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miércoles, 25 de octubre de 2017

EMPLEO Y ROBOTS


Los robots y el empleo: fórmulas para cerrar la grieta
El riesgo de que muchas ocupaciones laborales actuales sean reemplazadas por máquinas desafía a la política y a la sociedad; qué acciones podrían mitigar el impacto
Dos conclusiones de una investigación reciente aportan motivos para estar preocupados y ocupados (esto último, principalmente). Se trata de las derivaciones de un tema que está en el eje de los análisis sobre el futuro de nuestra economía cotidiana. Una de esas conclusiones es que en la Argentina no hay ningún sector de la actividad en el que sea menor al 50% la proporción de puestos laborales con probabilidad de ser reemplazados por la fuerza de una máquina o la inteligencia artificial. La otra es que no existe una correlación inversa entre la posibilidad de sufrir desempleo a causa de la automatización y la edad de las personas. Esto último quiere decir que los jóvenes se siguen insertando, mayoritariamente, en ocupaciones con riesgo de reemplazo.
Tales afirmaciones, válidas para la Argentina y Uruguay, surgen de un estudio elaborado por los economistas Diego Aboal y Gonzalo Zunino, del Centro de Investigaciones Económicas (Cinve) de Uruguay, que forma parte del amplio informe titulado "Robot-lución", difundido días atrás por el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (Intal) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El trabajo del Cinve se basó en el cruce de datos del informe sobre probabilidades de automatización según el tipo de puestos elaborado por Carl Frey y Michael Osborne (de la Universidad de Oxford) con los índices relevados en las encuestas oficiales de hogares de las que surgen datos de empleo y desempleo (en el caso de la Argentina, la EPH del Indec).
Lo cierto es que, según esa fuente, el 72,9% de las tareas en las que están ocupados en nuestro país los jóvenes de 15 a 30 años, podrían ser automatizadas en las próximas dos décadas (total o parcialmente), un índice más alto que el de la posibilidad de reemplazo de los puestos ocupados por quienes están más cerca del retiro que del ingreso al mundo del trabajo.
Cuando se mira el nivel educativo como variable para segmentar a la población de ocupados, resulta que de los trabajos realizados por quienes llegaron hasta el nivel primario o secundario, siete de cada diez podrían ser hechos sin personas. Entre los empleos de quienes completaron la universidad, ese nivel de probabilidad se reduce a cuatro de cada diez.
En cualquier contexto -pero principalmente en el de un país con elevados índices de pobreza, deserción escolar e informalidad laboral-, un debate que se desprende de esas proyecciones es el de cuáles serían las políticas de Estado y las acciones encaradas por diferentes agentes sociales para mitigar los efectos negativos que el nuevo escenario del mundo del trabajo podrían traer para el empleo y para la desigualdad social.
Ese debate vinculado a la visión de que gobiernos y sociedades no deberían mantenerse pasivos frente al avance de nuevas automatizaciones, incluye varias acciones y políticas posibles. Entre ellas, la generación de un ecosistema empresarial que promueva la innovación; la promoción de los sectores que sigan siendo mano de obra intensiva; la reorientación de los planes educativos; la revisión de las políticas de empleo; el pago de un ingreso básico universal, y la fijación de un "impuesto al robot".
El desafío presenta varios factores a tomar en cuenta, como el desconocimiento respecto de cómo y cuándo ocurrirán los mayores cambios y de cuál será su magnitud real más allá de las proyecciones. "El plazo que demande la transformación del mercado laboral puede variar significativamente dependiendo del costo de la tecnología y de la mano de obra y de la disponibilidad de recursos humanos adaptados a las condiciones", dice el informe del Cinve.
Lograr la adaptación de las personas que hoy están en empleos expuestos sería, en todo caso, haber ganado una carrera para hacer valer con más fuerza los efectos positivos de los cambios tecnológicos. "Habrá mayor productividad, más riqueza y productos que todavía no tenemos" y que mejorarían la calidad de vida, describió hace unos días el economista Eduardo Levy Yeyati, en una conferencia sobre robotización organizada por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Un gran desafío, puntualizó, es el "desplazamiento" de trabajadores de unas actividades a otras, algo que podría traer sus conflictos, porque la adaptabilidad no es en muchos casos una tarea fácil.


