Reabrió un almacén de 1931 en un pueblo de 40 habitantes
Alejandra Confalonieri restauró el casi centenario El Solcito, ubicado en el paraje homónimo, a 14 kilómetros de Tandil
Leandro Vesco
| “Queremos mostrar la vida sencilla de campo”, dice Alejandra Confalonieri
“Es un lugar secreto”, confiesa Alejandra Confalonieri sobre su almacén en el paraje El Solcito, de apenas 40 habitantes y a 14 kilómetros del centro de Tandil. Fuera del radar del turismo masivo, hace un año lo restauró y reabrió, dándole a este olvidado punto en la comarca serrana nuevamente vida y movimiento. Sus herramientas son nobles: comida con productos locales, sabores del hogar rural. “Estamos en otro mundo”, afirma
El almacén se había inaugurado en 1931. En un radio de diez kilómetros, por el mismo camino de tierra que serpentea el valle, en aquellos años había cuatro más. El único que quedó en pie fue El Solcito. Abren los fines de semana y feriados. “Queremos mostrar la vida sencilla de campo”, argumenta. Sin carteles que lo señalen, los visitantes llegan por indicaciones de boca en boca.
El camino de acceso se cierra en una arboleda añosa; a un costado, los verdes pastizales y los cerros. Uno se destaca: la Sierra de las Ánimas. Destino consolidado, con una temporada que se prolonga todo el año, Tandil recibe turistas de todas partes del país. “No me interesa el turismo masivo”, advierte Confalonieri. El paraje se ha mantenido distante de esa marea humana y de la dinámica enceguecida. “Acá no tenemos señal telefónica, entonces hay que hablar”, expresa. Una buena señal.
Junto a su marido, primero decidieron producir el gran salto: dejar la ciudad y vivir en una casa a pocos metros del almacén. Querían que sus hijos pudieron salir de noche y ver las estrellas; sentir el aroma del rocío por la mañana, el relincho de los caballos, los suspiros lumínicos de las luciérnagas, el horizonte ondulado. Siempre iban al almacén. Los familiares de su esposo son parientes de los antiguos dueños. Una tarde mientras caminaban de regreso a su casa, Alejandra tuvo una epifanía. “Qué lindo sería tener un almacén de campo”, soñó en voz alta.
Desde 1931 perteneció a la familia Lazarte y, en los últimos años, fue un boliche que transitaba su ocaso. “No entraban las mujeres”, cuenta Alejandra. Tradicional y campero, el local fue el punto de encuentro del hombre de campo, huraño, solitario y acostumbrado a usos y modismos inamovibles. “Truco, mus y tabaco”, enumera Confalonieri. El último almacenero, cansado de las noches y curtido por el tiempo, quiso trasladar la posta y halló en Alejandra y su esposo a los personajes ideales para continuar esta historia.
Le ofrecieron alquilarlo, pero él les ofreció vendérselo. Aceptaron y, en 2018, tuvieron las llaves. En un principio continuaron con el guion campero: naipes y copas. Pero Alejandra tenía una mejor idea: devolverle el brillo para poder compartir esta paz con visitantes que pudieran sentarse y disfrutar de una experiencia gastronómica honesta y sencilla. Tardaron cinco años en hacer ese sueño realidad. El 8 de julio de 2023 El Solcito inició un nuevo capítulo en sus 93 años de historia.
A pesar de que la distancia con el centro de Tandil es corta, el paraje nunca estuvo incluido en los circuitos de turismo. A un costado del camino de tierra se entronizó entre los trabajadores rurales. El almacén está en una curva, luego de la cual la huella se pierde en el horizonte. “Lo dejamos tal cual estaba, solo lo pintamos y limpiamos”, dice Confalonieri. Lo último no fue una tarea fácil. Revela que había nicotina en las maderas de las estanterías. Los gauchos dejaron su marca.
Aquel día reabrieron con una degustación de té. Lo llamativo es que asistieron solo mujeres. Las mismas que durante décadas no podían entrar llenaron el salón. “Era una invitación abierta, pero no se anotó ningún hombre”, comenta sonriente Confalonieri. El pequeño y diminuto para je volvió a ver pisadas en la tierra, autos detenerse, charlas y sonrisas.
