Sebastián Campanario: “La curiosidad es más importante que la inteligencia”
Especialista en innovación y creatividad, revela por qué los humanos somos malos para predecir lo que nos da más felicidad y cree que es imposible competir con la gente que ama lo que hace
Martina Rua

El sociólogo canadiense Malcolm Gladwell sostiene que para que las ideas se esparzan y se propaguen como un virus social, deben alcanzar un “punto de inflexión”, a partir del cual los efectos de esas ideas se potencien al máximo, creando un cambio significativo en la sociedad. En su libro The tipping point describe “ese momento mágico en el que una idea, tendencia o conducta social cruza un umbral, se vuelca y se esparce como un incendio forestal”. Según Gladwell, para que esto ocurra se precisa de personas que describe bajo “la ley de los pocos”: conocedoras, conectoras y persuasivas.
Estas personas están enteradas de lo que ocurre, buscan y comparten información porque todo les produce curiosidad. Además, son muy hábiles para unir al mundo. Conocen a muchas personas que creen en ellas y a gente influyente que pertenece a diversos grupos. Son, también, grandes convencedores: quieren que los demás actúen como les han recomendado, con el convencimiento de que han descubierto algo valioso. Apasionadas de su trabajo, saben aprovechar sus técnicas de persuasión para transmitir ideas y pensamientos.
Entre esos pocos está Sebastián Campanario. Nacido en La Plata en 1973, es licenciado en Economía por la UBA y periodista de TEA. Divulgador y conferencista internacional, escribe sobre innovación, creatividad, economía del cambio y ciencias de la vida en el diario donde publica los domingos la columna Álter Eco en el suplemento de Economía y Mente en el de Bienestar. Es autor de múltiples libros como La economía de lo insólito (2005); Otra vuelta a la economía, junto con Martín Lousteau (2012); Ideas en la ducha (2014); Modo esponja, con Andrei Vazhnov (2017), Revolución senior (2019) y El futuro del bienestar (2022). Su última propuesta es Proxi +50, 50 ideas para tus próximos 50 años (2024). En 2017 recibió el Premio Konex de Oro a la Divulgación.
Aunque su bio alternativa podría ser: cumplió 50 años en Corea armando cubos Rubik junto a su hijo Nicolás y 1500 participantes más; aprende más de bienestar de su perra adoptada –Lena, de 3 años– que de los principales neurocientíficos del mundo y en el colegio casi se llevó la “vertical” a marzo, si no hubiera sido por la misericordia de su profesor de gimnasia.

–De ser el referente en la agenda de economía no convencional y creatividad, le sumaste la del nuevo bienestar y longevidad, todo bajo el prisma del cambio y la innovación, ¿qué tan intencional fue ese viraje?
–Me encantaría decirte que fue una estrategia, pero en realidad creo que, como en todas las cosas, hubo un componente de azar muy grande, mayor al que uno siempre está dispuesto a reconocer. Hay un punto de mucha curiosidad unido al trabajo periodístico que indaga qué temas están empezando a crecer y a impactar más, en particular todo lo que tiene que ver con bienestar y longevidad, que empecé a trabajar en la última parte de la pandemia. Ahí tenía como dos o tres motores. Por un lado, aumentó mucho la conciencia sobre la importancia de la agenda de bienestar por lo mal que la estábamos pasando nosotros y nuestros seres queridos. Después, veía que había muchos avances en ciencias de la vida que, aunque sale menos en los medios que la inteligencia artificial, tienen mucho impacto, pero están subcontadas. Y después el tema demográfico, que va a la par en impacto con el cambio tecnológico y el cambio climático, pero al que se le da poca importancia relativa. Entonces, las lianas de mis temas fueron de economía no convencional a creatividad e innovación y de ahí a bienestar y longevidad.
–Se cumplen 10 años de tu libro Ideas en la ducha, que se centraba en la importancia de los “momentos afuera” para generar las mejores ideas. Mientras, hoy sigue reinando la cultura de agendas explotadas y burnout. ¿Subestimamos esas formas de creatividad y productividad?
–El otro día vi una nota que le hacían a John Cleese, el comediante inglés miembro del grupo cómico Monty Python, que, además de ser un gran creativo, es como un gran teórico sobre la creatividad. Él hablaba de “la mentalidad de tortuga”, la necesidad de tener momentos en el día de calma y foco, sin distracciones que considera que son el enemigo número uno de la creatividad. Esta idea de que si te distraés, volver a tu flujo te lleva 17 minutos en promedio. Entonces sí, me parece que está subestimado el costo que tiene la cultura de estar siempre ocupados sobre la creatividad. También, desde que escribí el libro hace 10 años, hay muchas cosas nuevas en la agenda de creatividad. El título “ideas en la ducha” buscaba mostrar cómo en los momentos de distracción, en los que aflojás un poco el foco, surgen los momentos Eureka o de epifanía. Pero ahora se descubrieron cosas nuevas a nivel de neurociencias del bienestar y, sobre todo, en la interacción con la inteligencia artificial. Uno de los descubrimientos es que no es tan bueno estar en modo divergente todo el día, que tu cerebro se vaya por las ramas y pensar en cosas que no son reales, que es algo que la literatura de la creatividad promovió mucho, que la gente que está distraída o soñando despierta tiene mejores ideas. Un estudio nuevo, que se llama “Una mente que divaga es una mente infeliz”, explica que la gente que tiene tanta divergencia tiende más a la depresión, porque el cerebro tiene un sesgo a la negatividad. Además, gastás mucha energía. Paradójicamente, cuando estás sin pensar enfocado es cuando más áreas del cerebro se encienden y el 70% de tu energía corporal se va al cerebro, lo que genera un gasto de energía muy grande. Entonces, creo que hay muchos elementos nuevos a tener en cuenta.
