viernes, 30 de septiembre de 2022

HECHOS REALES




El asedio de Silverton: la toma que fogoneó la campaña por Mandela
Tres jóvenes activistas presionaron al régimen racista en su momento más duro con la exigencia de liberar a quien se volvería referente mundial de los derechos civiles
Ramiro Pellet LastraLa imagen de Mandela se volvió recurrente en la década de 1980
Era fines de enero y el verano sudafricano estaba en su apogeo, con miles de personas de todos colores en las playas. No en las mismas playas. Los blancos en las suyas, los negros en otras y los “coloureds”, o mezcla de razas, en otras. Cruzar los límites era impensado, como lo era cruzar cualquiera de las fronteras que dispusieran las leyes racistas del apartheid que regían desde 1948.
En este contexto, el 25 de enero de 1980 la acción no estaba en las idílicas arenas de la costa sudafricana. Estaba en Pretoria, la capital del país y sede del poder blanco de Sudáfrica, una supuesta democracia. El Partido Nacional Afrikáner, durante sus 42 años al mando, aprobó 317 leyes para legalizar el racismo y privilegiar a la minoría blanca.
Stephen Mafoko, Wilfred Madela y Hamphrey Makhubo, tres jóvenes negros que militaban contra el apartheid, planeaban esa mañana dinamitar los depósitos de una compañía petrolera. Eran activistas del Umkhonto we Sizwe (MK, Lanza de la Nación). Pero el plan no resultó. Debieron escapar de la policía, que los persiguió por media ciudad. Acorralados y desesperados, se metieron a las corridas en una sucursal del Volkskas Bank en Silverton, Pretoria.
La historia de la imprevista toma bancaria está recreada en El asedio de Silverton, una película de Netflix estrenada en abril pasado. Este episodio de 1980 enlaza la larga lucha por el fin del apartheid en Sudáfrica. ¿Qué pedían para salir? No lo tenían claro. Para empezar, ni siquiera sabían cómo llegaron al banco. Pero ahí estaban, con clientes y personal de rehenes, unas veinticinco personas en total. Del otro lado los aguardaba un enjambre de policías.
Había que improvisar. Fue así que exigieron, a cambio de dejar salir a los rehenes, un salvoconducto para escapar del país. Pero aprovechando la situación reclamaron, con una repentina iluminación, la liberación de Nelson Mandela, baluarte del activismo por los derechos civiles y preso político. Fue un reclamo espontáneo, quizás el primero de su tipo, para presionar por su libertad.
Mandela llevaba varios años tras las rejas, después de ser perseguido judicialmente como referente del Congreso Nacional Africano (CNA), la organización más importante del activismo negro. Estaba confinado en Robben Island, la Alcatraz sudafricana, frente a las costas de Ciudad del Cabo. Entrar era tarea fácil: bastaba con ser negro y luchar contra el régimen. Los tribunales harían el resto. Salir era imposible.
Vuelo propio
La prensa internacional se interesó en el caso de los rehenes, que al día siguiente dejó los confines de Pretoria para tomar vuelo propio.
“El comisario de policía, el general Michael Geldenhuys, se negó a revelar las exigencias concretas de los pistoleros negros”, escribió la corresponsal en Pretoria del Washington Post. “Pero otra fuente dijo que exigían la liberación y el transporte por vía aérea a Angola de varios presos políticos, entre ellos Nelson Mandela, que cumple cadena perpetua por sabotaje. Mandela fue presidente del movimiento nacionalista negro más antiguo de Sudáfrica, el Congreso Nacional Africano”.
El relato añadía que los activistas tenían “rifles soviéticos”, acorde al temor de la época al comunismo. Aunque los miembros del MK, curtidos en actos de sabotaje, eran literalmente de armas tomar.
Mandela solo sería liberado diez años después. Pero, según sostiene el director de la película, Mandla Dube, aquel reclamo juvenil y justiciero, más bien accidental, hizo mucho por propulsar el que fuera luego un masivo reclamo mundial para sacarlo de prisión.