“Simpleza y platos que comimos siempre en nuestras casas”, detalla Confalonieri para definir la propuesta gastronómica. No quieren complicarse, la familia es la base de esta refundación de El Solcito; su sobrino la acompaña en la atención. Todos arriesgaron, es la condición que piden las grandes historias; ella dejó un trabajo de doce años en una escuela rural en Pablo Acosta (paraje de diez habitantes del partido de Azul) y su hermana, Natalia, en el hospital de Tandil. Ella es la que cocina, es el imán del almacén.
Bifes a la criolla, lasaña, milanesas, guisos y la estrella de la mesa tandilense: la picada. Todo comienza y termina con una picada en Tandil. Las mesas, la vajilla, las estanterías, brillantes en esta nueva vida, reflejan los rayos dorados del sol en la primavera. Si el clima lo pide, una salamandra quema leñas y entibia el salón con aire ahumado.
“Necesitamos volver a disfrutar de lo simple”, enfatiza Confalonieri. Después de un año, el espacio se ganó un lugar entre los viajeros que buscan tranquilidad y lugares desconocidos, pero también entre los propios tandilenses. El paraje siempre fue visitado por el otro atractivo que lo identifica y que le dio su nombre: al lado del almacén está el Club Defensores de El Solcito, el “único que tiene una cancha con declive”, en referencia a una inclinación del terreno. Peculiaridades de la vida rural.
El sol siempre fue central en la historia de este paraje. El 25 de mayo de 1934 se inauguró el club y hubo un asado, los miembros fundacionales no sabían qué nombre ponerle. El mediodía creció y evolucionó hacia una tarde de sobremesa, la temperatura bajó, pero la inclaudicable cofradía de paisanos deportistas no quería irse, aunque sí necesitaba el abrigo “del poncho del gaucho”, es decir, el sol. Sostienen que uno dijo: “Vamos al solcito que está mejor”, aquello hizo que las miradas se cruzaran.
“Todo se llamó El Solcito desde ese momento”, indica Confalonieri. Paraje, club y almacén. Durante buena parte del siglo XX pasó el tren y este medio de transporte apoyó el desarrollo y aplomó el movimiento de las fincas. Todo aquello se derrumbó hasta la reapertura del almacén. “No estamos contaminados por lo masivo”, se enorgullece Confalonieri. Quieren retener esa aura de estar en la periferia y conservar la natural paz del paraje olvidado.
Los fines de semana las mesas se completan. La experiencia se prolonga por horas, la sobremesa es larga y se promueve el ejercicio del ocio. Detrás del almacén un inmenso espacio verde ilusiona con una panorámica de todo el horizonte serrano. El silencio es habitado por el canto de las aves y el susurro del viento. “Queremos que se produzcan conversaciones verdaderas”, explica Confalonieri.
“Vemos que se vive mucho en el mundo de las redes sociales; esto es real, es el campo”, apunta Confalonieri mientras señala los fuegos en la cocina, el camino de tierra, los árboles y el polvo que traslada el viento. Abandonar las rutinas urbanas y dejarse llevar por un plato de comida casera. “Celebro esta tendencia”, dice Emilio Pardo, chef de Casa Pardo, quien profundiza en su menú una búsqueda de las raíces de la gastronomía tandilense.
¿Dónde encontrar por qué producen fascinación estos espacios rurales? En la mesa está la respuesta. “Son platos donde los tamaños, los sabores y la sencillez son más importantes que la tendencia de la cocina actual, que en muchos casos resigna largas cocciones y paciencia de abuela para que el plato se vea lindo”, sostiene Pardo. Aquí, cobra valor lo abundante.
Las claves se escriben en un guion con pretensiones básicas. “Hacer un viaje, buscar la tranquilidad, escuchar el silencio y disfrutar de una comida rica que produzca una experiencia inolvidable”, manifiesta Pardo. El Solcito rescata la esencia de un Tandil rural, alejado de ruidos y cercano a las épocas en que el tiempo transcurría más lento. “Tiene su misterio”, admite Confalonieri al describir su almacén.
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Italia y la Argentina, una relación especial
Antonio Tajani
En una época marcada por nuevos desafíos y profundas tensiones internacionales, la amistad entre Italia y la Argentina es una piedra angular de la política exterior italiana: una armonía entre los pueblos incluso antes que entre los gobiernos. Una relación especial, basada también en la presencia en la Argentina de más de un millón de italianos y aproximadamente 20 millones de descendientes de italianos. Hemos recibido con mucho interés las primeras decisiones del gobierno de Milei en política exterior y la determinación con la que la nueva administración intenta llevar a cabo reformas necesarias e incisivas para estimular el crecimiento económico y restaurar la competitividad del país.
