martes, 5 de diciembre de 2023

LECTURAS


Claudia Piñeiro Ensayos con una mirada literaria y personal
— En escribir un silencio, la autora de las viudas de los jueves reúne sus artículos e intervenciones, con el acento puesto en la actualidad
Carolina Esses ilustración Sebastián Dufour


Las viudas de los jueves Claudia Piñeiro Alfaguara





Hay una insistencia en Escribir un silencio, el último libro de Claudia Piñeiro (Burzaco, 1960) que recopila artículos, conferencias y ensayos breves escritos en su mayoría durante la última década. Una afirmación que se repite. Como si las novelas, los relatos, los guiones, las obras de teatro, el reconocimiento de los lectores en la calle, los árboles de Navidad armados en librerías con sus libros y coronados con su foto, como si ser la escritora argentina más leída de hoy no fuera suficiente.
“No soy académica. Soy escritora”, dice en una ponencia en Córdoba. “Estoy acá porque soy mujer, porque soy madre y porque soy escritora. Que estoy porque soy mujer y porque soy madre, no lo voy a explicar. Voy a explicar por qué estoy acá como escritora”, dice en la conferencia que leyó frente a la Cámara de Diputados durante el debate por la legalización del aborto. Ser escritora, poder definirse así, ganarse la vida escribiendo –en un artículo describe la insistencia de un ex en saber cuánto dinero ganó con Las viudas de los jueves; harta, Piñeiro le inventa una cifra delirante: “¿Sólo eso?”, responde el hombre–, ocupar un lugar dentro de un sistema muchas veces arrogante y caprichoso como el literario, construir una red de filiaciones, pasar a un primer plano: de eso tratan estos textos. Algunos lo hacen de manera lateral. Ahí está el universo de preocupaciones íntimas: el legado del padre, la maternidad, el paso del tiempo. Otros van más al hueso de la política y de las políticas del lenguaje, son intervenciones públicas.
La literatura, afirmó en el discurso inaugural de la Feria del Libro de Buenos Aires en 2018 debería, entre otras cosas, ser un ejercicio de empatía: la posibilidad de caminar en los zapatos del otro. Piñeiro trabaja ahí, siguiendo a uno de sus maestros, Mauricio Kartún –nombra también a Guillermo Saccomano y a María Inés Andrés–, en la construcción de personajes llenos de contradicciones. Como buena escritora de policiales, como alguna vez hizo Truman Capote, intenta entender las motivaciones que los mueven. Varios artículos giran en torno a este género que funciona como un imán, no solo para los lectores sino para ella misma: “Otra vez. Otra vez la muerte. Otra vez un muerto. Días, noches, meses, años buscando palabras que cuenten la muerte”. Es una gran observadora de la realidad, una escritora que lee el presente. Quizás por eso se ve obligada a repetir “Escribo ficción. Y la ficción es mentira” cuando le insisten con referencias concretas a lo real. Sin embargo ahí está el pastor de El Reino, instalando un debate en torno a la relación entre iglesia evangélica y política que trascendió con creces lo que planteaba esa serie. Y Las viudas de los jueves prefigurando casi oracularmente el caso María Marta García Belsunce.
Piñeiro sabe que las palabras no son ingenuas, y logra intervenir en el debate público a partir de la reflexión en torno al lenguaje. “Alguien cree que es dueño de la palabra matrimonio”, escribe en “Los dueños de la palabra”, una “carta al estimado Director de la Real Academia Española”, en relación al matrimonio igualitario. “Que no nos roben la palabra vida”, pedía frente a Diputados en 2018. En 2019 en la Cátedra Bolaño en Santiago de Chile, fue la palabra “escritor”. “Sé que estoy incluida”, dice, “pero algo me inquieta, me raspa, me retuerce las tripas”. Entonces, propone una inversión: cada vez que en el transcurso de la conferencia diga escritoras se referirá también a los varones, “queremos que nos den el gusto de que el universal se arme a partir de lo femenino y no de lo masculino”. Estas ponencias le dan un carácter doblemente interesante al libro: es posible seguir los debates profundos que se vivieron en el país en los últimos quince años, permiten sentir el pulso de las cuestiones que conmovieron a la autora y a la sociedad: la desaparición de Tehuel, los feminicidios, las decisiones políticas que llevan a la catástrofe ecológica.

ALFAGUARA
432 PÁGINAS
12999 $


Aunque se trata de artículos breves, en los textos más personales se percibe aquello que dice Cynthia Ozick: “Nadie es más libre que el ensayista”. La autora habla de los viajes, las ferias, la amistad, como en “Los que me vieron llorar”, donde cuenta el llanto en una entrevista con Juan Cruz Ruiz y la angustia contenida con Samanta Schweblin y Dolores Reyes: “Las lágrimas más sentidas que consolé de amigas escritoras siempre tuvieron que ver con situaciones relacionadas con sus hijos y sus hijas”, dice. El feminismo, la sororidad están presentes en cada página, sobre todo en el mapa de escritoras que dibuja, desde Rosa Guerra, Juana Manuela Gorriti, María Angélica Bosco –esa gran escritora de policiales–, pasando por la brasilera Carolina María de Jesús, la renovación de la tradición y la lengua en Ana Ojeda y Gabriela Cabezón Cámara, la protesta en las letras de Miss Bolivia y la reflexión en torno a las funciones del lenguaje de Ivonne Bordelois. Hay muchas otras y otros nombrados en el libro, como si la autora hubiese querido contar todo su universo de lecturas, contagiar el entusiasmo por Faulkner, por Hemingway, un escritor antídoto del otro, como le dijo alguna vez Saccomano.
“Cuesta mucho convertirse en escritora”, dice la norteamericana Tillie Olsen en Silencios (1965). Piñeiro la cita en una de las últimas ponencias recopiladas en el libro. En esta suerte de extensa autobiografía literaria y personal, la autora ofrece el camino que la llevó, de esas largas sesiones de análisis en las que permanecía en silencio a, por fin, tomar la palabra: escribir ficción pero también intervenir en el debate público. Por eso insiste: soy escritora. Un camino privilegiado, lo sabe, exento, por ejemplo, de la pobreza o la violencia que silencia a tantas mujeres y que describe en varios artículos. Pero no por eso fácil. Estuvo, están, el imposible equilibrio entre trabajo y maternidad, los prejuicios, el cansancio, la opinión ajena; pero también la amistad, los viajes, las lecturas y sobre todo, el lenguaje como un terreno donde plantar bandera.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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