Cuaderno de los sesenta, de Jonas Mekas
Miradas de un cineasta legendario
Quien haya leído el magnífico diario Ningún lugar adonde ir sabrá las mil y una peripecias que Jonas Mekas (1922) y su hermano Adolfas tuvieron que atravesar tras partir de su Lituana natal en plena Segunda Guerra Mundial. Fueron años a salto de mata en campos de concentración, de desplazados, deportaciones, aventuras y penurias hasta recalar en Estados Unidos. Una vez instalado en Brooklyn, a Mekas no le llevó demasiado tiempo hacerse un lugar en una escena artística, la de Nueva York, que estaba a punto de ebullición, nutrida por miles de jóvenes e inmigrantes. En 1954 fundó con Adolfas la revista Film Culture, y en 1958 empezó a publicar sus columnas "Diario de cine" en la revista Village Voice. Varias de estas últimas integran, junto con artículos y conversaciones, Cuadernos de los sesenta. Escritos 1958-2010.
El primer interrogante que despierta el libro de Mekas, gran pionero del cine experimental, tiene que ver con las marcas temporales a las que hace referencia el título (que, por cierto, el propio autor eligió para la edición original en inglés de esta compilación). La fricción que provocan las dos referencias temporales ("los sesenta", "1958-2010") viene a remarcar, por un lado, el carácter seminal de la década de 1960 para la formación artística de Mekas y, al mismo tiempo, el amplio abanico temporal sobre el que su obra y sus intervenciones intelectuales se han venido desplegando desde entonces. La escena artística de los sesenta en Nueva York son, fueron y serán el epicentro de la obra y de la reflexión estética y política de Mekas, pero filmar y escribir, además de fundar y dirigir una institución como el Anthology Film Archives, fueron tareas a las que, desde entonces, se abocó con un compromiso férreo y una vigencia inoxidable.
Lo revelador del libro pasa por ofrecernos a un cineasta legendario como Mekas, paladín cabal del underground, haciendo un tipo de periodismo cultural militante, entusiasta, amateur en el mejor sentido de la palabra. Mekas es un testigo privilegiado de su época. Decir que se codeaba con Andy Warhol, con Allen Ginsberg, con la banda Velvet Underground, con John Lennon y Yoko Ono, por nombrar sólo algunos, no es incurrir en el namedropping: literalmente trabajó codo a codo con ellos. Más que en ocupar el rol de crítico o exégeta, está interesado, tal como señala en el prólogo el cineasta y crítico Pablo Marín, en "tomarle el pulso a lo actual y ofrecerlo sin filtro a sus lectores", eludiendo las fórmulas más anquilosadas y convencionales del periodismo profesional.
Algunos textos funcionan como documento de época, especialmente las transcripciones de conversaciones públicas, varias de ellas memorables, como la que mantiene con Pasolini. O el tenso y zigzagueante diálogo con Susan Sontag, a propósito de Duet for Cannibals, película que Sontag acababa de estrenar, o la larga charla con Ono y Lennon que cierra el libro. Luego hay textos que tienen una matriz más periodística, sobre todo por brevedad y variedad de temas; una característica que se refleja también en el diseño de página del libro, que en esos casos muta a una diagramación a dos columnas: sobre El almuerzo desnudode William Burroughs, sobre Un chant d'amour de Jean Genet (cuya copia Mekas ingresa a EE.UU. de contrabando), sobre John Cage, sobre las películas de Joseph Cornell. Los mejores textos del libro, sin embargo, son aquellos en los que Mekas habla de su propia praxis (las notas de rodaje de The Brig) y sus ensayos sobre las películas de Warhol.
Si bien en términos cronológicos Cuaderno de los sesenta empieza pocos años después del final de Ningún lugar a donde ir, transitan registros diferentes. En este volumen la subjetividad de Mekas, tan presente en sus películas y en su diario, por momentos se vuelve invisible, imperceptible, completamente porosa, para mejor rendir cuenta del mundo fascinante que lo rodea. Tal como haría cualquier buen periodista.