También sobre esta base hemos inaugurado una fase de reactivación estratégica de nuestras relaciones bilaterales, ya caracterizada por una serie importante de visitas y reuniones. Pienso en la misión a Roma del pasado febrero del presidente Javier Milei, que precedió pocos meses a su participación en la Cumbre del G-7 en Apulia, presidida por Italia.
Como parte de la amplia misión de sistema que se desarrolló en febrero, recibí en Roma a la ministra de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Diana Mondino: fue la primera visita bilateral del nuevo gobierno argentino a un país de la Unión Europea, lo que permitió identificar los temas prioritarios de mutuo interés, comenzando por la colaboración económica. Juntos también presidimos un foro empresarial bilateral que tuvo lugar en la sede de Confindustria en Roma y que contó con la participación de una importante representación de empresarios de ambos países.
Con la ministra Mondino también inauguramos en Milán, en junio pasado, un evento dedicado a la Argentina y al tema “Oportunidades en el sector energético y transición productiva”, organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional, en colaboración con la Agencia ICE, la Cámara de Comercio italiana en la Argentina y otros socios, para explorar oportunidades de cooperación en uno de los sectores impulsores de la economía argentina.
Con este espíritu de fuerte amistad y cercanía, estoy por iniciar mi primera visita oficial a la Argentina, donde me reuniré con varios importantes funcionarios de gobierno del país. El programa institucional será inaugurado –confirmando la relevancia de los temas económicos– por una mesa redonda con empresas italianas y argentinas, en la Unión Industrial Argentina, con la participación del jefe de Gabinete de Ministros de la Nación Argentina, Guillermo Francos.
El empresariado italiano es uno de los más importantes de la Argentina. Más de 300 empresas emplean a 16.500 trabajadores aproximadamente, con una facturación de alrededor de 2640 millones de euros en los sectores automotriz, energía, infraestructuras, agroalimentario y seguros. Las inversiones de las empresas italianas en la Argentina ya superan los 1.500 millones de euros y, en 2023, el inpaíses tercambio comercial fue de 2.340 millones de euros. Es la señal de una cooperación ininterrumpida que hoy intentamos fortalecer y profundizar, acompañando al mismo tiempo el proceso de estabilización del marco macroeconómico y financiero del país.
El nuevo gobierno argentino ha dado ya importantes pasos, por ejemplo, con la adhesión de Buenos Aires a la OCDE, que el gobierno italiano apoya firmemente debido al carácter estratégico de esta importante elección política. Procesos que ven a Italia al lado de la Argentina, consciente del papel crucial que tiene Buenos Aires también en el nivel regional. En el inicio de un nuevo ciclo institucional importante en Europa, en mis reuniones en Buenos Aires quiero llevar el mensaje de que Italia está lista para ser la voz de la Argentina y de toda América Latina en Europa.
Ya se han iniciado colaboraciones bilaterales de elevado valor estratégico en muchos sectores estratégicos: pienso en particular en la cooperación entre la Agencia Espacial Italiana (ASI) y la Comisión Aeroespacial Nacional Argentina, para un sistema de satélites para la gestión de emergencias, y también en la de la diplomacia jurídica, a través de programas de asistencia técnica y formación italianos (Programa Falcone y Borsellino) y europeos (El PAcCTO; Copolad; Eurofront). Es importante recordar que la Unidad Antimafia de la Policía Federal Argentina, creada en septiembre pasado, ha sido inspirada en la Dirección de Investigación Antimafia italiana. Con el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, ahondaremos en estos temas y también discutiremos el programa de formación para magistrados argentinos implementado por IILA, en colaboración con nuestra Guardia di Finanza, y con el apoyo de la Cooperación al desarrollo italiana.
El deseo del gobierno italiano es poder reforzar el partenariado bilateral de 360 grados en todos los sectores: pienso, naturalmente, en la diplomacia cultural, que se nutre de los profundos vínculos históricos y sociales que unen a Italia y la Argentina (pronto se inaugurará en Buenos Aires la exposición “Puccini y la Argentina”) o en las numerosas colaboraciones entre nuestras universidades en sectores clave como el espacial, al que otorgamos becas cada año para investigadores argentinos que aspiren a pasar un período de investigación en Italia. Pero pienso también en la importancia de la diplomacia deportiva: en este tema quise promover, con el secretario de Turismo, Ambiente y Deportes, Daniel Scioli, la firma de una inédita declaración de intenciones.
