viernes, 3 de febrero de 2017

ARTE Y CIENCIA


Son investigadores en laboratorios durante el día. Y a la hora de los cócteles se sacan el delantal y asisten a vernissages propias y ajenas. Los artistas científicos son seres anfibios, que navegan entre dos lógicas casi opuestas.

 Una doble naturaleza que integran en la misma creatividad: obras y hallazgos tienden a parecerse.
Pablo La Padula expone en la sala 604 del CCK una serie de curiosidades científicas: piedras, hojas, panales de abejas, estrellas de mar, insectos y pinturas. Gabinetes para una cartografía del Bicentenario integra la exposición El futuro llegó (hace rato) y reabre al público el 8 de febrero. Menos Hi-Fi parece su laboratorio de investigador en el Instituto Taquini, unidad ejecutora UBA Conicet de la Facultad de Medicina, plagado de aparatos añosos, lupas y tubos de ensayo. El aire acondicionado es cuadrado y tendrá 20 años, lo mismo que la PC con monitor panzón. "Acá no hay ciencia ficción, sino una estética frankensteiniana de inventor del siglo XIX. No gozamos de confort tecnológico", advierte. Lleva 20 años en investigación, aplicando el ingenio para arreglarse con lo que hay.


"Cuando se enteran de que soy científico, esperan ver en mi arte algo tecnológico, pero yo voy por la vereda opuesta. En la ciencia no tengo plasma ni robots. Si en arte pudiera disponer de esos recursos, moralmente los desviaría a la ciencia. A veces me exacerba un poco ver alardes de alta tecnología en arte", dice. Aplica en los dos ámbitos una frase de Marcelo Pombo: produzco con lo que tengo en mi metro cuadrado. "Prefiero gastar el tiempo en pensar cómo hacer algo con lo que tengo." Mediante sus quehaceres logra abstraerse del contexto. "Este año tenemos un 60% menos de presupuesto para trabajar", dice.
Son muy características sus pinturas con humo, para las que desarrolló una técnica muy rigurosa: "En ciencia y arte trabajo los mismos temas en distintos niveles de organización. En el laboratorio investigo un modelo de prevención del infarto sin utilizar fármacos, sino por exposición sostenida y controlada a la altura, al poco oxígeno". Usa una cámara hipobárica, especie de búnker de hierro con puerta de submarino, construida por la OEA en los años 80. "El experimento es algo que uno hace porque no sabe qué va a dar. El arte lo encaro de la misma forma: hago una obra porque no sé cómo va a resultar."


Garantía
Un caso distinto es el de Adrián Unger, que trabaja en ciencia con buenos recursos y es libre de procedimientos en su taller de artista. Se cubre de aserrín y resina cuando trabaja en sus esculturas hechas de restos de podas que levanta de la calle y modela con pericia y poesía (se vieron recientemente en Espacio Piedras). Pero de 8 a 18 usa ropa de trabajo con el logo de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), porque es ingeniero y se aboca al desarrollo de arquitecturas electrónicas en proyectos de acceso al espacio de la Conae. Ahí sí las computadoras son actuales y se viven epopeyas como la cuenta regresiva para el lanzamiento de cohetes experimentales, predecesores del Tronador 2, el futuro inyector satelital argentino. "Los que trabajamos en estos proyectos, por lo general, estamos muy orgullosos. Mi tarea es creativa: coordino creatividades", dice.
Por las noches y los fines de semana se instala en el taller. Unger también escribe, dibuja, toma fotografías y tiene en marcha desde hace unos años un proyecto de performance, Obsolescencia desprogramada: "Es una crítica al diseño de electrónica actual, que programa su rotura generalmente apenas más allá del tiempo que dura la garantía, sin importar el desperdicio de recursos naturales que implica fabricarlos". Durante la última puesta, reparó en tres horas y media una computadora que iba a desguace, según el servicio técnico oficial. La acción sigue: lleva hechas unas 30 reparaciones a cambio de pinturas, cuentos, retratos, revisiones de texto y dibujos infantiles. "No acepto plata, sólo cosas que disfrute hacer".


La biología es el área de Luciana Paoletti, investigadora asistente del Conicet que trabaja en el Instituto de Procesos Biotecnológicos y Químicos de Rosario, donde desarrollan tratamientos enzimáticos para el mejoramiento de aceites vegetales y biodiésel. Al arte llegó a través de la ciencia: "Cuando comencé el doctorado disfrutaba de las imágenes que me brindaba la ciencia de una manera especial; eran mucho más que un resultado", cuenta. Hoy es docente de Microbiología y participa en el Centro de Investigaciones Arte y Contemporaneidad, en la Facultad de Humanidades y Arte.
Su técnica artística sigue rigurosos protocolos experimentales para lograr fotos, videos o instalaciones que capturan organismos microscópicos que cultiva. "Trabajo con lo invisible. Utilizo bacterias y hongos como pigmentos", explica. Expondrá este año en el Museo de Ciencias Naturales Ángel Gallardo.


Nadia Guthmann se trepa a su Pegaso monumental y suelda los últimos detalles de la malla metálica con la que modela sus esculturas a orillas de un lago patagónico. Antes trabajaba con seres vivos e investigaba para el Conicet. Pero desde la época de Cavallo y su mandada a lavar los platos, se dedica a la que pensó que sería su segunda ocupación, el arte.
Su caballo alado de 4x5 metros está seccionado y embalado para viajar: va a integrar la muestra Unsam 20 años, 20 esculturas, en el Campus Miguelete. "A veces extraño la vida de científica. Este momento del país me recuerda mucho a cuando dejé la actividad. Yo no lo decidí, sino que se cerraron las posibilidades", cuenta. En el arte, Guthmann ha ganado premios importantes y expone con regularidad. "Mientras mi actividad era mayormente científica me fue imposible dejar de hacer esculturas. Si pasaba un tiempo alejada del arte, me sentía tan mal que no me quedaba otra opción que volver al taller. En cambio, dejar de trabajar en ciencia me fue posible, aunque siempre mantengo el interés. Estudiar e investigar cambia tu cabeza. Todo lo que había aprendido empezó a meterse en mi obra artística; es parte de mi vida", explica.
Lejos de la ciencia ficción
Adrián Unger - Ingeniero en la Conae; escultor
Del árbol caído: Unger usa en sus esculturas restos de podas que modela con pericia y poesía. Realiza periódicamente una performance, Obsolescencia desprogramada, donde repara computadoras a cambio de pinturas y relatos

Pablo La Padula - Investigador UBA; expone en el CCK
La imaginación como herramienta: "En ciencia y arte trabajo los mismos temas en distintos niveles de organización.El experimento es algo que uno hace porque no sabe qué va a dar. El arte lo encaro de la misma forma", explica

Nadia Guthmann - Artista, ex Conicet
Un método, dos disciplinas: "Estudiar e investigar cambia tu cabeza. Todo lo que había aprendido empezó a meterse en mi obra artística; es parte de mi vida", explica Guthmann, cuyo Pegaso, de 4x5 metros, viajó desde la Patagonia

M. P. Z.

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