–¿Cuál es la correlación entre creatividad y bienestar?
–Hay una correlación muy alta con una doble vía: entrar en procesos creativos te hace bien emocionalmente y, cuando estás bien emocionalmente, tendés a ser más creativo.
–En tus últimos tres libros aparece la promesa de la nueva longevidad, hay datos que parecen sostener que estamos viviendo más. ¿Qué pasa con la calidad de esos años que se agregan?
–Hoy hasta pongo en duda la primera afirmación que sostiene que estamos viviendo más. En 2024 hay un nuevo escepticismo, una mirada un poco más negativa. El año pasado hubo un boom de startups que tenían promesas muy futuristas de revertir el envejecimiento celular y, por ahora, hay muchas líneas científicas que están en callejones sin salida y están siendo desinvertidas. Ya no está tan claro que la gente que está naciendo ahora vaya a vivir más de 100 años. El punto seguro de la “revolución senior” es que tenés mucha gente de 80 y 90 años muy bien a nivel físico y cognitivo, esa creo que es la diferencia grande que hay ahora con respecto a lo que pasaba hace 20 o 30 años. Alberto Naisberg, un hombre lleno de proyectos a sus 99 años, siempre me dice: “la ciencia nos dio muchos años en cantidad, ahora está en nosotros llenarlos de calidad”, y para eso hay que tener cuanto antes en el tiempo una mentalidad de longevidad.
–Jane McGonigal, diseñadora y futurista que solés citar, dice que la mentalidad de futuro se puede entrenar.
–Claro, la mentalidad de longevidad es tomar decisiones ahora que no solo te sirvan para el corto plazo, sino para estar bien a los a los 80, 90 y 100 años. Cuando vos ves la caja negra de prejuicios que hay con el tema etario, tenés prejuicios a nivel social, a nivel de empresas, a nivel del Estado y a nivel individual, que es como el origen de todos los prejuicios. Y tiene que ver con esa falta de empatía con tu yo de acá a 20 años. Si vos tenés 50, te ponen una imagen tuya a los 70 u 80 y no la reconocés; por eso me parece que hay que empezar por ahí. McGonigal propone hacer esta estrategia de “journaling”, escribir a diario las cosas que te salieron bien o por las que estás agradecido. Es un consejo muy recurrente en la agenda de bienestar, pero ella propone hacerlo hacia adelante, a tu yo de acá a 10 años, que es un mediano plazo con el que podemos empatizar y accionar. Describir cómo sería un día tuyo de acá a 10 años y qué desafíos se presentarían, y qué podés hacer hoy para facilitar ese futuro. De esta manera se activan partes del cerebro que no se activan habitualmente y esto tiene correlación con menores cuadros depresivos y mayor calidad emocional.
–Nuestro cerebro es predominantemente dopaminérgico: las experiencias novedosas ralentizan el tiempo, la rutina lo acelera. Tu investigación con “súpercuriosos” de todas las edades, ¿avala la importancia de seguir haciendo cosas nuevas toda la vida?
–Es muy interesante el tema de la subjetividad de la edad. Hay un matemático inglés que le preguntó a la gente a qué edad se consideraban viejos. Y dio con la fórmula que es: la raíz cuadrada de tu edad multiplicada por 8. Entonces, si tenés 25, una persona de cuarenta te parece vieja. En la Argentina la gente considera que deja de ser joven a los 44 años, y vieja, a los 60 largos. La edad empezó a ser importante recién con los Estados modernos; antes, en la antigüedad, la gente ni sabía la edad que tenía y eso se veía en las tumbas que no marcaban la edad. Es un tema de mucha subjetividad y depende de cada uno. Hablando de súper curiosos, está el caso de Pepe Sánchez, para mí la persona más pionera a nivel mundial en temas de bienestar y longevidad, que hablaba de estos temas hace más de 10 años, cuando no existía el corpus que existe ahora impulsado por científicos como Andrew Huberman. Me acuerdo de una nota que le hice para Revista en la que decía que todo lo que hacía en materia de bienestar, lo hacía para poder viajar con su hijo y con su mujer a los 80 y 90 años, para poder leer libros, que no le importaba nada estar lindo o musculoso como un tema hedónico, sino que él lo hacía para estar bien la mayor cantidad de años posible.
Es gente que, además de ser curiosa, aplica todo en su vida. Los humanos, en general, somos muy malos para predecir qué nos hará bien, qué nos hará felices. Nuestra idea respecto a eso está mucho más marcada por el entorno cultural, por lo que nos dijeron nuestros maestros y papás. Quizás alguien te dijo que no eras bueno en matemáticas o que no eras bueno para escribir, pero no es la realidad de lo que te pasa. Entonces, cuando tenés ese insight en la cabeza, que somos malos para predecir en qué somos buenos y qué cosas podemos aprender, y lo combinás con un mundo que cambia cada vez más rápido, el resultado como estrategia óptima es probar y hacer la mayor cantidad de cosas posibles. Porque en la experiencia vas a encontrar seguramente, como me dice Alberto Naisberg, “tu plan personal de bienestar”. Y para eso tenés que estar todo el tiempo probando cosas nuevas. En algún momento tenés que converger, sino caés en un “picoteo de bienestar” sin sentido. Pero al converger tenés que haber probado mucho antes.
