martes, 21 de mayo de 2024

Auditorio Belgrano...Un concierto único de mas de 40 artistas en escena, con una Gran Orquesta en Vivo de la Pop Symphonic Orchestra por la Maestra Clara Ackermann.


Desde una galaxia muy, muy lejana… La Fuerza nos vuelve a convocar, nos llama a encontrarnos por medio de la musica a celebrar a su gran compositor: John Williams.
El próximo 8 de Junio nos volvemos a encontrar para celebrar un nuevo Dia.
Desde el Senado de la Nueva Republica llega la convocatoria a todos los amantes de la música, de la Fuerza y de esta fecha especial a compartir todos juntos.
Con un concierto único de mas de 40 artistas en escena, con una Gran Orquesta en Vivo de la Pop Symphonic Orchestra por la Maestra Clara Ackermann.
Entradas en venta sólo por Ticketek y en Boletería del Teatro.



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Auditorio Belgrano

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LECTURA


El duro y revelador retrato de una mujer
En La llamada, Leila Guerriero propone un personaje marcado por la época
Por Diana Fernández Irusta

En las primeras páginas de La llamada, Leila Guerriero (Junín, 1967) escribe: “Este libro es el retrato de una mujer. Un intento”. La mujer en cuestión es Silvia Labayru y el retrato, una crónica poderosa, imposible de soltar una vez que se inició la lectura; un libro cuyo enorme trabajo de construcción se siente en cada línea y cuyo eje, radiante en el pleno sentido de la palabra, es Labayru, un personaje real con la sustancia de las más ambiciosas ficciones.
Nacida en el seno de una familia de militares, Labayru ingresó a la agrupación Montoneros en la adolescencia, mientras estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires. Ascendió en la organización y, luego del golpe de Estado de 1976 –embarazada de cinco meses–, fue secuestrada y trasladada a la ESMA. Allí, a los 19 años, será torturada, dará a luz a su hija y, en parte por azar y en parte por su belleza, clase y brillo intelectual, terminará incorporada a un particular experimento: el proyecto de “recuperar” a cierta élite montonera.
La “recuperación” era un pasaporte a la supervivencia y, cuadro al fin, Silvia decide jugar el juego: logra que su hija sea entregada a los abuelos, hace los trabajos (traducciones, escritos) que le piden sus captores, sostiene diálogos con ellos sin que se le mueva un músculo al escuchar los alaridos de los torturados, acepta convertirse en la amante de un oficial. Con feroz autocontrol, Labayru ejercita la doble faz: hacia afuera, gestos de “recuperada” que sonríe mientras arrastra los grilletes; hacia adentro, un disciplinado aferrarse a sí misma.

430 PÁGINAS
32500 $



En más de una ocasión, la canadiense Margaret Atwood mencionó el robo de bebés durante la dictadura argentina como uno de los elementos inspiradores de El cuento de la criada. Podríamos preguntarnos si, además, algún relato de “recuperadas” no habrá hecho eco en los obsesivos monólogos donde el personaje de Offred se recuerda a sí misma que sigue siendo June. O la violencia sexual –a veces– atemperada por las formas: a las criadas los amos de la puritana Gilead cada tanto “invitaban” a citas clandestinas. En la Argentina –nos cuenta La llamada–, Silvia participaba, junto a un represor, de encuentros de té en casas de señoras elegantes, y hubo prisioneras de la ESMA a las que los marinos llevaban, vestidas para la ocasión, a tomar algo en la boîte Mau Mau. Una perturbadora zona de encuentro entre verdugos y víctimas que ya había sido mencionada, entre otros, en libros como Recuerdo de la muerte, de Miguel Bonasso, El fin de la historia, de Liliana Heker, o en el documental Montoneros, una historia, de Andrés Di Tella.
El fotógrafo Dani Yako publicó hace dos años exilio 1976-1983, libro donde compila imágenes de la pequeña comunidad que él y algunos amigos (todos exestudiantes del CNBA) crearon en España. En ese libro hay fotos de Silvia Labayru recién llegada de la Argentina. Hay también un texto donde ella se refiere a sus “tres exilios”. Uno, escribe, fue el que aceptó con la militancia, el exilio de “la voluntad”. Otro, el de la ESMA, donde permaneció secuestrada 18 meses y al que llama “el exilio del no-ser”. Y finalmente España, país al que llega “con la cabeza alta y a un tiempo herida”.
En un pasaje de La llamada, Leila Guerriero se detiene en una de las fotos de exilio. Allí están Silvia, su primer marido, Alberto Lennie, y Vera, la niña nacida en cautiverio. Nadie sonríe, señala Guerriero. “Yo era una apestada”, le dirá Labayru, en relación a su llegada a Madrid y la reacción del exilio argentino y los organismos de derechos humanos. Para todos ellos, quienes habían sobrevivido a los centros de detención eran sospechosos de traición. Sobre los hombros de Silvia pesaba una carga adicional: Alfredo Astiz la había llevado con él cuando se infiltró en el grupo de familiares de desaparecidos que se reunía en la iglesia Santa Cruz, operativo que en 1977 terminó con la desaparición de 12 personas, entre ellas las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon.
En España, donde la “pendulación entre lo monstruoso y lo trivial” seguiría marcando su vida, Silvia descubrió que los únicos que le abrían los brazos eran sus viejos compañeros del Colegio; una marca institucional devenida en lengua común, lazo, familia.
112 PÁGINAS..
20,000$