CUADERNO DE LOS SESENTA
Por Jonas Mekas
Caja Negra. Trad.: Guido Segal. 446 págs., $ 425
M. C.
Contrafrente, de Jorge Accame
Más allá de un padre y un hijo
En la última novela de Jorge Accame (Buenos Aires, 1956), una imposibilidad pone en marcha la escritura. El narrador de Contrafrente reflexiona sobre la vía elegida: "Me pregunto si no escribo todo esto sobre mi padre porque no puedo decírselo frente a frente. Si no es mi manera de decírselo. Mi esperanza de que piense en estas cosas y todavía quede tiempo para cambiar algo. Que antes de separarnos definitivamente haya una mirada o un gesto indicando que nos quisimos".
Lo que no se ha podido decir de frente se dirá desde el contrafrente, un espacio de atmósfera simbólica. En un edificio dividido en departamentos A y B, Adolfo realiza algo inusual, algo que lo aleja de su rumbo habitual y lo deposita en un ámbito perturbador. Aunque vive en el séptimo A, toma el ascensor que conduce al sector donde están los departamentos B, los del contrafrente. Desde el pasillo y a través de los ventanales que dan al patio interior, examina la parte trasera del hogar paterno.
Contrafrente va más allá de la relación conflictiva entre un hijo y su padre. Adolfo comienza su historia diciendo: "Desde el inicio de este texto tengo la sensación resignada de que no podré escapar". Acaso sea una fuga su principal peripecia: liberarse de una estirpe que se inaugura en la Edad Media, cuando el cruzado Giacomo Berggeggi conoce a una mujer hebrea, abandona su campaña religiosa y regresa a Génova para casarse con ella. A partir de entonces se lo conocerá por un apellido diferente. La sombra de ese antepasado se proyecta sobre la búsqueda de sentido que ocupa a Adolfo. La conducta de su padre estuvo siempre dirigida por un sentimiento del deber, cuyo cumplimiento prometía una vida perfecta. Pero el nacimiento de su hija torció sus planes, desvió su vida irremediablemente: "Todo se encarrilaba en el sentido en que se había empeñado construirlo. Pero nació mi hermana y el timón de su barco se volvió loco". Desde muy pequeña, Virginia sufre una fuerte epilepsia que ha afectado seriamente su cerebro.
En El yo y el ello, Freud habla de una historia genética del superyó. La conciencia moral y el ideal del yo comprenden conflictos transmitidos generacionalmente. Del deber y la culpa, del cerco familiar, se propone escapar el narrador de Contrafrente. Escribir, casarse con una mujer que vive en un contrafrente y radicarse en el sur patagónico representan su intento de fuga física y psíquica de lo que siente como un destino inexorable. Pero su narración trasciende la genealogía, la historia de su apellido; deriva hacia una mirada singular sobre los años setenta en la Argentina. Mientras que desde los pasillos del contrafrente es posible ver el mundo interior, o el mundo trascendente ("Desde el bloque B también puedo ver a dios"), la violencia policial puede observarse desde el frente: "Vi un hombre boca abajo sobre la entrada de la cochera. Había una mancha bordó en el medio de su espalda. Desde los balcones de los departamentos A se veía claramente lo que sucedía". Pero el conflicto no reside sólo en la represión ilegal del Estado contra los grupos guerrilleros y la ciudadanía en general: los años del Proceso comprenden también la relación conflictiva de dos generaciones. Las fuerzas del orden "me daban a entender que el mundo estaría mejor si todos los hijos desaparecieran de una vez", concluye el narrador.
En Contrafrente, se percibe la versatilidad de la escritura de Accame, que ha ejercido la narrativa, la poesía y el teatro. La novela despliega una trama de diferentes texturas, alternando la narración tradicional con pasajes hechos de frases, reflexiones, escenas de tono frecuentemente onírico. El resultado es una historia que -acaso por carecer de una línea argumental- no es atrapante, pero sí atractiva, fecunda para la interpretación simbólica. Isaac y Abraham, Telémaco y Ulises, Jesucristo y Dios, Kafka y su padre participan en Contrafrente como figuras emblemáticas de la serie de padres e hijos que le ha dado forma a la cultura occidental.
CONTRAFRENTE
Por Jorge Accame
Edhasa. 160 páginas. $ 265
E. S.
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