Levy Yeyati también apuntó que la sustitución tecnológica puede generar que las máquinas estén en pocas manos, lo cual traería efectos sobre la equidad y, a la vez, sobre la propia actividad económica, porque si se concentra la riqueza y no se hace nada al respecto, al afectarse los ingresos quedaría perjudicado el consumo.
Guiados quizá por lo que podría significar ese riesgo, no pocos recomiendan la generación de un ecosistema empresarial favorable al emprededorismo y a la innovación. Es un concepto sobre el que expuso, por ejemplo, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim en un seminario que la institución realizó días atrás en Buenos Aires, durante la visita del funcionario a nuestro país.
"El gobierno y las instituciones públicas son quienes posibilitan el ecosistema que motoriza la innovación, ya sea directamente, con subsidios, o proporcionando recursos públicos que la facilitan: educación, infraestructura y marco legal", señala el investigador de la Universidad de Harvard Dani Rodrik, un conocedor de las economías de América latina, en una entrevista incluida en el citado informe del Intal. Según Rodrik, es necesario pasar de un "Estado de bienestar" (en referencia a destinar políticas y recursos públicos a proteger a la población) a un "Estado de innovación", que "se centraría en transformar a toda la nación, incluidos los trabajadores, en participantes directos del proceso de innovación tecnológica".
El riesgo existente es el de una concentración que termine en más desigualdad. Desde su rol en la función pública, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, advirtió -al disertar en la conferencia de la UTDT- que hay empresas del sector tecnológico que toman todo el mercado cuando desarrollan un nuevo producto en el que no hay espacio de competencia. "De ahí, la importancia de la regulación del Estado para la orientación de los fines y para ver de qué manera generar una distribución más justa", afirmó.


"Las brechas pueden aumentar entre personas y entre empresas", dice el economista Pablo Dragún, coordinador del Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina, quien observa que por lo general se habla de la "sustitución" de empleos, cuando debería pensarse más en la "complementariedad". Porque se entiende que las nuevas máquinas requieren de personas para diseñarlas, mantenerlas y repararlas, además de que habrá continuidad para muchas ocupaciones y de que aparecerán otras nuevas. "Habrá empleos que todavía no conocemos; un puesto de community manager, por ejemplo, no existía hace 10 años", dice Dragún.
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) combina algo de optimismo con algo de cautela. Señala que "si bien los cambios tecnológicos llevaron a la creación de nuevos puestos de trabajo, [esos cambios] parten generalmente de que hay ganancias derivadas de ahorro de mano de obra, y la mejora de la eficiencia tecnológica muchas veces ha sido más rápida que la creación de puestos para los trabajadores desplazados".
La OIT, que el lunes 21 anunció la integración de una Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo, reconoce la existencia de tensiones en las empresas para ganar competitividad y, a la vez describe factores que permiten el optimismo, como las expectativas de complementariedad. En este punto, ejemplifica con el hecho de que los cajeros automáticos promovieron la apertura de más sucursales bancarias y la innovación, que derivó en nuevos servicios y productos. Además, se afirma que una eventual caída de las horas de trabajo podría abrir oportunidades en sectores como los de servicios para el tiempo de ocio.
Dónde poner el foco
El turismo es una de las actividades donde se considera que podría seguir prevaleciendo la tarea humana por sobre la robótica. Promover a sectores con capacidad de retener y convocar a trabajadores es una segunda línea de acción propuesta.