–Y de esos mundos que vamos probando resaltás la relevancia de la diversión y de la amabilidad con nosotros mismos.
–Sí, porque si vos estás hablando de cosas que vas a tener que adoptar como hábito de acá a 10, 20 o 30 años, no podés hacer algo que quieras dejar la semana que viene, y en eso hay que ser piola en el autoconocimiento y la indagación de lo que te motiva. Además, esto nos separa del resto, porque nadie puede competir con alguien que ama lo que hace. Como dice Melina Furman: “si te brillan los ojos, seguí tirando de esa piola, es por ahí”.
–¿Qué estás viendo nuevo para la agenda de longevidad y bienestar?
–Como periodista siempre ves los fuegos artificiales, los descubrimientos medio de ciencia ficción, que de eso hay permanentemente. Pero te diría que, paradójicamente, uno empieza a ver que lo más revolucionario es volver a los orígenes, volver a las bases. El multimillonario de la tecnología, Bryan Johnson, gasta dos millones de dólares al año en un equipo de 30 médicos para rejuvenecerse. Hoy tiene 46 años, con pulmones de alguien de 25 o riñones de alguien de 23. Yo la veo a mi perra Lena, de 3 años, que duerme 10 horas a la noche, se levanta, se hidrata, se estira, bosteza, sale a socializar con otros perros, ladra y expresa sus sentimientos, corre descalza en la tierra, después a la tarde se tira de nuevo el solcito. Todas las cosas que te dije que hace Lena, que es una perra callejera, es un capítulo de un podcast de Andrew Huberman, principal referente de estos temas. Yo lo entrevisté a Huberman hace poco y me decía que hay una puja ahora, porque hay más conciencia de esta agenda, pero a su vez cada vez más sedentarismo. Él tiende a ser pesimista en ese sentido por cómo vivimos, especialmente pospandemia, en el que muchos ni siquiera tienen que moverse para viajar al trabajo.
–Tu curiosidad te hizo saltar a otra liana muy distinta: la del mundo Rubik. ¿Cómo podrías resumir que de regalarle un cubo Rubik a tu hijo del medio hace dos años, terminaron ambos en el mundial de Corea, tu hijo campeón sudamericano en la categoría Multibling y vos compitiendo en cinco categorías?
–Mi mujer le regaló a Nico un cubo a los 13 y él empezó a cubear como hobby. Descubrió una pasión, desarrolló una habilidad y se acaba de convertir a sus 15 años en campeón sudamericano de la categoría Multiblind. Esto consiste en memorizar decenas de cubos y resolver la mayor cantidad posible en una hora. La medalla la logró luego de resolver 32 de los 36 cubos que se le presentaron. Y en la categoría Blind 3x3 a ciegas ostenta el séptimo mejor tiempo del mundo, con 14 segundos para analizarlo, recordarlo y resolverlo. Al acompañarlo, me enganché y me topé por primera vez con un hobby en mi vida.
–Aunque practicás solo 15 minutos por día, no vas a ningún lado sin los cubos y ya estás compitiendo en cinco categorías, además de organizar competencias y haber instalado la agenda de manera federal.
–Es un mundo que está explotando. El año que viene es el mundial en Seattle, en los Juegos Olímpicos varios atletas se concentraban antes de sus pruebas resolviendo cubos, y hay muchos cuberos que son buenos gimnastas. Es menos inteligencia cognitiva de lo que en realidad se cree y es más un tema de foco, disciplina, perseverancia y mentalidad de mejora permanente. Esta generación no tiene como nosotros la mentalidad de “la meseta del ok”, donde nos conformamos, entonces es difícil saber hasta dónde van a estirar los límites de lo posible. Se cree que este año vamos a ver resoluciones de cubos en menos de 3 segundos. Nico y todos los cuberos tienen un set de habilidades increíbles para los trabajos del futuro, pensá que es gente focalizada 10 horas por día en resolver un problema, que no se conforma nunca. Entonces, la curiosidad es más importante que la inteligencia, más cuando tenés en cuenta la tasa de cambio que estamos viendo a nivel mundial, unida a un contexto de mayor complejidad. Un mundo que, en varios órdenes de magnitud, es más complejo del que había hasta hace poco, y esto implica lo que el futurólogo Matt Clifford nombra como aumento en la varianza de la realidad.
–¿Por qué aumenta la complejidad?
–Es como un emergente matemático de la realidad que nos rodea. Está todo mucho más ligado entre sí, sobre todo después de la pandemia. Temas digitales y red con nodos más interconectados que aumentan la complejidad, y eso hace que aumente lo que Nassim Taleb llama “los cisnes negros”. La realidad empieza a estar dominada por una ley de potencias y no por una distribución normal, que es la que nuestro cerebro está acostumbrado a procesar. Entonces, ahora es más probable que salgas a la calle y que te topes con una persona que mide dos kilómetros o tres milímetros. Esto explica tanto a outsiders de la política como Milei ganando una elección, como al Covid; todo es más impredecible. Ante estos escenarios, la creatividad gana protagonismo, con la curiosidad como los ladrillos que la construyen. La creatividad es unir puntos que estaban ahí, pero que nadie había unido antes, y hoy hay que ser muy creativo para intuir lo que puede pasar en dos, tres, cinco años. Ya no va más la idea de repetir el mismo plan o presupuesto y corregirlo más o menos 2%, y con eso estabas. Ahora podés necesitar algo muy distinto.
