Mostrando las entradas con la etiqueta GENERACIÓN. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta GENERACIÓN. Mostrar todas las entradas

viernes, 23 de junio de 2023

GENERACIÓN


Los jóvenes y el trabajo, ¿una pareja en problemas?
¿Se han debilitado las nociones del esfuerzo, la responsabilidad y el compromiso?; ¿o algo se ha resquebrajado porque un empleo ya no garantiza lo que garantizaba antes?
Luciano Román
¿Hay una generación que está reescribiendo la cultura del trabajo? ¿Se han debilitado las nociones del esfuerzo, la responsabilidad y el compromiso? ¿O hay algo que se ha resquebrajado porque un empleo ya no garantiza, en términos simbólicos ni materiales, lo que garantizaba antes?
Basta escuchar testimonios de la vida cotidiana para intuir que en los ámbitos laborales se ha producido, de hecho, la ruptura de un modelo tradicional para establecer otro en el que se busca un nuevo equilibrio entre obligación y disfrute. Sería simplista, y acaso apresurado, adjetivar una transformación que parecería tener aristas tan diversas como complejas. Hay un cambio cultural que les da mayor protagonismo a las ideas de bienestar, emocionalidad y flexibilidad. Hay también una crisis económica y social que hace que las nuevas generaciones no encuentren en el trabajo la seguridad y la perspectiva que encontraron sus abuelos o sus padres. La idea de “hacer carrera” dentro de una empresa o de una institución hoy parece asociada a un esquema rígido, por un lado, pero incierto por el otro. ¿Para qué?, se preguntan con fundamento las nuevas generaciones.
Lo cierto es que esta reconfiguración deriva en una suerte de choque cultural que provoca tensiones y desconcierto en el mundo del empleo. Los mayores de cincuenta suelen ver a los sub-30 como parte de una “generación de cristal”, con menos pasión por el trabajo, mayor fragilidad en el compromiso y alguna dificultad para lidiar con las frustraciones y los altibajos que implican las carreras de larga duración. “Hoy, a los chicos de 25 no les interesa ganarse un lugar ni ‘ponerse la camiseta’; al primer contratiempo dan un portazo y la incertidumbre no les provoca el vértigo que nos provocaba a nosotros; a los seis meses de empezar un trabajo, te dicen que se van tres semanas de viaje, y si no les das vacaciones, renuncian; un día te mandan un WhatsApp avisando que no vienen porque tienen terapia o que se quedan en la casa porque su pareja no se siente bien”. La caracterización parece caer en la trampa de la simplificación, y en el riesgo, además, de adjudicarle a toda una generación rasgos individuales y parciales. Lo que no se puede negar es que esa pincelada resulta familiar. Y que retrata, de algún modo, un fenómeno que está en el aire. A muchos comerciantes o pequeños empresarios les cuesta encontrar empleados, y mucho más difícil les resulta dotar a su estructura de personal de estabilidad y proyección de largo plazo. La nueva cultura del empleo parece asociada al concepto de “sociedad líquida” que desarrolló Zygmunt Bauman.
“A mí, un trabajo que no me ofrezca un esquema mixto entre presencial y home office, y que no me permita más de dos semanas de vacaciones por año no me cierra”. El testimonio pertenece a un joven que trabaja en informática, y aporta, de algún modo, la otra cara del fenómeno. Las nuevas generaciones valoran más su tiempo libre y aspiran a un modelo laboral de mayor flexibilidad. En algunas actividades, pueden darse el lujo de elegir y fijar las condiciones. El mercado laboral hoy atraviesa una crisis de recursos humanos. Hay una amplia franja de jóvenes de entre 21 y 35 años que están, directamente, excluidos del mercado y ni siquiera buscan un empleo formal. No completaron el secundario ni han incorporado hábitos indispensables para el mundo del trabajo. Representan, según distintos relevamientos, al menos un tercio de la población adulta de menos de 35 años. Hay otra franja, más difícil de cuantificar, que ve su futuro fuera del país, o que imagina una temporada acá y otra afuera.
Muchos son hijos de una sociedad fragmentada. En las capas medias y altas se crían en burbujas educativas y urbanísticas, con vínculos familiares que también se han reconfigurado y referencias de autoridad que, tanto en la escuela como en la comunidad, aparecen bastante desdibujadas. En los sectores más desfavorecidos, las nociones de orden y de rutina están prácticamente ausentes. Por una experiencia, o por la contraria, adaptarse a las normas y los formatos del mundo laboral suele ser dificultoso.
En la Argentina actual, un trabajo calificado, aun en puestos de jerarquía, no garantiza el acceso al crédito ni a una vivienda propia. Eso fomenta una cultura forjada en proyectos de corto alcance, que alienta la idea de vivir al día. Son rasgos que no encajan en los modelos de trabajo tradicionales, en los que el ascenso, escalón por escalón, era un eje vertebral, lo mismo que la hipoteca y el ahorro.