En la opinión de
Levy Yeyati, sectores como el turismo o los vinculados al cuidado de las personas están más protegidos de la probable sustitución. Por eso, sostiene que hay que promover con políticas productivas esas y otras actividades y, a la vez, sumar acciones referidas a medidas laborales y de ingresos. Pero ninguno de esos tres tipos de políticas, dice, garantizan por sí mismos la mitigación del impacto de la automatización. ¿El consejo? Intentar todo, teniendo como norte el logro de mayor productividad y, a la vez, de mayor bienestar para las familias.
¿Qué tareas seguirían siendo exclusividad de los humanos? Nadie da una respuesta garantizada. Pero una guía ofrecida por los estudiosos del tema invita a mirar qué "habilidades" se ponen en juego en cada actividad. Ahora que las máquinas pueden lidiar con varios aspectos cognitivos (y no sólo con cuestiones manuales o de fuerza física), el eje está puesto en las habilidades socioemocionales. Todo lo que implique el manejo de grupos de personas, el cuidado y las relaciones interpersonales estaría menos expuesto.
"En América latina no estamos preparados como deberíamos", plantea sobre el desarrollo de ese tipo de habilidades Lucila Berniell, economista principal del CAF (Banco de Desarrollo para América latina), que expuso en una jornada sobre "Trabajo decente, igualdad e inclusión", organizada por la AMIA y el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales de la Presidencia de la Nación.
Orientar el sistema educativo formal y las diferentes instancias de formación hacia el nuevo escenario es otro de los desafíos para la política y para actores centrales de la economía, como empresas y sindicatos
Desde el Ministerio de Educación y ante una consulta  respondieron que hay tres áreas con políticas referidas al impacto de la robótica. Una es la Dirección Nacional de Innovación Educativa, que lleva adelante, por ejemplo, el proyecto Escuelas del Futuro, "que prevé la incorporación de tecnología educativa junto con un plan pedagógico innovador en 3000 establecimientos". Para Leandro Goroyesky, director del oficial Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), los conocimientos "imprescindibles" para los jóvenes son los ligados a "la robótica, la programación, el diseño y la fabricación digital (impresión 3D)".
El dato hoy real es que los jóvenes son quienes más sufren el desempleo: el índice entre quienes tienen hasta 29 años se acerca al 20% y más que duplica el porcentaje general de personas que buscan trabajo y no encuentran.
Para dar una respuesta integral al desafío por delante, el rediseño de políticas laborales también deberá tener su espacio. "¿Se quiere empleo o se quiere trabajo para todos? -plantea Pedro Furtado de Oliveira, director de la oficina de la OIT en la Argentina-. Nosotros hablamos del futuro del trabajo más que del empleo, porque se vienen nuevos paradigmas". Se refiere, por caso, a modelos de relaciones como los que aparecen con la "uberización" de segmentos de la economía. Esos esquemas plantean la necesidad creciente de dar respuesta a aspectos pendientes, como la protección de derechos sociales.
Una cuestión vinculada a las políticas laborales que trajo debate en algunos países es la reducción de la jornada, como modo de promover que más personas tengan tareas. No es un tema nuevo, al menos en las visiones teóricas: en 1930, John Maynard Keynes vaticinó que 100 años después la caída en la carga laboral para las personas llevaría a jornadas laborales de 15 horas semanales, una visión que parece lejos de corroborarse.
De esa posibilidad de "repartir" el trabajo se derivó otro debate: el de disponer un ingreso básico universal para todas las personas, sin importar su condición social o laboral. ¿Las ventajas? No estigmatizaría a nadie, no inhibiría las búsquedas laborales y daría mayor libertad en tal misión. "Una pregunta clave es cómo se financiaría. Si pensamos en países como la Argentina, con una inversión social elevada por parte del Estado y con un déficit fiscal pesado, la pregunta es crucial", dice Cristina Calvo, economista de la UBA.
En países avanzados como Finlandia se hacen hoy por hoy pruebas piloto, y no faltan cuestionamientos.
Por ahora, el tema parece interpelar más al mundo desarrollado, como también la propuesta del "impuesto al robot", defendida por el multimillonario Bill Gates, entre otros.
Los argumentos en defensa de esa imposición es que llevaría a retrasar la sustitución de empleos (dando tiempo a la preparación de trabajadores) y que ayudaría a financiar la renta universal donde se decida tenerla. Se afectaría así la instalación de tecnologías para priorizar factores de bienestar, una apuesta arriesgada en un mundo globalizado.
Los efectos de esas y de otras políticas están por verse. Mientras tanto, el reconocimiento del desafío por delante es una base imprescindible para evitar impactos no deseados sin haber intentado nada. Y la orientación de las acciones podría sintetizarse en el decir de Berniell: "Deberíamos preocuparnos más por las personas que por las máquinas".
Tres áreas, tres proyecciones
Las probabilidades de sustitución de empleoy de creación de nuevas fuentes, según la actividad
La industria
De un análisis sector por sector realizado por el instituto de investigaciones Cinve, de Uruguay, surge que siete de cada diez tareas hechas por trabajadores fabriles actuales tienen probabilidad de ser reemplazadas por la automatización en las próximas dos décadas, tanto en ese país como en la Argentina. Por ramas, el comportamiento puede variar.
Los servicios
El sector es lo suficientemente amplio como para que se observen diferentes situaciones de probabilidad de reemplazo de empleos. Se afirma que las actividades vinculadas a habilidades blandas, como la empatía y el relacionamiento entre seres humanos, serían las menos expuestas al cambio. El cuidado de personas enfermas o mayores es uno de los sectores con más baja exposición.
Energías renovables y bienes y servicios innovadores
Entre las áreas en las que podrían surgir empleos, se apunta a dos fenómenos sociales: el envejecimiento poblacional (por ocupaciones vinculadas al cuidado de personas) y la mayor conciencia ecológica. Los empleos verdes serían uno de los espacios hacia donde se desplazarían las oportunidades laborales, con actividades vinculadas al reciclaje y a las energías de fuentes renovables.

martes, 3 de octubre de 2017

LOS ROBOTS Y NOSOTROS .... ¡ OJO ! .....¿ QUIÉN LOS CREÓ?


