viernes, 1 de julio de 2016

LA VIDA EN FOTOS VINTAGES


Más de setenta copias de época integran una muestra que tiene la fortaleza de reunir a una escudería de reconocidos fotógrafos y, a la vez, una visión en común
Del famoso Henri Cartier-Bresson, una imagen poco conocida. Foto: Gentileza FOLA
La fascinación por lo antiguo no es un fenómeno reciente. Nuestra civilización se ha construido intentando restaurar las hazañas de culturas pasadas. En la cultura de masas, el concepto de antiguo ha sido reemplazado en algunos casos por la palabra vintage. Ropa de segunda mano, vinos y autos hasta videojuegos y fotografía, lo vintage aporta un valor simbólico (y muchas veces económico) extra al objeto.
La fotografía vintage está de moda en el mercado del arte. Los grandes coleccionistas se ufanan de conseguir "copias de época" de autores de renombre, aunque se trate de simples impresiones de trabajo, sin ninguna finalidad de exhibición.
Y la fotografía, como dice François Soulages, suscita problemas. "Toda foto es esa imagen rebelde y resplandeciente que permite interrogar a la vez el otro lado y el aquí y ahora, el pasado y el presente, el ser y el devenir, la fijeza y el flujo, lo continuo y lo discontinuo, el objeto y el sujeto, la forma y la materia, el signo y... la imagen."
Hay que reconocer que no todas las fotos tienen el poder de tanta evocación frente a los ojos de un espectador medio. Es necesario hacer una selección de los mejores ejemplos y ponerlos en tensión en una exhibición. Esto es lo que ha intentado el prestigioso coleccionista norteamericano Spencer S. Throckmorton en la muestra Vintage Masters, que abrió este mes en la Fototeca Latinoamericana (FoLa).
En la enorme e inmaculada sala principal, el público se enfrenta a una sucesión de copias pequeñas prolijamente enmarcadas. La gran mayoría de ellas son en blanco y negro, y los nombres de los autores impresionan por su fama y trayectoria: Henri Cartier-Bresson, André Kertesz, Lucien Clergue, Tina Modotti, Flor Gorduño, Manuel Álvarez Bravo, Arnold Newman y Robert Mapplethorpe son algunos de ellos. Escribe Throckmorton: "Todos los fotógrafos que forman parte de esta exposición tenían una visión en común y cada uno de ellos fue un innovador sin importar su edad, nacionalidad, educación, inclinación política o situación social".
Efectivamente, estos artistas del siglo XX fueron innovadores a tal punto que esta distinción se hace presente en cualquiera de sus imágenes, no importa que sea la más o menos reconocida de su producción. En ese sentido, el valor vintage atribuido a esa visión compartida recae sobre la factura técnica, los materiales y el fechado de las copias.
El impresor y fotógrafo argentino Ricardo Sanguinetti -hijo (e impresor) del trabajo de la gran Annemarie Heinrich- aporta algunos datos para enriquecer la experiencia del espectador al ver esta muestra: "Vintage es aquella copia que hizo el autor pocos años después de haber realizado la toma. Él vio eso, él reveló eso y lo copió. Pasado cierto tiempo, tal vez cambie de opinión y la copia sea distinta, imbuida de una nueva manera de ver las cosas o de un mayor entrenamiento técnico".
Igor Stravinsky en 1946, según la célebre lente de Arnold Newman. Foto: Gentileza FOLA
Además de la pericia del artista y los materiales utilizados, se podría decir que hay otros datos documentales que agregan valor a una foto con estas características: la firma del autor, una dedicatoria, un sello, el montaje original. "No es imprescindible que el artista haya copiado por sí mismo la foto, pero sí que haya aprobado en vida esa copia. Ciertos coleccionistas sólo compran vintage. En una subasta, seguro un cero más se agregará al precio final de una foto si se trata de una copia de este tipo", afirma Sanguinetti. El deterioro físico desvaloriza la copia, pero si a esas malas condiciones se les agrega el factor de escasez o la rúbrica, el sentido se invierte drásticamente.
Cuestión de memoria colectiva
Más allá del argumento convocante de esta exposición, otro factor destacable es la visión del siglo, como dice Throckmorton, que estos grandes maestros dejaron impresa en la memoria colectiva de la sociedad en estas 50 fotografías, más las 25 obras de argentinos aportadas por la colección Sara Facio (Horacio Coppola, Grete Stern, Annemarie Heinrich, Alicia D'Amico).
Henri Cartier-Bresson es el fotógrafo más famoso para el público de todo el conjunto expuesto. Una de sus fotos en la muestra, Hyde Park, London. 1937, nos muestra a una señora mayor muy elegante, sentada en las sillas del parque, los pies estirados y levemente apoyados sobre su bastón mientras disfruta de una suave llovizna en la tarde londinense. La copia tiene un mayor tamaño y se ve amarillenta. Esa dama de hace ochenta años es la representación de una época inexorablemente extinguida a las puertas de la última gran guerra mundial. Esta imagen de Cartier-Bresson resume, en una escena cotidiana y anónima, ese momento que cambiaría radicalmente la idea del mundo civilizado.
Podríamos decir que hay un espacio entre lo que uno ve en la escena retratada y "cómo" lo ve en el objeto que la representa ante nuestros ojos. Ese espacio adquiere una dimensión evocativa diferente cuando estamos en presencia de una copia de época. Como dijo Walter Benjamin: "Sentir el aura de una cosa es otorgarle el poder de alzar los ojos". Varias de las fotos de la exposición Vintage Masters tienen la sugestiva cualidad de mirarnos a los ojos y llenar ese espacio de evocación de una manera especial, íntima y lejana a la vez.
Para agendar
Vintage Masters, colecciones Throckmorton y Sara Facio, en FoLa, Godoy Cruz 2626. De lunes a domingos, de 12 a 20 (miércoles cerrado)

