viernes, 15 de julio de 2016
EL NUEVO MUNDO
Humor gráfico, papelería y diseño de objetos, street art y animación digital: en la era de las redes y el culto a la estética cotidiana, el dibujo cruza fronteras y experimenta con todos los formatos
El mural que realizó el artista Pablo Harymbat en la Asociación Amigos Jubilados de Florida. Foto: Ricardo Pristupluk.
Es una noche fría, una de tantas en este año de invierno prolongado. En La Trastienda, el público -en su mayoría, jóvenes- desborda la sala donde suelen lucirse grupos de jazz o de rock. Pero hoy las ovaciones no van dirigidas a guitarras ni a baterías o voces poderosas. Quienes salen al escenario son dos ilustradores: Liniers y Montt. Uno habla, el otro transforma en dibujos sus palabras; luego, intercambian papeles. Y en ese juego -marcadores, palabras, un humor por momentos ácido, por momentos tierno- se ganan aplausos, risas, el fervor de gente que seguramente los conoció a través de las páginas impresas y que ahora los tiene ahí, en vivo y en directo, convirtiendo en 3D lo que siempre fue bidimensional.
"Stand up ilustrado" llaman los artistas a esta aventura que, entre la audacia y el juego, comenzó en un teatro mexicano, luego se convirtió en una gira por distintas ciudades de la Argentina y Chile, y terminó el mes pasado en Buenos Aires. La experiencia redobla la apuesta que Liniers viene haciendo con Kevin Johansen; para los seguidores del músico, ya son costumbre los shows que incluyen el contrapunto entre canciones e ilustraciones en vivo.
Indagaciones performáticas que confirman el fenómeno: la ilustración, esa zona donde el dibujo se encuentra con el diseño, los formatos industriales y las publicaciones masivas, gana en presencia, se diversifica, inunda todo tipo soportes -del humor gráfico a la historieta, de la papelería y objetos cotidianos al street art o la animación digital-, y se integra a una cultura decididamente partidaria de las expresiones lúdicas y masivas. Entre tanto -y los stand ups ilustrados podrían ser la punta del iceberg-, muchos ilustradores tienen seguidores propios (hay que ver las largas filas de personas que en la última Feria del Libro hacían fila para ver a Tute o a Diego Parés), parte activa de una efervescente trama cultural.
Multiplataformas
"¿Quino no hacía esto?" Del otro lado de la línea telefónica, Liniers, con la adrenalina de las presentaciones en La Trastienda aún fresca, se ríe y arroja algunas pistas sobre un panorama que en las últimas décadas se transformó rotundamente, primero en Estados Unidos y luego en el resto del mundo. "Hace 20, 30 años, parecía que los ilustradores sólo podíamos dibujar superhéroes o chistes -asegura-.
Yo creo que la gran bisagra fue Maus [la historieta donde el estadounidense Art Spiegelman narra la historia de su padre, sobreviviente de Auschwitz]; abrió la puerta para decir que acá había algo más. Y cuando le das libertad a un colectivo enorme de artistas?"
De hecho, Liniers es uno de los grandes exponentes locales de la expansión de la ilustración. Macanudo, la tira que consagró al entrañable personaje de Enriqueta, hoy se publica también en El País de España, y los libros que compilan la historieta se venden en República Checa, Italia, Suecia, China. Las ilustraciones de Liniers fueron tapa del New Yorker, Enriqueta se convirtió en espontáneo símbolo del #NiUnaMenos y, en busca de un registro alejado del tono naif que gobierna su historieta más conocida, el artista ilustró las tapas de varios libros de Kurt Vonnegut publicados por La Bestia Equilátera, además de trabajar en Crímenes ejemplares, obra de Max Aub que publicó la editorial El Zorro Rojo. Además, con su mujer, Angie Erhart Del Campo, Liniers lanzó en 2011 La Editorial Común, dedicada a los libros álbum y la ilustración de calidad, la "que lleva aún más lejos la libertad con la que algunos contamos". Entre sus más recientes apuestas editoriales están Achiote, la primera novela gráfica de Montt, y Amuleto, una saga de nueve libros destinada a lectores de siete u ocho años.
