martes, 5 de diciembre de 2023

AGUSTINA CABANELLAS .......CREATIVA MUY DIFERENTE




Escribas guardianes, los personajes mínimos que se esconden entre libros y que los custodian de noche
Los 72 escribas provistos de plumines no llegan a los 12 centímetros de alto
Entre los volúmenes de la Biblioteca del Congreso de la Nación, 72 escribas con plumines que no llegan a los 12 centímetros de alto integran la muestra “Nexos. Escribas en la era digital”
Vivian Urfeig
La cuestión de la escala es clave para artistas, arquitectos, diseñadores y todo aquel que se dedique a disciplinas proyectuales. Sin embargo, para Agustina Cabanellas es parte de su adn. Cuando era chiquita sufría por su altura, le llevaba más de una cabeza al resto de sus compañeros de 1er grado. Tímida e introvertida, le costaba integrarse y hacer amigos. Mientras Agustina se sentía diminuta, su mamá decidió que la solución era rendir libre segundo grado, pasar directamente a tercero y ponerse “a la altura”. Así fue como Agustina se encerró a estudiar un verano entero en el campo familiar de Rosario, mientras sus primos y hermanos disfrutaban de la pileta y el aire libre.
La experiencia dejó su impronta. Agustina siguió explorando el mundo desde una mirada propia, vinculada siempre a las expresiones artísticas. Sorteó fobias, se mudó a Buenos Aires, se recibió de psicóloga y estudió artes visuales. Hoy, mapea su camino moldeando en cada miniatura un fragmento de su historia. La muestra “Nexos. Escribas en la era digital” despliega personajes diminutos que surgen entre los libros de la Biblioteca del Congreso de la Nación. Desde la sala Elsa Bornemann, en el subsuelo, 72 escribas provistos de plumines no llegan a los 12 centímetros de alto aunque alcanzan un rol que los enaltece: custodian el acervo de buena parte de la cultura argentina que atesora este edificio público, la ex Caja de Ahorro.
La psicóloga y artista Agustina Cabanellas

“Juego con las dimensiones cruzadas, vuelvo grandes las figuras pequeñas desde la perspectiva de las fotos. En el caso de los escribas los dispuse metafóricamente, como guardianes de los libros. Me los imaginaba de noche, escoltando diccionarios y códigos civiles”, señala la artista, cuya formación incluye talleres con el escultor Edgardo Madanes, el artista visual Juan Doffo y actualmente cursa en la Escuela Superior de Bellas Artes Regina Pacis, de San Isidro.
Entre las puntadas del hilo que cose su historia, Cabanellas dispuso una escalera en caracol que domina la instalación. “La escalera tiene un doble significado: remite a la altura, pero en este caso también al ascenso. Por la noche permite unir a los escribas con los estantes, les habilita la circulación. Con esta imagen de las antiguas escaleras que se desenrollaban desde las torres medievales me propuse endiosar la cultura como símbolo de lo sagrado. Y desde ahí surgió la idea de representar una procesión”, explica la licenciada en psicología que, desde que se recibió en la Universidad de Belgrano, se dedica a coordinar talleres artísticos como parte de las terapias. Con un posgrado en Arte Terapia, actualmente trabaja con pacientes graves en hospitales de día. “El arte es terapéutico en sí mismo”, asevera.
Los escribas guardianes
En la muestra que se puede ver hasta mediados de diciembre la procesión de minúsculas figuras interpela a los visitantes y les propone profundizar la información a partir de códigos QR. La estrategia interactiva que sumó la curadora, Andrea Tettamanti, funciona para ahondar sobre las muestras emblemáticas de libros que hay en distintos países. Otra de las interacciones que sugiere la instalación es descubrir a los escribas medievales con linternas, en la oscuridad de la sala. “Una metáfora del libro iluminado, que invita a pensar su futuro”, apunta la artista.
A Cabanellas le preocupa el valor simbólico que hoy tiene la lectura y los libros como objeto, que se ven amenazados por la inteligencia artificial, las redes sociales e internet. ¿Los y las escribas están anunciando la muerte del libro? ¿Los volúmenes asisten silenciosos a su propio velatorio? “En la historia del libro se destacan dos momentos, el surgimiento de la imprenta que masificó la lectura; y la era actual donde cada vez hay más información. Me pregunto cuál es hoy la vida útil de un libro y comparo estos tiempos con la época en que los escribas fueron eslabones necesarios para que los clásicos perduren”, reflexiona. Para Agustina Cabanellas el rol de los escribas fue clave en la transcripción de documentos y la producción, reproducción y traducción de obras literarias.
Las obras mínimas en el taller de Agustina