“Aquí hay jóvenes que fueron perseguidos por la policía, entraron a un edificio y fueron lo suficientemente innovadores para decir: ¿Saben qué? No queremos el dinero. Vamos a liberar a Nelson Mandela. Eso encendió el movimiento para la liberación de Mandela. Menos de diez años después, estaba libre. Los jóvenes tienen que entender de dónde vienen y que sus historias son muy importantes”, dijo Dube en una entrevista sobre su proyecto.
A lo largo de los años 80 Mandela pasó a ser el ícono de la defensa por los derechos civiles, ya no solo en Sudáfrica, sino en el resto del mundo. Se rebautizaron calles y parques con su nombre. Se hicieron canciones, estatuas y grafitis.
Si bien la película solo trata de la toma del banco, el sitio South African History Online señala que el incidente, así como otros similares, tuvo consecuencias directas en el avance de los derechos civiles. “El asedio condujo a un juicio, un juicio que se convirtió en una plataforma para la resistencia. El juicio y sus veredictos inspiraron a su vez otras protestas y acciones, que acabaron allanando el camino hacia el acuerdo negociado en Sudáfrica”.
La comunidad negra cobró fuerza en esos años en su lucha contra la segregación. La comunidad internacional se solidarizó con la causa. Pero el asedio de Silverton fue también, para algunos de quienes lo vivieron, una cuña en la resistencia monolítica de los blancos. Así lo explicó una de las rehenes años después, cuando Mandla Dube investigaba los detalles para su trama.
“Esos tipos cantaban canciones de libertad, y nos enseñaron a cantar canciones de libertad –recordó la mujer–. Una vez que nos dimos cuenta, como rehenes, que no habían entrado ahí para robar el banco, que en realidad estaban luchando por la libertad, nos vimos atrapados entre la espada y la pared, porque crecimos con la enseñanza de que existe ese peligro negro. Los terroristas negros van a atacarnos y a quitarnos nuestro país. Y estos chicos no estaban tratando de quitarnos nada. En realidad, luchaban por la libertad de todos nosotros, blancos o negros”.
La erosión del régimen
Los diez años que tomó la liberación de Mandela fue lo que demoraron en demoler la resistencia del régimen las distintas acciones en el país y la campaña exterior. La lideraron el CNA y otras organizaciones, en particular la ONG británica Movimiento Anti-Apartheid.
La campaña fue una estrategia deliberada que personalizó la lucha contra el racismo en la figura de Mandela. Cuando Mandela fuera libre, los millones de sudafricanos sometidos serían libres. Y fue así como sucedió: Mandela salió de prisión en 1990 y fue elegido presidente en 1994. En cuatro años, las leyes del apartheid eran historia.
David Kenvyn, antiguo miembro del Movimiento Anti-Apartheid y actual vicepresidente de Acción por Sudáfrica, situó el caso del banco en su contexto. Ya había habido en el pasado intentos de campañas centradas en Mandela. Pero no fueron nada como lo que vendría después, esa ola mundial que arrastró al régimen. ¿Cuál fue el verdadero rol de los tres militantes de Silverton en este entramado de luchas?
Según explicó Kenvyn , “Silverton puede verse como un ejemplo del sacrificio de muchos soldados del MK que lucharon para hacer ingobernable el país después de 1976 y crearon las condiciones para que Nelson Mandela fuera el centro de la campaña internacional del CNA, intensificada a mediados de los años 80, como símbolo de la naturaleza injusta del apartheid”.
Como se lo quiera ver, los activistas de Silverton quedarán asociados para siempre a la historia de la liberación de Mandela y sus compatriotas. Si el apartheid se derrumbó, fue también porque ellos hicieron su parte. Y todo por un sabotaje frustrado y un grito improvisado de libertad.