“Me revienta que estén sacándote fotos y viendo si se te cae la lagrimita. Y no, no se me cae la lagrimita”, suelta, lejos de aquellos tiempos y muy en presente, tras asistir a un acto en la exESMA.
Labayru, mujer templada al acero. Guerriero, periodista conocida por la dureza frente a sus entrevistados. No obstante, Leila se pregunta, luego de cada encuentro con Silvia, cómo habrá quedado esa persona a la que sometió, el escalpelo a fondo, a preguntas ciertamente difíciles.
Durante casi dos años, la periodista habló con Labayru, con sus amigos del CNBA, compañeros de militancia, parejas anteriores, el novio actual, el padre. Los testimonios se entretejen con la abundante literatura que sostiene esta investigación: textos sobre los años setenta de Vera Carnevale, Pilar Calveiro, Ana Longoni. Declaraciones testimoniales en juicios de lesa humanidad.
Labayru impulsó la noción de “delito sexual” como una figura específica que, hasta hace muy poco, se difuminaba entre otros tormentos. Con un carácter que Guerriero describe como “sin remilgos, ole y al toro”, Silvia fascina e incomoda. Puede decir: “En medio de esa noche oscura, donde estabas solo como un perro, que un tipo, aunque sea un represor, te hiciera una caricia y te tratara humanamente, bueno, chica, no deja de ser una violación, pero por lo menos en ese mínimo momento evades”. Templada al acero: saber que el término “consentimiento” no tenía razón de ser en un lugar como la ESMA. Y también saber que se habita un cuerpo sexuado, hambriento de vida.
Llevó a su violador a juicio. Cuestiona las acciones de Montoneros. Acepta eso que todos dicen de ella: que siempre fue una máquina de romper corazones masculinos. Filosa, la parte de la vulnerabilidad se la reserva: “Me hicieron un daño tremendo. Ellos, y mi afición a esta forma de política en la que creé las condiciones para acabar en ese puto sótano”.

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LECTURA



UN GUERRA QUE ALUMBRÓ CON SU LUZ NEGRA

DE LOS PAGOS DE TREINTA Y TRES
por Ricardo Luis Acebal
Después de leer atentamente el texto y las ilustraciones de las 201 páginas muy bien editadas por Dunken, decidí empezar este comentario por el "apéndice", es decir por el final. Es que me pareció sumamente ilustrativa la descripción que hace de su tío abuelo don Carlos Enrique Hernández Silva, quien, entre otros conceptos dice:
Aquel Gabrielito Guerra
de la voz aguardentosa,
el del poema o la prosa
alumbró con su Luz Negra.
Al que lucía melena,
bombachas, poncho, chambergo.
Al que nos legara el verbo,
audaz, chispeante y galano,
desde su origen hispano
hoy le entrego mi recuerdo.

