El faro de las orcas: refugio patagónico
En la península Valdés vive Beto, un guardafauna cuya soledad es sólo mitigada por una familia de delfines que transitan junto a su faro. Su existencia se ve conmovida por Lola y Tristán, una mujer española y su pequeño hijo autista. La madre decidió emprender el viaje para intentar comunicarse con el niño a través de su entusiasmo por las orcas. Cuando la relación de la madre con Beto se transforma en un romance inesperado, él se convierte en un amigo y cómplice de Tristán.
Bello y cálido, el film contó con la acertada dirección de Gerardo Olivares. Maribel Verdú, Joaquín Furriel y Joaquín Rapalini Olivella lograron introducir a sus personajes el candor necesario para iluminar esta enternecedora trama.
A. C. M.
El porvenir: una pesada broma del destino
(L'Avenir, Francia-Alemania, 2016) / Dirección y guión: Mia Hansen-Løve / Elenco: Isabelle Huppert, Roman Kolinka, Editch Scob, André Marcon / Fotografía: Denis Lenoir / Edición: Marion Monnier / Duración: 100 minutos / Calificación: SAM 13 años
(L'Avenir, Francia-Alemania, 2016) / Dirección y guión: Mia Hansen-Løve / Elenco: Isabelle Huppert, Roman Kolinka, Editch Scob, André Marcon / Fotografía: Denis Lenoir / Edición: Marion Monnier / Duración: 100 minutos / Calificación: SAM 13 años
De repente, sin demasiadas pistas que previamente le permitieran sospechar la debacle, Nathalie Chazeaux, la severa profesora de filosofía interpretada por Isabelle Huppert, observa atónita cómo se desmoronan los pilares de su existencia: su marido la deja por una mujer más joven; su madre -una anciana visiblemente neurótica- entra en una profunda crisis emocional y física y la editorial que publica sus libros, entregada a los superficiales mandatos de marketing, empieza a retirarle la confianza. Todo junto y en forma simultánea, como si fuese una pesada broma del destino.
Mia Hansen-Løve (El padre de mis hijos, Edén) cuenta con sobriedad e inteligencia la historia de la tenaz supervivencia de una protagonista que enfrenta esa situación agobiante con una entereza admirable.
Huppert, siempre capaz de dotar a los personajes que encarna de infinitos matices, es su aliada perfecta. Su descomunal trabajo -que destila perseverancia, templanza, agudeza y melancolía- es el centro de gravedad de una película que profundiza sobre los dramas existenciales sin resignar la posibilidad de reflejar los avatares políticos de la vida contemporánea, a la vez que trabaja lúcidamente sobre los desfases de la comunicación entre personas de distintas generaciones y, de paso, se florea con una serie de citas delicatessen (Woody Guthrie, Schopenahuer, Levinas, Rousseau) que, lejos de ser meros elementos decorativos, son notoriamente funcionales a la trama.
A. L.
Todo para ser felices: la paternidad recuperada
Aunque está acercándose a la cuarentena, está casado y tiene dos hijas, Antoine no es un tipo hecho para la vida familiar, más allá de la opinión que puedan tener los que acostumbran a emitir juicios tan impertinentes respecto de los sentimientos ajenos como el que da título a esta comedia liviana que por lo menos sabe evitar tanto las pretensiones moralizadoras como los resbalones hacia lo sentimental. Al fin, Antoine, que un buen día se reconoce incapaz de renunciar a las libertades de las que disfrutaba y aspira a recuperarlas, sin considerar que cambiar de vida resulta bastante más complejo que cambiar de canal o de modelo de iPhone. Sobre todo ahora que su mujer ha aceptado la separación y que, sin ella en casa, él deberá, temporariamente, hacerse cargo de los chicos. Las cosas no le serán fáciles, pero también la forzosa readaptación tendrá su costado positivo: la relación padre-hijas ganará con ella (que beneficia también el renovado vínculo con su ahora ex esposa), sin que ello signifique ceder a la tentación del fácil final feliz. Pero eso sí: al grato film de Gelblat no le faltan pinceladas certeras sobre la vida en la sociedad de hoy.
F. L.
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