–Si vamos a un mundo de cisnes negros más habituales, ¿qué estrategias de supervivencia tenemos que desarrollar para ese entorno?
–Una estrategia personal de antifragilidad. Este término que usa Nassin Taleb refiere a que no solo tenés que ser robusto en el sentido de aguantar la crisis, sino que te beneficiás del estrés que provoca y salís fortalecido de ella. Es una resiliencia al cuadrado. Cuando tenés un mundo tan complejo, podés hacerlo, por ejemplo, eligiendo los proyectos en los que te embarcás no por prestigio o dinero, sino priorizando la tasa de retorno de aprendizaje que te proporcionan, que es un concepto de Andrei Vazhnov. Y, por otra parte, no olvidar que la curiosidad es un músculo que se entrena. En el caso de los periodistas, tenemos como herramienta muy útil y a mano que hablamos con personas muy interesantes y distintas. No desperdiciar, escribiendo siempre de lo mismo, esa posibilidad de ampliar mundos. Eso se puede extrapolar a otras profesiones.
–A esta complejidad y nodos cada vez más conectados se suma la promesa de cambio disruptivo de la IA. ¿En qué habilidades deberíamos estar formándonos para tener trabajo en los próximos años?
–Nunca me había pasado como periodista que hubiera algo tan protagónico por tanto tiempo. Viendo el documental de la gimnasta Simone Biles, se decía que nunca hubo en un deporte alguien tan dominante. A mí me hace acordar al ajedrecista Bobby Fischer, que estuvo tanto tiempo tan lejos del resto. Y esto me resuena con lo que pasa con la IA, que no pasaba con la Web3 u otras promesas. Ya van dos años del lanzamiento de ChatGPT y el tema sigue ganando protagonismo. Estoy por un lado fascinado, más allá del escepticismo de algunos porque había expectativas desmesuradas. La habilidad que sigue siendo la trinchera nuestra es la creatividad. Hasta cuando hablás con creativos te dicen que está buenísimo para un montón de pasos iniciales, que hace que desaparezca el temor de la hoja en blanco, pero la “última milla”, las ideas de excelencia, son humanas y hay un valor en eso al día de hoy. Si en el futuro se evoluciona hacia una inteligencia artificial más general, habrá que ver.
–Está la idea de “lo que vamos a perder es la descripción de nuestro trabajo más que nuestro trabajo”. ¿Esa exploración se está haciendo en las empresas o chocamos en cualquier momento?
–Te contesto como un economista: depende. Hay pocos temas que sean más difíciles de predecir que el futuro del trabajo y basta con mirar como la hemos pifiado en aseveraciones anteriores. Es un área donde se mezcla la tecnología con la cultura, con los hábitos, con la familia y más. Entonces no importa que haya una buena tecnología para trabajo remoto. Si hasta Apple está viendo cómo hacer para que la gente vaya al edificio en el que gastaron 500 millones, qué nos queda al resto. Veo una frontera muy escarpada, un mapa que se va haciendo. Cuando hablás con las empresas más avanzadas como Tesla, OpenAI, Perplexity, etcétera, aun ellos te dicen: estamos tres pasos adelantados, si nos quedamos quietos dos meses, nos sobrepasan. Todo es muy sobre la marcha.

–Si bien en algunas profesiones se habla de la IA permitiendo una “imaginación aumentada”, hay un sinfín de tareas repetitivas que tienen los días contados. ¿Qué impacto puede tener esto para la matriz productiva económica?
–Los estudios económicos que salen y los tiempos de la academia acá te quedan súper viejos, así que todo lo que sale hay que tomarlo con pinzas. Los primeros estudios hablaban de un 20, 30 y hasta 70% de automatización dependiendo de la profesión. Hace unos meses salió uno que decía que, en el caso de los abogados juniors, el nivel de reemplazo podría escalar al 99%. La línea de avance tecnológico es muy exponencial, pero hay que ver la línea de procesos y de nosotros acostumbrándonos y adoptando todo esto, que no es la misma. Lo que termina fijando la verdadera velocidad de cambio es cómo la sociedad se adapta a eso. Blockchain es una tecnología realmente revolucionaria, pero si la sociedad no la adopta como propia, que los bancos centrales tomen criptomonedas, etcétera, no se va a terminar de desplegar. Entonces lo difícil es pegarle al timing; en algún momento va a pasar, pero no sabemos si será de acá a dos, tres, cinco, diez o veinte años. Como me dijo un científico de Ciencias Exactas de la UBA hace poco: “A la IA hay que abrazarla fuerte. Abrazarla para usarla y abrazarla para que no se escape”.
Ahora, Campanario está embarcado en la lectura de The Catalyst, del bioquímico estadounidense y ganador del premio Nobel Thomas Cech, para entender cómo el ARN (un ácido nucleico similar en estructura al ADN) es el centro de los mayores misterios de la biología, donde la vida revela los procesos críticos del envejecimiento y la enfermedad, y los espectaculares poderes de las terapias innovadoras, desde Crispr hasta las vacunas de ARNm. Además, empezó a entrenarse en la que será su sexta categoría de Rubik que es Cubo a ciegas 3x3 y la semana pasada se animó a meterse en una cubeta llena de hielo por primera vez, ante los ojos incrédulos de su hija menor, Oli, que le preguntó cuánto le habían pagado por someterse a semejante experiencia. Es que si la curiosidad fuese una disciplina olímpica, tendríamos en la Argentina el oro asegurado.
