miércoles, 6 de diciembre de 2023

OPINIÓN Y LOS INVITADOS A LA ASUNCIÓN DE MILEI


Entre Menem, Kirchner y Macri
Luciana Vázquez
Loco y dogmático o autorregulado y pragmático: en esa disyuntiva en torno a la personalidad política de Javier Milei se juega la conquista de la estabilidad argentina a partir del domingo 10. Esos son los horizontes desafiantes que tiene para ofrecer el presidencialismo hipercarismático sin poder institucional. La Argentina de Milei que arranca en menos de una semana tiene la forma de un laberinto donde cada decisión política puede conducir a un callejón sin salida. Con ganar una elección no alcanza, sin ganarla no se puede: el presidente más votado de los últimos 40 años de democracia, como insiste en destacar el Milei electo, es al mismo tiempo el presidente con menor margen de maniobra propia en los poderes del Estado. Para cada medida tendrá que negociar con extraños y, quizá, con propios que en muchos casos no le responden del todo. A la huella de su alianza extraoficial con el massismo para las PASO y para la conformación de sus listas parlamentarias no se la llevó el viento: quizá se haga notar en el futuro cercano, cuando se jueguen el poder y el formato de la Argentina futura en el Congreso.
Del menemismo histórico al macrismo, del macrismo al massismo, de vuelta al macri-bullrichismo para acercarse después al peronismo racional del schiarettismo y luego animarse a acortar distancia con el peronismo en sentido más amplio e incluso con el kirchnerismo y volver otra vez al menemismo, en algunos casos, en su versión más rancia, para cerrar el círculo con Patricia Bullrich como ministra de Seguridad: Milei hace sustitución de importaciones políticas sin pudor. No le queda otra.
Su gobernabilidad se basa en cuatro elementos. Primero, los votos que sacó, una especie de escudo protector que le alcanzará al menos por unos meses. Segundo, un consenso generalizado en torno al cambio necesario de cultura económica, cifrado en la aceptación del ajuste. Tercero, la muñeca política de sus mujeres y hombres de confianza, la casta que operativiza sus ideas de outsider, es decir, Guillermo Francos, Nicolás Posse y Diana Mondino. Y, finalmente, su personalidad política. Con esa base, viene corriendo los límites de lo posible en el terreno político. La cuestión es si alcanzará con eso cuando asuma como presidente a secas y todo se vuelva real. “Veremos” es el signo de los tiempos.
Desde antes de la ronda electoral de tres pasos y luego, ya en medio de ese campo político minado, Milei viene haciendo slalom. Cada vez que sus movidas tácticas parecen confirmar un sentido futuro para su gobierno, Milei les hace el oso a la política y a la sociedad y agarra para el lado impensado. La cohesión está sostenida apenas por los alfileres de lo intangible: por su vehemencia y su particular psicología y cuatro ideas fuerza, libertad, ajuste, dolarización y apertura, a las que no renuncia y por la capacidad para crear una percepción favorable en buena parte de la Argentina federal y, sobre todo, en los argentinos más pobres, sobre el cambio que quiere imprimirle a la Argentina.
A la incertidumbre diaria y generalizada que marca el tono del presente, Milei le responde con una imaginación política que se organiza explícita o tácitamente en torno a tres nombres claves de la democracia argentina: Carlos Menem, Néstor Kirchner y Mauricio Macri. En esos espejos políticos se delinean los desafíos que deberá encarar el presidente electo y también, los riesgos que enfrentará. Hay lecciones en ese pasado. Continuidades inesperadas, regreso de lo impensado y rupturas cargadas de riesgos que dan sentido, por el momento, a la idea Milei.
Entre las continuidades, está el regreso legitimado de Menem y el menemismo. La admiración por Menem no es nueva en el universo de Milei. Es una fascinación que selló hace tiempo. En diciembre de 2021 quedó registro en una frase que la sintetizó: “El primer gobierno de Menem fue el mejor de la historia”. Fue en el programa de Jonatan Viale. En esa misma mesa estaba sentado un Martín Menem, a quien Milei llamó “amigo”, todavía desconocido. El control de la inflación y la salud macroeconómica de aquella Argentina de Menem están en el corazón de su admiración.