"La ilustración ha consolidado un lugar, en nuestra cultura y la del mundo entero, que no da señales de retroceso", asegura Vik Arrieta, ilustradora, editora y una de las creadoras de Monoblock, firma que trabaja con la obra de ilustradores y artistas jóvenes (entre otros, Liniers, Power Paola, Ana San Felippo, Tute), plasmada en objetos de escritorio, ropa y decoración. "Creo que este movimiento se va a poder analizar mejor con el paso del tiempo, pero en mi opinión está vinculado a la explosión de la cultura visual que se vive a través de este nuevo ?espacio público discursivo' que es Internet", comenta, y destaca el modo en que Instagram y Facebook multiplicaron la exposición de la vida cotidiana.
Desde luego, cuando hasta el modo en que se toma un café se comparte con una foto, todo el mundo anda buscando formas novedosas y visualmente atractivas para comunicar en las redes. "Y ésa es la esencia de la ilustración -continúa Arrieta-. Nos estamos volviendo, globalmente, ilustradores. Estamos naturalizando la ilustración como un nuevo lenguaje para este siglo."
Laura Varsky, diseñadora, ilustradora, docente y creadora de una línea de papelería, suma indicios para pensar la proliferación de mochilas, carpetas, cuadernos y todo tipo de artículos con el sello de algún ilustrador: "Tiene que ver con una época que busca una relación más emocional con los objetos -comenta-. Hay una necesidad de empoderarse con las imágenes, algo que también hace pensar en la frase de William Morris [el fundador del movimiento Arts & Crafts]: ?No tengas nada en tu casa que no sea útil o bello'".
En esta línea, Varsky destaca lo que ocurrió en la última edición de la feria Puro Diseño, en mayo de este año. "Al recorrerla, era impresionante ver la cantidad de marcas que trabajan con ilustradores -describe-. Las marcas se dan cuenta de que el ilustrador puede aportar identidad a un producto. La ilustración es valor agregado." Es, además, multiplicidad. Pum Pum, una de las estrellas del street art local, realiza espléndidos murales callejeros tanto como traslada sus creaciones a calendarios, libros, estampados o afiches. "Vengo del diseño gráfico -cuenta-y creo que las ganas de diseñar productos con mis ilustraciones era un paso obligado."
Hay ilustración en el campo editorial, el humor gráfico y los objetos, pero también en la publicidad, la animación, la infografía, el cine (storyboards), los estampados textiles, el packaging, los videojuegos, la ilustración científica. Incluso aparece en el diálogo entre lo más abstracto del pensamiento y la imagen: en Spinoza por las bestias, libro lanzado este año por editorial Cactus, el filósofo Ariel Suhamy y la ilustradora Alia Daval abordan juntos el desafío de traducir el complejo universo del pensador holandés.
Es un campo de acción enorme, que se corresponde con una también enorme demanda de formación. "Antes, los ilustradores venían del campo de las artes plásticas -comenta Varsky-; hoy venimos del diseño gráfico. Y los más jóvenes buscan espacios como la nueva cátedra de ilustración que se abrió en la FADU-UBA, que explota de gente."
Creada en 2010 y dirigida por el diseñador e ilustrador Daniel Roldán, la cátedra cuenta con unos 180 alumnos por cuatrimestre y es uno de los pocos ámbitos institucionales dedicados específicamente a esta actividad. "La cátedra surge ante la creciente demanda y proliferación de cursos y talleres de ilustración -explica Roldán-; de hecho, es de donde ha salido la mayor cantidad de profesionales durante los últimos años. Trabajamos para expandir los espacios que hoy ocupa en el mercado".
Entonces, la pregunta: ¿puede el mercado local absorber toda esta producción? Parte de la respuesta pareciera estar en el extranjero. "Hay muchas productoras de animación o de videojuegos argentinas que trabajan para el exterior", dice Varsky. Por su parte, Liniers comenta que uno de los principales objetivos de su editorial es difundir la ilustración local? en su país de origen. "¡En Canadá, Quino es Súperman! -Se ríe-. También ocurre que en países como España se publican y dan a conocer a muchos ilustradores argentinos que acá apenas tienen posibilidades."
