martes, 12 de septiembre de 2017

LECTURA RECOMENDADA


Babilonia, de Yasmina Reza
La estabilidad y la inquietud


Todo espacio cotidiano engendra, en su repetición, los gérmenes de la tragedia. Babilonia, de Yasmina Reza (París, 1959), juega con ironía hasta desarmar esta idea. Elizabeth cuenta el presente, recuerda sus mejores momentos. Cree haber dejado pasar su juventud de manera "irreversible". En su melancolía toma dos decisiones que, en principio, no serían inusuales para una mujer mayor de clase media: vuelve a detenerse en el libro de fotografías que la apasionaba en su juventud (Los americanos, de Robert Frank) y, casi en simultáneo, organiza una fiesta de la primavera en su departamento. Lo curioso es que esas elecciones la van a enfrentar a la zona incierta de sus frustraciones.
A decir verdad, el punto de vista de Elizabeth bucea en la distorsión de la melancolía. Ingeniera en patentes, la protagonista acaba de pasar la barrera de los sesenta años; su hijo se independizó, su madre murió poco tiempo atrás y la relación sin sobresaltos con su marido Pierre parece no alcanzarle para despejar la soledad que la nubla. De modo que en la novela (ganadora del Premio Renaudot en 2016) la estabilidad aparece como causa de inquietud.
Es difícil encontrar en los elementos de la historia los rasgos de un único género: oscila entre el absurdo, el policial y la novela negra. No en el sentido del enigma, sino más cerca de las tramas de Patricia Highsmith, en las que el centro del asunto es la mente de un individuo convencional donde crecen y se multiplican los detonantes de un crimen. Sólo que Reza no se detiene en la psicología y prefiere manejar una distancia precisa entre la narración y los personajes. Los somete a una mirada despierta acerca de sus propias estupideces. Al mismo tiempo, los hechos aparecen con una naturalidad que están muy lejos de poseer. No hay espacio para las condolencias. En esa arquitectura, la tragedia se ve desde lejos, siempre en segundo plano.
Elizabeth, en un rapto de energía, invita a sus amigos, a su hijo y a sus vecinos, los Mastroviti, a una cena en su departamento y, a pesar de su edad, va a tomar decisiones una y otra vez como si fuera una adolescente. No es extraño que la intimidad se espíe a través de los sucesos más triviales. Las escenas resultan visuales hasta la exasperación. Basta pensar en Art, la famosa obra de teatro escrita por Reza, para comprender la habilidad de la autora para dotar de movimiento a las ideas. Por ejemplo, una valija roja concentra la tensión de un momento decisivo mejor que cualquier explicación. De manera tal que las descripciones aparecen en función de lo narrado. Dicho de otro modo, Reza se apropia del principio de mostrar en lugar de contar y consigue que la tensión escénica de la novela, las peripecias de los protagonistas, las voces de cada una de ellos tengan una cualidad cinematográfica.
BABILONIA
Por Yasmina Reza
Anagrama. Trad.: Javier Albiñana. 206 páginas, $ 265


V. B.


Zona peligrosa, de Lee Child
Un cruzado de nuestro tiempo


Zona peligrosa fue el primer thriller publicado hace exactamente 20 años por el inglés James D. Grant con el seudónimo con el que iba a convertirse en best seller internacional: Lee Child, un autor que hoy intercambia halagos con Stephen King o aparece junto con Tom Cruise en las películas basadas en sus propias novelas.
Antes de eso, sin embargo, la vida de James D. Grant (Coventry, 1954) había sido la de uno entre tantos anónimos productores de televisión, con una carrera relativamente cómoda en los medios ingleses. Hasta que en 1995 la cadena en la que trabajaba fue "reestructurada" y terminó en la calle. De esa conjunción entre la necesidad de ganar dinero y la oportunidad de escribir -y un inevitable hambre de revancha, como reconocería Child- nació Jack Reacher, el protagonista de una saga policial que lleva ya casi dos decenas de novelas y cuentos, media docena de reconocimientos -incluido uno al "mejor debut literario" para Zona peligrosa-, millones de ejemplares vendidos en todo el mundo y dos películas, la última de las cuales, Jack Reacher: Never Go Back, se estrenó el año pasado.
Por su parte, Zona peligrosa -que recién ahora se traduce al español- y Lee Child resultan a la distancia interesantes no sólo para el ecosistema literario inglés sino para el gran pentagrama cultural de Occidente. Sobre todo porque si la "alta literatura británica" parecía dominada por el canon de los grandes escritores de los años ochenta, con Ian McEwan, Martin Amis y Julian Barnes en primer lugar, y si la posibilidad de un "éxito comercial" se agotaba en las historias para adolescentes de J. K. Rowling y Harry Potter, la inesperada aparición de Jack Reacher redefinió el terreno.
A partir de Zona peligrosa, al fin un personaje viril, violento y sintonizado con el gusto popular -un ex policía militar estadounidense de 36 años educado bajo la regla de que "hay que golpear primero y golpear con fuerza"- iba a poder desplegar un mundo propio con un estilo depurado, entretener a los lectores sin menoscabar las exigencias de la adultez e interesar a editores de distintos continentes. De hecho, ambientada en lo profundo de los Estados Unidos, Zona peligrosa no tarda en representar con severo realismo una sociedad en la que la desocupación, el recorte del gasto público, la corrupción policial y la frustración política le proveen a Reacher las decepciones suficientes para elegir vagar "sin papeles que indiquen por dónde he pasado" y entender también que salir de la cárcel -sobre todo cuando lo acusan de un asesinato que no cometió, como al principio de esta historia- "es una de las mejores experiencias que hay en la vida, como no saber qué va a pasar mañana o ir en un coche en silencio por una carretera soleada con una mujer guapa al volante".
Bajo ese marco general, esta primera cruzada de Jack Reacher muestra que la muerte, la conspiración, la violencia, el sexo y un férreo sentido de la justicia -en los términos personales de Reacher, al menos- pueden distribuirse a lo largo de una trama eficiente de manera tal que la podredumbre general del sistema, siguiendo ya los pasos más clásicos del policial negro, pueda ennoblecer hasta las actitudes más íntimas de su protagonista. De ahí que, en el interior del mundo feroz imaginado por Lee Child, pensar los problemas que le dan forma al suspenso, enfrentar a quienes sea necesario recurriendo a una terrible contundencia física y no desaprovechar en el camino ni la más ligera insinuación femenina resulte menos un despliegue de grandes virtudes heroicas que un recordatorio de lo que un hombre libre y fuerte es capaz de hacer cuando no se resigna a dejar de ser hombre libre, ni fuerte.
Esa, probablemente, es la máxima premisa estética y ética de la literatura de Child, un best seller de vital importancia cuyos libros, por otro lado, aún circulan entre los lectores argentinos de manera discontinua y azarosa, aunque este año -el mismo que en noviembre espera en inglés la publicación de la vigésimo segunda novela del personaje- llegó el inesperado Noche caliente, un volumen con dos historias de Jack Reacher, traducido y publicado por la editorial argentina Blatt & Ríos, al que Zona peligrosa le añade ahora una pieza fundamental.
ZONA PELIGROSA
Por Lee Child
RBA. Trad.: Antonio Padilla. 518 págs., $ 295

N. M.

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