lunes, 20 de junio de 2016
EL ALEMÁN MANUEL BELGRANO
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en Buenos Aires, el 3 de junio de 1770. Aprovechamos este aniversario para intentar conocerlo un poco más en su aspecto humano:
Para los soldados que conformaban su tropa, Belgrano era un sujeto extraño. La paisanada no estaba acostumbrada a un hombre que cuidara sus manos, usara ropa limpia, se mantuviera siempre bien peinado y hasta perfumado. Porque hay que tener en cuenta que él fue uno de los primeros rioplatenses en embadurnarse en colonias. Ese era su estilo: coqueto, pulcro y galante.
Según Bartolomé Mitre, “su fisonomía era bella y simpática. Su cabeza era grande y bien modelada. La nariz era prominente, fina y ligeramente aguileña. La boca, amable y discreta. Era escaso de barba, no usaba bigote y llevaba la patilla corta, a la inglesa. Belgrano era de una contextura delicada”. Entendemos por contextura delicada, un físico débil.
El modo de contener los delitos y fomentar las virtudes es castigar al delincuente y proteger al inocente (Belgrano)
El creador de la bandera era rubio, medía poco menos de 1.80 m. y su piel era rosada. En cuanto a los apodos, para sus soldados era “el Alemán” (por ser rubio, vestirse “a la europea” y hablar perfecto inglés) o “Cotorrita” (por usar chaqueta verde con cola, caminar con pasitos apresurados y por su voz aflautada). Y aunque a ellos les parecía de lo más peculiar y con características bien alejadas de las actitudes salvajemente varoniles, lo cierto es que Belgrano era codiciado entre las mujeres por sus maneras finas y elegantes.
Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella (Belgrano)
El creador de la bandera tenía, a la vez, una particularidad: era riguroso en cuanto a la disciplina. “Acostumbraba disfrazarse e introducirse de incógnito en los cuarteles y llegó a descender a la investigación de actos privados”, recordó el general Paz en sus Memorias. Un nuevo apodo se ganó por su severidad: “Bomberito de la Patria”.
Se dice que vigilaba -o bombeaba- la conducta de sus subordinados con celo exagerado. En el campamento de Tucumán, se consiguió una tropilla de burros e ingresó al cuartel vestido de proveedor de leña. Conversó con sargentos, cabos y soldados, obtuvo la información que buscaba y se marchó sin ser reconocido.
Siendo una persona de muy frágil salud, ofrendó su vida a los intereses de su Patria. Por eso, si pasás por la puerta de Santo Domingo, donde está su mausoleo, no dejes de regalarle una sonrisa de agradecimiento.
D. B.
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