De monte hostil a destino turístico de lujo y aventura
Una década después de dejar de ser una estancia privada, esta nueva área protegida recibe turistas en campings y glampings con una propuesta única en el mundo.
Texto de Carola Birgin
Hay un oasis verde en el mapa físico de la Argentina. Bien al norte, en Chaco y parte de Formosa, son 250 mil hectáreas de monte sin rastros de presencia humana. O casi. Desde hace poco tiempo puede visitarse. Que El Impenetrable sea hoy un destino para el turismo es producto de un largo camino burocrático y activista, de encendidos debates ambientales y sociales, como así también de ambiciosos planes de desarrollo, tanto económico como comunitario, ecológico, científico y pedagógico.

“El Impenetrable cumple diez años”, dice un flyer que es como la invitación a una fiesta. La superficie de 128 mil hectáreas chaqueñas (el resto, en la provincia de Formosa, no forma parte del área protegida) se declaró Parque Nacional el 24 de octubre de 2014 y se inauguró oficialmente recién en agosto de 2017, cuando empezó tímidamente a recibir turistas. Desde hace tan solo dos años ya se identifica como un destino con una propuesta bien diferente a otras. Para eso tuvo que pasar una historia semejante al río que atraviesa el monte, el Bermejo, que es caprichoso, cambiante, impredecible y sorprendente.
Dónde se encuentra el PN Impenetrable
Una historia de novela Lo primero que se escucha al llegar es la sucesión de increíbles hechos que llevaron a que esta región sea hoy visitable. Con ingredientes propios de una trama de ficción, habrá amor, desidia, incesto, abandono, crimen y codicia en la perspectiva humana de esta parte de la historia que empezó en La Fidelidad, una estancia que actualmente pertenece al estado nacional, pero que antes fue territorio en disputa, antes la casa de Luis y Manuel Roseo, después de que fuera la tierra de Jorge Born. Antes de antes, había sido una parte de la inmensa región donde la fauna vivía sin contacto alguno con seres humanos. Como sea, de ella quedan algunos –pocos– ejemplares de tatú carreta, pecarí labiado, tapir, mono carayá, oso hormiguero, yacaré overo y el yaguareté, además de una amplísima variedad de aves que va desde pequeños –y chillones– pajaritos de colores hasta inmensos jabirús y garzas moras. En medio de este ambiente chaqueño-formoseño, la finca de Born era una rareza, 250 mil hectáreas de naturaleza salvaje.

En 1969 fue adquirida por dos hermanos provenientes de Italia. Luis y Manuel Roseo eran por entonces exitosos empresarios del rubro textil. Como tantos inmigrantes, habían llegado a la Argentina huyendo de la guerra y la pobreza. Cuando lograron salir adelante, gracias a su prolífica industria, resolvieron volver al campo, posiblemente para recuperar el paisaje de su infancia. Vendieron todos sus bienes para adquirir esa tierra extensa como pocas. Se dedicaron a la ganadería y poblaron el territorio con miles de vacas, gran parte de las cuales se internó en el monte. De las otras se ocupaban ellos mismos, con poco y nada de ayuda. Vivían austeramente y sin suficiente mano de obra para administrar semejante estancia. Llamaba la atención que, siendo dueños de incalculable riqueza, se entregaran a una dejadez que, incluso, llevó a la muerte a Luis: el hermano mayor sufrió accidentalmente una herida que no atendió y el descuido generó una enfermedad de la cual no pudo curarse. Murió de infección en una indigencia incoherente. Manuel formó pareja con la viuda de su hermano y siguieron juntos para siempre, hasta que fueron asesinados en 2011. Alrededor de este capítulo hay muchas especulaciones y algunas certezas. Parece que la propiedad de Roseo era codiciada por varios terratenientes que veían una gran oportunidad en esa superficie tan vasta y por organizaciones ambientales que estaban ávidas de proteger el territorio virgen. Sin embargo, Manuel no quería saber nada: no le interesaba recibir dinero, ni hacer negocios, mucho menos contribuir con una misión ecológica. Quería quedarse con su campo y llevar su vida allí, sin más. Con sus vacas y los árboles que talaba toda vez que necesitaba leña o madera. Pero no pudo. Asediado por las intimaciones de quienes querían convencerlo, se fue a vivir con su cuñada-novia, Nelly Bartolomé, al pueblo cercano –Castelli– donde un verano de 2011 fueron encontrados muertos por asfixia, violenta y visiblemente torturados. Ella tenía 73 años y él 75.