El acceso a la casa propia excede la dimensión de lo material. Se asocia a cuestiones tan de fondo como el arraigo y la independencia. También a las nociones de futuro y largo plazo. El joven que vive después de los 25 en la casa de sus padres tal vez tenga una perspectiva distinta en relación con el trabajo. Una situación habitacional transitoria también puede moldear de alguna forma el compromiso laboral.
Hay un dato que se integra a este paisaje: el trabajo de calidad en el sector privado ha retrocedido frente al crecimiento del empleo público, pero también frente a la consolidación de los planes sociales y de la economía informal. Es inevitable que esto gravite sobre la cultura del trabajo. El empleo estatal se ha degradado al punto de haber desvirtuado todo mecanismo de exigencia, presentismo y evaluación de resultados. Eso plantea un estándar que, en alguna medida, contamina a otras esferas laborales. Se crea una mentalidad de empleado público, alejada del compromiso, la eficiencia y el esfuerzo. Por supuesto, la generalización es injusta y arbitraria. Pero el poder ha incentivado estas distorsiones con un aumento indiscriminado de la burocracia pública y una des jerarquiza ción de la carrera administrativa. Hay provincias donde acomodarse en el Estado es más tentador que trabajar.
Si tomamos distancia de la crisis y las deformaciones locales para ver el mapa global de las transformaciones culturales, aparecen nuevas ideas sobre el progreso personal y la movilidad laboral, así como un peso mucho menor de los mandatos sociales y familiares. Hoy se valoran más las experiencias vitales que las tenencias de determinados bienes. Es probable que, entre jóvenes de las clases medias urbanas, la mayoría valore más la posibilidad de viajar que la de comprarse un auto. Los objetos de estatus y de deseo han cambiado entre una generación y otra. La capacitación profesional se asocia también con formatos y modelos híbridos. La construcción de una carrera se asocia más a un recorrido multiplataforma y a una combinación de experiencias que a un circuito de ascensos dentro de una misma organización. Vivir en un lugar y trabajar en otro ya se ha convertido en una fórmula frecuente y accesible. La diversificación laboral es una característica de muchas profesiones, sobre todo las vinculadas al desarrollo tecnológico. La economía digital, con un menú cada vez más amplio de aplicaciones, introduce formatos laborales más flexibles, en los que la relación de dependencia pierde terreno frente al auge del emprendedorismo. Para los jóvenes, salir de un trabajo que no les gusta es más natural de lo que era para sus padres. Todo el tiempo se hace lugar a una pregunta que en el siglo pasado era casi tabú: ¿esto es realmente lo que quiero?
Entre los mayores de 50, el trabajo define la identidad de las personas. No se trabaja “en” un Banco; se “es” bancario. Puede parecer apenas una diferencia semántica, pero es mucho más que eso. Ser bancario, maestro o enfermero implica un orgullo por lo que se hace, un universo de pertenencia, una vocación y una carrera. Los millennials tal vez encuentran esa pertenencia y esa identidad en otros “mundos”, como el del activismo ambiental, el del proteccionismo animal o el de las producciones por YouTube.
Atravesamos una época de transición, muchas veces dominada por la frustración y el desencanto. Eso imprime en las nuevas generaciones cierto desapego por los modelos tradicionales. Las ideas de “pagar derecho de piso”, “aprovechar las oportunidades”, “trabajar duro para progresar” y “demostrar que podés” parecen definir un mundo en extinción. Hoy se imponen otras consignas: “haceles lugar a tus emociones”, “preguntate si vale la pena”, “no te ates a las cosas”, “animate a soltar y a salir de la zona de confort”. Con mayor o menor sofisticación, los discursos de la autopercepción y la autoayuda se han metido en el mundo laboral. Es cierto: se plantea el riesgo de la hipersensibilidad y el victimismo. Pero calificarlo como mejor o peor sería desentenderse de la complejidad de las cosas y de la profundidad multifacética que suelen tener estos cambios.
Si la de hoy es la “generación de cristal”, como la definió la filósofa española Montserrat Nebrera, tal vez podría calificarse a las anteriores como “generaciones de hierro”, en las que las opciones eran más rígidas, y las alternativas y los modelos no admitían discusión. Entre la fragilidad del cristal y la dureza del hierro tal vez haya una amalgama posible que combine fortaleza con sensibilidad, normas claras con modelos flexibles y compromiso con oportunidades. Con esa mixtura tal vez pueda construirse un puente generacional que haga lugar a “lo nuevo” sin renegar de “lo viejo”. Cada época debe encontrar sus respuestas