Accesible y masiva
Es uno y muchos libros a la vez. A modo de carpeta, la tapa se abre y se cierra gracias a una cinta elástica. En el interior, varios cuadernillos, regidos por diversas tonalidades (celeste, verde, rosa) se dedican a discurrir, en imagen y palabra, sobre el tema que da título a la obra: Como dialogan los enamorados. El autor es El Topo Ilustrado, dúo creativo -¿o autor virtual?- que hace unos cuatro años sostienen el ilustrador Cristian Turdera y el escritor Tobías Schleider. La apuesta comenzó en Twitter. Turdera y Schleider se conocieron en esa red social, y allí comenzaron a publicar casi diariamente: uno escribía, el otro interpretaba esas palabras con imágenes. Luego el orden se invirtió, se buscaron nuevos mecanismos. "Como nos dijo una vez Jorge Drexler, jugamos con los límites para expandirlos -cuenta Schleider-. Yo veo el mundo en clave de texto. Y aprendí que la experiencia de Cristian es similar, pero con líneas y colores."
Las publicaciones de El Topo Ilustrado se siguen viendo con regularidad en Twiter, a la vez que Turdera y Schleider dan charlas y talleres, sus obras en digital pasan al papel, se difunden en libros (el tercero saldrá este año, en Ediciones de la Flor), y se exhiben en galerías. Por ejemplo, en la galería Mar Dulce, espacio que privilegia el pequeño formato y la ilustración. "Desde que abrimos en abril de 2010, siempre incluimos a ilustradores en la programación de nuestras muestras: desde consagrados internacionalmente como Bianki, Isol y Turdera hasta los emergentes como Decur, María Luque, María Elina", comenta Linda Neilson, directora del lugar. "Por su accesibilidad, la ilustración resulta atractiva para un público amplio, pero también se puede decir que tiene su público propio -agrega Neilson-. Hay gente que llega a la galería y reconoce a los artistas por su estilo individual, o gente que viene del exterior buscando la obra de cierto artista muy admirado. Suelen ser personas muy activas en las redes sociales, que nos siguen en Instagram, Facebook y Twitter."
Claro que quien dice ilustración dice dibujo. Y, si se piensa en estos términos, imposible no mencionar La Línea Piensa, el espacio que desde hace diez años impulsan los artistas Eduardo Stupía y Luis Felipe Noé en el Centro Cultural Borges. El ciclo, que se inició como revalorización del dibujo como lenguaje autónomo, en cierto modo terminó siendo un sensor de las transformaciones que se fueron produciendo en este último tiempo. De hecho, Stupía, más que de auge de la ilustración, prefiere hablar de "auge de un lenguaje de imágenes narrativas, referenciales, directas, aunque también con elementos arbitrarios y fantasiosos, encarado por una enorme diversidad de artistas visuales en muy diversos niveles de prácticas y experiencias". Considera, además, que el arte tiene "una presencia activa y relacional en la sociedad", como nunca antes tuvo, y que las prácticas ligadas con lo artístico se han democratizado. "Hay una sociedad urbana ?artistizada', vinculada al mercado y a la cultura de manera inmediata aunque despareja, que se vuelca a una gramática representativa que podría asociarse con la idea de ilustración", reflexiona.
En esta línea, Alejandro Bidegaray, al frente de una librería y una editorial dedicadas a la historieta, la ilustración y el humor gráfico, asegura: "Todo tiene diseño hoy y éste se ha independizado de su costado meramente funcional para convertirse en una expresión en sí misma, íntimamente vinculada al mundo de la ilustración". Bidegaray fue curador de la muestra Narrando el margen (realizada durante el Festival Fanzín del Centro Cultural Ricardo Rojas), organiza exposiciones de ilustradores en la galería Casa Florida y trabaja en la preparación del Festival Sudestada de Dibujo e Ilustración (a realizarse el 5 de noviembre en cheLA, Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano). "El dibujo y la ilustración crean una identificación muy fuerte en el receptor -dice-; generan empatía y una misteriosa sensación de que todos podemos dibujar."