Dicen que salió a la luz un documento de la supuesta venta de la propiedad. Algunos suponen que Roseo rubricó el título bajo amenaza, mientras que otros creen que la firma era falsa. Como fuere, no tardaron en condenar a prisión perpetua por el crimen a Luis Menocchio, Claudio Gómez y Salvador Borda. A falta de herederos –Manuel Roseo era soltero y su hermano no había tenido descendientes–, La Fidelidad fue expropiada por el gobierno de la provincia. Si nada había resultado sencillo hasta el momento, tampoco lo sería ahora: aparecieron hijos ilegítimos de Manuel Roseo que reclamaron su campo. Hubo una gigantesca campaña empujada por varias organizaciones que se congregaron con el fin de recaudar el dinero que hacía falta para llegar a un acuerdo con los herederos y saldar la deuda (65 millones de dólares) por las 148.903,70 hectáreas de La Fidelidad del lado de Chaco, el resto está en Formosa. Se consiguió y, finalmente, el 24 de octubre de 2014 se declaró Parque Nacional al El Impenetrable chaqueño. Llevó unos cuantos años más generar condiciones para que el lugar fuera apto para convocar a turistas: en 2021 se inauguró un primer glamping en la zona, Bermejito; al año siguiente otro, Los Palmares. Ambos son operados por Rewilding Experience, que es parte de la fundación que originariamente se llamó CLT y perteneció a Douglas Tompkins (el impulsor de varios parques como Monte León e Iberá). Su principal misión es la reconstrucción de ecosistemas naturales. Una década después de que El Impenetrable haya dejado de ser una estancia privada y en descuido, la propuesta turística para conocerlo es, además de incipiente, acotada –sólo puede visitarse entre mayo y noviembre–, exclusiva –si se utilizan los glampings no es un destino “económico”– y única en su tipo.
Entrar en el monteEl trayecto hacia El Impenetrable no es corto ni directo. La sinuosidad del camino y la dificultad del terreno son partes de la aventura.



El ingreso al Parque se puede hacer por el río Bermejo (donde está el casco abandonado de La Fidelidad) o desde La Armonía que queda a unos 60 kilómetros de Nueva Pompeya y Miraflores, a 110 de Castelli (la mitad de los cuales son por camino de tierra), y a 390 km desde el aeropuerto de Resistencia, o el de Corrientes. Las rutas son agrestes y la lluvia supone algún tipo de amenaza para la transitabilidad. Pinchar un neumático es de las “eventualidades” más frecuentes y contar con provisiones suficientes de combustible es fundamental para llegar a destino. Lo mismo que llevar mapas de papel, a la vieja usanza, o bajados en el dispositivo, ya que no va a haber conectividad por un buen rato. Si bien existe algo de señalética, también habrá que aprender a leer los “carteles” en la banquina: esos palos con una rueda de auto colgada que indican que allí vive alguien o hay algún tipo de comercio.
Aventura múltipleEn cada uno de estos lugares, el menú de actividades es amplio. Si bien la rutina invita a los tiempos lentos y la contemplación, también los deportes y el dinamismo destacan en la experiencia de exploración. Es posible hacer una remada en kayak. Por el Bermejito o, para huéspedes de Palmares, a lo largo de 9 km del río Bermejo, tan turbio y tan fuerte que arrastra troncos, ofrece vistas espectaculares desde el agua: los alisos colgando con sus troncos flexibles, la orilla que es completamente distinta del lado chaqueño con respecto al formoseño, está la costa suave y el borde derrumbado. Los yacarés, muy cerca, serán testigos inmutables del paseo. Los garabatos en flor llenan el aire de un aroma dulce que compite con las ráfagas de fragancia delicada de los palos santos. Una cabalgata por el palmar al atardecer, con Juan “Pirincho” Tejada como guía, culmina con una merienda alrededor del fogón: charqui, pancitos, tomates y mate, ¡por supuesto!