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

lunes, 28 de agosto de 2017

GENERAR EMPLEOS


Generar empleo y, también, mejoras sociales y ambientales
Emprendimientos que abarcan desde la producción de vinos hasta la fabricación de materiales a partir de escombros, se proponen impactos positivos
Los negocios inclusivos y las empresas de comercio justo son una opción para generar empleo e incorporar a la producción a los más vulnerables. Aunque en el país hay experiencias, todavía son marginales. Para
Luis Ulla, director ejecutivo del Instituto Argentino de Responsabilidad Social Empresarial (Iarse), debe haber una "coevolución" entre oferta y consumo responsable no sólo para satisfacer necesidades, sino como una "parte activa y virtuosa de procesos ambientales, económicos, culturales y sociales".




Desde la Subsecretaria de Responsabilidad Social para el Desarrollo Sostenible del gobierno nacional, se organizan talleres para promover una "economía social sustentable, que no es una mera acción de filantropía ante situaciones de vulnerabilidad, sino un espacio donde las empresas tienen mucho para aportar". Así lo explicó
Victoria Morales Gorleri, titular del área, en una jornada sobre el tema desarrollada en esta ciudad.
En una charla , Morales Gorleri dijo que no está cuantificado el empleo que generan la economía sustentable y los negocios inclusivos, pero que se trabaja en un relevamiento y, en especial, en expandir esas modalidades.
Durante la jornada se presentaron diferentes casos, entre ellos el de
Xinca, una empresa mendocina con fines sociales que fabrica zapatillas a partir del reciclado de cubiertas en desuso y telas desechadas. Inició sus actividades hace cinco años y en la confección participan 32 internos de la cárcel San Felipe de Mendoza, que recibieron capacitación de Calzados Cuyo. En el país se tiran entre 100.000 y 120.000 neumáticos por año y en Mendoza, cerca de 1000, y eso contamina. "Con ese material hacemos las zapatillas", explica Ezequiel Gatti, uno de los socios.