Algo así deben pensar los asistentes a las Jam de Dibujo, encuentros que el dibujante Maxi Muñoz promueve desde 2012 y que se realizan dos veces al mes, con la inmediatez que otorga el boca a boca, en los centros culturales Matienzo y Santos4040. La propuesta: un grupo de músicos interpreta jazz mientras los asistentes dibujan con modelo vivo. La improvisación musical se amalgama a la de los trazos durante unas dos horas. "Por lo general, los que asisten son dibujantes -cuenta Muñoz-. De todas las variantes: arquitectos, fotógrafos, diseñadores, ilustradores, tatuadores. A veces se llegan a juntar hasta cien personas." Quienes asisten, cuenta el organizador, lo hacen por el puro gusto de bucear en modos y estilos visuales, sentir la punzante adrenalina de lo espontáneo, intercambiar charlas y dibujos al final de la sesión. Ser parte de aquello que Vik Arrieta define tan bien: "Hoy el lujo es la experiencia, la experiencia es un relato, y ese relato es visual".
Foto: María Aramburú.
Arte a cielo abierto
Promediaban los años 90 cuando hacía grafitis con aerosol en la calle. En 2004 comenzó a pintar magníficos murales callejeros: plantas y animales con cierto tono alien, climas oníricos, una estética entre el cómic y lo urbano que pronto pasaría a ser su sello. "Gualicho", los firmaba, y ese nombre se convirtió en referente del street art local. También trabajó en publicidad, hizo animación para los canales MTV y Boomerang y pintó murales en diversas ciudades del mundo. Hoy, Pablo Harymbat reconoce que nunca imaginó, cuando comenzó a plasmar sus universos visuales en las paredes de Buenos Aires, el camino que esas búsquedas terminarían tomando. "La gente me empezó a llamar -recuerda-. Algunos me pedían que les pintara una pared de la casa, otros un cuadro." Así, mientras su estilo se consolidaba, hizo alguna participación en libros, algún afiche, esculturas; diseñó estampados de remeras. El término "ilustración" no le convence demasiado: "Lo veo demasiado ligado a algo que se hace por encargo, y a mí me interesa ir más allá de lo comercial, mantener una visión del mundo". En todo caso, pareciera que lo suyo es la búsqueda de cierto equilibrio. Actualmente trabaja en un afiche para el festival Music Wins que se realizará en noviembre. Y acaba de llegar de Nueva York, adonde viajó para realizar un cuadro a pedido de un particular, y donde, también, se dio el gusto de pintar un mural callejero en Brooklyn. Autor de las intervenciones en el túnel de Melo y Azcuénaga, en Vicente López, Harymbat trabajó durante dos mañanas en la abigarrada trama vegetal que plasmó, a pedido de Ideas, en la Asociación Amigos Jubilados Florida Mitre. Para él, la inspiración es "una energía que llega y me trae algo? o hace que saque algo". Y confiesa que sí, aunque los tiempos de furia grafitera pasaron, a veces no puede mirar una pared desnuda sin imaginar el mural que, de tener tiempo, ahí mismo se pondría a pintar.
Foto: María Aramburú.
Experimentar y celebrar un año de Ideas
¿Cómo reflejar en una imagen el contenido de una nota que cuenta las distintas maneras en que la ilustración hoy sale fuera de los límites del papel? Literalmente: sacando la ilustración fuera de sus límites.
Así, Florencia Abd, la editora al frente del proyecto- convocó al artista Pablo Harymbat y le propuso realizar un mural en la fachada de la Asociación Amigos Jubilados (frente a la estación Florida del ferrocarril Mitre), con el aval y el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Vicente López, Su trabajo -una atractiva trama vegetal, que queda ahora como patrimonio común y una forma de embellecer y mejorar el espacio público- se extendió durante dos días y fue registrado en video y fotografía.
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