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Pola Oloixarac: “Alberto es el chivo expiatorio ideal del peronismo”
La escritora habla de su libro “Bad hombre”, del uso del feminismo para venganzas personales y traza un perfil de Javier y Karina Milei
Astrid Pikielny
Pola Oloixarac combina la piel dorada de su bronceado europeo con un maquillaje perfecto. Si no se hubiera dedicado a escribir, cuenta risueña, podría haber sido maquilladora. “Me encanta maquillar, maquillo y peino a mis amigas. En realidad, hay un montón de profesiones que me parecen fascinantes”, dice en una de las salas de reuniones del diario la nacion, a pocos metros de un busto de Bartolomé Mitre.
Pero en su caso, la escritura asomó tempranamente. Fue el modo de conjurar la ansiedad que le generaban las personas. Entonces, llevó diarios personales, imaginó hazañas y tragedias, inventó personajes, escribió novelas sobre sus amigas y leyó todo lo que pudo. Y ese inicio en la escritura que primero fue catarsis y desahogo, luego se convirtió en placer. “Mi vida empezó a parecerme una gran aventura a partir de esta situación de escribir. Para mí es lo más vital que puedo hacer”, describe.
Desde hace unos años vive en Barcelona, pero viaja regularmente a la Argentina. Esta vez llegó para acompañar la presentación de su libro Bad Hombre (Random House), una expresión acuñada por Donald Trump cuando se refería “a masculinos que hablaban español cuya presencia era indeseable en ese país”.
La última novela de Oloixarac reúne casos reales de mujeres que contactaron a la autora para sumarla a una misión con un objetivo claro: castigar a ciertos hombres (bad hombres), con los que habían tenido o no un romance, sobre los que pesaban denuncias terribles, escalofriantes, basadas en rumores. La instaban a unirse al escrache colectivo y a la cancelación, “a reparar un daño, a hacer justicia”. El libro aborda un tema incómodo y delicado: el uso de una causa noble como el feminismo y la lucha contra la violencia machista para venganzas personales y mezquinas.
“Hay que aceptar que están las denuncias reales y las falsas. Existen todas estas. Dentro del universo del #Yotecreo, hay colores y hay grises. El problema del #Yotecreo es que instaura una totalidad”, dice Oloixarac sobre los mecanismos devastadores de la cancelación y el linchamiento social y mediático, operaciones que llegan antes que la Justicia y, a veces, ni siquiera están acompañadas por instancias judiciales.
Oloixarac aterrizó en Buenos Aires horas antes de que se conocieran las denuncias por violencia de género de la exprimera dama Fabiola Yáñez contra su expareja, el expresidente Alberto Fernández. Se trata, ni más ni menos, del mandatario que vino a “terminar con el patriarcado”, “el presidente de las mujeres”, quien creó el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Esas denuncias hoy se plasman en expedientes judiciales que recorren distintos fueros y sacuden al peronismo, al kirchnerismo y a los feminismos.
“Alberto estuvo al comando de narrativas que venden virtud, pero al escarbar un poco se advierte que esa supuesta virtud está ahí para encubrir algún crimen: sexual, físico, económico o de la más variopinta gama penal”, dice Oloixarac, y describe la actitud “desfachatada” de Cristina Kirchner de declararse ella también “víctima de violencia de género” del exmandatario. “Cristina banaliza la causa de la violencia de género, utilizándola para su agenda personal”.
Además de observar el debate que atraviesa lo que ella denomina el #MeToo del kirchnerismo, Oloixarac, que se ha dedicado a hacer retratos de la dirigencia política argentina –reunidos en su libro anterior, Galería de celebridades argentinas (Libros del Zorzal)–, también pone su mirada en el presidente Javier Milei y en su hermana Karina.

Para la escritora, Milei “está haciendo una ‘derecha groncha’. Es una derecha bizarra, una derecha macha, de griterío, de aguantes, que apela a la bronca, al banco de ira, a lo mal que la gente la pasó en la pandemia y a lo mal que lo sigue pasando. Supongo que por eso sigue habiendo tanta tolerancia de la gente”, sostiene.
Según Oloixarac, Milei realiza una operación similar a la del kirchnerismo: sabe que quien controla el lenguaje en la Argentina es quien controla el poder, por eso el Presidente se pone al frente de la cruzada cultural. “A Milei le interesa instituirse como el rey del lenguaje”. Y marca las diferencias con quienes ven en el mileísmo una reencarnación del menemismo. “Menem era un presidente que se divertía, pero era un adulto que se divertía con juguetes de adulto. Y Milei es como un niño que va a ver a sus ídolos. Viaja a ver a sus superhéroes. Lo interesante que tiene es que, en lugar de tratar de hacer un relato del futuro, él trata de involucrarse directamente en la creación del futuro”, dice sobre los viajes presidenciales a Silicon Valley y Sun Valley.
Con respecto al rol de Karina Milei, Oloixarac la describe como “su acompañante terapéutica; ella lo complementa, lo completa. Son una entidad simbiótica”.