En los próximos días celebraremos también la Semana de la Lengua Italiana en el Mundo y es en ese contexto que visitaré la Escuela Italiana Cristoforo Colombo, para reunirme con los alumnos y profesores de las escuelas paritarias presentes en Buenos Aires que, junto con las demás que operan en Córdoba, La Plata y Mendoza, hacen de la Argentina el país que alberga el mayor número de escuelas italianas en el extranjero. El italiano es la lengua del saber hacer, de nuestras excelencias que combinan tradición e innovación, expresión de nuestros territorios. Queremos celebrarlo con muchas iniciativas como un extraordinario vehículo de crecimiento, bienestar y desarrollo para llevar a nuestros al futuro.
Hay muchos desafíos globales que Italia y la Argentina pueden enfrentar juntos. Pienso, en primer lugar, en lo que está sucediendo en Venezuela y en la fuerte convergencia y puntos de vista en común entre nuestros gobiernos, unidos para pedir el respeto del voto democrático del pasado 28 de julio y la liberación de los disidentes políticos, y en el apoyo a la oposición venezolana, incluso después del exilio de Edmundo González Urrutia. Italia está comprometida en primera línea ante la crisis institucional en Venezuela: promoví inmediatamente la creación de un grupo de trabajo permanente en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional para seguir la evolución del país y prestar asistencia a los numerosos ciudadanos ítalo-venezolanos.
Los puntos de contacto y las áreas de colaboración entre Italia y la Argentina son innumerables. Nuestros países son, después de todo, dos grandes democracias que comparten una parte muy importante de su propia cultura e historia. En este enfoque, el pontificado del papa Francisco –ayer obispo de Buenos Aires, hoy obispo de Roma– es un elemento más que une a argentinos e italianos, en la conciencia de nuestros orígenes comunes.
Italia estará siempre al lado de la Argentina y de su pueblo. Italia y la Argentina son un ejemplo único e irrepetible en el mundo: somos un único pueblo, somos una sola nación.
“Es un lugar secreto”, confiesa Alejandra Confalonieri sobre su almacén en el paraje El Solcito, de apenas 40 habitantes y a 14 kilómetros del centro de Tandil. Fuera del radar del turismo masivo, hace un año lo restauró y reabrió, dándole a este olvidado punto en la comarca serrana nuevamente vida y movimiento. Sus herramientas son nobles: comida con productos locales, sabores del hogar rural. “Estamos en otro mundo”, afirma
El almacén se había inaugurado en 1931. En un radio de diez kilómetros, por el mismo camino de tierra que serpentea el valle, en aquellos años había cuatro más. El único que quedó en pie fue El Solcito. Abren los fines de semana y feriados. “Queremos mostrar la vida sencilla de campo”, argumenta. Sin carteles que lo señalen, los visitantes llegan por indicaciones de boca en boca.
El camino de acceso se cierra en una arboleda añosa; a un costado, los verdes pastizales y los cerros. Uno se destaca: la Sierra de las Ánimas. Destino consolidado, con una temporada que se prolonga todo el año, Tandil recibe turistas de todas partes del país. “No me interesa el turismo masivo”, advierte Confalonieri. El paraje se ha mantenido distante de esa marea humana y de la dinámica enceguecida. “Acá no tenemos señal telefónica, entonces hay que hablar”, expresa. Una buena señal.
Junto a su marido, primero decidieron producir el gran salto: dejar la ciudad y vivir en una casa a pocos metros del almacén. Querían que sus hijos pudieron salir de noche y ver las estrellas; sentir el aroma del rocío por la mañana, el relincho de los caballos, los suspiros lumínicos de las luciérnagas, el horizonte ondulado. Siempre iban al almacén. Los familiares de su esposo son parientes de los antiguos dueños. Una tarde mientras caminaban de regreso a su casa, Alejandra tuvo una epifanía. “Qué lindo sería tener un almacén de campo”, soñó en voz alta.