En poco tiempo más, habrá algún solitario que se despertará a la mañana, con el café con leche esperándolo humeante y las tostadas endulzadas, todo listo para desayunar. Tendrá que sufrir el incordio de vestirse manualmente, pero este detalle se solucionará muy pronto. Mientras, rozará con las yemas de los dedos el cristal de su equipo, ordenando un taxi que pasará a buscarlo, de acuerdo con las coordenadas conocidas por el servicio. Saldrá a la puerta y el vehículo estará esperándolo, sin conductor.
Subirá solo y verá pasar las calles y avenidas con indiferencia. En una ráfaga de nostalgia, recordará aquellas conversaciones efímeras con el conductor, sobre fútbol, política y otras cosas de la vida. Por un instante, muy breve, apenas un par de segundos, se preguntará sobre qué será de la vida de aquellos taxistas. Pero siguió viaje. No podía saberlo. El viaje sería largo, más de quince minutos y no tenía apuro, porque tampoco tenía nada importante que hacer.
Un estudio realizado en las Universidades de Yale y Oxford preguntó a 352 científicos cuándo harán las máquinas nuestras tareas mejor que nosotros, los humanos. La mayoría, aunque con algunas diferencias, ubicaron el acontecimiento en la década de 2040. Es decir, nuestros bisnietos seguirán buscando trabajo, pero muchos quedarán en el camino, literalmente: los camiones serán conducidos con mayor eficiencia en 2027. También los taxis, claro está.
Las máquinas podrán traducir idiomas mejor que los humanos en 2024 y las tiendas podrán ser atendidas por equipos confiables en 2031. Todo ello lo describe Javier Salas en el diario El País de España.



Tampoco se salvan los creativos. Google está creando voces humanas, partituras exitosas, cuadros, ganan al póquer y hasta redactarán best sellers. En 2053 la cirugía podría quedar a cargo de robots. Los médicos o muchas de sus especialidades podrán caer en desuso. Todo este cuadro genera polémica. Es probable que no se trate de una sola inteligencia artificial, sino de muchas de distinto tipo.
La Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos hizo un trabajo sobre el impacto de las nuevas tecnologías, donde concluyen que "los políticos están volando a ciegas en este aspecto". No hay datos suficientes para aventurar medidas, pero ya se sabe que los políticos de todo el mundo tienen una mirada cortoplacista. Mantienen "la ñata contra el vidrio", como definiría Discépolo, sólo que se trata de un vidrio esmerilado.
Porque habría que plantearse, ya mismo, el propio concepto de trabajo que hasta ahora está soldado a la palabra "dignidad". Es decir, que quien trabaja es digno, y el que no consigue trabajo pasa a la categoría de indigno, aunque no logre dónde ejercer alguna actividad. En esta modesta tecnología que gozamos hoy, el crecimiento es exponencial y dejará mucha gente afuera. Serán los excluidos por la robótica y otros medios técnicos que los hará prescindibles.
¿Habrán de sufrir nuestros nietos o bisnietos hambrunas como las que azotaron la Edad Media, aunque por otros motivos? Hay una Institución, el Eurobarómetro, que realizó una encuesta con los siguientes resultados: el 60% tiene una visión positiva de los robots y la inteligencia artificial, pero el 74% está convencido de que estos mismos harán desaparecer muchos más puestos de trabajo de los que pueden ser creados.
Los robots, según afirma la investigadora Katja Grace, no nos jubilarán a todos en un breve plazo, pero el camino está marcado. ¿A quién le interesan esta cuestiones? La gran mayoría de los bisnietos no ha nacido todavía.

J. M.

lunes, 28 de agosto de 2017

GENERAR EMPLEOS


Generar empleo y, también, mejoras sociales y ambientales
Emprendimientos que abarcan desde la producción de vinos hasta la fabricación de materiales a partir de escombros, se proponen impactos positivos
Los negocios inclusivos y las empresas de comercio justo son una opción para generar empleo e incorporar a la producción a los más vulnerables. Aunque en el país hay experiencias, todavía son marginales. Para
Luis Ulla, director ejecutivo del Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresarial (Iarse), debe haber una "coevolución" entre oferta y consumo responsable no sólo para satisfacer necesidades, sino como una "parte activa y virtuosa de procesos ambientales, económicos, culturales y sociales".




Desde la Subsecretaria de Responsabilidad Social para el Desarrollo Sostenible del gobierno nacional, se organizan talleres para promover una "economía social sustentable, que no es una mera acción de filantropía ante situaciones de vulnerabilidad, sino un espacio donde las empresas tienen mucho para aportar". Así lo explicó
Victoria Morales Gorleri, titular del área, en una jornada sobre el tema desarrollada en esta ciudad.
En una charla , Morales Gorleri dijo que no está cuantificado el empleo que generan la economía sustentable y los negocios inclusivos, pero que se trabaja en un relevamiento y, en especial, en expandir esas modalidades.
Durante la jornada se presentaron diferentes casos, entre ellos el de
Xinca, una empresa mendocina con fines sociales que fabrica zapatillas a partir del reciclado de cubiertas en desuso y telas desechadas. Inició sus actividades hace cinco años y en la confección participan 32 internos de la cárcel San Felipe de Mendoza, que recibieron capacitación de Calzados Cuyo. En el país se tiran entre 100.000 y 120.000 neumáticos por año y en Mendoza, cerca de 1000, y eso contamina. "Con ese material hacemos las zapatillas", explica Ezequiel Gatti, uno de los socios.