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VAMOS AL TEATRO


Para agendar
Bodas de sangre, de Federico García
Lorca, con dirección de Vivi Tellas Funciones: de miércoles a domingos, a las 20 Duración: 100 minutos. Sala: Teatro San Martín. Entradas: desde 650 a 1.250 pesos.

TEATRO
Llega al San Martín una nueva versión de Bodas de sangre, la tragedia de García Lorca, en manos de la genial Vivi Tellas
Alejandro CruzMaría Onetto, Miranda de la Serna y Nicolás Goldschmidt, los encargados de interpretar la tragedia de García Lorca
Después de postergaciones, pandemia y modificaciones en su elenco original, hoy se estrena en el Teatro San Martín Bodas de sangre, emblemático texto de Federico García Lorca en manos de una directora como Vivi Tellas, creadora vinculada con al mapa de la vanguardia, de la experimentación escénica. “La tragedia contemporánea sucede en medio del festejo, del rumor. El deseo es una forma de trance que no se detiene, que no tiene límites”, reflexiona la directora de tantos biodramas, la que llevó a John Cage al Teatro Colón, la que alguna vez integró la banda de rock Bay Biscuits, la creadora que reconoce que le gusta “andar por caminos que no conozco ni controlo”. Esta trama rural de un deseo descontrolado se estrenó en Madrid, en 1933. En Buenos Aires, ese mismo año, tuvo su versión a cargo de Lola Membrives. Desde ese momento, hubo más de 40 versiones locales dirigidas, entre otros, por creadores como Juan Carlos Gené y Alejandra Boero. En 1986, también en San Martín, el gran director español José Luis Gómez presentó la suya en la que actuaba la gran Blanca Portillo.
Ahora es el turno de este elenco definido por el talento y variedad en un puesta que, seguramente, no pasará inadvertida como sucedió cuando Vivi Tellas estrenó, hace 20 años y en la misma sala Martín Coronado, La casa de Bernarda Alba. “Desmitificar podría ser la mejor palabra para explicar la intención de Vivi Tellas a la hora de poner en escena a Bernarda Alba, comenzaba la crítica de sobre ese montaje en el que Lucrecia Capello, como la abuela, aportaba una cuota de delirio extraordinario que tenía su punto más impactante con un desnudo en escena de esa mujer que condensaba el deseo reprimido de la casa. En esa puesta, como en la actual, Vivi Tellas contaba con un aliado fundamental de todo esto: la escenografía del artista plástico Guillermo Kuitca.
A 94 años del estreno de este clásico, en el escenario de la sala Martín Coronado la madre es María Onetto, la actriz que formó parte de aquel elenco de Bernarda
Alba, la protagonista de la película de La mujer sin cabeza y de tantas obras de teatro; Leonardo es Nicolás Goldschmidt, el actor que hizo de Maradona en Sueño Bendito, el exintegrante de Chiquititas como de tantos montajes de neto corte experimentales; y la novia es Miranda de la Serna, la intérprete que en la película Bruja actuó junto a Érica Rivas, su madre; la hija de Rodrigo de la Serna que hace de hija del personaje de Leonardo Sbaraglia en la película Corazón errante. Y juntos a ellos, Luciano Suardi, como el padre; o Alfredo Staffolani, como el novio; y un variado y numeroso elenco en el que conviven intérpretes claves de la escena alternativa.