Sobre el tiempo y la técnica
La fotografía es, para los grandes fotógrafos y fotógrafas del siglo pasado, primordialmente "el instante capturado". Y aunque esa idea fue cambiando con el correr de las generaciones, los autores reunidos en Vintage Masters muestran esos instantes que son una reflexión sobre la época que retratan y, al mismo tiempo, sobre la técnica

 

Retrato de la marginalidad en blanco y negro
Las consecuencias de la crisis, según Dani Yako, en un libro con textos de Martín Caparrós
La foto de Yako que lleva la portada del libro. Foto: Daniel Yako
"Mirar suele entenderse como lo contrario de hacer -y de algún modo lo es, y de tantos otros no. La mirada del fotógrafo quedó estigmatizada en aquella foto infausta del chico famélico y el buitre que lo ronda, la historia del reportero que prefirió componer su imagen a intervenir en ella y su desazón después y su suicidio. Mirar siempre es culposo; mirar para mostrarlo suele serlo más."
Las palabras corresponden a Martín Caparrós; las imágenes, a Dani Yako. Y el libro que firman juntos está dedicado a reunir el exhaustivo trabajo fotográfico de Yako, que va de cuando "Jorge, María, Susana, María y Julio preparan el almuerzo, 2007" a "Casas nuevas, 2015", para mostrar el paso del tiempo en El Silencio, un poblado en las afueras de Concordia.


"Se llama El Silencio: el nombre es un exceso. También es un exceso comer lo que otros tiran", sigue Caparrós en uno de los textos escritos para esta novedad de Planeta, otra apuesta editorial por la imagen tras la publicación de Borges cuenta Buenos Aires y Sara Facio. La foto como pasión. Aquí, en blanco y negro, la vida cotidiana de los habitantes de un barrio pobre queda retratada en elocuentes imágenes. "María amamanta a Pablo en medio de un basural", "Leo con revólveres de juguete", "Pedro lleva chapas tras un temporal". Escenas simples y descriptivas de lo que puede ser un día cualquiera en ese rincón del Litoral quedan iluminadas por el trabajo de Yako y su cámara Leica.
Lección documental sobre las huellas de El Silencio


En esos años, una década de trabajo, el fotógrafo -que había publicado Extinción, Presagio y 1983, y que desde 1997 trabaja en Clarín, donde es editor jefe- no sólo se involucró en reflejar el silencio de la marginalidad, sino que también se comprometió en ayudar a una comunidad que -se ve- vive en y de la basura.
"Una foto es un momento que se empeña en durar mucho más de lo que debería -quién sabe, demasiado-", anota Caparrós en otra página. "Cuando alguien dispara el mecanismo que registra una imagen, que la fija, no suele pensar que esas formas y tonos de las que se está apropiando pueden llegar a apropiarse de él, acecharlo por años, colarse en sus sueños, colorear de blanco y negro sus insomnios: Dani Yako, una vez y otra vez en El Silencio."

D. M.

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