El producto -este año esperan llegar a 1500 pares por mes- se vende en la Argentina, Uruguay y Chile, y hay planes para llegar a Centroamérica. Gatti insiste en que el objetivo siempre fue hacer negocios de una forma "diferente". Por eso, la preocupación no es sólo por las ganancias, sino por quiénes trabajan y por cómo se fabrica. Para la marca, la inclusión es no sólo ofrecer un empleo, sino también escuchar al otro y darle la oportunidad para que desarrolle su potencial.
La bodega cooperativa "La Riojana", que produce y comercializa entre 40 y 60 millones de kilos de uva por año y 4 millones de kilos de aceitunas, es la primera organización de pequeños productores con certificación fair trade (comercio justo) del país.
Surgió en Chilecito hace 77 años y está formada por 442 productores vitivinícolas y olivícolas y 350 empleados que producen vinos, jugos de uva y aceites de oliva que se comercializan en el país a través de una red propia; exporta el 37% de su fabricación al Reino Unido, Suecia, Holanda, Alemania, Taiwan y Finlandia.
Por cada litro de vino que exporta la cooperativa, 6,5 centavos de euro quedan en un fondo para el desarrollo de los lugares donde viven socios y empleados; con esa prima se reunieron 7,5 millones de dólares entre 2006 y 2015 y se hizo una red de agua potable, un colegio agrotécnico, un centro de rehabilitación y salas de informática.
Mario González, presidente de La Riojana, indica que en la relación con los empleados priorizan garantizar las buenas condiciones laborales en un clima positivo. "Hay pautas claras para asegurar la libertad de trabajo, la no discriminación, la lucha contra el trabajo infantil, la negociación colectiva. Pretendemos un ambiente saludable y seguro".
El cordobés Marcos Heyd fundó
La Escombrera hace tres años, una firma social dedicada a erradicar los residuos de construcción y demolición y, a la vez, reducir el consumo de áridos naturales. Con los restos que levantan fabrican eco-áridos que son sustitutos de arena y complementarios a la cal. "Trabajamos con jóvenes vulnerables y generamos nuevas oportunidades -dice Heyd-. Ya logramos un acuerdo con una multinacional y con el Estado; estamos en camino para seguir creciendo". Al comienzo, comenta, los trabajadores rotaban más o hacían tareas temporales porque el proceso no estaba tan industrializado. "Creemos que podemos ampliar la cantidad de gente; apostamos al triple impacto: social, ambiental y económico".
Alejandra Gotelli, fundadora de
Cúbreme -confeccionan indumentaria de alta gama con fibras naturales y orgánicas de la región- contó que iniciaron el proyecto hace una década con el objetivo de contar con mano de obra local y respetar el medio ambiente. A lo largo de su historia, la firma realizó alianzas con cooperativas, hilanderías y talleres que siguen prácticas inclusivas y sustentables. Atienden a un segmento de público que comparte esos valores, que tienen el hábito de la compra "responsable, que le gusta saber el origen del producto, su historia, cómo está elaborado".
Newsan, la fabricante de electrodomésticos, presentó su planta de reciclaje que termina produciendo packaging. Germán Pérez Suárez fue el encargado de relatar, en la jornada de negocios sustentables, cómo fue el proceso surgido en 2012 en Ushuaia, cuando se comenzó a gestionar los residuos, separando lo reciclable de la basura. El material reciclable iba al municipio, que no tenía capacidad de procesar el volumen que recibía. La empresa instaló una planta de reciclaje en el que procesan los residuos secos y hacen cajas con pulpa de papel y cartón moldeado, 100% biodegradable. Las comercializa a distintos puntos del país.
Morales Gorleri enfatiza que hay mucha tarea de "evangelización" a realizar entre las empresas para que avancen hacia modelos sustentables, que "no sólo tienen que ver con lo medioambiental, sino con un eje fundamental en lo social. Tienen que mirar más al largo plazo; hay muchas que ya tienen hecho un camino y otras que deben empezar a recorrerlo". Plantea que en el país hay experiencias interesantes de compañías con proyectos de inversión social, que trabajan en conjunto con organizaciones de la sociedad civil: "Eso se pueden ampliar, mejorar, replicar", afirma.

