jueves, 16 de junio de 2016

AMÉRICA LATINA Y SUS MEJORES RUTAS LITERARIAS


CHILE

Gabriela Mistral



Solía decir que había salido de un laberinto de cerros, un nudo sin desatadura posible que queda en lo que hago, sea en verso, sea en prosa. Esos mismos cerros siguen estando, inmutables, en el Valle del Elqui que la vio nacer en 1889. Fue en el pueblo de Vicuña, hoy uno de los puntos de la ruta que recuerda su vida y su obra.

Entre las casas de adobe se levanta un importante museo que rescata la huella tangible e intangible de Gabriela Mistral, con una interesante arquitectura que combina el patio español con el pucará indígena: es una referencia al origen de la poetisa chilena, de ancestros vascos y diaguitas. Aquí se exhiben sus primeros libros, premios y cartas con Neruda, entre otros testimonios.
La ruta sigue en el antiguo pueblo de La Unión, ahora llamado Pisco Elqui, adonde la familia de Gabriela Mistral se mudó cuando ella tenía pocos días de vida. Literatura aparte, aquí se levanta la bodega de pisco Mistral, que pertenece al hombre más rico de Chile.

El siguiente paso es Montegrande, el amado pueblo de la escritora, donde vivió de los tres a los nueve años. Allí sigue la escuela rural donde estudió y una réplica de una escuela primaria de principios del siglo XX. Afuera, rodeada por los cerros donde se encuentra su mausoleo, un monumento recuerda también la figura de Gabriela Mistral.


PERÚ
Mario Vargas Llosa



Arequipa, la ciudad natal del novelista peruano, lo homenajea desde este año con una ruta cultural que recorre sus huellas por la ciudad blanca. Se proponen así paseos de unas tres horas, todos los viernes, que pasarán primero por la biblioteca regional Mario Vargas Llosa, luego por la biblioteca personal del escritor -que reúne unos 8.000 libros y revistas- y a continuación por la Plaza de Armas y la casa natal de Vargas Llosa (hoy museo) en la avenida Parra.
Pero Lima también tiene su propia ruta: la capital peruana es una de las protagonistas de su obra literaria, desde La ciudad y los perros a Conversación en la Catedral. Se puede empezar en Miraflores, donde Vargas Llosa ambientó cuentos como Día domingo, y seguir por las avenidas Diagonal y Larco, o la playa de Herradura, uno de los lugares favoritos de la juventud de los años 50. Hoy como ayer sigue existiendo también la maciza silueta del colegio militar Leoncio Prado, en el distrito de La Perla, donde estudió el novelista que lanzó el boom de la literatura latinoamericana con La ciudad y los perros.
Son incontables los lugares que aparecen en su obra, desde el bohemio barrio de Barranco hasta la antigua Lima de la plaza San Martín: libros en mano, cada uno puede trazar su propia y personal ruta literaria. Cualquiera sea, no habría que olvidar la Catedral de la famosa conversación, en realidad hoy apenas las ruinas de un bar de mala muerte cerca del río Rímac.


COLOMBIA
Gabriel García Márquez



Bienvenidos a Aracataca-Macondo, reza el cartel que da la bienvenida cuando se llega al pueblo natal de Gabriel García Márquez, a más de 800 kilómetros de Bogotá y a mucho menos -unos 80- del Caribe. La vinculación, tal como contó el propio novelista, no es casual: El tren pasaba a las 11 por la finca Macondo, y 10 minutos después se detenía en Aracataca, escribió en Vivir para contarlo. Hoy el pueblo es punto de partida de la Ruta Macondo, Realismo Mágico, que abarca entre otros lugares la casa-museo restaurada de García Márquez, la iglesia donde fue bautizado, su colegio, la estación ferroviaria, la Casa del Telegrafista (tal era el oficio del padre del premio Nobel) y la Biblioteca Remedios La Bella.
No faltan los restaurantes de literaria memoria, como La Hojarasca, o el Patio Mágico. Pero la ruta que evoca al creador de los Buendía no puede eludir Cartagena y su Portal de los Dulces -el Portal de los Escribanos en El amor en los tiempos del cólera- para recuperar los lugares donde ambientó parte de su obra.
Los paseos literarios que hoy recorren Cartagena en busca de las huellas de Garcia Márquez pasan también por el Convento de Santa Clara y la casa del Marqués de Valdehoyos, además de ver -por fuera- la casa que tuvo el escritor en el casco antiguo, con vista al mar.


CHILE II
Pablo Neruda



El poeta tiene tres casas-museo en su patria, empezando por La Chascona, en Santiago, al pie del cerro San Cristóbal. Detrás del frente azul con su cartel blanco de hierro forjado está la casa donde construyeron su historia Neruda y Matilde Urrutia, la chascona del nombre, ya que así se llama en Chile a las mujeres de pelo revuelto.
La residencia está en el barrio de Bellavista y se recorre mediante una visita autoguiada que lleva a través de las numerosas curiosidades y secretos de sus habitaciones y patios. Aquí funciona también la Fundación Pablo Neruda, que propone un amplio calendario cultural.
Desde Santiago, en el día se puede llegar a la emblemática casa que el poeta tuvo sobre el Pacífico, Isla Negra, ya en la región de Valparaíso: esta casa, que fue su preferida, se diría una auténtica nave varada sobre la playa, llena de las referencias marítimas que también caracterizaron las poesías de Neruda. Una impresionante colección de mascarones de proa, barcos encerrados en botellas, mapas, caracoles y libros va guiando el recorrido por Isla Negra, donde también están las tumbas de Pablo y Matilde. Finalmente, en Valparaíso se encuentra La Sebastiana, que como quería el poeta parece flotar en el aire pero está bien anclada en la tierra. Neruda acostumbraba pasar Año Nuevo en esta casa de Valparaíso, pero después de su muerte -en 1973- la casa quedó abandonada. Reabrió sus puertas como museo en 1992 y hoy es Monumento Nacional.


BRASIL
Jorge Amado


El sol de Salvador estará asociado para siempre a la obra y los personajes de Jorge Amado, desde Doña Flor hasta Gabriela. No hay ciudad como esta -escribió- por más que se busquen los caminos del mundo. Ninguna con sus historias, con su lirismo, su pintoresquismo, su profunda poesía. Y no hay muchas que, como ella, hayan tenido un novelista entregado a inmortalizarlas. Basta con andar un poco por el Pelourinho para recuperar la riqueza colorida de la obra de Amado, que aquí parece haberse trasladado a la arquitectura. Calles que suben, bajan y vuelven a subir; azulejos portugueses que distinguen las esquinas; el dorado infinito de la iglesia de San Francisco; el ritmo de la capoeira y los tambores que se dejan ver y oír acá y allá configuran una ruta para todos los sentidos.
En el actual hotel Pelourinho el novelista se alojó cuando llegó a Salvador, a fines de los años 20; en todo el barrio se sitúan las amorosas aventuras de Doña Flor; y allí mismo se levanta la casa de fachada azul donde funciona la fundación Jorge Amado. La mansión fue propiedad de Amado y su esposa, Zelia Gattai, que aquí impulsaron la cultura bahiense y la preservación de su obra.

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