................
Era mi "tío viejo", el que me colmaba de mimos, regalaba caramelos y deleitaba con cuentos apropiados, inventados para mí. Muchos tenían como protagonista al inolvidable "Pedro Malasarte" y sus aventuras. Me maravillaba su ropaje negro, golilla colorada, su barba entrecana y sus ojos. Aquellos ojos buenos, tan buenos como solo un niño los puede apreciar.
Para mí, ese era Gabrielito, mi tío abuelo. Hermano de mi abuela materna, doña Elena Guerra de Silva. Hijo de mis bisabuelos don Gabriel Guerra y doña Petra Gómez de Guerra, ambos españoles, de Castilla la Vieja. De quienes mamó la cultura de que hizo gala como escritor.
Gabrielito era un bohemio. Pero un bohemio... ¡de aquellos! Bohemio en serio, con todas las consecuencias. Un estilo de vida. No se le conoció esposa, ni hijos. Todo su patrimonio, aparte de sus prendas personales, eran sus amigos y sus principios. Códigos le dicen ahora... Cosas raras, si las hay.
Mi abuelo materno, don Eduviges Florentino Silva Bobadilla, era blanco, de los blancos de Aparicio. Blanco "como hueso de bagual". Gabrielito era colorau. Amigo personal de don Luis Hierro. Batllista, larrosista en Treinta y Tres. Colorau "como sangre de toro". El asunto de las divisas, en aquellos tiempos y para aquellos hombres era cosa seria. Muy delicada, sagrada. Si bien no hablaban de política y tampoco discutían, la convivencia no debía ser fácil para ellos.







Carlos Hernández con Schubert Flores Vasella el 12 de noviembre de 2021.

LUZ NEGRA
Gabriel Guerra, siendo integrante fanático del partido Colorado, se opone férreamente a que el Uruguay deje de ser gaucho y pase a ser "la Suiza de América", objetivo explícito de su líder José Batlle y Ordóñez.
Del año 1925 data una sextina suya que dice:
Hoy, tuito es luz y saber,
se acabó la escuridá,
vuela a motor el chajá,
jiede a bencina el pampero
y en la rama ‘el pitanguero
en gringo canta el sabiá.
En la página 19 Schubert Flores Vassella apunta:
...Mi nostalgia por la Patria Oriental, sacudida en su cerno, se conmueve con esos versos de alguien que firma "Luz Negra", cual presagio incierto del futuro espiritual que depara la moda modernizante. Averiguo que el autor se llama Gabriel Guerra, quien no publicó libro alguno, dejó dispersa su obra y sobrevive en la memoria colectiva. Que además, es un personaje novelesco, cuyo poncho negro y melena cabalgan al viento...
En la contratapa del libro se transcribe en letra inclinada, parte de la "Presentación de Gabriel Guerra" (pag. 15) por Rubén Lena. Lena: Maestro, poeta y músico. Nació en Treinta y Tres el 5 de abril de 1925 y falleció en la misma ciudad el 28 de octubre de 1995. Docente, escritor y compositor de fuste, nos legó varios clásicos del cancionero popular, interpretados por el dúo Los Olimareños.


CUARTETAS, SEXTINAS Y DÉCIMAS COMO P’ HACER DULCE...
Un par de ellas:
El "Batllismo" Colorado era agnóstico y por lo tanto absolutamente opositor a la Religión Católica y a la acción de sus ministros de sotana.
Gabriel Guerra es autor de "Coplas sueltas", cuartetas publicadas en "Orientación" número 23, pag. 4, el 6 de noviembre de 1948.


Y con una combinación de sextinas y cuartetas se refiere concretamente a un tal fraile Piruley. Por razones de espacio aquí transcribo la primera, anteúltima y última sextina. Data del año 1955. ¡Atención con la de cierre!

DESCURAU SIN GÜELTA
El cura no sabía arar
ni meno amansar un güey,
pero el fraile Piruley
pa más poder cosechar
se ha dispuesto a chacareriar
con tuitas las de la ley.
..........................
Me dicen que de la iglesia
recinto de ciertas leyes,
ande hasta los mesmos Reyes
respetaron las sotanas
se llevó hasta las campanas

pa encierro de los güeyes.
Mucho más le convendría
a este ex Santo varón,
presentársele a Perón
aura que está contra el clero,
de chiripá, de culero,
con trabuco y de facón.







Si desea obtener un ejemplar del libro comentado y no lo consigue en librerías, diríjase a:


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