El viernes pasado fue el momento de tomar contacto con el vestuario diseñado por Pablo Ramírez. Luciano Suardi no puede creer la capa con forro violeta impecable que le acaban de dar. Tampoco sale de su asombro Miranda de la Serna con los vestidos que tiene colgado en su camarín que está frente al de Nicolás Goldschmidt, el galán de la obra. Nerviosismo, asombro, energías diversas circulan por esta gran fábrica de producción artística. El metejón de Vivi Tellas por Bodas de sangre tiene claves que ella misma cuenta en modo entusiasmo. “La idea de Lorca sobre la represión, sobre el qué dirán, de lo que hay que hacer en manos de un poeta asesinado por una dictadura siempre me pareció muy atractiva. En general elijo textos que cruzan mi propia historia, mi biografía. Desde siempre, Bernarda Alba me remitió a mi propio pasado en una casa en donde los hombres se iban al trabajo y nos quedábamos todas las chicas en bombacha en la cama de mi abuela”. En ese casa vivían la abuela, dos tías, su madre y ella. Claro que no era una casa dominada por el encierro, era una casa de mujeres libres. “Acá, en Bodas, lo dominante es el misterio y el dolor del amor, la diferencia entre el amor y la pasión, el deseo y el amar a la persona equivocada. Y desde lo social muestra cómo se venden a las chicas, cómo se negocia con las nenas, cómo una madre y un padre hacen casar a su hija como pacto de poder, de negocio que termina en tragedia”, señala la directora trazando paralelismos con la actualidad.
La mayoría de los dramas de García Lorca están basados en hechos de la realidad. De hecho, Bernarda
Alba existió. El Crimen de Níjar, tal como se lo conoció en la época, fue el que inspiró a Lorca para escribir
Bodas de sangre. Aún hoy, los familiares de los implicados en esa tragedia repudian que los hechos se hayan convertido en una obra de teatro. “Hay una especie de silencio familiar que increíblemente perdura. Se sienten protagonistas indeseados de un caso famoso mundialmente. Todavía los habitantes de esos pueblos hablan mal de Lorca”, apuntaba el historiador Miguel Caballero en un reportaje a la nacion, el autor del libro Lorca: basado en hechos reales. Y agregaba que durante mucho tiempo curiosos se acercaban a sacarse fotografías en las tumbas de los protagonistas, por eso sus descendientes ordenaron borrar los nombres de las lápidas.
El investigador reconstruyó aquella boda frustrada que iba a celebrarse el 22 de julio de 1928 en el Cortijo del Fraile, actual Cabo de Gata, Almería. Una tal Francisca, alias “Paca la Coja”, iba a casarse con un hombre que no amaba, un tal Casimiro. La joven se fugó con su primo Leonardo, a quien sí amaba, pero pronto fueron descubiertos. El joven terminó herido de bala y la propia hermana de Paca intentó estrangular a la novia. Lorca había leído el caso en una noticia publicada en El Defensor de Granada. Claro que en la historia recreada por Lorca, hay algunas modificaciones.
En su camarín, ahora Miranda de la Serna es la que reflexiona sobre su personaje de la novia. “Es el más complejo que tuve que atravesar hasta el momento porque atraviesa emociones muy extremas. Hay algo del entender y no entender permanente. Está en el medio de dos hombres, en el medio del padre y de la madre; es un personaje que se está cuestionando todo el tiempo porque no sabe, no sabe qué hacer. En el proceso descubrí que esta novia que hago yo es resalvaje, es más parecida a Leonardo. Se va al campo, en patas, con un cuchillo; aproveché esa salvajada para encarar por ahí. Creo es una novia muy parecida a Leonardo y lo exploté a la hora de actuar”.
Nicolás habla del desafío de encarar a Leonardo, el único personaje que tiene nombre en la obra. “Es alguien peligroso, que está en contacto con la violencia; aunque, al mismo tiempo, es un tipo muy sensible. En una escena tenés que trabajar en el borde de lo agresivo y, en la siguiente, ser un tipo extremadamente sensible. Pasar por estos matices fue muy complejo. Por otra parte, al ser una obra clásica la visión de lo que es el ser masculino impone otra reflexión sobre el rol actual del hombre como el de la mujer. Leonardo al mismo tiempo es un ser muy sensual, felino, misterioso y, en muchos momentos, es como una aparición fantasmagórica. Trata de evitar los núcleos y habitar los márgenes. Desde lo interpretativo, me permite transitar algunas temperaturas conocidas en algún punto pero que esta vez será para un público más numeroso. Al mimo tiempo, debo afirmarme en lugares desconocidos de la actuación”, apunta el intérprete de obras tan radicales como Coreamanía, no puedo parar, de Josefina Gorostiza;
Ametralladora, de Laura Sbdar
“En general elijo textos que cruzan mi propia historia, mi biografía”, dice Tellas
“La obra reflexiona sobre los mandatos, los mandatos del deseo”, agrega Onett
trabajos mas mediáticos como cuando hizo de Maradona en la serie.
