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domingo, 29 de diciembre de 2019

CIENTÍFICOS ARGENTINOS...ORGULLOS NACIONAL,


Un hito en la historia de la tecnología argentina

Mario A. J. Mariscotti
"Su presentación para ser precalificado muestra que existe un número de cuestiones significativas que no cumplen con los criterios exigidos indicados más abajo", decía la nota que llegó de Australia, en noviembre de 1998. Se refería a la convocatoria de la Organización Australiana de Ciencia y Tecnología Nuclear ( Ansto) a las empresas que habían respondido al llamado de licitación para construir un nuevo reactor de investigación y producción de radioisótopos.
Quienes recibieron este mensaje en Invap se encontraron con un dilema: "Dudamos internamente por unos días sobre qué nos convenía hacer. Los reactores eran nuestro negocio; si nos presentábamos y nos bochaban, era muy malo, pero por otro lado. decidimos que si no éramos capaces de venderle a Australia teníamos que cerrar el boliche", me confió Juan Pablo Ordóñez, protagonista de este proyecto conducido por Juan José Gil Gerbino. Las experiencias exportadoras con los reactores RP0 de Perú, Argelia y Egipto eran antecedentes valiosos, pero nada comparable al desafío australiano, que suponía competir con dos empresas de Estados Unidos, Siemens de Alemania, Technicatome de Francia, AECL de Canadá, Skoda de Rep. Checa y Hitachi de Japón.

Invap contó con la colaboración de la CNEA en este proyecto. En la mañana del 2 de diciembre de 1998, un equipo de siete profesionales de Invap (H. Otheguy, J.J. Gil Gerbino, J.P. Ordóñez, P. Abbate, T. Calderón, F. Macario y E. Villarino), uno de la CNEA (R. Granada), dos húngaros y un ruso, especialistas en neutrones "fríos", rindieron examen frente a un panel de australianos escépticos. El 22 de diciembre, Invap recibió la noticia de que había sido precalificada junto con los franceses, los alemanes y los canadienses (los dos oferentes de Estados Unidos y los checos quedaron afuera, mientras que los japoneses se retiraron). Era natural que, dada la jerarquía de los otros oferentes, surgieran dudas acerca de una empresa argentina, pero como dijo el director australiano del proyecto: "Si los descalificamos, tenemos que decir por qué". Hubo consultas con las autoridades australianas y al final Invap fue admitida.
El año 1999 transcurrió con numerosas reuniones en Bariloche y en Sídney para ajustar los términos técnicos; la oferta final se presentó al borde del milenio, en diciembre de 1999. El 4 de junio de 2000, a las 3 de la mañana (las 16 en Australia), Ordóñez recibió la noticia de que Invap era oferente preferido y el 13 de julio se firmó el contrato por 180 millones de dólares. El reactor se concluyó con éxito, cumpliendo con los plazos y presupuestos establecidos al inicio del contrato, y llegó a plena potencia el 3 de noviembre de 2006.
Hace unos días mantuve una conversación telefónica con Ross Miller, el gerente de Ingeniería de Ansto.
 Me interesaba conocer su opinión sobre el desarrollo de este proyecto, un hito en la historia de la tecnología argentina. Confiaba en que me diría las cosas sin maquillaje. En la Argentina se siente orgullo por la tarea de Invap, pero siempre es bueno conocer la visión "del otro lado". Quedé impresionado por lo que me dijo, y por eso me decidí a escribir estas líneas.
Miller me dijo que en la reunión del 2 de diciembre habían quedado sorprendidos con Invap por la profundidad de las presentaciones, por el dominio de todos los aspectos técnicos de un reactor y por el compromiso del equipo. Otheguy, en su exposición inicial, había dicho que este no era un proyecto más, sino el más importante de la empresa, y había venido como gerente general para expresar el compromiso de Invap. Miller me dijo que, efectivamente, hubo preocupación en los niveles superiores acerca de las capacidades de Invap, pero que la presentación disipó las dudas. Hubo todo tipo de preguntas e Invap respondió todas. "Invap realmente se desempeñó muy bien en la etapa de precalificación", dijo.

Y agregó: "Australia tiene experiencia en el uso de un reactor de este tipo (tuvo funcionando uno desde 1958), pero no en el diseño, la construcción y puesta en marcha de un reactor, de modo que le dimos toda la responsabilidad al oferente. Y esto funcionó muy bien con Invap. Nuestras especificaciones eran muy exigentes; era como querer tener tres reactores en uno. No les dijimos cómo hacerlo. Eso le dio a Invap la oportunidad de demostrar sus capacidades en un gran nivel. Si Ansto hubiera puesto especificaciones para el diseño, habríamos terminado con un reactor muy inferior. Invap tuvo la oportunidad de destacarse con este reactor. Todo el proceso funcionó muy bien para Ansto y para Invap". Cuando le pregunté cómo evaluaba la propuesta de Invap en relación con las de los otros oferentes, Miller me dijo que no iba a hacer comparaciones, pero que "no importaba cómo nosotros elegíamos el sistema de ponderación, Invap siempre fue primera".