Egresada de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Oloixarac es autora también de las novelas Las teorías salvajes, Las constelaciones oscuras y Mona. Colabora con medios internacionales y actualmente es columnista de LA NACION.

–Este libro comienza con una confesión. Decís que “entre 2016 y 2018 fuiste contactada por distintas mujeres para que las ayudaras con una tarea específica: arruinarles la vida a ciertos hombres”. Algunas acusaciones eran terribles, otras más banales, pero en ninguna había pruebas concretas y todas buscaban la cancelación. ¿Qué te llevó a escribir sobre esto?
–Siento que este libro me acosó a mí. Quería ser escrito. Yo atravesé una experiencia de cancelación bizarrísima como castigo por no haberme sumado a otra cancelación. En 2017, yo estaba por presentar un libro en el Festival de Literatura de Berlín y alguien que había sido mi amiga me acusó de negacionista. Esa persona les había mandado cartas a mis editores de Alemania, a periodistas, insinuando que iban a hacerme escraches en el aeropuerto, en el festival. Y cuando en esos años empezaron a contactarme algunas mujeres para darles un castigo ejemplar a algunos hombres, sentí que mi vida empezaba a entrelazarse con las vidas y los dramas de otras personas a partir de esta lógica de accionar todos juntos en contra de alguien a partir de un evento. Eso me fue llevando a otras historias de hombres y mujeres. Pero lo que yo no sabía era que alguna vez yo también iba a terminar implicada en un intento de cancelación.
–No vamos a revelar los detalles de las historias, pero abordás un tema poco abordado que es, al mismo tiempo, un campo minado: quienes aprovechan el clima de época, el auge del #MeToo y el #Hermanayotecreo, para echar a rodar rumores y poner en marcha escraches o linchamientos mediáticos por venganzas personales, a veces, basadas en mentiras. Este contexto tiene un lado virtuoso porque permitió una escucha y una visibilización de la violencia machista; pero tiene un lado oscuro, el de la utilización y la banalización de un tema delicado para un aprovechamiento personal.
–A mí me parece que hay que hablar de estos temas y hay que escribir sin miedo. Como artefacto cultural, la novela es el lugar donde nosotros nos podemos meter para encontrar los colores dentro de los grises, podemos recorrer lugares en donde no nos meteríamos usualmente. Quiero decir, yo quiero también poder entender a la villana. Me fascina la villana. Y es lo que me pasó con algunas de las mujeres de este libro: el amor explota como una especie de arma nuclear y no sabés dónde termina esa ola expansiva. Te rompen el corazón y de pronto estás en un momento en el que le podés destruir la vida a un tipo. Me resulta mucho más interesante pensar nuestro poderío mirándolo, mirando cómo funciona y cómo puede funcionar incluso de maneras injustas. Me parece más interesante pensar eso que decir “somos víctimas de todo”. Yo creo que hay un problema con la cancelación.
–¿Cuál es?
–Por un lado, tenemos la revolución de las mujeres, queremos protegerlas y escucharlas y, por otro lado, están las herramientas de la cultura woke, que tienen que ver con emitir un juicio sobre otra persona y decir “éste no puede trabajar más”. Son cosas separadas, distintas, me parece. La cultura de la cancelación se da por las redes sociales y por este auge de una superioridad moral de un grupo por sobre otro. Me parece que tiene un efecto deshumanizador porque es muy difícil tener todos los elementos para decir, por ejemplo, que alguien tiene que ser apartado de todo, cancelado. La otra cosa que yo veo es que los que se benefician de la cancelación son otros hombres, no son las mujeres. Cuando corren a un hombre de un lugar, es otro hombre el que tiene la oportunidad, además de que hay mujeres que forman parte de la familia de estos hombres cancelados que pueden sufrir por esto. Hay algo curioso en eso, ¿no? ¿Estamos usando una causa tan noble como la causa de las mujeres para ayudar a otros tipos? El otro tema detrás de la dinámica woke de la cancelación es que esconde una lógica darwinista, porque hay muy pocos puestos de trabajo, sobre todo en el ámbito de la cultura o en la academia. Entonces, ¿cómo te sacás de encima a un tipo que tiene un curriculum impecable, que es joven? Bueno, este tipo de denuncias son la kriptonita de estos Supermans. Existen denuncias falsas. Hay que empezar a asumir que esto es una realidad.
–Esto que describís es, de hecho, una de las historias del libro, la del profesor en París. En ese relato aparece una mujer policía que trabaja para investigar y proteger a las mujeres que son víctimas de abuso, de maltrato y de violencia física. Reconoce que se han multiplicado las denuncias, pero que se multiplicaron también las falsas denuncias. Admite con amargura que esa situación termina derivando recursos públicos y tiempo que deberían estar destinados a los casos reales.
–Sí, es lo que pasó con un profesor en París, que terminó perdiendo todo, endeudado, en bancarrota, separado. Incluso en esa historia, vamos a spoilear un poco, nunca hubo una víctima porque el caso se armó desde un perfil falso. Enfrentó un proceso sin siquiera haber estado en una misma habitación con su acusadora y ella solo presentó su palabra de mujer ultrajada y recortes de Facebook. Este profesor no solo terminó apartado por la universidad, sino que no pudo concursar para una cátedra muy codiciada. Ese tipo ni siquiera había estado con la persona que dice haber sido abusada por él. Todo se comprueba después, pero esa es la manera en la que se construye la idea de la víctima. Entonces, ¿cómo se arma el caso? ¿Quién es la víctima al final? Son preguntas incómodas, pero es interesante porque los casos del libro son reales. Hay que aceptar que están las denuncias reales y las falsas. Dentro del universo del #Yotecreo, hay colores y hay grises. El problema del #Yotecreo es que instaura una totalidad. Y esa totalidad puede tener efectos complejos.