Desde 1931 perteneció a la familia Lazarte y, en los últimos años, fue un boliche que transitaba su ocaso. “No entraban las mujeres”, cuenta Alejandra. Tradicional y campero, el local fue el punto de encuentro del hombre de campo, huraño, solitario y acostumbrado a usos y modismos inamovibles. “Truco, mus y tabaco”, enumera Confalonieri. El último almacenero, cansado de las noches y curtido por el tiempo, quiso trasladar la posta y halló en Alejandra y su esposo a los personajes ideales para continuar esta historia.
Le ofrecieron alquilarlo, pero él les ofreció vendérselo. Aceptaron y, en 2018, tuvieron las llaves. En un principio continuaron con el guion campero: naipes y copas. Pero Alejandra tenía una mejor idea: devolverle el brillo para poder compartir esta paz con visitantes que pudieran sentarse y disfrutar de una experiencia gastronómica honesta y sencilla. Tardaron cinco años en hacer ese sueño realidad. El 8 de julio de 2023 El Solcito inició un nuevo capítulo en sus 93 años de historia.
A pesar de que la distancia con el centro de Tandil es corta, el paraje nunca estuvo incluido en los circuitos de turismo. A un costado del camino de tierra se entronizó entre los trabajadores rurales. El almacén está en una curva, luego de la cual la huella se pierde en el horizonte. “Lo dejamos tal cual estaba, solo lo pintamos y limpiamos”, dice Confalonieri. Lo último no fue una tarea fácil. Revela que había nicotina en las maderas de las estanterías. Los gauchos dejaron su marca.
Aquel día reabrieron con una degustación de té. Lo llamativo es que asistieron solo mujeres. Las mismas que durante décadas no podían entrar llenaron el salón. “Era una invitación abierta, pero no se anotó ningún hombre”, comenta sonriente Confalonieri. El pequeño y diminuto para je volvió a ver pisadas en la tierra, autos detenerse, charlas y sonrisas.
“Simpleza y platos que comimos siempre en nuestras casas”, detalla Confalonieri para definir la propuesta gastronómica. No quieren complicarse, la familia es la base de esta refundación de El Solcito; su sobrino la acompaña en la atención. Todos arriesgaron, es la condición que piden las grandes historias; ella dejó un trabajo de doce años en una escuela rural en Pablo Acosta (paraje de diez habitantes del partido de Azul) y su hermana, Natalia, en el hospital de Tandil. Ella es la que cocina, es el imán del almacén.
Bifes a la criolla, lasaña, milanesas, guisos y la estrella de la mesa tandilense: la picada. Todo comienza y termina con una picada en Tandil. Las mesas, la vajilla, las estanterías, brillantes en esta nueva vida, reflejan los rayos dorados del sol en la primavera. Si el clima lo pide, una salamandra quema leñas y entibia el salón con aire ahumado.
“Necesitamos volver a disfrutar de lo simple”, enfatiza Confalonieri. Después de un año, el espacio se ganó un lugar entre los viajeros que buscan tranquilidad y lugares desconocidos, pero también entre los propios tandilenses. El paraje siempre fue visitado por el otro atractivo que lo identifica y que le dio su nombre: al lado del almacén está el Club Defensores de El Solcito, el “único que tiene una cancha con declive”, en referencia a una inclinación del terreno. Peculiaridades de la vida rural.
El sol siempre fue central en la historia de este paraje. El 25 de mayo de 1934 se inauguró el club y hubo un asado, los miembros fundacionales no sabían qué nombre ponerle. El mediodía creció y evolucionó hacia una tarde de sobremesa, la temperatura bajó, pero la inclaudicable cofradía de paisanos deportistas no quería irse, aunque sí necesitaba el abrigo “del poncho del gaucho”, es decir, el sol. Sostienen que uno dijo: “Vamos al solcito que está mejor”, aquello hizo que las miradas se cruzaran.
“Todo se llamó El Solcito desde ese momento”, indica Confalonieri. Paraje, club y almacén. Durante buena parte del siglo XX pasó el tren y este medio de transporte apoyó el desarrollo y aplomó el movimiento de las fincas. Todo aquello se derrumbó hasta la reapertura del almacén. “No estamos contaminados por lo masivo”, se enorgullece Confalonieri. Quieren retener esa aura de estar en la periferia y conservar la natural paz del paraje olvidado.