El producto -este año esperan llegar a 1500 pares por mes- se vende en la Argentina, Uruguay y Chile, y hay planes para llegar a Centroamérica. Gatti insiste en que el objetivo siempre fue hacer negocios de una forma "diferente". Por eso, la preocupación no es sólo por las ganancias, sino por quiénes trabajan y por cómo se fabrica. Para la marca, la inclusión es no sólo ofrecer un empleo, sino también escuchar al otro y darle la oportunidad para que desarrolle su potencial.
La bodega cooperativa "La Riojana", que produce y comercializa entre 40 y 60 millones de kilos de uva por año y 4 millones de kilos de aceitunas, es la primera organización de pequeños productores con certificación fair trade (comercio justo) del país.
Surgió en Chilecito hace 77 años y está formada por 442 productores vitivinícolas y olivícolas y 350 empleados que producen vinos, jugos de uva y aceites de oliva que se comercializan en el país a través de una red propia; exporta el 37% de su fabricación al Reino Unido, Suecia, Holanda, Alemania, Taiwan y Finlandia.
Por cada litro de vino que exporta la cooperativa, 6,5 centavos de euro quedan en un fondo para el desarrollo de los lugares donde viven socios y empleados; con esa prima se reunieron 7,5 millones de dólares entre 2006 y 2015 y se hizo una red de agua potable, un colegio agrotécnico, un centro de rehabilitación y salas de informática.
Mario González, presidente de La Riojana, indica que en la relación con los empleados priorizan garantizar las buenas condiciones laborales en un clima positivo. "Hay pautas claras para asegurar la libertad de trabajo, la no discriminación, la lucha contra el trabajo infantil, la negociación colectiva. Pretendemos un ambiente saludable y seguro".
El cordobés Marcos Heyd fundó
La Escombrera hace tres años, una firma social dedicada a erradicar los residuos de construcción y demolición y, a la vez, reducir el consumo de áridos naturales. Con los restos que levantan fabrican eco-áridos que son sustitutos de arena y complementarios a la cal. "Trabajamos con jóvenes vulnerables y generamos nuevas oportunidades -dice Heyd-. Ya logramos un acuerdo con una multinacional y con el Estado; estamos en camino para seguir creciendo". Al comienzo, comenta, los trabajadores rotaban más o hacían tareas temporales porque el proceso no estaba tan industrializado. "Creemos que podemos ampliar la cantidad de gente; apostamos al triple impacto: social, ambiental y económico".
Alejandra Gotelli, fundadora de
Cúbreme -confeccionan indumentaria de alta gama con fibras naturales y orgánicas de la región- contó que iniciaron el proyecto hace una década con el objetivo de contar con mano de obra local y respetar el medio ambiente. A lo largo de su historia, la firma realizó alianzas con cooperativas, hilanderías y talleres que siguen prácticas inclusivas y sustentables. Atienden a un segmento de público que comparte esos valores, que tienen el hábito de la compra "responsable, que le gusta saber el origen del producto, su historia, cómo está elaborado".
Newsan, la fabricante de electrodomésticos, presentó su planta de reciclaje que termina produciendo packaging. Germán Pérez Suárez fue el encargado de relatar, en la jornada de negocios sustentables, cómo fue el proceso surgido en 2012 en Ushuaia, cuando se comenzó a gestionar los residuos, separando lo reciclable de la basura. El material reciclable iba al municipio, que no tenía capacidad de procesar el volumen que recibía. La empresa instaló una planta de reciclaje en el que procesan los residuos secos y hacen cajas con pulpa de papel y cartón moldeado, 100% biodegradable. Las comercializa a distintos puntos del país.
Morales Gorleri enfatiza que hay mucha tarea de "evangelización" a realizar entre las empresas para que avancen hacia modelos sustentables, que "no sólo tienen que ver con lo medioambiental, sino con un eje fundamental en lo social. Tienen que mirar más al largo plazo; hay muchas que ya tienen hecho un camino y otras que deben empezar a recorrerlo". Plantea que en el país hay experiencias interesantes de compañías con proyectos de inversión social, que trabajan en conjunto con organizaciones de la sociedad civil: "Eso se pueden ampliar, mejorar, replicar", afirma.

G. O.