Desbarrancarse (o ser testigo de la caída)
LIC. MIGUEL ESPECHE
En ocasiones la ley de gravedad nos juega una mala pasada y desbarrancamos. Nos salimos del camino y todo empieza a irse de eje para que rodemos más y más, hacia un abajo que nunca llega porque siempre está más allá. Físicamente, alguna vez nos pasó vía bicicleta o excursión aventurera, y ni qué decir de cuando ese “desbarrancar” no refiere a barrancas literales sino psicológicas. El término, ahora metafórico, apunta a las veces en las que, impulsos desencadenados mediante, nos fuimos al fondo del barranco de la vida, y todo fue de mal en peor.
En este mundo nuestro en el que suele creerse que largar los impulsos sin más es sinónimo de autenticidad y valor, tenemos nuestro propio Coliseo a través del cual vemos (a veces en clave de Instagram) cómo otros desbarrancan, y nos regodeamos al percibir que son “ellos” y no nosotros los que sucumben a la ley gravitatoria que los lleva más y más abajo.
Obviamente las noticias de un escándalo mediatizado que involucró a tres personas muy conocidas inspira estas líneas, si bien ese tipo de situaciones se viven a diario en cualquier barrio del mundo, cuando la rabia y el despecho hacen carne en personas que alguna vez se quisieron o creyeron quererse, y ahora se han transformado en enemigos que combaten entre sí a puro posteo o a pura violencia simbólica o explícita.
En lo que a parejas respecta, los hijos suelen ser un ancla para no desbarrancar tan fácil. Criarlos requiere altura, no caída. Sin embargo, lamentablemente, cuando el ego gana los hijos pierden, y es entonces cuando los chicos son el campo sobre el cual padres impulsivos batallan, desbarrancándose respecto al camino de razonabilidad que merece la función de cuidar a la prole.
Un párrafo merece el rol de los famosos en lo que hace al “rodar cuesta abajo” en forma de espectáculo. Todas las culturas han ofrecido algún tipo de sacrificio ritual para exorcizar sus demonios. La nuestra tiene a los famosos para esos menesteres ya que se los considera en lo más alto de la escala del “buen vivir” y, justamente por eso, su caída es vista no sin cierto morbo ya que, a mayor altura, mayor espectacularidad en la caída. El tema es cuando esas mismas personas hacen un espectáculo de su rodada, tan aferrados están a la dieta de mirada ajena con la que se alimentan psicológicamente.
Todo parece una novela entretenida hasta que vemos las heridas de verdad. El problema es que a veces esas heridas quedan ocultas dentro del alma de los más chicos, mientras el circo sigue y sigue. Cuando nos damos cuenta de que no todo es espectáculo dejamos de divertirnos con el espectáculo de la caída ajena.
Es que no porque algunas personas hagan industria de su propio desbarranque estamos obligados a jugar ese juego que nos hace caer junto a ellos, hasta que el dolor diga basta.
No lo tires, comelo
La gastronomía es una de las grandes generadoras de desechos plásticos de un solo uso y reducir su impacto ambiental es foco, desde hace tiempo, de movimientos como el de la coctelería consciente y sustentable. Uno de sus más recientes desarrollos son los sorbetes comestibles. Saborizados en seis gustos diferentes (neutro, limón, lima, chocolate, frutilla y jengibre), pueden ser ingeridos una vez finalizada la bebida. Pero no solo eso: si no tenés hambre y preferís tirarlo a la basura, el sorbete se biodegrada. Este interesante invento español llamado Sorbos tiene incluso un beneficio más: no se ablanda al estar inmerso en la bebida
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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