María Onetto lo escucha hablar sobre Leonardo y reconoce que parlamentos de su personaje que podrían ser de Diego Armando. “A mí me pueden matar, pero no me pueden escupir”, dice entre risas cómplices sobre este dicho tan maradoniano. Esta exquisita actriz que había formado parte del elenco de Bernarda Alba toma la palabra. “Mi personaje tiene algo de ser la fuerza trágica de la obra, es la que la anuncia o la intuye desde el principio. Dentro de su cosa conservadora y machista, el papel de la madre tiene su lado vulnerable. En cierto sentido podría ser una Madre de Plaza de Mayo porque vive atravesada por los muertos de sus seres queridos y tiene temor que muera su hijo. La obra reflexiona sobre los mandatos, los mandatos del deseo, sobre las fricciones entre la necesidad, el deseo y la obligación. Es un gran personaje para actuar, tiene muchas puntas que todavía sigo tirando”, apunta quien viene de hacer el unipersonal La persona deprimida, que dirigió Daniel Veronese. Recién ahora, rodeada de tanta gente en una sala teatral, siente que su cuerpo salió de la pandemia.
Las idas y vueltas
Como hace 20 años cuando Vivi Tellas montó Bernarda Alba, esta vez los 20 artistas en escena componen una paleta sumamente particular. Por postergaciones en su fecha de estreno y compromisos previos, no pudieron ser de la partida de Bodas de sangre Cecilia Roth, Maite Lanata, Mauricio Paniagua y Esteban Meloni. Pero el criterio de armado del elenco siguió siendo el mismo. “La apuesta fue ir por fuera del canon. Por ejemplo, Agustín Daulte hace de la criada, pero no hace de mujer, sostiene ese rol. Tampoco busqué al típico galán para el personaje de Leonardo que hace Nicolás. Todos están corridos del lugar establecido. Los leñadores son Maruja Bustamante y Julián Ekar, que es un actor trans; no son dos típicos grandotes. O está Mbagny Sow, uno de los actores del biodrama que hice con dos senegaleses. Es un elenco definido por lo diversos y la mayoría de ellos son creadores integrales, pensadores. Y sumale a dos bestias hermosas como los bailarines Pablo Lugones y Eugenia Roces. Fue muy importante rodearme de creadores de este tipo que ayudan a levantar la piel de este texto bello y descubrir que hay ahí abajo”, admite esta creadora de una personal trayectoria. Alfredo Staffolani, Laura Nevole, María Inés Sancerni, Claudia Cantero, Florencia Bergallo, Rita Pauls, Nadia Sandrone, María Soldi, Max Suen y la cantaora Nina Loureiro completan el elenco de uno de los títulos más esperados en lo que se refiere a la programación del Complejo Teatral de Buenos Aires.
La actual puesta de Vivi Tellas tuvo una precuela motivada por la pandemia. Es que Bodas de sangre se había anunciado para julio de la temporada de hace dos años, el año que la pandemia puso todo patas para arriba. En tiempos de confinamiento, el elenco armó un grupo de WhatsApp que llamaron “Bodas de sangre SOS”. Decidieron hacer algo por Zoom, se lo propusieron a la dirección de sala y ese “algo” se terminó llamando Muy Bodas de sangre, un biodrama trágico pensado para el formato audiovisual que fue el que impulsó la creación del ciclo Modo híbrido del CTBA que, lamentablemente, ya no está disponible en las redes.
