viernes, 5 de agosto de 2016

TEMA DE REFLEXIÓN


Las Aristas de Nuestra Decadencia

En las redes sociales, se abusa de la pegatina. Es un recurso, que reemplaza el pensamiento creativo. Es más sencillo copiar y pegar que reflexionar, analizar o interrogar cualquier dilema que se nos presente.
Tenemos, en consecuencia, otro problema, el sedentarismo mental, que se ha naturalizado. Por eso quiero mencionar cierto asunto -que para mí- es como una piedra en el zapato.
Marcelo Tinelli, representa una de las vastas formas visibles de nuestra decadencia. Voy a decirlo sin remilgos ni ambages.
No puedo verlo ni escucharlo, sin sentir ira o asco.
Para quien une una tras otra estas palabras, hace mucho tiempo, dejó de ser una paradoja ese fenómeno de masas. Marcelo Tinelli es la expresión de lo que se ha caído en la Argentina, en los términos, del buen gusto y en nuestra condición moral y espiritual. Su éxito encuentra razones y fundamento en esa caída sin redes y en la perdida de nuestra sensibilidad a esta condición.
Como pan al hambriento y vino al sediento; posee la virtud de haber interpretado el proceso de corrupción de nuestra condición humana y ofrece un producto a la medida de las exigencias de ese público.
Para encontrar un ejemplo que se aproxime, hay que escudriñar, en la vida de los Cesares, que patrocinaban en el Coliseo de Roma, un escenario salvaje y violento para alimentar el apetito de lujuria y morbo del ciudadano romano.
Fue declarado –personalidad de la cultura–.
Aquí encontró la fórmula que reemplaza al homo sapiens –productor de la cultura escrita- en otra cosa: el homo videns –para el cual la palabra es reemplazada por la imagen.
Su resultado visible e inmediato: las celebridades no se consagran por lo que dicen, piensan o escriben, sino por lo que muestran. Así, pasan al sector de la memoria colectiva. No por lo que piensan sino por lo crudamente enseñan.
La virtud se postra de rodillas ante la impiedad de los sentidos.
La política, la clase dirigente y los liderazgos, no fueron indemnes a este desafortunado proceso y, en consecuencia, para remontar el infortunio, recurrieron al recurso de la imagen y la apariencia que reemplazó el entorno de las ideas.
Marcelo Tinelli, nos ha enseñado, que es mejor cautivar con la apariencia antes con el pensamiento. El producto de esa concepción se pone de manifiesto en las respuestas de la inmensa mayoría de nuestros contestatarios. Se hace evidente, en las porfiada creencias de los individuos que manipulan los hilos de la economía. Se hace notable en la omisión, de un debate sobre nuestro destino, no solo entre ciudadanos en el llano –es un escándalo esta ausencia en el seno del parlamento-.
La palabra, el pensamiento que se anticipa, el estudio, la reflexión, el análisis, están pues, en desuso. Son suficientes las consignas, simples, que raspan lo precario y lo elemental para que la imagen el eclipse del pensamiento.
Tiene –hay que reconocerlo- una virtud.
Ha sabido discernir lo que necesita una sociedad en tiempos donde la inflación, la inseguridad, la destrucción del valor de la moneda, los efectos devastadores sobre el salario, la decepción de los liderazgos, el desempleo, la pobreza generalizada, el narcotráfico y la creciente incertidumbre, han destruido el sueño de una democracia todopoderosa.
Ha sabido llenar ese inenarrable vacío generado por décadas de fracasos, violentos desencuentros y decepciones. ¿Porque cómo explicar la extraordinaria expectativa que generan sus programas sino por la ausencia y el vacío conceptual de un liderazgo, su clase dirigente y la orfandad de los partidos políticos?
Para quienes hacemos posible esta página, Tinelli, no es sino la expresión más elocuente de una de las aristas de la disolución de una sociedad.
Es el signo de una sociedad vapuleada que busca huir de una impiadosa realidad que la atosiga, con el rigor de un tormento medieval y que encuentra en un canal de TV las claves, para eludirla.
Una sociedad que no encuentra liderazgos en quien depositar su confianza. Sin certezas, cautiva de un presente absoluto y de su incapacidad de elaborar un futuro en común.
Apuntar contra él, lapidarlo, es fácil. Es bíblico.
Siempre hay un chivo expiatorio.
Pero este comportamiento, encubre las verdaderas causas que hicieron posible su popularidad, en un entorno marcado por un país asolado por pertinaces y múltiples desatinos económicos. No nos permite ver que hemos hecho con nuestra nación o las raíces de este infortunio. Nos impide encontrar las razones de esta orfandad de líderes y referentes.
Mientras esto no suceda, seguiremos teniendo una sociedad infantil, que cada noche se deja cautivar por la melodía del flautista de Hamelín.

Santiago Kovadloff
Las Huellas Del Rencor © Editiorial Planeta.
Pepe Eliaschev
Esto Que Pasa © Editorial Sudamericana.
Alejandro Katz
El Simulacro © Editorial Planeta.

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