Los fines de semana las mesas se completan. La experiencia se prolonga por horas, la sobremesa es larga y se promueve el ejercicio del ocio. Detrás del almacén un inmenso espacio verde ilusiona con una panorámica de todo el horizonte serrano. El silencio es habitado por el canto de las aves y el susurro del viento. “Queremos que se produzcan conversaciones verdaderas”, explica Confalonieri.
“Vemos que se vive mucho en el mundo de las redes sociales; esto es real, es el campo”, apunta Confalonieri mientras señala los fuegos en la cocina, el camino de tierra, los árboles y el polvo que traslada el viento. Abandonar las rutinas urbanas y dejarse llevar por un plato de comida casera. “Celebro esta tendencia”, dice Emilio Pardo, chef de Casa Pardo, quien profundiza en su menú una búsqueda de las raíces de la gastronomía tandilense.
¿Dónde encontrar por qué producen fascinación estos espacios rurales? En la mesa está la respuesta. “Son platos donde los tamaños, los sabores y la sencillez son más importantes que la tendencia de la cocina actual, que en muchos casos resigna largas cocciones y paciencia de abuela para que el plato se vea lindo”, sostiene Pardo. Aquí, cobra valor lo abundante.
Las claves se escriben en un guion con pretensiones básicas. “Hacer un viaje, buscar la tranquilidad, escuchar el silencio y disfrutar de una comida rica que produzca una experiencia inolvidable”, manifiesta Pardo. El Solcito rescata la esencia de un Tandil rural, alejado de ruidos y cercano a las épocas en que el tiempo transcurría más lento. “Tiene su misterio”, admite Confalonieri al describir su almacén.
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Italia y la Argentina, una relación especial
Antonio Tajani
En una época marcada por nuevos desafíos y profundas tensiones internacionales, la amistad entre Italia y la Argentina es una piedra angular de la política exterior italiana: una armonía entre los pueblos incluso antes que entre los gobiernos. Una relación especial, basada también en la presencia en la Argentina de más de un millón de italianos y aproximadamente 20 millones de descendientes de italianos. Hemos recibido con mucho interés las primeras decisiones del gobierno de Milei en política exterior y la determinación con la que la nueva administración intenta llevar a cabo reformas necesarias e incisivas para estimular el crecimiento económico y restaurar la competitividad del país.
También sobre esta base hemos inaugurado una fase de reactivación estratégica de nuestras relaciones bilaterales, ya caracterizada por una serie importante de visitas y reuniones. Pienso en la misión a Roma del pasado febrero del presidente Javier Milei, que precedió pocos meses a su participación en la Cumbre del G-7 en Apulia, presidida por Italia.
Como parte de la amplia misión de sistema que se desarrolló en febrero, recibí en Roma a la ministra de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Diana Mondino: fue la primera visita bilateral del nuevo gobierno argentino a un país de la Unión Europea, lo que permitió identificar los temas prioritarios de mutuo interés, comenzando por la colaboración económica. Juntos también presidimos un foro empresarial bilateral que tuvo lugar en la sede de Confindustria en Roma y que contó con la participación de una importante representación de empresarios de ambos países.
Con la ministra Mondino también inauguramos en Milán, en junio pasado, un evento dedicado a la Argentina y al tema “Oportunidades en el sector energético y transición productiva”, organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional, en colaboración con la Agencia ICE, la Cámara de Comercio italiana en la Argentina y otros socios, para explorar oportunidades de cooperación en uno de los sectores impulsores de la economía argentina.
Con este espíritu de fuerte amistad y cercanía, estoy por iniciar mi primera visita oficial a la Argentina, donde me reuniré con varios importantes funcionarios de gobierno del país. El programa institucional será inaugurado –confirmando la relevancia de los temas económicos– por una mesa redonda con empresas italianas y argentinas, en la Unión Industrial Argentina, con la participación del jefe de Gabinete de Ministros de la Nación Argentina, Guillermo Francos.
El empresariado italiano es uno de los más importantes de la Argentina. Más de 300 empresas emplean a 16.500 trabajadores aproximadamente, con una facturación de alrededor de 2640 millones de euros en los sectores automotriz, energía, infraestructuras, agroalimentario y seguros. Las inversiones de las empresas italianas en la Argentina ya superan los 1.500 millones de euros y, en 2023, el inpaíses tercambio comercial fue de 2.340 millones de euros. Es la señal de una cooperación ininterrumpida que hoy intentamos fortalecer y profundizar, acompañando al mismo tiempo el proceso de estabilización del marco macroeconómico y financiero del país.