Vestida de negro como si fuera un personaje de Lorca, Tellas repara en el trabajo de su admirado amigo Guillermo Kuitca. Es tal su entusiasmo que decide continuar la charla en el tercer subsuelo ubicado justo debajo de la Martín Coronado. Allí, con el piso del escenario como cielo, hay un bosque encantado compuesto por unos ocho árboles con sus camas. En un momento de la obra, todo ese universo mágico se eleva hasta el escenario. Nicolás es el que está parado ahí, el que va divisando a poco la inmensa platea de la sala. Lo cuenta como su fuera un sueño imposible de cualquier pibe aunque, en verdad, en esa escena hay un cuchillo abandonado en un aire con dolor a sangre.
Vivi Tellas repara en las capas de la obra. “Es como una obra trans que se mueve en la época mientras se va creando un nuevo orden. Nada quedará en su lugar. Desaparecen los hombres y aparecen las mujeres, lo cual implica un cambio de paradigma. No se quedan todas ellas llorando. Daría la sensación de que el otro día van a realizar una asamblea de mujeres para ver qué hacen con las armas de la violencia, con esos varones que murieron por esa misma violencia”, analiza trazando un fuerte vínculo con los tiempos actuales.
¿Por qué ver Bodas de sangre? Lo contesta Miranda de la Serna, la novia, la que debuta en la Martín Coronado de la misma forma que María Onetto había debutado en esta sala cuando formó parte de Bernarda Alba. “Porque es una historia que sigue pasando -apunta sin dar muchas vueltas-. El tema del triángulo amoroso, el enamorarte de la persona equivocada, que el amor pueda doler un montón a pesar de que sea relindo y todo eso. Me gusta la conversación que genera esta historia con la actualidad, con este año, con este momento de la Argentina. Todos se pueden sentir identificados con esta historia. Aunque no conozcas las trama de Bodas… te termina atravesando. ¿Quién no ha pasado por cosas de este tipo? Y esto no es una tragedia a lo Shakespeare. Es, como dice Vivi, una tragedia más a lo Almodóvar, muy actual. La primera vez que lo leí estaba con mi mamá y es muy fácil imaginarse que estás haciendo un Romeo y Julieta. Mi mamá me frenó el carro inmediatamente y me dejó en claro que ella es de la tierra, es salvaje. Es una tragedia rural”.•

Para agendar
Bodas de sangre, de Federico García
Lorca, con dirección de Vivi Tellas Funciones: de miércoles a domingos, a las 20 Duración: 100 minutos. Sala: Teatro San Martín. Entradas: desde 650 a 1.250 pesos.

CRÍTICA DE CINE


Guerreras de África en un relato histórico con ecos actuales
Marcelo StiletanoViola
Davis ya suena para el Oscar por su composición en este film
 (The Woman King, esTados Unidos/2022). dirección: Gina Prince Bythewood. gUion: Dana Stevens, a partir de una historia de Stevens y María Bello. FoTograFía: Polly Morgan. música: Terence Blanchard. edición: Terilyn A. shropshire. elenco: Viola Davis, Thuso Mbedu, Lashana Lynch, Sheila Atim, John Boyega. disTribUidora: Sony/UIP. dUración: 135 minutos.
Dahomey existió en los mapas y en el reconocimiento de la comunidad internacional hasta 1975. Era una pequeña república, antigua colonia francesa, situada en la región occidental del continente africano, entre Togo y Nigeria, que hoy lleva el nombre de Benín. Mucho antes que eso, Dahomey funcionó como un reino que en el siglo XIX tenía una característica distintiva: un ejército muy competente, bien preparado para el combate y con un valor a toda prueba integrado exclusivamente por mujeres.
Las Agojie, nombre tribal que recibían estas guerreras encargadas de la guardia personal del rey, son las grandes protagonistas de La mujer rey, uno de los títulos de moda por los tempranos rumores de futuras nominaciones al Oscar para la película, su directora (la afroamericana Gina Prince-Bythewood, la misma de La vieja guardia) y su actriz protagónica.
