martes, 2 de febrero de 2016

JUAN CRUZ AMERICE; HÉROE ARGENTINO



Juan Americe, hijo de un bombero voluntario, reanimó a una beba atropellada por delincuentes

"Dame un rato, no comí nada en todo el día", pide casi con culpa. Y es que los últimos días de Juan Cruz Americe fueron frenéticos, emotivos, y jamás los olvidará. El joven de 15 años, que el martes último salvó a una beba de siete meses que había sido atropellada en brazos de su madre por un grupo de delincuentes que huían de la policía, vive una semana de celebridad impensada.
Hijo de un bombero voluntario de Loma Hermosa enseguida adoptó al cuartel de bomberos como su segundo hogar. De pequeño supo que seguiría el mismo camino: el de salvar vidas ajenas. Muy pronto el destino le daría la primera oportunidad.
Una foto con sólo seis años, el uniforme que le sobra por todos lados, pero la actitud de un verdadero bombero ocupa un lugar privilegiado en casa de sus tías, donde Juan duerme varias veces a la semana. Ama compartir tardes con sus primos y su abuela. El resto del tiempo lo divide entre la casa de su madre y sus otros hermanos, y la del padre.


"Lo llevo en el alma el ser bombero", reconoce sin timidez. Y en la familia no pueden más que coincidir. Cuentan que su madre es igual, solidaria con todos. Sus hermanos, Morena y Diego, son chicos y no entienden del todo lo que pasa, pero lo miran con orgullo; perciben que su hermano algo hizo bien.
La tarde del martes había acompañado a su tía Sonia a hacer unas compras a la vuelta de su casa. Cuando se despidieron, Juan siguió camino con su primo y un amigo hacia la panadería. Pero no llegó: un increíble concierto de bocinas y sirenas lo hicieron frenar en seco para ver lo que nunca habría querido: un auto que hacía volar por el aire a una mujer y a una beba. Sin dudarlo, corrió hacia ellos. "Los chicos salieron corriendo, asustados, pero él enseguida fue a ayudar, instintivamente", relata Sonia.
Se quitó la remera, la dobló y en ella tomó a la beba. "Creí que estaba muerta, porque no respiraba", cuenta. Se paró en medio de la avenida Márquez intentando frenar un auto que los auxiliara, pero con impotencia notaba que todos seguían de largo. Finalmente un patrullero los llevó hasta el hospital Eva Perón. En el camino, Juan le realizó las maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP) que había aprendido en el cuartel. Como en la guardia no le prestaron atención, subió a zancadas las escaleras hasta la sala de Pediatría. Ahí la doctora lo felicitó.


Juan desfila sin cesar por canales de TV, radios y entrevistas varias. Poco a poco va saliendo del shock. Su familia cuida que no sufra un episodio de epilepsia, por la cual se trata desde hace años. Pero él habla con calma, con su gorra de los Boston Celtics hacia atrás y las zapatillas negras de básquet embarradas de tanto entrar en la casa de Roxana, la madre atropellada, quien se recupera poco a poco. Es amable con todos, cuenta la historia mil y una vez y confiesa, con una mezcla de pudor y orgullo, que los padres ya lo eligieron como padrino de la beba.
Y es que la gratitud es inconmensurable: "Tanto agradecimiento es demasiado para él", dice Roxana. Aunque vivían apenas a tres cuadras de distancia, no se conocían. A partir de hoy serán inseparables. Juan los visita a cada momento, está pendiente de su evolución y no se cansa de maldecir la mala suerte que corrieron esas mujeres. Como todos, en el barrio, reclama justicia para ellas y que los acusados vayan a la cárcel.
"Lo único que me importa es que la beba esté bien, porque es un milagro lo que pasó", dice Juan Cruz. Su familia cuenta que en el momento no paraba de llorar, angustiado: "Estaba shockeado, es un chico de 15 años", justifica su tía Natalia, como si hiciera falta. Amante de la mecánica y de Racing Club, hasta el martes sus días eran los de un adolescente común, aunque con un sentido del deber y una solidaridad poco comunes.


"El lunes que viene va a ver a la gobernadora Vidal y a la ministra Bullrich", cuenta orgullosa su tía Natalia. El intendente de San Martín, Gabriel Katopodis, también le dará un reconocimiento por su heroísmo. Pero todo parece poco. Juan, a sus 15 años, no quiere medallas, sólo quiere ayudar, quiere ser un buen bombero.

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