martes, 5 de julio de 2016

LA OPIN IÓN DE JOSÉ NUN


Huellas de la izquierda en la política argentina

MIentras su influencia cultural fue clave, la acción política de la izquierda fue discontinua y paradójica: a mayor radicalidad, menos efectos

JOSÉ NUN

Hablaré apenas a algunos aspectos de su acción política. Primero, para decir que su incidencia directa en nuestra dinámica política ha sido discontinua. Y después, para señalar una paradoja: cuando su acción fue más central, sus efectos no perduraron; en cambio, cuando sus planteos fueron más moderados, sus consecuencias resultaron más duraderas. Me explico.
La confrontación entre derecha e izquierda (una, poniendo el énfasis en la libertad, y la otra, en la igualdad) ha tenido y tiene vigencia si se dan determinadas condiciones, de las cuales depende que adquiera o no protagonismo. En el caso de la izquierda reformista, se necesita que haya un orden institucional sólidamente constituido, con división de poderes, libertades individuales y partidos organizados. En cuanto a la izquierda revolucionaria, sus posibilidades de desarrollo están ligadas al estado y complejidad de las relaciones de fuerza existentes: así como no hay sonatas de otoño en primavera, la toma del Palacio de Invierno era posible en San Petersburgo pero no en Londres o Berlín.
Y bien: en los tiempos de la República oligárquica el poder se hallaba en manos de una élite liberista (el término que acuñó Benedetto Croce para distinguir al liberalismo económico del liberalismo político), alejada de cualquier atisbo de política participativa. Es cuando comienzan a emerger las distintas variantes de la izquierda. En 1896 aparece La Vanguardia y, en su primer editorial, Juan B. Justo saluda a los europeos que llegaban y que absorberían al "viejo elemento criollo, incapaz de marchar por sí solo hacia un tipo social superior". Repudia así las prácticas personalistas y clientelistas de la "política criolla", cuyos caudillos se apresuraron a culpar precisamente a los inmigrantes por difundir ideas subversivas. En verdad, la preocupación de estos personajes no eran tanto los socialistas de Justo (que aceptaban el modelo agroexportador pero buscaban proteger a los trabajadores) como los anarquistas de la FORA del V Congreso (1905), que habían roto con los socialistas y no estaban interesados en obtener mejoras sino en liquidar el régimen de raíz. Lo cierto es que mientras los socialistas aprovechaban las reformas electorales para llegar al Congreso y promover leyes sociales, los anarquistas ganaban la calle e inquietaban en exceso al gobierno, que ordenó una fuerte represión. No sólo fueron asesinados obreros sino que además se dictó la ley de residencia y se declaró el estado de sitio para garantizar un Centenario en paz.
Ilustrando la paradoja que mencioné al comienzo, esta violencia anarquista se fue agotando en sí misma. Tan es así que, en 1915, el IX Congreso de la FORA rompió con esas posiciones y apostó a la lucha sindical, proclamando su neutralidad ideológica. Por entonces, la preocupación de la derecha ya se había desplazado a otro lugar. Su problema eran ahora los radicales de Yrigoyen y en esto fueron acompañados por los socialistas, que veían en él a un típico exponente de la "política criolla".
Llegado al gobierno, Yrigoyen aceptó el modelo económico liberista y soslayó la cuestión social. Aunque ganó las elecciones por poco margen, se consideró plebiscitado y su conocido personalismo lo llevó a escribir: "Sé bien que no soy un gobernante común porque en ese carácter no habría habido poder humano que me hiciese asumir el cargo". Sin perjuicio de sus logros y en lo que aquí importa, reprimió duramente huelgas urbanas y rurales, como durante la Semana Trágica de 1919, cuando la policía dejó centenares de obreros muertos y heridos. ¿Qué pedían? Jornada de 8 horas, descanso semanal, pago de horas extras, aumento de salarios. Se entiende que los socialistas cerraran filas con los sindicalistas y, más todavía, que plantearan la existencia de dos legitimidades: la de origen (mayoría de los votos) y la de ejercicio (modo de gobernar).
El otro momento de la paradoja ocurrió en los años 70, cuando un heterogéneo movimiento guerrillero desafió hasta las últimas consecuencias el orden establecido para abrirle paso al "hombre nuevo" pregonado por la Revolución cubana. El movimiento alcanzó un desarrollo muy considerable, reclutó a miles de jóvenes corajudos, fue finalmente aplastado por el terrorismo de Estado más brutal de nuestra historia y, de nuevo, su proyecto dejó escasas secuelas concretas.
A su vez, ¿por qué no fue más profunda y sostenida la acción de la izquierda reformista? Primeramente, porque desde 1930 hubo 6 golpes militares exitosos que destruyeron nuestro frágil entramado institucional. Pero, sobre todo, porque después del abortado ensayo yrigoyenista de 1928, en la década del 40 se instaló en el poder el populismo autoritario de Perón, que levantó la bandera de la justicia social y consiguió que, entre 1943 y 1948, los salarios pasasen del 44% al 53% del ingreso nacional. El conflicto derecha-izquierda se dislocó: un gobernante de profesión militar, de origen conservador, influido por el fascismo y estrechamente ligado a la Iglesia católica encaraba con un éxito indiscutible la cuestión social y conseguía un enorme apoyo popular al mismo tiempo que despreciaba las instituciones de la democracia republicana. El personalismo alcanzó niveles excepcionales. Según explicaría el líder en 1951, los pueblos deben saber que "el conductor nace. No se hace ni por decreto ni por elecciones. Las masas se conducen por intuición; y la intuición la da solamente Dios". El conflicto principal pasó a ser "peronismo-antiperonismo" o, desde la perspectiva populista, "patria-antipatria" o "pueblo-antipueblo".
Luego del llamado "retorno" de la democracia (¿cuándo la hubo antes?), fueron regresando al poder distintas variantes del populismo peronista, unidas por su personalismo y por su rechazo a la democracia republicana. En este contexto desfavorable, la liquidación de los organismos de control, sumada al aumento tanto de la pobreza y de la desigualdad como de la corrupción y el clientelismo, hizo que aparecieran nuevas y potentes manifestaciones de izquierda, apoyadas ahora por las redes sociales. Hace seis meses, llegó al gobierno un partido de centroderecha. ¿Se afirmará el pluralismo y ganará cada vez más centralidad el conflicto derecha-izquierda? Es una conjetura y también una expectativa.
El autor es politólogo y fue secretario de Cultura de la Nación

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