El nuevo gobierno argentino ha dado ya importantes pasos, por ejemplo, con la adhesión de Buenos Aires a la OCDE, que el gobierno italiano apoya firmemente debido al carácter estratégico de esta importante elección política. Procesos que ven a Italia al lado de la Argentina, consciente del papel crucial que tiene Buenos Aires también en el nivel regional. En el inicio de un nuevo ciclo institucional importante en Europa, en mis reuniones en Buenos Aires quiero llevar el mensaje de que Italia está lista para ser la voz de la Argentina y de toda América Latina en Europa.
Ya se han iniciado colaboraciones bilaterales de elevado valor estratégico en muchos sectores estratégicos: pienso en particular en la cooperación entre la Agencia Espacial Italiana (ASI) y la Comisión Aeroespacial Nacional Argentina, para un sistema de satélites para la gestión de emergencias, y también en la de la diplomacia jurídica, a través de programas de asistencia técnica y formación italianos (Programa Falcone y Borsellino) y europeos (El PAcCTO; Copolad; Eurofront). Es importante recordar que la Unidad Antimafia de la Policía Federal Argentina, creada en septiembre pasado, ha sido inspirada en la Dirección de Investigación Antimafia italiana. Con el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, ahondaremos en estos temas y también discutiremos el programa de formación para magistrados argentinos implementado por IILA, en colaboración con nuestra Guardia di Finanza, y con el apoyo de la Cooperación al desarrollo italiana.
El deseo del gobierno italiano es poder reforzar el partenariado bilateral de 360 grados en todos los sectores: pienso, naturalmente, en la diplomacia cultural, que se nutre de los profundos vínculos históricos y sociales que unen a Italia y la Argentina (pronto se inaugurará en Buenos Aires la exposición “Puccini y la Argentina”) o en las numerosas colaboraciones entre nuestras universidades en sectores clave como el espacial, al que otorgamos becas cada año para investigadores argentinos que aspiren a pasar un período de investigación en Italia. Pero pienso también en la importancia de la diplomacia deportiva: en este tema quise promover, con el secretario de Turismo, Ambiente y Deportes, Daniel Scioli, la firma de una inédita declaración de intenciones.
En los próximos días celebraremos también la Semana de la Lengua Italiana en el Mundo y es en ese contexto que visitaré la Escuela Italiana Cristoforo Colombo, para reunirme con los alumnos y profesores de las escuelas paritarias presentes en Buenos Aires que, junto con las demás que operan en Córdoba, La Plata y Mendoza, hacen de la Argentina el país que alberga el mayor número de escuelas italianas en el extranjero. El italiano es la lengua del saber hacer, de nuestras excelencias que combinan tradición e innovación, expresión de nuestros territorios. Queremos celebrarlo con muchas iniciativas como un extraordinario vehículo de crecimiento, bienestar y desarrollo para llevar a nuestros al futuro.
Hay muchos desafíos globales que Italia y la Argentina pueden enfrentar juntos. Pienso, en primer lugar, en lo que está sucediendo en Venezuela y en la fuerte convergencia y puntos de vista en común entre nuestros gobiernos, unidos para pedir el respeto del voto democrático del pasado 28 de julio y la liberación de los disidentes políticos, y en el apoyo a la oposición venezolana, incluso después del exilio de Edmundo González Urrutia. Italia está comprometida en primera línea ante la crisis institucional en Venezuela: promoví inmediatamente la creación de un grupo de trabajo permanente en el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional para seguir la evolución del país y prestar asistencia a los numerosos ciudadanos ítalo-venezolanos.
Los puntos de contacto y las áreas de colaboración entre Italia y la Argentina son innumerables. Nuestros países son, después de todo, dos grandes democracias que comparten una parte muy importante de su propia cultura e historia. En este enfoque, el pontificado del papa Francisco –ayer obispo de Buenos Aires, hoy obispo de Roma– es un elemento más que une a argentinos e italianos, en la conciencia de nuestros orígenes comunes.
Italia estará siempre al lado de la Argentina y de su pueblo. Italia y la Argentina son un ejemplo único e irrepetible en el mundo: somos un único pueblo, somos una sola nación.
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