Durante el armado de la muestra, la artista fue destrabando distintos niveles de revelaciones personales. Surgieron capas y capas de sentido que dejaron al descubierto facetas tan vinculadas a los libros como a su identidad. La escalera es uno de los ejemplos; encierra un doble sentido. “Además de permitir el cuenta arriba de los escribas también esconde la expresión cuesta arriba. Es que la escalera, para mí es como el libro. Algo que eleva pero a la vez me cuesta mucho”. Cabanellas se remite a una evaluación que tardó años en revelarse. Recién cuando su hija Sol cumplió 8 años y le diagnosticaron dislexia, cayó en la cuenta de que buena parte de su escolaridad estuvo atravesada por la misma alteración de la lateralidad y casi las mismas dificultades para aplicar reglas ortográficas o concentrarse en la lectura. “Sol no fue a la psicopedagoga, sustituyó la problemática con mucha atención. Yo hice lo mismo sin tener claro el diagnóstico, con la diferencia que pasé años en los consultorios de fonoaudiología. En la universidad leía y resumía una sola vez los libros. Tardaba el doble que mis compañeras y aún me resulta tediosa la lectura. Es algo ambivalente, ya que los libros, como los escribas medievales, son los protagonistas de la muestra”, analiza . En estos días está terminando de leer “El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo” (Editorial Siruela), de la filóloga española Irene Vallejo. “Me tiene fascinada”, confiesa.
La niña que se sentía diminuta comenzó a esculpir de grande personajes mínimos durante los tiempos de encierro por la pandemia. Y cada vez que pudo viajar los llevó a dar vueltas por el mundo. Cada destino tenía su propia figura asignada. Una ciclista en Amsterdam, un anciano junto a los típicos canales holandeses y un hombre en el museo de Escher de La Haya, que una vez más, sube una escalera. O un gaucho escapado de un cuadro de Molina Campos, en Catamarca.


También, situaciones distópicas, pequeños grandes seres que buscan su destino, como otro personaje que observa las profundidades de un caño urbano. Y por qué no, la alegría colectiva que marcó el diciembre de 2021, quizás el más feliz de los argentinos: la mini hinchada que esculpió para el festejo de Argentina campeón mundial. En tanto, plasmó en una mujer que escala una regla su experiencia frente a un trámite infinito: “Cuando las cosas se hacen cuesta arriba y cada centímetro cuesta un montón”, escribió en su cuenta de Instagram @agus.caba sobre un trámite que persiguió durante más de 9 meses. “En la era de las comunicaciones, hablar con ustedes (en referencia al Registro de las Personas de Provincia de Buenos Aires) es como volver a las señales de humo, no sabes si alguien vio el mensaje o se disipó en la nube”, expresó desde la pequeñez de una figura realizada en resina que emprende la subida por el sistema métrico.
Fue en Portugal, en la biblioteca de la Universidad de Coímbra, donde soñó con los escribas medievales que hoy cobran vida en la biblioteca de la Plaza del Congreso. Creada en 1513 es una de las más antiguas de Europa, donde el cupo para visitarla es muy reducido. “La sensación es la de estar en un museo, con un silencio sepulcral. Entre los ejemplares milenarios me imaginé a estos escribas, hombres y mujeres guardianes de libros con tanto valor patrimonial como el edificio que los contiene”.


Investigar la figura desconocida, anónima, de las escribas medievales también fue parte del proceso del armado de Nexos. “Si bien los escribas no solían firmar sus copias y el anonimato era corriente, mucho más lo fue entre las mujeres, que aunque en una proporción menor, fueron igual de relevantes”, destaca la artista, que investigó la historia de mujeres religiosas especializadas en la producción y copia de textos en monasterios, iglesias y conventos. “Además hubo escribas laicas, como, la italiana Giovanna de Surdis que en el siglo XIV se desempeñó en la corte papal en Aviñón”, señala y subraya su intención de reivindicarlas.
Personajes mínimos, historias inmensas que se ponen a la altura de una artista con mirada propia que reescribe el manuscrito de su vida.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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