G. O. 

sábado, 21 de enero de 2017

TEMA DE REFLEXIÓN;MEJORAR LA EDUCACIÓN Y EL EMPLEO


Crear empleo privado de óptimo nivel y mejorar la educación son tareas ineludibles para las próximas décadas

Eduardo Levy Yeyati,
Y

Martín Reydó

En el siglo XIX, los artesanos perdieron frente a los trabajadores industriales, que, apoyados por las máquinas, procesaban las materias primas textiles a mayor velocidad y menor precio. Por eso, los "luditas" opuestos a las máquinas fueron los trabajadores más calificados, los perdedores de la Revolución Industrial. (Esto no quiere decir necesariamente que el obrero industrial de baja calificación haya "ganado" en el proceso, sobre todo cuando lo medimos en calidad de vida.)
En el siglo XX, la cinta de montaje "fordista" acortó la distancia entre calificados y no calificados. La revolución técnica acercó el obrero más básico que repetía todo el día la misma pequeña tarea (el Lulú Massa estajanovista de La clase obrera va al paraíso que, para no perder el ritmo de la cinta, se concentraba pensando "una pieza, un culo") al más sofisticado que controlaba la calidad del producto al final de la línea. Con el tiempo, la clase obrera no fue al paraíso, pero accedió a niveles de consumo, protección social y seguridad laboral que habrían sonado utópicos a comienzos del siglo XIX. El fordismo y el Estado de Bienestar de posguerra fueron los pilares de los "treinta años gloriosos" del capitalismo.


En los 70 el proceso se revirtió parcialmente, y con Reagan, Thatcher y la "revolución neoconservadora" (o neoliberal, como es llamada en las pampas) los mercados de trabajo se segmentaron y la fuerza de trabajo se des-sindicalizó, distanciando al trabajador de convenio del trabajador "pobre" o precario.
Pero fue con el ocaso de la cinta de montaje que este proceso cambió definitivamente de tendencia y la desigualdad en el Primer Mundo aumentó, alimentada por dos motores. De un lado, se amplió la prima por calificación: la diferencia entre el trabajador calificado ocupado en tareas creativas y problemas complejos, potenciados por Internet y la informática, y el trabajador de una industria manufacturera asediada por Internet y la informática, y por la globalización (tal como lo documentan los trabajos de David Autor y coautores). Del otro, se concentró la riqueza en unos pocos dueños (¿el 1% más rico de Thomas Piketty?) favorecidos por los dividendos del progreso tecnológico y por la rebaja de impuestos impulsados por las teorías del derrame.
Hoy la tecnología avanza a paso decidido, pero no lo hace de manera uniforme: a diferencia de la Revolución Industrial, que potenciaba a los trabajadores de menor calificación en el proceso mismo de la producción masiva, esta vez los perdedores son los trabajadores de menor calificación y educación, los peor pagos, los que realizan las tareas más reemplazables por la nueva revolución de las máquinas. Y las respuestas de la política también difieren: como señala la politóloga del MIT Kathleen Thelen, hay maneras diversas de aggiornar el mercado de trabajo a la sofisticación y fluidez que demanda esta nueva "economía del conocimiento". Y cada una de esas maneras tiene efectos sociales y políticos diversos también.


Los países nórdicos respondieron con una desregulación que protegió al trabajador con programas sociales de calidad y formación de nuevas habilidades (la llamada flexicurity), manteniendo o incluso mejorando sus históricamente altos niveles de equidad económica. Los Estados Unidos, en cambio, optaron por una liberalización pura y dura sin protección social que deprimió las ya bajas tasas de sindicalización y profundizó la desigualdad salarial y social, acercándolas a los niveles de la Argentina.
Más cerca de casa, todavía hay quienes piensan que la automatización, la inteligencia artificial y el machine learning son fenómenos del Primer Mundo que observamos a distancia. Que el desempleo tecnológico es un problema que no nos afectará por años. Que las reformas nórdicas son lujos del Primer Mundo inaplicables, por buenas o malas razones, a nuestro contexto. Es la respuesta habitual a todo cambio lento e inexorable.
Pero, porque toda reforma de fondo lleva mucho tiempo y requiere amplios consensos, planificar es anticipar. Por eso, ordenar el debate público en torno a cómo aprovechar estos cambios (que sí nos afectarán, más temprano que tarde) para dar el salto al desarrollo sin desproteger a los más vulnerables es una tarea del presente. ¿Es a través de estas mismas instituciones que hoy tenemos (convenios colectivos, salario mínimo alto y protección social generosa al menos con relación a los vecinos) o a través de mecanismos complementarios como el (re)entrenamiento de la fuerza de trabajo, la cobertura de las nuevas modalidades laborales o un piso de ingreso universal financiado, esta vez sí, por una reforma impositiva integral?
No hay dudas de que la creación de empleo privado es el principal desafío económico del país y, más allá de algún alivio efímero, probablemente se vuelva más urgente con los años.