Esta última responsabilidad recae en Viola Davis, una de las preferidas de Hollywood, que encarna aquí a Nanisca, la conductora de este grupo de amazonas. Al ascendiente y la presencia que transmite en cada aparición aquí se le agrega un duro entrenamiento que la convierte por primera vez en una heroína de acción. Con un gesto siempre pétreo y severo que esconde profundos traumas de su vida previa, Nanisca lidera al grupo, fortalece la mística conjunta y espera a la vez adquirir alguna preferencia entre las múltiples esposas del rey al que juró servir hasta la muerte.
Entre batalla y batalla (filmadas con mucha pericia), Nanisca se encarga de organizar la preparación de las futuras Agojie, jóvenes aspirantes que son llevadas a renunciar a cualquier impulso afectivo o amoroso que pudiese obstaculizar sus deberes militares. En ese grupo sobresale la inquieta y decidida Nawi (Thuso Mbedu), que por varias razones que iremos descubriendo capturará la atención de la veterana capitana.
Es muy fácil descubrir conexiones con relatos históricos de acción y aliento épico desde los cuales se afirman valores como la defensa de cierta identidad comunitaria y dignidad personal en tiempos y lugares donde los enfrentamientos son siempre de vida o muerte. Los ecos de Gladiador y Corazón valiente, por ejemplo, resuenan aquí todo el tiempo casi de manera deliberada, porque La mujer rey también se rinde a las costumbres y a los clisés de una tradición narrativa que sale a buscar siempre el camino más seguro y la explicación más didáctica a través de arengas, rebeldías o ciertas reacciones sencillas de adivinar.
La mirada retrospectiva de la película aparece traspasada por algunos temas bien actuales (la violencia de género, la trata de personas, el empoderamiento femenino), lo que lleva a perder de vista cierta perspectiva histórica completa y aceptar unas cuantas concesiones prácticas que le permiten darle al relato la mayor llegada posible. Ese espíritu aleccionador, con todo, se nutre de suficientes recursos visuales y narrativos, más la presencia de algunos buenos intérpretes (se destacan Lashana Lynch y John Boyega), como para funcionar como un digno entretenimiento. 

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VAMOS AL CINE


Estrenos de cine: Argentina, 1985 es un relato honesto, con humor y sin fisuras, de un juicio que cambió el país
El film de Santiago Mitre evade el trazo grueso y también la glorificación de los protagonistas, ensalzando el trabajo colectivo del equipo encabezado por los fiscales Strassera y Moreno Ocampo, así como la violencia, las tensiones y la incredulidad que acompañaron el desarrollo de la investigación
Guillermo Courau
Argentina, 1985
Argentina, 1985 (Argentina-Estados Unidos/2022). Dirección: Santiago Mitre. Guion: Santiago Mitre, Mariano Llinás. Fotografía: Javier Julia. Música: Pedro Osuna. Edición: Andrés P. Estrada. Elenco: Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Santiago Armas Estevarena, Gina Mastronicola, Norman Briski, Héctor Díaz, Claudio Da Passano, Carlos Portaluppi, Almudena González, Laura Paredes, Susana Pampín. Duración: 140 minutos. Distribuidora: Digicine. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: excelente.
Qué difícil es para una persona que entiende al cine, principalmente, como un vehículo de entretenimiento decir que una película es “necesaria”. Y sin embargo sí, Argentina, 1985 es una película necesaria. Por su historia, por el momento en el que se estrena, por su repercusión a nivel mundial; y hasta necesaria para los que vendrán, aquellos a los que les es imposible imaginar una vida por fuera del marco democrático. Pero la hubo, y late en las imágenes concebidas por Santiago Mitre y elevadas por Ricardo Darín y Peter Lanzani; sin trazo grueso pero con la fuerza de un pasado que todavía golpea duro.