Durante la evaluación de las propuestas finales, en febrero-marzo de 2000, Ansto presentó un listado de 1200 cuestiones técnicas que debían ser aclaradas. "Invap fue la única compañía que tenía un claro entendimiento de cada requisito. Sus respuestas fueron en todos los casos claras, sin ambigüedades (no fudging around the edges). Eso estableció una relación de trabajo excelente entre Ansto e Invap. Nosotros trabajamos juntos para tener éxito, trabajamos juntos para lograrlo (we worked together to get this done)". Estos comentarios de Miller no significan que el proyecto haya transcurrido sin problemas. Algunos obligaron a detener la operación del reactor por unos meses. Pregunté a Miller si esto no había arruinado la buena relación entre Ansto e Invap. Él me respondió: "No. Lo interesante de Invap, que explica por qué la relación fue tan buena como lo fue, es que cuando aparecía un problema Invap siempre priorizó resolverlo. Esto distinguió a Invap".
Pero las dificultades más serias fueron de otro tenor. No es difícil, para nosotros argentinos, imaginar las dificultades que enfrentó Invap para conseguir las garantías requeridas por el comitente. Otro problema fue la insólita denuncia en contra de Invap que en octubre de 2000 un combativo ambientalista argentino hizo ante la prensa y el Senado australianos.
 En diciembre de 2001, un memo interno de Invap, afectada por la crisis financiera argentina, informaba que se continuaba con el proyecto de Australia con suspensión temporaria de salarios, a la vez que la autoridad australiana preguntaba formalmente si podía confiar en que el proyecto continuaría a pesar de la grave situación política de la Argentina.
En 2005 tuve la oportunidad de conversar con el exembajador en Australia Néstor Stancanelli. Quedé atónito y admirado al conocer la titánica tarea que Stancanelli había desarrollado para evitar que el gobierno australiano cancelara el contrato con Invap en las semanas críticas de principios de 2002. En tiempos complejos como el presente, parece oportuno recordar estos eventos, mantener el ánimo y aprovechar las capacidades del país para hacer de la Argentina el país que anhelamos.

Físico nuclear

viernes, 6 de septiembre de 2019

CIENTÍFICOS ARGENTINOS...ORGULLOS NACIONAL


Orgullo nacional
El primer tomógrafo fabricado en Argentina ya funciona en el Hospital de Clínicas
Dará diagnósticos precisos de cáncer y permitirá la detección temprana de problemas cardíacos y trastornos cerebrales.

El tomógrafo puede detectar lesiones muy pequeñas con gran precisión. (Comisión Nacional de Energía Atómica)
Hospital De Clínicas
Científicos e ingenieros argentinos terminaron de fabricar el primer tomógrafo PET (Tomografía por Emisión de Positrones) desarrollado y hecho íntegramente en el país.
Los especialistas forman parte del Grupo de Sistemas Digitales y Robótica del Centro Atómico Ezeiza, de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
El equipo fue llevado al Hospital de Clínicas de la Ciudad de Buenos Aires.
Funcionará en un espacio especialmente acondicionado dentro del Servicio de Medicina Nuclear de ese centro de salud, que pertenece a la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Claudio Verrastro, jefe de la División de Sistemas Digitales y Robótica de la CNEA, explicó que el próximo paso será pedirle a la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) la autorización para trabajar con radiofármacos y, posteriormente, comenzará una etapa de caracterización del equipo desde el punto de vista funcional que permitirá homologarlo para su utilización en pacientes.
Según publicó la Comisión Nacional de Energía Atómica, el tomógrafo AR-PET obtendrá imágenes anatómicas y funcionales del cuerpo humano de forma no invasiva, brindando un diagnóstico preciso de ciertas enfermedades como el cáncer, problemas cardíacos y trastornos cerebrales.
La CNEA explicó, además, que funciona de manera inalámbricay con un consumo de 12 voltios.

Comisión Nacional de Energía Atómica.
Esto permite utilizar baterías con menor impacto ambiental. También puede operar con 2 de sus 6 componentes principales, lo que facilita que el equipo sea reparado sin interrupciones en la prestación de sus servicios.
"Esto es posible gracias a que sus cabezales (los responsables de la toma de imágenes) son de giro continúo. Para esto, cada fotomultiplicador del equipo tiene su propia computadora dedicada al procesamiento de datos. Estos cabezales fueron construidos con cristales centelladores dispuestos en forma hexagonal, lo que permite obtener un campo de visión amplio y facilita que se puedan sacar, reparar y reponer sin que el escáner salga de servicio", agregaron.
El proyecto fue financiado con recursos del tesoro nacional e inicialmente contó con el aporte del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
En la actualidad, sólo 3 empresas en todo el mundo se dedican a comercializar estos instrumentos. Su valor de mercado es superior a US$ 1 millón.


Hay 3 empresas en todo el mundo que comercializan el tomógrafo: cuesta US$ 1 millón. (Comisión Nacional de Energía Atómica)
¿Para qué sirve un PET?
Es un estudio de alta complejidad que permite obtener imágenes anatómicas y funcionales del cuerpo humano, brindando un diagnóstico preciso de ciertas enfermedades como cáncer, problemas cardíacos y trastornos cerebrales.
Puede detectar lesiones muy pequeñas con gran precisión.
La Tomografía por Emisión de Positrones, más conocida como PET por sus siglas en inglés, es un examen que permite obtener imágenes de alta resolución de los órganos y tejidos del cuerpo a partir de una sustancia radiactiva –denominada marcador– con el fin de detectar una patología o una lesión.
A diferencia de otros estudios complejos como la resonancia magnética y la tomografía computarizada, un PET detecta la actividad metabólica de las células y muestra cómo están funcionando los órganos y tejidos. Esto permite la detección temprana de procesos patológicos, inclusive antes de que se manifiesten los primeros síntomas de la enfermedad, ya que generalmente los cambios fisiológicos anteceden a los cambios anatómicos.
Fuente: Comisión Nacional de Energía Atómica.