–Las redes sociales permiten amplificar rumores y noticias falsas que terminan manchando el buen nombre y honor de personas que pueden, de la noche a la mañana, convertirse en parias y perderlo todo. ¿Por qué creés que cuesta tanto hablar de este tema?
–Es como si sintiéramos que por pensar y por ver estos problemas se pone en riesgo la revolución feminista y el movimiento feminista. Creo que es lo contrario. Me parece que, si somos honestas, si miramos los problemas, podemos mejorar lo que tenemos. Es más interesante mirar cómo somos las mujeres, cómo podemos actuar y lo peligrosas que podemos ser porque incluso es más empoderante. Estoy a favor de la emancipación de las mujeres, pero quiero mirarla, quiero poder describirla, quiero entenderla. Esta herramienta permite ejercer el poder de una manera indiscriminada y puede, en algunos casos, ser más justa y, en otros, injusta. Estamos en un momento donde volvemos a ser las diosas de la tierra que te dan la vida y también te la pueden destruir. Hemos visto cuáles son nuestras armas y cómo las podemos usar, pero ¿es esto lo que queremos? ¿No queremos un universo de cuidado y salir de una lógica de revancha? ¿No queremos vivir mejor con los hombres en lugar de estar contra ellos? Me parece que haciendo este tipo de preguntas incómodas es que podemos pensar mejor el feminismo, un feminismo humanista, de amistad con los hombres, de entendimiento.
–En el libro contás la historia de tu tía abuela Ana, que murió asesinada por la violencia machista. Pero te preguntás: “¿es justo usar el sufrimiento de Ana y tantas mujeres asesinadas como la coartada virtuosa que disimula venganzas personales?”
–Por supuesto pasan cosas espantosas y por eso cuento que en mi familia pasó algo terrible. Yo tuve la suerte de crecer de una manera empoderada, pero a la vez, claro, tengo muy presente, por esta historia familiar, lo que es el miedo y la violencia de un hombre al que no se puede controlar, la bestia que no se puede dominar. El feminismo, como el futuro, no se distribuye equitativamente en todos lados.
–A pocos días de tu llegada a la Argentina para presentar tu libro, se conoció la denuncia por violencia de género de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández que tramita la Justicia. ¿Qué mirada tenés de todo lo que se sabe hasta ahora?
–Alberto es el chivo expiatorio ideal del peronismo: es el homo sacer, la bestia sacrificial donde confluye todo lo malo y que ahora se pueden sacar de encima, por eso Cristina se apura a anotarse del lado de las víctimas de Alberto, al punto de tener la desfachatez de declararse víctima de violencia de género. Alberto genera un #MeToo del peronismo: Mayra (Mendoza) confirma la violencia contra Cristina como si fuera Gwyneth Paltrow dando testimonio de algo que sabía y callaba. Pero Cristina banaliza la causa de la violencia de género, utilizándola para su agenda personal, como hacen algunas mujeres que retrato en mi libro. Terminan bastardeando la causa de las mujeres: que la violencia real contra las mujeres y las violaciones son crímenes inaceptables.
–Vos has sido muy crítica de la relación entre el movimiento feminista y el peronismo.
–Me parece que no ha sido una buena experiencia la de un feminismo asociado al peronismo. El feminismo woke fue sumiso. Fue un feminismo colonizado por el peronismo, un feminismo prebendario cooptado por los círculos del poder. Y no ha sido bueno, hay que admitirlo. El peronismo funcionó como un sistema de encubrimiento y delitos de su star system que usó a las capitanas morales del feminismo y de la ciencia. Me gustaría que en adelante haya más asociaciones civiles que no tengan que ver con partidos políticos y que miren a las mujeres y las protejan más allá de los intereses partidarios. Así que a mí me parece que es una gran oportunidad para volver a tener una mirada amplia y humanista.
–En estos años también te dedicaste a hacer retratos políticos, muchos de ellos publicados en la nacion. Tu libro Galería de celebridades argentinas incluye, entre otras, una semblanza de Javier Milei, que en el momento de la publicación era candidato. Ahora es Presidente. ¿Qué observás de Milei en su nuevo rol?
–Milei es un experimento y hay algo que me hace pensar en él como un presidente IA (Inteligencia Artificial). No sabemos si está alineado o no con los seres humanos. No sabemos todavía. Sabemos que él está ocupado en el tema de la economía, que parece que es lo que más le interesa, pero todavía hay mucho misterio alrededor. A mí me sorprende que Buenos Aires sea más cara que Barcelona. La verdad, no sé cómo funciona este país maravilloso, pero sigue funcionando.
–Recuerdo que escribiste: “el chillido desencajado y los insultos ya son parte de su marca personal”.