Hay algo problemático en su referencia al primer gobierno de Menem. Fue en esa primera presidencia cuando se realizaron las principales privatizaciones de los 90, después de la ley de reforma del Estado de agosto de 1989. Lo hizo posible una alianza entre el menemismo y los liberales de la Ucedé. Esa época encuentra frases emblemáticas que dan pauta del sentido político dominante. “Achicar el Estado es agrandar la Nación”, sostenía Álvaro Alsogaray. “Nada de lo que deba ser estatal permanecerá en manos del Estado”, fue el fallido de Roberto Dromi, entonces ministro de Obras y Servicios Públicos, hoy también cerca del círculo de influencia de Milei.
Pero esos años también estuvieron marcados por investigaciones periodísticas y judiciales que expusieron la corrupción como matriz subterránea de ese proyecto económico de búsqueda de eficiencia y competitividad. Entre 1991 y 1994, se publicaron los libros claves que pusieron el problema de la corrupción menemista en su escala apropiada: en 1991, apareció Robo para la corona, la investigación de Horacio Verbitsky, titulada con una cita atribuida a José Luis Manzano, por entonces jefe del bloque de diputados del PJ, hoy también presente en los círculos de poder. Se convirtió en una especie de investigación señera en torno a la maquinaria de la corrupción menemista, montada sobre el aparato burocrático estatal en connivencia con el empresariado. Otros de los libros emblema de esos años de corrupción fue Los dueños de la Argentina I y II, de Luis Majul, publicados en 1992 y 1994, que exponían las relaciones poco claras entre un empresariado destacado de la Argentina y el Estado.
El modelo de privatizaciones de empresas públicas con corrupción se volvió canónico en el menemismo que admira Milei. Ese será un desafío central para un Milei que plantea la misma ecuación: la desestatización de empresas del Estado vía privatización o entrega a las corporaciones de empleados.
La figura de Néstor Kirchner gravita de manera impensada sobre la presidencia de Milei. En ese caso, su carga simbólica presiona sobre una pregunta: ¿cómo construir autoridad presidencial a la Néstor Kirchner? La respuesta está en la construcción de una versión propia de la transversalidad política, como Néstor Kirchner en 2003 pero distinto. Kirchner, el presidente menos votado en los 40 años de democracia, que se quedó con la presidencia con apenas el 22 por ciento de los votos, se hizo fuerte a pesar de eso. “Teníamos más desocupados que votos”, dijo Cristina Kirchner sobre esos años. El apoyo del peronismo y de una transversalidad progresista fue clave. Pero la voluntad política y de poder de Kirchner logró esa alineación. Milei tiene algo de eso.
Las puntadas tácticas con las que Milei cruza de un espacio al otro según la necesidad del momento son su formato de transversalidad. En relación con el perokirchnerismo, el riesgo de Milei es el de siempre: que cualquier cosa multiplicada por kirchnerismo, o por peronismo, da kirchnerismo o peronismo.
En relación con Macri, hay una continuidad que conduce hasta Milei: una especie de política de Estado que quedó implantada como deseo por la presidencia de Cambiemos, siguió su curso subterráneo, en tensión con la matriz económica de la presidencia de los Fernández, y ahora Milei la eleva a la enésima potencia. Se trata de la utopía mínima del déficit cero y la racionalidad económica con la que desembarcó Macri y que encuentra ahora su versión más vigorosa en el ideario de Milei.
En esa continuidad hay riesgos parecidos: que la gestión de la crisis económica no alcance, los problemas no se solucionen y el poder parlamentario, mínimo en su origen, quede jaqueado además por la presión de la calle, si la impaciencia gana a la opinión pública.
La idea Milei está en construcción, a la vista de todos. Un proceso en marcha. Después de tres turnos electorales y algo más de quince días de presidente electo, quedó claro que lo de Milei no es la línea recta, sino el zigzag: de ahí la sorpresa que genera su sistema de decisiones y el nivel de incertidumbre récord. Parecía que su alianza con el macrismo era destino hasta que giró hacia el peronismo en sus varios formatos. ¿Qué Milei es el que ganó? Esto recién empieza.

