A los sirios les fascina tomar mate. Lo conocieron a principios del siglo XX, cuando los inmigrantes que se habían instalado en la Argentina desde 1860, huyendo de las segregaciones religiosas de los otomanos, comenzaron a volver a su país o se reencontraron con familiares que rápidamente adquirieron el hábito. Otra ola migratoria se produjo después de 1945, y mientras más sirios se radicaban en la Argentina, más creció en Siria el consumo de la yerba. Hasta el comienzo de la guerra civil, en 2011, Siria era el mayor importador del cultivo argentino en el mundo y adquiría cerca del 70 por ciento de la yerba mate exportada. El alto consumo se explica también por un hábito propio: los sirios no suelen compartir el mate como los argentinos, de modo que cada uno ingiere el suyo. Con el conflicto asolando sus ciudades, el consumo disminuyó 40 por ciento, pero en las zonas aún controladas por el gobierno y menos tocadas por la guerra, la yerba argentina se sigue comercializando bajo la marca Kharta Khadra, la más popular.
Se calcula que al menos 3.500.000 argentinos descienden de sirios. Entre ellos, un ex presidente y la actual primera dama. Su aporte a la cultura ha sido amplio y variado: Eduardo Falú, Juan José Saer y Leonardo Favio fueron algunos de los descendientes de aquellos sirios que se instalaron principalmente en el norte argentino trayendo con ellos una cultura propia que rápidamente se asimiló con la local.
Quizá por estas familiaridades Haneen Nasser comienza a sentirse cómoda en La Pampa, a donde llegó el año pasado huyendo de la guerra y dejando atrás un país donde -confiesa a La Nación revista- ya no hay futuro.
Quizá por estas familiaridades Haneen Nasser comienza a sentirse cómoda en La Pampa, a donde llegó el año pasado huyendo de la guerra y dejando atrás un país donde -confiesa a La Nación revista- ya no hay futuro.
Como ella, más de doscientos sirios fueron acogidos en la Argentina en carácter de refugiados en los últimos años. Para llegar hasta aquí debieron atravesar el infierno, no sólo en la ensangrentada Siria, sino también en la ruta de los refugiados, a través del mediterráneo y de países europeos donde son hacinados en centros de acogida que el Papa Francisco ha comparado con campos de concentración, cuando no son directamente rechazados o explotados económicamente por mafias dedicadas al tráfico humano. La ONU estima que cerca de cinco millones de sirios debieron huir hacia otros países desde el comienzo del conflicto, aunque el número de desplazados por la guerra alcanza los 13 millones.
Haneen cuenta que le encanta la paz de Santa Rosa, donde se acostumbró a las siestas que vacían por las tardes sus soleadas calles, y que ya no piensa en volver a aquel país que hoy sólo existe en los mapas, salvo para visitar a su familia.
Su historia es actual, pero no tiene época: es la misma de la de tantos abuelos de argentinos que encontraron en estas tierras una oportunidad para volver a encontrar un futuro.
Su historia es actual, pero no tiene época: es la misma de la de tantos abuelos de argentinos que encontraron en estas tierras una oportunidad para volver a encontrar un futuro.
J. N.
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