–Eso sigue, por ejemplo, en la forma en la que elige relacionarse con el periodismo. Hace una puesta en escena de esa violencia, lo hace a propósito. Quiero decir: lo elige. No creo que se le suelte la cadena y reaccione. Creo que es una estrategia. ¿Por qué? Porque considera que quien detenta el lenguaje es el que detenta la autoridad. Si el kirchnerismo fue el que durante 20 años hizo tanto trabajo para controlar el lenguaje –con el tema de hablar con la e, con el apoyo de la comunidad de artistas, científicos y feministas, y la batalla cultural– Milei siente que no existe a menos que él mismo esté a la cabeza de la batalla cultural, a menos que él sea el cruzado de una batalla cultural. Me parece que no es una actitud liberal. Es totalmente antiliberal. Si sos liberal no importa lo que los otros digan, que digan lo que quieran. Incluso podría tener una posición más irónica, pero él elige fustigar porque el que controla el lenguaje en la Argentina es quien tiene el poder. Creo que Macri fracasó porque no controló el lenguaje. Y por eso, diría, Milei incluso sobreactúa estos malos tratos. Por supuesto, sabemos que es muy capaz de tener malos tratos, no es que está haciendo un esfuerzo especial, pero me parece que lo hace a propósito. Y yo creo que no le conviene hacer eso. No le conviene a nadie. Y no le conviene a la vida cívica.
–Uno podría pensar que cada época genera su propio glosario, su propio repertorio. También sucede en tiempos de Milei con las palabras “domar”, “zurdos” y tantas otras que se han repuesto y se repiten a diario.
–Él está haciendo una “derecha groncha”. Es una derecha bizarra que te incluye a partir de lo groncho, que apela a la bronca, al banco de ira, a lo mal que lo pasó la gente en la pandemia y a lo mal que lo sigue pasando. Supongo que por eso sigue habiendo tanta tolerancia de la gente. La idea de una derecha groncha, una derecha macha, de griterío, de aguantes, es diferente a la de Macri, a los globos y posteos de Juliana, a las tortas ricas. Todavía no vimos ni una torta de Karina Milei, que es su expertise al final del día. Todos queríamos probar la chocotorta (risas).

–Se suele comparar esta época con los años noventa. ¿Ves algún parecido de familia con esa época?
–No, no le veo nada parecido al menemismo. Menem era un presidente que se divertía, pero era un adulto que se divertía con juguetes de adulto. Y Milei es como un niño que va a ver a sus ídolos. Viaja a ver a sus superhéroes. Lo interesante que tiene es que, en lugar de tratar de hacer un relato del futuro, él trata de involucrarse directamente en la creación del futuro. Cuando va a ver a los superhéroes, está tratando de armar su liga de súper amigos para involucrarse en cómo se produce el futuro. Si eso llegara a funcionar para la Argentina, sería increíble. Conozco gente de Silicon Valley y todos están fascinados con Milei porque dice cosas que ellos no pueden y quieren decir. Por ejemplo, que los monopolios están bien en algunos casos. Vos le decís eso a Apple, a Google y les encanta. Porque esos tipos no son liberales tampoco. Todo esto tiene que ver con las tesis que luego Milei quiere demostrar: que la Argentina es el testing ground para su premio Nobel. Para los de Silicon Valley es genial porque “tenemos a un loco argentino que la ve, como nosotros la vemos. O sea, los monopolios son algo espectacular, es la manera de operar”. Me parece bueno que haya ido a Sun Valley y también me parece súper interesante que haya encontrado esta escucha en Silicon Valley. Son muchos los líderes que quieren hablar con todos éstos y no es nada fácil llegar a ellos.
–En esa galería de retratos podríamos incluir a dos personas clave en este gobierno: Karina Milei, “El Jefe”, y Santiago Caputo.
–No conocemos la voz de Karina. Sabemos que es la acompañante terapéutica y que, gracias a ella, él puede operar. Porque ella lo conoce bien, sabe hasta el momento en que él se va a poner mal porque él tiene muchas limitaciones y ella lo complementa, lo completa. Son una entidad simbiótica. Son un mismo ser, en realidad. Y en el caso de Santi… bueno, a mí me encanta que todos tengan rinoplastia. Santi, ella, Milei, es un gobierno de rinoplastia. Me gusta eso, tiene algo de transhumanista: la gente que ya empezó a cambiarse a sí misma, no acepta la naturaleza de lo dado y abraza la técnica. Me parece muy divertida la idea de un Rasputín rubio y chiquitito, fumador, que le gustan los rusos además y que está todo tatuado de rusos. Tampoco le conocemos la voz y no creo que se la vayamos a conocer. Lo más divertido para mí es que él formaba parte del Pro, entonces es un estudioso de todos los problemas del Pro. Todo lo que se ve de la estrategia de Milei tiene que ver con cuáles tendrían que ser los remedios para no ser el Pro.
–Con lo que falló.
–¡Y lo que sigue fallando! Porque en lugar de tener un rol de expresidente, Macri hace una asamblea para plantear que deberían tener más cargos. Es un rol un poco indigno en comparación a cómo venía jugando. Macri parecía un jugador político interesante. Y Milei tiene un juego político que le funciona muy bien porque se dedica a comer dentro del peronismo y a comer dentro del Pro. Tiene un hambre de poder real y creo que la cara visible del hambre de poder es cómo hacer este uso estentóreo de la fuerza del lenguaje para aplacar al otro. Ahí Milei manda un mensaje reptiliano directamente al argentino promedio. “Ah, bueno, éste es el que manda”. Lo que le interesa a Milei es instituirse como el rey del lenguaje.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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