El diagnóstico es conocido. Tenemos un déficit de calidad educativa, tanto absoluta como relativa a otras economías emergentes, y una educación terciaria y universitaria que refleja lo anterior: demasiados estudiantes que no aprueban y abandonan. Tenemos un bonus demográfico que puede convertirse en deuda: si combinamos la dificultad de los jóvenes para conseguir empleo formal, el alto porcentaje de chicos bajo la línea de pobreza y una educación que no compensa la desigualdad de origen igualando rendimientos y habilidades, el aumento de la población en edad de trabajar podría traducirse no en más trabajadores (y más producto) por habitante sino en precarización, desaliento, baja participación laboral y aumento de la inequidad y la tasa de dependencia. Por último, tenemos empleo en manufacturas en baja, y una versión digital de la globalización (la tercera ola del economista Richard Baldwin), basada en conectividad y trabajo remoto en el sector servicios e inmune a las barreras comerciales, que, dependiendo de nuestra capacidad de reacción, puede ser una bendición o una condena.


Necesitamos crear empleos de calidad. Pero, en lo inmediato, necesitamos elevar la calidad de nuestros trabajadores y crear empleos para la calidad de los trabajadores que tenemos y que tendremos, si no mejoramos la movilidad social del 50% de niños bajo la línea de pobreza. La oferta de trabajo no crea su propia demanda. Como señala Ben Schneider (otro politólogo del MIT, exégeta de los grupos económicos latinoamericanos), la construcción de una coalición de actores que nos saque del equilibrio de baja calificación y exija una mejora sustantiva en la calidad educativa debe incorporar el compromiso de las empresas demandantes de los trabajos del futuro. De lo contrario, correremos el riesgo de seguir formando contadores y torneros para trabajos que ya están desapareciendo en el mundo desarrollado.
No es fácil liderar y alinear una agenda tan compleja -y con tantos intereses encontrados- con una visión nacional, si se lo piensa desde un año electoral de nuestro brevísimo ciclo político. Pero la urgencia del problema surge con claridad cuando se lo mira desde el futuro, desde la perspectiva que lleva a pensar no en años, sino en décadas. Pensemos el desafío de crear décadas trabajo argentino.
Docentes universitarios

lunes, 25 de julio de 2016

EN EL" ESPACIO MENTE ABIERTA"; ROBOTS Y EMPLEO


Parcialmente automatizable: mitos sobre el futuro del empleo
La visión binaria sobre qué ocurrirá con el mercado laboral por los avances tecnológicos, es cuestionada por quienes advierten que el tema no debe analizarse de forma simplista




Un shopping temático en el Colegio de Escribanos de Las Heras al 1800 en la ciudad de Buenos Aires, que competiría con el Recoleta Mall, que queda cerca. En el Colegio de Abogados de Corrientes y Uruguay, un multiespacio de juegos para fiestas infantiles y para llevar a los chicos en vacaciones de invierno. Y en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas, de Viamonte y Paraná, canchas de fútbol 5, techadas y con césped sintético de alta calidad.
Si se dieran por válidas las decenas de historias y proyecciones sobre el fin de ciertas profesiones en manos de robots e inteligencia artificial, el escenario del primer párrafo no sonaría tan descabellado para el mediano plazo. Algunos botones de muestra: "Goodbye accountants!" (¡Adiós contadores!) tituló TechCrunch dos semanas atrás una nota sobre los avances en automatización de tareas contables; en mayo Ross, el primer abogado-robot, fue contratado por un bufete neoyorquino y The Economist, el semanario británico, no para de burlarse de la fragilidad del trabajo notarial en el nuevo contexto: semanas atrás ilustró una nota sobre el tema con un grabado del siglo XVII de un notario rubricando un documento con fina caligrafía, y en el epígrafe lo identificaba como "un escribano haciendo el mismo trabajo que en la actualidad".
Esta visión binaria del futuro del empleo (qué profesiones desaparecerán y cuáles no) es la que abunda en el debate por el futuro del mercado laboral, con rankings de trabajos que quedarán pronto en el pasado y otros de nuevos puestos emergentes. Para Michael Chui, un experto en Ciencias Computacionales y Cognitivas, y socio en la oficina de San Francisco de la consultora McKinsey & Company, se trata de un enfoque simplista y erróneo. "Vemos a diario avances a nivel micro en automatización de empleos, pero de ahí a que el fenómeno tenga peso macroeconómico pueden pasar muchos años", cuenta Chui. Por ejemplo, una historia sobre un hotel en Japón que incorpora robots-camareros es interpretada por medios y especialistas como el principio del fin del empleo humano en hoteles, y eso no es necesariamente así.
Chui viene investigando la agenda de la disrupción laboral desde hace cuatro años, y está desarrollando un estudio en detalle que terminará en 2017 sobre las posibilidades de automatización de más de 2000 tipos de ocupaciones. Y aunque sus conclusiones preliminares le dan que el 45% de las tareas pagas que realizan los trabajadores en EE.UU. son automatizables, eso no significa que el 45% de los empleos vaya a desaparecer, porque hay muy pocas ocupaciones que sean reemplazables al 100%. Por caso, un vendedor de una tienda tiene entre sus tareas acomodar ítems y clasificarlos (algo que puede hacer una máquina), pero también interactúa en un entorno impredecible con clientes, algo más difícil de sustituir.