El Juicio a las Juntas, que se llevó adelante para condenar a los responsables de la dictadura militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983, nació envuelto en un manto de incredulidad. Con los años de represión todavía en carne viva, ¿cabía en la cabeza de alguien la idea de que se podía llevar a juicio a quienes habían ostentado el poder represivo durante tanto tiempo? Sí, en la del fiscal Julio César Strassera, el “loco” como lo apodaban sus colegas, el que al principio quería mantenerse al margen de una situación que lo sobrepasaba. Y con esa convicción del “por las dudas no te metás”, Argentina, 1985 presenta a su protagonista. El Strassera que compone Ricardo Darín en el cénit de su carrera profesional es un hombre con dudas, pero entregado a un ideal de justicia por sobre todas las cosas. Incluso por sobre sí mismo.
Aunque de entrada está claro que el fiscal va a ser el hilo conductor y motor de la historia, Strassera (como sucedió en la vida real) no podría haber llegado tan lejos si no fuera por quienes lo acompañaron. El primero es Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani) por entonces un joven fiscal adjunto con más entusiasmo e intuición que estrategia. Presentados ambos personajes, el guion de Mitre y Mariano Llinás podría haber caído en el lugar común del maestro y el discípulo; y la verdad es que no habría estado mal. Pero no, porque el propósito detrás de Argentina, 1985 no es el de sucumbir a los cánones de un género. La intención que se adivina desde el principio y se confirma hacia el final es la de conectar con una realidad histórica, contundente y tácita. Si entonces no hubo un héroe, sino el trabajo de mucha gente en pos de un único objetivo, ¿por qué la ficción iba a ser distinta?
DArín como Strassera y Lanzani como Moreno Ocampo en el momento del alegato final en el juicio, según reproduce el film de Mitre: a la izquierda, el equipo de jóvenes "pinches" que resultaron fundamentales en la investigación del equipo de fiscales
Y de esta pregunta retórica surge la idea de un protagonista omnipresente. El film se toma su tiempo para destacar el trabajo de Moreno Ocampo, y su entrega total aun por sobre el resentimiento de su propia familia. También el de un grupo de jóvenes abogados (entre los que se destaca la debutante Almudena González) que abrazan la causa ante el miedo o la connivencia de aquellos de mayor experiencia- en una certera metáfora sobre el rol decisivo de las nuevas generaciones frente a cualquier utopía posible que se intente llevar adelante. Estas y otras ideas se instalan en la historia, sin la presencia de ese protagonista conductor. Pero igualmente Strassera está, siempre está.
El resto es historia conocida: la crudeza de los testimonios, los aprietes, las miserias, y aquel cierre de alegato: “Señores jueces, nunca más”. Uno desde la platea sabe lo que va a pasar, pero la solidez de la película en todos sus rubros lleva a que vuelva a doler, a que vuelva a emocionar, a que se complete un viaje al pasado de palabras, imágenes y objetos. Y como contracara el humor, que también está presente atravesando al que mira; aunque claro, ni en forma de gag ni como alivio de un momento previo de tensión dramática, sino como componente orgánico de la realidad que atraviesa a los personajes y a la sociedad. Un mecanismo inconsciente para hacer más llevadera la cotidianidad, la de entonces y la de ahora.
No hay fisuras en el relato de Argentina, 1985, tampoco una pretensión de posteridad a pesar del excelente recorrido que tiene y seguramente tendrá a nivel internacional. Sí, lo que devuelve la pantalla es un relato honesto, lo suficientemente fiel a la realidad para convertirse en un testimonio de época, y lo suficientemente infiel como para funcionar a nivel dramático y creativo. En el medio, el ejercicio de la memoria como disparador del debate para hijos, para nietos, para aquellos que nacieron en una Argentina democrática y, por ende, necesitan reconstruir su pasado. Para saber de dónde vienen, y también a dónde no volver nunca más.

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