Hay trayectos de trekking que cada vez son más extensos -está listo un tramo de 15 kilómetros para pernoctar en el refugio y volver por agua- y planes más cortos para una caminata por senderos en los que descifrar las huellas sobre la tierra da noción de una amplitud de biodiversidad inimaginable. Oler las hojas de los arbustos, reconocer los árboles: el timbó blanco por sus copas frondosas y el chañar a través de los frutos bolita, descubrir las larguísimas espinas de los vinales, abrazar el tronco de un palo borracho y necesitar cinco personas para poder completar una circunferencia de magnitud descomunal, mirar con lupa a las hormigas, admirar los hongos y las fascinantes telas de araña con gotas ínfimas que brillan como diamantes con el impacto de la luz del sol, escuchar las aves y distinguir sus cantos, visitar la vieja estancia La Fidelidad y recordar en esas ruinas la atrapante historia que le dio origen a la posibilidad de estar aquí ahora como visitantes. La interacción con miembros de la comunidad es parte esencial en el reconocimiento del territorio. Con el advenimiento de turistas, varios vecinos fueron alentados –y ayudados– a desarrollar emprendimientos para dar a conocer su cultura y generar valor con sus saberes. Algunos acondicionaron sus casas para recibir visitantes. Están quienes alquilan habitaciones a turistas, quienes reciben comensales que agasajan con cenas caseritas, algunas personas dan clases para enseñar sus artesanías y, aunque no todos tienen ganas de socializar, la mayoría sí comparte sus historias: relatos de familia, sucesos con el Pomberito y la luz mala, leyendas del pueblo, formas de vida propias.


En el Pozo La Gringa, Mabel abre la tranquera de su casa, da la bienvenida al contingente y muestra el telar de pie, que recuperó para transmitir a las nuevas generaciones la tradición de sus ancestros. Mabel teje caminos para las mesas, cubrepiés, mantas y alfombras. Pero además de las técnicas que usa para formar estos textiles, es interesante escucharla hablar de los materiales: ella misma esquila sus ovejas, hila la lana, la tiñe con cáscaras de cebolla y otros productos de la naturaleza con los que obtiene colores variados y veteados. Su marido, que siempre fue quien trajo el dinero al rancho, observa cómo ella vende sus piezas y el orgullo con que acopia la ganancia de su trabajo. También hay otros habitantes que, sin ser vecinos, forman parte de la población actual de El Impenetrable: los científicos. Es que en medio de la naturaleza exuberante se asentó la Estación Biológica de Fundación Rewilding Argentina donde técnicos y biólogos estudian en territorio esta naturaleza; también intervienen en la restauración del ecosistema y en proyectos de reintroducción de especies como el yaguareté, tortuga yabotí y nutria gigante. En la carpa central hay muchas pantallas que muestran el monitoreo constante: a través de cámaras trampa observan a la fauna para aprender sobre ella y para encontrar oportunidad de reproducir una especie biológicamente extinta como es el yaguareté.

Dormir sin techo Son varias las opciones para pasar la noche, y cada una de ellas propone una escala posible para un recorrido de la zona. Existe un glamping en la frontera oeste del Parque Nacional, que no es parte del área protegida. Se trata de Los Palmares y fue inaugurado en 2022. Las instalaciones de las espaciosas carpas africanas son perfectamente comparables a las de un hotel: hay sommiers, baño con ducha, terrazas con vista abierta a la naturaleza. La estadía incluye las comidas en una carpa comedor –preparadas por una cocinera local, ávida por dar a conocer su gastronomía– y el confort está garantizado, aunque en una versión agreste. También, desde el año pasado, hay dos campings dentro del PN que son públicos.


La Fidelidad cuenta con un área de acampe de cierta infraestructura a orillas del Río Bermejo: plataformas para carpas, baños secos y vestuarios tradicionales (donde el agua fría de las duchas no tiene costo, pero se puede pagar para acceder a agua caliente), un restaurante –Qaramta– y parking para motorhomes. Ahí alquilan carpas con catre y bolsas de dormir. Está administrado por una asociación conformada por vecinos de La Armonía. Por su parte, Mapic pertenece al PN y es más rústico. Hay zona para carpas (sin plataforma) parrillas con mesas y lugar para estacionar casas rodantes. Se ubica en el inicio de la Huella Impenetrable, un recorrido para hacer senderismo que cuenta con refugios en su trayecto. En la periferia del Parque, el camping público El Bermejito funciona en La Armonía (hacia el oeste) junto a otro Glamping, el gemelo de Los Palmares. También está, junto a la entrada del PN, Los 3 Molles, el camping de un poblador local. Por último, el camping Los Algarrobos es el otro que también cuenta con salida al río -al Bermejito- y es administrado por emprendedores del Paraje Nueva Población.