Además, remarca Chui, el hecho de que una tecnología esté disponible es apenas una condición necesaria, pero no suficiente para que avance un proceso de automatización. La fuerza laboral humana puede ser más barata, la calidad del output (producto o servicio) puede ser distinta y hay cuestiones regulatorias, culturales y de agenda pública. Estas variables, cuando interactúan, pueden dar resultados contraintuitivos. El experto de McKinsey cita el caso de la introducción masiva de las lectoras de códigos de barras en comercios de EE.UU. en los 80, que por entonces generó pronósticos sobre el fin de los puestos de cajeros, una ocupación que desde entonces crece a un saludable 3% anual. Lo mismo sucedió -suele remarcar en sus estudios el economista David Autor- con los cajeros ATM, que terminaron incrementando el empleo de los bancos con personal que pasó a dedicar menos tiempo a tareas rutinarias de pagos y cobros y más a interactuar con los clientes.
Además, cuenta Chui, hay un factor central que a menudo se pasa por alto en las estimaciones de los tiempos necesarios para la automatización: a todos los factores mencionados hay que agregar la evolución del modelo de negocios empresario para poder captar los beneficios de la automatización. "Con una perspectiva histórica sabemos que estos cambios pueden demorar varios años", explica.
Los distintos trade off y juegos de costos y beneficios determinarán las velocidades de mutaciones en el mercado laboral. Por ejemplo, la factibilidad de sustitución de empleados en una cocina, en términos estrictamente tecnológicos, es alta (de más del 60%), pero los robots son caros y la mano de obra muy barata. En cambio, resalta el investigador, en tareas rutinarias contables el reemplazo es más barato (software) y el costo más elevado de la mano de obra hará que la sustitución sea más acelerada.
Los sectores con ocupaciones más difíciles de reemplazar, por su alto porcentaje de interacción con seres humanos en entornos no predecibles, son la salud y la educación, según el estudio de Chui en conjunto con otros dos socios de la consultora, James Manyika y Mehdi Miremadi. En el corto plazo corren riesgo en EE.UU. los 1,5 millones de puestos de conductores de vehículos, por el avance exponencial de la tecnología para autos y camiones automanejados.
Chui es optimista. Cree que son muy pocos los empleos que desaparecerán por completo, y con el proceso de envejecimiento de sociedades de países desarrollados (Japón, Europa, EE.UU., China), la automatización será un motor para aumentar la productividad en economía con menor fuerza laboral y mayor proporción de adultos mayores para mantener.



Algo similar sostuvieron semanas atrás los académicos Andrew McAfee y Erik Btynjolfsson, autores de La segunda era de las máquinas, en la publicación Foreign Affairs: criticaron los planes de ingreso universal, que ponen al Estado defendiendo una narrativa de fin del empleo que probablemente no es inminente, en lugar de focalizar la energía en dar herramientas para fomentar la transformación laboral.

"Creo que ser optimista es el combustible para fomentar el cambio, y que la idea de que «los robots vienen por todo» nos deja en un lugar de muy pobre autoconsideración como seres humanos", opina el emprendedor Carlos Miceli, que sigue esta agenda de cerca. Miceli, dedicado a su proyecto de Escuela de Nuevos Aliados, que brinda opciones de reinvención laboral en la era de la conectividad y ya tiene inscriptos de 14 países, piensa, al igual que Chui, que la visión de fin del empleo peca de un exceso de simplificación y de desvalorización de la naturaleza humana.



La investigación de McKinsey incluye datos para países de América latina, pero aún no hay conclusiones procesadas. En un nivel conceptual general, a Chui le sorprendió que, más allá de que las naciones tienen estructuras económicas muy diversas (con más o menos peso de sectores de servicios, primarios, etcétera), la conclusión más amplia es válida a nivel general: hay muy pocos empleos que sean 100% automatizables, y casi todos los trabajos tienen una proporción de sus componentes que serán reemplazados por máquinas. En una era de hibridez, esto aleja en el tiempo la posibilidad de extinción masiva de algunas ocupaciones, y también el surgimiento de "especies laborales" 100% nuevas, el enfoque maniqueo que más se ve en el "relato" de la disrupción. Como hubieran dicho los panelistas de 6, 7, 8: "Es más complejo".

S.C.