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De Boric a Felipe, se definen los invitados a la asunción de Milei
Con excepción del chileno, los presidentes de izquierda de la región no asistirán a la ceremonia
Jaime Rosemberg
Faltan escasos cinco días para la asunción de Javier Milei como presidente y los encargados del ceremonial para visitas extranjeras entrantes y salientes trabajan a destajo para evitar malentendidos y que todos se sientan cómodos en las ceremonias de toma de mando y los saludos protocolares.
En una lista que se renueva y reescribe cada día, y según pudo saber Milei tendrá por el momento la foto con aliados naturales de la región, como los presidentes de Uruguay, Paraguay y Ecuador, y del extranjero, como el húngaro Viktor Orban, más altos funcionarios de Estados Unidos, el Reino Unido e Israel, considerados vitales para la política exterior del nuevo gobierno.
Con la honrosa excepción de Gabriel Boric, de Chile, no hay hasta el momento presencias confirmadas de presidentes de la denominada Patria Grande, una referencia a los gobiernos de izquierda de la región. Esas mismas presencias solían poblar conmemoraciones, actos y asunciones durante los distintos gobiernos kirchneristas. Ayer, por caso, Nicaragua anunció el regreso a Managua de su embajador en Buenos Aires, Carlos Midence, disgustado por las críticas de Milei a los “partidos comunistas” (ver aparte).
En principio hay dos reuniones bilaterales confirmadas, una con el rey Felipe VI de España y otra con Orban. Estarán el sábado 9 con Milei en el Palacio San Martín.
También se evalúan horarios y fechas para las reuniones con el presidente de Armenia, Vahagn Khachaturyan; el canciller de Israel, Eli Cohen; el ministro de coordinación de Corea del Sur, Kisun Bang, y funcionarios entrantes y salientes del gobierno de Japón. Podrían desarrollarse el mismo día de la jura de Milei y sus ministros, o en algún momento del fin de semana.
El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou; su par de Paraguay, Santiago Peña, y el flamante presidente de Ecuador, Daniel Noboa, fueron de los primeros en asegurar su presencia. Con Uruguay y Paraguay, Milei y su cancillería esperan tejer lazos para torcer lo que consideran el “proteccionismo” de Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente de Brasil, que prevé no asistir a la cita. De todos modos, la reunión de la canciller Diana Mondino con su futuro par, Mauro Vieira, hace diez días, trajo distensión al vínculo bilateral.
Por el contrario, la Venezuela de Nicolás Maduro (quien llamó “neonazi” a Milei), Cuba y Nicaragua no serán de la partida, y se prevé una representación de segundas líneas de México, aunque confirmó Renato Florentino Pineda, vicepresidente de Honduras, que conduce la presidenta Xiomara Castro, aliada del kirchnerismo. Sin el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin –invitado de todos modos, aún sin respuesta firme–, Milei estrechará manos con el representante de China, Weihua Wu, vicepresidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional del gigante asiático, con quien el gobierno entrante, a pesar de declaraciones previas, quiere sostener un buen vínculo.
Desde la embajada de EE.UU. aún no confirman a los enviados de ese país, ya que –según afirmaron– la decisión “la toma la Casa Blanca”. Pero es probable que estén Juan González, representante para América Latina, o algún funcionario que dependa del jefe del Consejo de Seguridad Nacional de Biden, Jake Sullivan, quien recibió a Milei la semana pasada en Washington. Por Gran Bretaña, a la espera de un mejor vínculo que el que sostuvo con el gobierno de Alberto Fernández, estará David Rutley, ministro a cargo de las Américas y con rango de vicecanciller. Rutley ya estuvo aquí en marzo y fue recibido por el vicecanciller Pablo Tettamanti, una reunión en la que, según el visitante, coincidieron en una condena conjunta a la invasión rusa a Ucrania.
La coordinación para las invitaciones que motorizan la jefa de gabinete saliente, Luciana Tito, y el representante de la Cancillería, el excanciller Jorge Faurie, no incluye a los invitados especiales, como el expresidente brasileño Jair Bolsonaro, representantes del partido Vox español –como su líder, Santiago Abascal– o el expresidente norteamericano Donald Trump, cuya presencia es hoy una incógnita. “A algunos los estamos llamando por WhatsApp”, dijo la canciller Diana Mondino en una entrevista con en una muestra de la confianza de Milei con varios de los invitados por fuera del protocolo.

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