Se suma una opción “fuera del mapa” que es quizás la más interesante: hacer camping libre en alguna de las playas formoseñas del cauce del Bermejo. Para quienes hacen alguna de las travesías por agua que se ofrecen, rumbo al Parque Nacional y regresando de allí a bordo de una lancha –75 km–, es imperdible una escala para pasar una noche cien por ciento natural, sin presencia humana alguna a 40 kilómetros a la redonda. Rewilding Experience organiza los paquetes completos, incluyendo traslados, comidas y navegaciones. Se puede, incluso, organizar el cruce del río para combinar con el Bañado La Estrella, el gran atractivo natural formoseño, que está a unas tres horas (115 km) de allí. Si bien últimamente algunas familias comenzaron a alquilar habitaciones en sus casas, en general las formas de hospedaje en El Impenetrable son sin techo ni paredes: acampar es la forma. Y acá viene una aclaración evidente: quienes sufren algún tipo de fobia –o miedo severo– a los insectos y animales deberían abstenerse de la experiencia. Si bien se toman recaudos, todas las carpas tienen mosquiteros de uso obligatorio y se montan preferentemente sobre plataformas (para que la fauna –que incluye a la víbora yarará, por ejemplo– pueda pasar por debajo), la convivencia es estrecha. No es extraño encontrar huellas no-humanas de gran tamaño cerca del lugar donde se acampa, hay también arañas y variadas especies que no guardarán necesariamente la distancia con los visitantes. Aunque no se registraron nunca incidentes y los animales no suponen per se un peligro, es importante recordar que ellos siempre juegan de local. Y respetarlo.


La naturaleza en vivo y en directoEl avistaje de fauna es probablemente el objetivo primordial de los turistas que se ven atraídos a El Impenetrable por la posibilidad de encontrarse con animales fuera de lo común. La promesa de convivir con especies como el tapir o el yaguareté en su entorno es irresistible. Aunque no hay garantías. El Impenetrable no es un teatro ni un zoológico sino un espectáculo natural, con lo arbitrario que puede ser y lo ingobernable de la silvestría. Aun así, es generosa. Contemplar con los ojos bien abiertos, el oído aguzado y los sentidos a flor de piel. Esa es la consigna. Hay que navegar el Bermejo con serenidad, flotar silenciosamente para pasar inadvertidos.






Varios pecaríes labiados corren a lo lejos por la barranca y junto a ella se distingue una corzuela. A medida que se acercan, además de escucharse se huelen: la presencia de los chanchos de monte se adivina por el chasquido de sus dientes y por el fuerte olor que despiden sus cuerpos al frotarse cuando avanzan –¿jugando o peleando?– en la piara. Podría bajar un tapir a bañarse. Dicen quienes tuvieron la suerte de ser testigos, que estos robustos animales, que pueden llegar a pesar 300 kilos y tienen una apariencia tan exótica, se acercan a las embarcaciones con total calma y amabilidad. El jabirú es un ave que llega a medir dos metros, pero lo disimula porque avanza encorvada y con las alas plegadas. La bandurria boreal suena con un tas tas agudo. Los monos aulladores enloquecidos y las charatas con sus cantos insistentes al amanecer completan la banda sonora. Los pumas están alrededor. No se huelen ni se escuchan, tampoco se ven. Pero se descubren por sus huellas. También se adivinan, impresas en la tierra, las patas de otros felinos, y de aves, además de reptiles que se deslizan y gusanos que trazan laberintos.

La visita al pozo de los yacarés genera expectativa. Apostarse detrás de un muro que permite mirar sin ser vistos hacia una laguna con varios yacarés overos camuflados entre plantas acuáticas. Que se muevan, que aparezca un oso hormiguero, que suceda algo extraordinario es la esperanza. Cuando cuarenta minutos después todo sigue exactamente. La noche llega y parece un telón que cae: la función terminó casi como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, de regreso a la carpa, el estado interno es similar al de haber meditado un buen rato. Caen en cascada los pensamientos que quedaron suspendidos y se esclarecen las ideas. Una a una se suceden las imágenes de los detalles -millones-, la caricia del movimiento del sol hasta irse, el viento tibio, la delicadeza de los sonidos que acompañaron la contemplación, las sensaciones. La profundidad del viaje muestra entonces que el avistaje en El Impenetrable no se percibe únicamente con los ojos, es una experiencia que convoca a todos los sentidos y comprende a la naturaleza en un espectro mucho más amplio que el que se podía imaginar antes de llegar aquí.



DATOS ÚTILES
INSTITUTO DE TURISMO DE CHACO@TURISMOCHACO
GLAMPING EL BERMEJITO Y LOS PALMARES@REWILDING_EXPERIENCES
+54 379 407-4512
CAMPINGS Y ACTIVIDADES@ELIMPENETRABLECHACO
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.