros (más o menos la distancia a la que Thompson fue ejecutado por la espalda) son del siglo 13. Eso es 200 años antes de la imprenta, cuyos libros hoy, en una biblioteca pública, en los anaqueles de historia, explican cómo funcionaban aquellas proto pistolas del siglo XIII. La pólvora fue inventada en el siglo 9.
Dicho con menos vueltas, sería muy sano, como debió hacer la dirigencia cuando aparecieron las computadoras personales (en lugar de despreciarlas como cosa de nerds) e Internet (en lugar de decir que era una moda pasajera), admitir que no tenemos idea del mundo que viene. Ni, en muchos casos, del mundo en el que ya estamos viviendo. En tiempos de cambios rápidos y paradigmáticos (el fin de la Edad Media, por citar un ejemplo asociado a la imprenta) no hay nada más nefasto y peligroso que la arrogancia del que cree que sabe cómo sigue la historia. Ni nada más prudente que reconocer que estamos en territorio no cartografiado.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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